Professional Documents
Culture Documents
Hace tres días conocí a esa rata, tenía que ir desde el barrio este hasta la
parte alta de la ciudad, porque el único supermercado con pañales ese día
era el makro aquel por la zona industrial, el día comenzó como ya han
comenzado bastantes días para mí, me monte en uno de esos buses que
parece que te pasean por toda la ciudad antes de llevarte al destino, al
subirme veo como todos los pasajeros me ven con miedo, preparándose para
una acción conocida nacionalmente como atraco, no soy un malandro pero
tengo que aceptar que tengo cara, me visto como uno y a veces por puro
arrebato actuó como uno, mi gorra para atrás, unos bermudas de color
paramilitar y un franelilla blanca porque últimamente el sol que hace molesta
aún más que mi mujer, mientras me siento al final del bus veo como algunos
pasajeros comienzan a relajarse mientras los del final, mis vecinos de asiento,
se dan a la tarea de estudiarme y dejar de hacerlo cuando los volteo a ver,
por el rabillo del ojo se les ve el miedo, aquello que nos hace humanos, lo
que nos ayuda a permanecer vivos, yo soy su miedo, yo los hago mantener
vivos cuando escupo por la ventana y volteo a verles las caras de que están
seguros que tengo algún arma para escupir plomo o peor aún una navaja con
la cual podría volverme hasta su fantasía sexual.
Se hacen eso de las 4pm mientras llego al centro comercial y me bajo de risas
viendo como todos los pasajeros se calman cuando pido la parada, antes de
arrancar el bus otra vez me le quedo mirando a un hombre que me está
viendo con indignación, le lanzo un beso y me le despido agitando mi mano
como si fuera un amigo de toda la vida, hasta le sonrió. Toma indignación.
¿Sabes que ratica? Por eso es que vas a seguir siendo un guardia de
seguridad toda tu vida, el cliente siempre tiene la razón y este cliente te está
hablando claro, diciéndote que por eso también es que los matan.
Veo como una gota de sudor le baja por la frente y cae en el pavimento, me
voy alejando dándole la espalda y al salir del estacionamiento escupo a la
calle, me volteo y veo el tumulto de personas hablando con el guardia que
quedo en shock, pienso en que pueden llamar a la policía pero no creo que
puedan meterme preso, total es su palabra contra la mía y aunque hay
testigos yo no he cometido ningún delito.
Al día siguiente falto al trabajo y llamo para decir que estoy enfermo, salgo
en un taxi que me deja afuera del supermercado, me siento en la acera
mientras adopto mi imagen de hampón, me volteo la gorra y me llevo a la
boca un paquete completo de bolibomba, para no aburrirme y hacer algo
más que quedarme ahí sentado viendo a la bola aquella, lo primero que hace
cuando se da cuenta que soy yo el que está al frente del supermercado es
fingir demencia, se hace que no me ha visto, yo le silbo para asegurarme que
me ha visto, voltea y se me queda mirando 5 segundos máximo, ya no puede
fingir nada, desde mi vigilia huelo como el sudor se le combinan con los
nervios y poco a poco siente miedo, no trata de llamar a la policía porque no
es ilegal sentarse a comer chicle toda la tarde.
Estoy caminando por la misma calle en la que están ellos y veo como el
vigilante se coloca de espaldas de la reja para que no le llegue por detrás,
también como las cajeras pierden la voz, los sentidos, el color, voy
acercándome cuando veo que una de las muchachas se aleja del vigilante,
entonces la otra también, cada vez estoy más cerca y tengo la mirada fija en
esta rata que me hizo lavar mierda, lo miro hasta que le enfrió el alma, hasta
que se desgasta la imagen fija del hombre, paso al frente de él y le sigo
mirando, meto una mano en la chaqueta, el cierra los ojos como esperando
la muerte, la bala, el puñal pero yo no hago nada, sigo caminando mientras
veo a mis espaldas el hombre contra las rejas con los ojos cerrados, de
pronto los abre y al sorprenderse de no haberme visto mira de lado a lado,
me ve sin duda que lo sigo viendo, casi al final de la cuadra, cuando tengo
que voltear y perder la visibilidad, alzo la mano, lo señalo y hago un tajante
movimiento en mi cuello señalándole que le voy a dar piso, que por fin va a
dejar de ser guardia, al gordo se le baja la tensión hasta los pies, desde lejos
se le ve, porque no puede ni correr, ni gritar, ni dejar de mirarme con ojos de
un borrego que ya está en el matadero.
Cruzo la calle, siento como la risa brota por burbujas desde todas partes de
mi cuerpo. Al día siguiente vuelvo al supermercado y me doy cuenta que hay
vigilante nuevo, busco pañales para la niña y al pagar me atiende una de las
cajeras de la noche anterior, le pregunto que como esta mi amigo y dice que
renuncio, le sonrió mientras pago y al salir le digo que tenga un bonito día.