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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA PÉRDIDA

La primera formulación teórica de la inteligencia emocional (IE) aparece


en un artículo publicado en 1990 por los psicólogos Peter Salovey y
John Mayer. Los autores tratan de unir las diferentes líneas de
investigación sobre inteligencia y emociones, definiéndola de una
manera explícita y clara, y revisando las áreas de investigación que
pueden ser relevantes para el concepto, como la neurociencia y la
psicología clínica.

Sin embargo, esta línea de investigación permaneció oculta hasta que


Daniel Goleman la popularizó en 1995 con su bestseller “Inteligencia
Emocional” generando su difusión masiva tanto en el contexto
académico como en el ámbito popular dando lugar a la proliferación
de numerosos libros de divulgación y de autoayuda lo que llevo a
desdibujar el término. Actualmente, la IE se conceptualiza desde
diversos modelos teóricos, a partir de los cuales se han generado
diferentes instrumentos de evaluación.
En la literatura especializada podemos encontrar una distinción entre
aquellos modelos de IE que se focalizan en las habilidades mentales
que permiten utilizar la información que nos proporcionan las emociones
para mejorar el procesamiento cognitivo (denominados modelos de
habilidad) y aquellos que combinan o mezclan habilidades mentales
con rasgos de personalidad, tales como persistencia, entusiasmo,
optimismo, etc. (denominados modelos mixtos).
Esta diferencia conceptual es de gran relevancia, ya que según los
modelos de habilidad, los diferentes aspectos de la IE se podrían
mejorar a través de diversos programas de entrenamiento
especializados, mientras que según los modelos mixtos, algunos
aspectos relacionados con la propia personalidad son difícilmente
modificables.

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Para Salovey y Mayer, la IE es concebida como una inteligencia
genuina basada en el uso adaptativo de las emociones de manera que
el individuo pueda solucionar problemas y adaptarse de forma eficaz
al medio.
Desde esta perspectiva teórica, la IE se plantea como “la capacidad
para percibir, valorar y expresar las emociones con exactitud; la
capacidad para acceder y generar sentimientos que faciliten el
pensamiento; la capacidad para entender la emoción y el conocimiento
emocional; y la capacidad para regular las emociones y promover el
crecimiento emocional e intelectual”.
Se trata de un modelo jerárquico en el que para llegar a las
habilidades de mayor complejidad como el manejo emocional son
necesarias cada una de las habilidades previas más elementales.

1.1. Percepción, evaluación y expresión de las emociones.


Esta habilidad hace referencia a la precisión con la que los individuos
pueden identificar las emociones en uno mismo con los correspondientes
correlatos fisiológicos y cognitivos que éstas conllevan. Las emociones
pueden ser reconocidas no sólo en uno mismo, sino también en otras
personas y objetos (obras de arte, sonidos,…).

También incluye la capacidad para expresar las emociones de una


manera adecuada, así como para discriminar con precisión la
honestidad o no de las emociones expresadas por los otros. Los
individuos que saben acerca de la expresión y manifestación de
emociones también son sensibles a las expresiones emocionales falsas o
manipulativas que muestran otras personas.

INTELIGENCIA
EMOCIONAL

1.2. La emoción facilitadora del pensamiento.

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Esta habilidad hace referencia a los eventos emocionales que ayudan
al procesamiento intelectual, es decir, a cómo las emociones actúan
sobre nuestro pensamiento y nuestra forma de procesar la información.
Las emociones van a determinar y mejorar el pensamiento porque
dirigen la atención de los individuos hacia la información importante.
Las variaciones emocionales nos van a permitir adoptar diferentes
puntos de vista y múltiples perspectivas de los problemas.

1.3. Comprensión y análisis de las emociones: conocimiento


emocional.
La tercera rama del modelo hace referencia a la capacidad para
comprender emociones y utilizar el conocimiento emocional. Incluye la
capacidad para etiquetar las emociones e identificar las relaciones que
se dan entre las palabras y el significado de la emoción.
Abarca también la habilidad para comprender emociones complejas,
así como aquellas que se producen de modo simultáneo.

1.4. Regulación de las emociones.


La última rama del modelo hace referencia al proceso emocional de
mayor complejidad. Incluiría la capacidad para estar abierto tanto a
los sentimientos agradables como a aquellos que nos resultan menos
placenteros. Para que podamos aprender de las emociones es
necesario que atendamos a los sentimientos positivos y negativos.

De ahí que la primera habilidad dentro de la rama de regulación


emocional sea precisamente la apertura a los sentimientos. Incluye la
capacidad para reflexionar sobre las emociones descartando o
utilizando la información que nos proporcionan en función de su utilidad.
Alcanza también a la habilidad para manejar las emociones en uno
mismo y en los demás, moderando las emociones negativas y
aumentando las positivas sin cohibir o extremar la información que ellas
conllevan.
La medida más elaborada para evaluar la IE es el Test de Inteligencia
Emocional Mayer Salovey-Caruso (MSCEIT).

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El MSCEIT es una escala de rendimiento, es decir, mide cómo de bien
rinden las personas en las tareas y resuelven problemas emocionales en
lugar de limitarse a preguntar cuál es su estimación personal sobre sus
capacidades emocionales como hacen otros test de autoinforme con las
desventajas y limitaciones que esto supone.

1.5. Los beneficios de la Inteligencia Emocional.


La IE ha mostrado su influencia positiva en diferentes ámbitos de la vida
cotidiana y profesional. Por ejemplo, las personas emocionalmente
inteligentes tienen mejor salud física y mental, mayores niveles de
bienestar y satisfacción vital, menos conductas de riesgo como consumo
de drogas, así como mejores relaciones interpersonales y sociales tanto
en el contexto profesional como personal.
Pero, ¿en qué campos puede ser útil la Inteligencia Emocional en el
ámbito de la Medicina? La literatura científica existente ha mostrado su
utilidad en cuatro ámbitos:
1. En la relación médico-paciente, y en aspectos relacionados con
la calidad del cuidado y la satisfacción del paciente.
2. El rendimiento, el nivel de implicación y satisfacción profesional
de los médicos.
3. Los procesos de selección en centros educativos y profesionales
médicos.
4. En el entrenamiento y desarrollo de las habilidades de
comunicación clínica.

Un médico con unas adecuadas habilidades de comunicación clínica,


como ha mostrado el estudio de Tamblyn, disminuye el número de
demandas recibidas, pero también como han revelado otros estudios, el
grado de adherencia de los pacientes al tratamiento prescrito y su nivel
de satisfacción con la consulta.
Por otra parte, un dominio de estas habilidades por parte de los
profesionales mejora la precisión y rapidez a la hora de diagnosticar a
los pacientes, así como los niveles de satisfacción laboral de los propios

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médicos. Ambos aspectos a su vez suelen estar relacionados en un
circuito que se retroalimenta.
Como indican los estudios con médicos en formación, estos profesionales
sufren con frecuencia síntomas de depresión y burnout que afectan de
forma drástica a su rendimiento profesional. A su vez, los médicos con
más emociones positivas y más felices son más empáticos con sus
pacientes y cometen menos errores.
Estos dos primeros puntos nos llevan como conclusión a la necesidad
inevitable de replantearnos los requisitos y competencias mínimas para
ser un médico eficaz en el siglo XXI. Diferentes universidades en Estados
Unidos están ya incluyendo en los procesos de selección la evaluación
explícita de la IE de los médicos en formación para garantizar sus
habilidades de comunicación clínica antes de finalizar sus estudios.
Esto a su vez supone que los médicos en formación son entrenados en
estas competencias antes de su incorporación al mundo laboral para
evitar o disminuir las consecuencias nefastas previamente resaltadas
tanto en los pacientes como en ellos mismos.

Algunos modelos Mayer y Caruso (1999) los llaman modelos mixtos,


que incluyen muchas situaciones que van más allá de la inteligencia
como puede ser la “empatía, motivación, persistencia, calidez y
habilidades sociales”.
Cabe señalar que existen tres concepciones:
1) Una que menciona que la IE es un conjunto de habilidades y
capacidad
2) Una característica de personalidad.
3) Modelos que asumen a la IE como un conjunto de habilidades
emocionales y personales.
2.1. Modelo de Salovey y Mayer (1997).
El modelo más representativo de primera concepción teórica es el de
Salovey y Mayer (1997) que entienden la inteligencia emocional como

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habilidad para percibir, comprender, regular y utilizar las emociones
de manera adaptativa para la propia persona y en su relación con los
demás. Posteriormente en un segundo tiempo incluyeron la habilidad
básica de percibir, valorar con exactitud la emoción: la habilidad para
comprender la emoción y el conocimiento emocional, y la habilidad
para regular las emociones que promuevan el crecimiento emocional e
intelectual (Mayer y Salovey, 1997; Salanova, 2009).
Las habilidades fundamentales de la inteligencia emocional se
representan en cuatro ramas desde las más básicas a las más elevadas.
La primera de ellas concierne a la habilidad básica de “percibir,
valorar y expresar emociones”, consiste en identificar los estados
emocionales propios y de los demás. Contiene todos los elementos
necesarios para la identificación de emociones en uno mismo,
reconociendo sus manifestaciones y expresiones.
Sus principales elementos son:
a) Percepción, valoración y expresión de la emoción.
b) Identificación de emociones en los estados físicos, sentimientos y
pensamientos de uno.
c) Identificación de emociones en otros, en bocetos, a través de
lenguaje, sonido, apariencia y conducta.
d) Habilidad para expresar emociones adecuadamente y
expresar las necesidades relacionadas con estos sentimientos.
e) Habilidad para discriminar entre expresiones precisas o
imprecisas u honestas frente a honestas, de las emociones; y
finalmente la atención y discriminación de los mensajes
emocionales (expresión verbal, tono de voz, etc.).
En un segundo nivel de complejidad, se sitúa en “facilitación emocional
del pensamiento” y hace referencia a la acción de la emoción sobre la
inteligencia. Las emociones se incorporan a los procesos cognitivos ya
que pueden redirigir la atención a informaciones relevantes, facilitar la
toma de decisiones y el análisis de diferentes puntos de vista. También
puede ser la base de propuestas creativas e innovadoras.
De esta manera, las emociones positivas hacen que las personas
afronten los problemas desde múltiples perspectivas, analizándolos con
optimismo y perseverancia. Las emociones priorizan el pensamiento al

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dirigir la atención a la información importante, de manera que las
emociones facilitan el juicio y la toma de decisiones.
El tercer nivel se refiere a “comprender y analizarlas emociones
empleando el conocimiento emocional”, lo que supone el conocimiento
exacto de las diferentes emociones, en este nivel es fundamental el
lenguaje, ya que se asocia la emoción con la palabra que la identifica,
la persona inteligente emocionalmente sabe reconocer las emociones y
nombrarlas.
En esta área se tiene la habilidad para identificar las emociones y las
relaciones entre ellas, se interpretan los significados de las emociones,
se comprenden los estados emocionales complejos basados en la
interacción y relación de emociones. Asimismo, se tiene la habilidad
para reconocer el proceso de transición entre emociones diferentes.
Por último, el cuarto paso en nivel de complejidad es “regulación
reflexiva de las emociones”, que supone el manejo consiente de las
emociones propias y de las demás. Esto implica que se han
desarrollado estrategias para controlar los comportamientos
relacionados con las diferentes emociones y adquirir la habilidad de
seleccionar aquella que sea adecuada a cada momento. Al mismo
tiempo son capaces de aprovechar al máximo las ventajas de las
emociones positivas.
Existe apertura a sentimientos placenteros como displacenteros, se tiene
la habilidad para atraer o distanciarse de una emoción, monitorizar
reflexivamente las emociones en relación a uno mismo y a otros, y
finalmente la habilidad para regular las emociones en uno mismo y en
otros, mitigando las emociones negativas e identificando las
placenteras.

2.2. Modelo de Bar-On.


Bar-On (1997), por su parte, describe la inteligencia emocional como un
conjunto de conocimientos y habilidades en lo emocional y social, que
influyen en nuestra capacidad general para afrontar efectivamente las
demandas de nuestro medio. Dicha habilidad se basa en la capacidad
del individuo de ser consciente, comprender, controlar y expresar sus
emociones de manera efectiva.

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Bar-On utiliza el término “inteligencia emocional y social” para
denominar un tipo específico de inteligencia que difiere de la
inteligencia cognitiva. El autor opina que los componentes factoriales de
la inteligencia no cognitiva se asemejan a los factores de la
personalidad, pero a diferencia de ellos, la inteligencia emocional y
social puede modificarse a través de la vida, y define a la inteligencia
emocional como un conjunto de habilidades personales, emocionales,
sociales y de destrezas que influyen en nuestra habilidad para
adaptarnos y enfrentar las demandas y presiones del medio. Como tal,
nuestra inteligencia no cognitiva es un factor importante en la
determinación de tener éxito en la vida, influyendo directamente en el
bienestar general y en la salud emocional.

Este modelo combina habilidades mentales (por ejemplo,


autoconocimiento emocional) con otras características diferentes como la
independencia personal, el optimismo o la felicidad. De ahí que este
modelo se considere mixto. Contiene 10 factores principales y cinco
facilitadores de dichos factores:
Factores:
- Autoconsideración: percepción exacta de uno mismo.
- Autoconocimiento emocional: consciencia y entendimiento de las
propias emociones.
- Asertividad: habilidad para expresar libremente nuestras
emociones sin herir los sentimientos de los demás.
- Empatía: ser consciente y comprender las emociones de los
demás.
- Relaciones interpersonales: habilidad para afrontar
adecuadamente las situaciones estresantes.
- Tolerancia al estrés: habilidad para afrontar adecuadamente
las situaciones estresantes.
- Control de impulsos: autodominio en el control de conductas
impulsivas.
- Evaluación fiable: habilidad para validar los propios
pensamientos y sentimientos.
- Flexibilidad: capacidad de adaptación a condiciones distintas.

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- Resolución de problemas de naturaleza personal y social, de
forma eficaz y positiva.
Facilitadores:
- Autoactualización: ser consciente de las propias capacidades y
utilizarlas.
- Independencia: autonomía emocional, autodirección y
autocontrol.
- Responsabilidad social: para comportarse en las relaciones
grupales y sociales con los demás y con el entorno.
- Optimismo: para mantener actitudes positivas, incluso en la
adversidad.
- Felicidad: sentimientos de bienestar subjetivo con la propia vida.

2.3. Modelo de Goleman.


Este modelo parte de que la inteligencia emocional es una habilidad
para reconocer y regular las emociones en uno mismo y en los demás
(Goleman, 2001), de manera que la inteligencia emocional se refiere a
una serie de habilidades relacionadas con el éxito en la vida, entre
éstas seencuentra el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la
capacidad para motivarse a sí mismo.
Este modelo contiene cinco componentes básicos:
- Autoconocimiento emocional: conocimiento de nuestras propias
emociones y de cómo nos afectan. Es muy importante conocer el
modo en el que el estado de ánimo influye en nuestro
comportamiento, e identificar fortalezas y debilidades.
- Autocontrol emocional o autorregulación: capacidad de
reconocer la temporalidad de las emociones y permite no
dejarse llevar por los sentimientos del momento.
- Automotivación: dirigir las emociones hacia un objetivo permite
mantener la motivación y fijar la atención en las metas y
objetivos.

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- Reconocimiento de emociones ajenas y control de ellas:
reconocer y saber interpretar las señales emocionales que los
demás emiten en las relaciones interpersonales.
- Control de las relaciones interpersonales (habilidades sociales):
habilidades para relacionarse exitosamente con los demás
independientes de su posición, estatus y circunstancias.
Este autor desarrolló estos componentes básicos en 20 competencias
agrupadas en cuatro habilidades generales de la inteligencia
emocional (Goleman, 2001), dos de ellas personales y las otras dos
sociales:

En medicina se ha centrado la enseñanza y la formación en aprender


diferentes competencias, habilidades y aptitudes enfocadas a
desarrollar la parte clínica de la medicina, se utiliza la medición del
coeficiente intelectual (CI), como único referente para evaluar la
inteligencia de los alumnos, sin embargo actualmente se ha demostrado
que el coeficiente emocional (CE) es también un parámetro útil y

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necesario, sobre todo en las áreas de la salud, ya que mide la
capacidad del individuo de sentir, entender y controlar los estados
anímicos propios y de las personas que le rodean.

En la formación aún se les indica a los alumnos que es mejor no


relacionarse mucho con los pacientes y que no “se involucren
emocionalmente”, situación compleja para ellos porque son seres
humanos que sienten y se mueven por emociones.
Los médicos durante sus estudios y ya como profesionistas viven
cotidianamente situaciones de muerte y sufrimiento, podríamos decir
que “esto es su materia prima” y deben de afrontarlas de manera
adecuada, ayudando al paciente y a la familia, al mismo tiempo que
se protegen del sufrimiento.

Otra situación a la que se enfrentan es el trabajo emocional, es decir el


personal de salud y los alumnos de medicina deben expresar emociones
impuestas por las normas organizacionales (escuela, hospitales,
unidades de atención primaria, etc.) pero que no representan sus
verdaderos sentimientos, ocasionando de esta forma la llamada
disonancia emocional y el síndrome de burnout, que una de sus
características es la despersonalización y el maltrato hacia los
pacientes.
Por ello, la insistencia en la educación emocional para mitigar el posible
desgaste de las relaciones que los médicos establecen con los pacientes
y sean capaces de identificar las emociones y sentimientos que lo
mueven, y tengan un correcto manejo de ellas, de forma que si lo
logran, podrán conducir las emociones de los pacientes, y lo más
importante podrá ayudarlo a manejarlas correctamente, en lugar de
evitarlas.
Asimismo, la regulación de emociones juega un punto importante,
cuando un médico tiene que dar una mala noticia a un paciente
requiere la habilidad de evitar dar respuestas emocionales
descontroladas. Los pacientes siempre están al tanto de lo que dice el
médico, incluso con su lenguaje no verbal.
Por ello, ahora se busca que desde la formación los alumnos puedan
aprender la autorregulación de las emociones negativas pero además
de las positivas, planteamiento que implica un paso más allá; consiste

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en percibir, sentir y vivenciar un estado afectivo sin ser abrumado o
llevado por él, y ser capaz de dominarlo. Si estamos conscientes de que
emoción y pensamiento se encuentran sólidamente unidos, la enseñanza
del manejo de las emociones les permitirá a los alumnos utilizar las
emociones al servicio del pensamiento, esto les ayudara a razonar de
forma más inteligente y tomar mejores decisiones.

En consecuencia, la capacitación de los alumnos para integrar


emocionalmente la información en su forma de pensar puede contribuir
ampliamente a su funcionamiento socio-emocional.

Las personas emocionalmente inteligentes saben atender las emociones


originadas en su entorno, comprender las posibles causas y
consecuencias de ellas y, en consecuencia, desarrollar estrategias para
regular y manejar esos estados emocionales, lo que se traduce en
mayores niveles de bienestar subjetivo.
El personal de salud con altos niveles de inteligencia emocional
manifiesta mayor optimismo y son más sensibles a las emociones de los
pacientes, obtienen una mejor relación médico-paciente ya que mejora
la calidad de las interacciones, y mantienen mayor salud física y
mental, se observa menor cansancio emocional y síntomas
psicosomáticos.
Un médico con unas adecuadas habilidades de comunicación clínica
disminuye el número de demandas recibidas, el grado de adherencia
de los pacientes al tratamiento y su nivel de satisfacción es mayor.
Asimismo, la ciencia nos explica que la inteligencia emocional no es una
moda, sino una forma de entender las habilidades de los alumnos y una
manera de relacionarse con los otros (compañeros y/o pacientes). Los
psicólogos y educadores están de acuerdo en que las emociones son
adaptativas sólo cuando la información que proporcionan es atendida,
interpretada, comprendida, utilizada y gestionada con eficacia.
De manera que durante una respuesta emocional, los sistemas
cognitivos, fisiológicos y de comportamiento son a distintos niveles, con
el fin de preparar al individuo para adaptarse al cambio. Por ello, las
emociones también tienen una función adaptativa.

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Ante la experiencia del duelo por la pérdida de un ser querido, el ser
humano experimenta diferentes emociones, como puede ser el dolor
entre otras muchas otras, al sentir perdido lo que ama y tener que
aprender a resolver ese vacío que deja el ser amado a su partida,
provocándole aflicción por la privación o perdida, algo que fue y
ahora ya no es, así como el luto, que es la respuesta social ante la
pérdida y la pena.
Como sabemos, las emociones son versátiles, son sentimientos que nos
hacen sentir de diferentes formas como puede ser: irritados, alegres,
etcétera, o de igual manera, sentimos que nos modifican la energía
para adaptarnos a cualquier situación que se presente; la emoción se
puede sentir como un movimiento hacia fuera, un impulso que nace del
interior de la persona y brota al exterior.

En el caso de la pérdida de un ser querido, la emoción más evidente es


el dolor: “Al ser humano le duele lo que ama cuando pierde ese objeto,
situación o objeto de su amor, elabora un proceso doloroso; no se trata
de evadirlo sino de enfrentar el dolor y sufrimiento que esto conlleva.
Mientras mas te amo, mas me duele perderte”. (Castro, 2007).

En general hablando de la crisis y el estado de shock que el ser humano


experimenta tras la pérdida efectiva del ser querido, existe un primer

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momento ante dicha perdida, que tiene que ver con la duración y la
profundidad el impacto, lo que suele estar en relación con lo
inesperado o complicado de la perdida, pero también está relacionado
con las capacidades emocionales y cognitivas del ser humano, siendo
éstas de gran utilidad para la preparación de todo este sentimiento
que está por llegar debido al deceso del ser amado .

A menudo se combina la negación con la denegación de la perdida; en


esos momentos cuando aparecen las manifestaciones del duelo
patológico, se viven horas, días o semanas en ese estado de shock y es
cuando poco después se ve invadido por emociones complejas y
alternantes, tales como: la tristeza, culpa, ira, desesperanza, temores
diversos, ansiedad persecutoria, resentimientos, etc.: “El sujeto puede
vivir un auténtico estado de shock, con agitación o embotamiento
efectivo, a menudo acompañado de incredulidad, búsqueda o
añoranza, angustia, somatización diversas” (Tizón, 2007).

De la misma manera se manifiesta la aflicción y la turbulencia afectiva,


que es cuando comienza la añoranza e inclusive llegan a realizar los
ruidos, voces, conservan la ropa, su recama intacta, las cosas que les
gustaban, lo que produce las sensaciones de la persona fallecida,
ocasionando momentos de ilusión y desesperanza por la perdida,
siendo esto la confrontación a la negación de la pérdida.
Ante todo esto podemos ver que la pena y la tristeza, con un amplio
mecanismo visceral, suelen ser las emociones predominantes, además de
la ira (enfados explosiones y cólera), que es frecuente en los deudos o
personas profundamente afligidas.

Veremos que desde la diferenciación entre el dolor


psicológico, emocional y el sufrimiento, se puede adoptar una actitud
que le permita al deudo vivir dignamente el proceso de duelo y
enfrentar el sufrimiento resultante del mismo; distinguiera entre estos
tres tipos de dolor, podrá llevar a un control de las emociones y llevar
un adecuado proceso de duelo. Vemos que: “Sufrir significa obrar y
significa crecer. Pero también madurar. En efecto, el ser humano que
se supera, madura para su mismidad. Si, el verdadero resultado del
sufrimiento es un proceso de maduración. Pero la maduración se basa
en que el ser humano alcanza la libertad interior, a pesar de la
dependencia exterior” (Franki, 2003).

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Desafortunadamente nadie no enseña que el dolor y el sufrimiento
están presentes y mucho menos nos enseñan qué hacer con ellos; el ser
humano es el único ser capaz de darse cuenta de éstos sentires, por
tanto, es el único que puede direccionar su sufrimiento y encontrarle un
sentido a dicho sufrimiento.
En este contexto podemos mencionar que:
- Sólo se puede enfrentar el sufrimiento, si sufro por un algo o un
alguien.
- El sufrimiento no puede ser un fin en sí mismo.
- Sólo tiene sentido cuando se padece “por causa de”.
- Apunta siempre más allá de sí mismo.
El sufrimiento con plenitud de sentido es el sacrificio. Es decir, “a la hora
de la muerte el hombre trata de convertir su sufrimiento y su muerte en
un sacrificio. Sólo se puede enfrentar si sufro por algo u alguien”
(Castro, 2008).
El sufrimiento puede dar sentido a la misma muerte, mientras que el
instinto de conservación es incapaz de dar sentido a la vida.
Hemos visto que el duelo es un proceso paulatino mediante el cual se va
tratando de adaptar a una serie de mecanismos ante la pérdida. Sin
embargo, todos estos recursos son irreversibles ante momentos de
angustia y pena para el que lo sufre; así, es aquí en donde se
involucran las reacciones de tipo físico, mental, emocional, familiar,
conductual, sociales, que se presentan ante respuesta a este
evento. Frente a ello, existen alternativas que permiten asimilar el
dolor, como la intervención en crisis, psicoterapia, contención en
momentos de ansiedad o angustia (control sobre un sentimiento o
impulso para moderar su intensidad), con lo que se busca retomar el
equilibrio emocional y del propio entorno.
No obstante, nos damos cuenta que los seres humanos presentan ciertas
conductas en común, que a través de los años siguen siendo las mismas,
para enfrentar la pérdida de un ser querido. Así, entre una gran
cantidad de personas que sufren una reacción aguda de duelo,
encontramos algunos o todos los fenómenos siguientes, que entran
dentro de la descripción de duelo normal (William, 2006).

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- Sentimiento: Tristeza, enfado, culpa o auto reproche, ansiedad,
soledad, fatiga, impotencia, shock, anhelo, emancipación (alivio),
insensibilidad.
- Sensaciones físicas: Vacío en el estomago, opresión en el pecho,
opresión en la garganta, hipersensibilidad al ruido, sensación de
despersonalización (camino calle abajo y nada me parece real,
ni siquiera yo), falta de aire, debilidad muscular, falta de
energía, sequedad de boca.
- Cogniciones: Incredulidad, confusión, preocupación, sentido de
presencia, alucinaciones.
- Conductas: Trastornos de sueño y alimentarios, conductas
distraídas, aislamiento social, soñar con el fallecido, evitar
recordatorios del fallecido, buscar y llamar en voz alta, suspirar,
hiperactividad desosegada, llorar, visitar lugares, atesorar
objetos que pertenecieron al fallecido.
Observando estos síntomas, podemos darnos cuenta de que cuando
enfrentamos algún tipo de perdida (ser querido, movilidad, amputación,
divorcio, infidelidad, trabajo, etc.), nos sentimos extraviados, aislados
con todos los sentimientos encontrados, no sabemos cómo actuar, cómo
sanar ese dolor tan profundo que sentimos, no sabemos en qué
momento eso que está pasando sanará. El no saber qué hacer con ese
dolor tan profundo no permite vivir el presente, se cuestiona todo, sin
respuesta alguna; las personas cercanas no saben qué hacer para
ayudar, y en esos momentos se necesita apoyo para poder entender
que nos está pasando. ¿Cómo poder superar este tramo tan amargo?.
Todos aprendemos de todos y asimilamos de los diferentes puntos de
vista. Así, “la importancia de poder expresar nuestros sentimientos
negativos, nunca nos cansaremos de repetir que la propia existencia es
la gran escuela donde vamos fraguando nuestra personalidad. Así, de
cómo hayamos exteriorizando nuestros sentimientos de niños, lo
podremos hacer o no de adulto” (Bermejo, 2007).
Lo cierto es que para crecer psicológicamente debemos permitirnos
tomar conciencia de nuestros propios sentimientos: agresividad, amor
envidia, rencor, solidaridad, etc. Lo que sería negativo es no sentir sino
pasar a la acción ese sentimiento negativo. Por esto, apoyamos a la
libertad de sentir, que no es lo mismo que la libertad de actuar.

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En el caso del duelo, a veces nos encontramos con personas que son
incapaces de sentir bien, pues no pueden sacar fuera todo el odio,
agresividad y sentimientos que tienen acumulados contra la persona
fallecida.

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BIBLIOGRAFÍA
- Personalidad en el duelo.
https://personalidadenduelo.wordpress.com/discusion-
teorica/sobre-duelo/principales-emociones-del-duelo/
- Castro G, C; (2007) Tanatología la Inteligencia Emocional y el
Proceso de Duelo, 2° edición, Edit. Trillas.
- Tizón L, G; (2007). Psicoanálisis, Procesos de Duelo y Psicosis,
Edit. Heder.
- Castro G, M; (2008) TeratologíaLa Familiaante la enfermedad
yla Muerte, Edit. Trillas.
- Worden J, W; (2006) El tratamiento del Duelo: Asesoramiento
Psicológico y Terapia, Paidos.
- Bermejo J, C; (2007) La muerte enseña a vivir, vivir sanamente
el duelo, San Pablo.
- Escamilla, M., Rodríguez, I. Y González, G. El estrés como
amenaza y como reto: un análisis de su relación. Ciencia y
Trabajo, 32, 96-101. 2009.
- Glare P, Christakis N. Predicting survival in patients with
advanced disease. In: Doyle D, Hanks G, Chreney N, Calman K,
editors. Oxford Textbook of Palliative Medicine. Third ed.
Oxford: Oxford University Press; 2004.

Photo credit:
 http://caminocalvo.blogspot.com.es/2013/08/vulnerabilidad-
e-inteligencia-emocional.html

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