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Había llegado tarde a su departamento, pasó por el súper para comprar una botella

de brandy, unos hielos y una cola de dieta, en su mochila llevaba una caja de
medicamentos que se supone que debía de tomar esa misma noche, pero como
sabía que por un tiempo debía estar alejado de bebidas alcohólicas pensó en
despedirse con uno de sus tragos favoritos, así que sacó un vaso de la alacena, lo
llenó de hielos, sirvió brandy y lo combinó con la cola de dieta. Puso una silla en el
ventanal que tenía la vista hacía el centro de la ciudad y mientras tomaba tragos
pequeños de su bebida, muchos pensamientos pasaban por su cabeza «¿Qué
pasará si el medicamento no funciona?», «¿Cómo abordaré el tema con mi
familia?», «¿Qué será de mi si la sociedad se entera?», «¿Cómo podré contactar a
mis parejas para comentarles todo esto?» nada por el momento parecía tener
respuesta ahora, y creía unos tragos más podrían aclararle la mente. Pasó la noche
bebiendo solo, el día siguiente lo tomó libre, empezó a tratar de organizar su vida,
y le asignó el horario de las 10 pm a la pastilla que estaba destinado de tomar de
ahora hasta que su vida termine «Suerte es, que haya nacido en una época donde
esto tenga tratamiento» pensó, el día se le hizo eterno, pero la hora indicada al fin
llegó, tomó la pastilla y previó cosas, ya que la doctora le había comentado de los
efectos secundarios los primeros días del medicamente así que tuvo listo un número
de emergencia, un bote por si tenía nauseas, agua y tratar de estar lo más cómodo
posible, la noche prosiguió y logró dormir, pero sueños muy vívidos lo atormentaban,
día tras día, cada vez que alguno lo asustaba bastante como para despertarlo, él
tenía que revisar su celular, prender la tele o incluso salir a la calle a tomar aire,
para saber que lo que había soñado era simplemente eso, un sueño. Pasaron los
días, los efectos secundarios se hicieron presentes, fiebre, mareos, dolores de
cabeza, hasta que un día tuvo un sarpullido en la piel y esto lo hizo regresar al
hospital, su único pensamiento por la cabeza era «Me voy a morir, esto no está
funcionando». Llegó de nuevo al hospital, y tras esperar una hora, la doctora le
comentó que el virus estaba en etapa avanzada cuando él llegó para recibir el
medicamento, y que, en esa etapa del virus, es común que cuando llega el retroviral,
el virus trate de defenderse, la doctora y la psicóloga en turno, le recomendaron que
avisara de su situación a algún familiar o amigo para que esté a su lado en caso de
una emergencia, él con sus dudas, no creyó conveniente manejarlo con su familia,
ya que hacía meses que no tenía buena comunicación con ellos, y de repente, como
si fuese una señal al esperar el cambio de semáforo al cruzar la calle, vio a la
persona que estuvo con él hace unos 4 años, no dudo y buscó su mirada, la otra
persona al notarlo corrió hacía él, y como si no hubiese pasado el tiempo le regaló
una sonrisa y le preguntó «¿Cómo has estado?». Juntos fueron a un bar cercano,
era temprano, así que el bar estaba muy tranquilo, en las bocinas sonaba rock
suave, Él decidió contarle toda la historia del diagnóstico, le contó que hacía dos
años tomó muy malas decisiones, bebió demasiado alcohol, probó las drogas, y se
acostó con mucha gente, y fue esto lo que lo llevó a ser positivo, la otra persona no
lo juzgó, ni con la mirada, simplemente se limitó a escucharlo, en el fondo sabía que
este encuentro fue por algo, le dio su mano, y le dijo «Está bien, la regaste, pero,
ahora es momento en que de verdad te preocupes por ti, y tu vida, toma esto no
como un castigo de Dios, sino como una nueva oportunidad de cambiar tu manera
de comportarte, en estas épocas el virus no mata a nadie si te cuidas y cambias tu
estilo de vida» lo que le dijo a Él le conmovió, lloró y pudo desahogarse, poco a
poco el bar se inundó de gente y al caer la una de la madrugada los dos se
despidieron con un cálido abrazo. A la mañana siguiente Él empezó a hacer una
bucket list, con temas tan tontos como “19.- Tener un abdomen plano” y algunos
muy importantes como “1.- Volver a estar en contacto con mi familia”, y así fue,
decidió sincerarse consigo mismo, saber que ahora era VIH+, comenzó primero con
él, tuvo una discusión interna, tratando de no culparse por todas sus decisiones,
sino de aceptarlas y seguir con las buenas y modificar las malas, buscó a su familia,
planeó una dieta equilibrada, se inscribió a un gimnasio y poco a poco empezó a
modificar su vida, hay días en los que se levanta y aún siente culpa, pero hay más
días en los que abre los ojos y los ve como una oportunidad de lograr grandes cosas.

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