You are on page 1of 2

La religión de la igualdad pura, que nosotros osamos predicar a todos nuestros

hermanos despojados y hambrientos, quizá les parezca a ellos mismos nueva, aunque
sea tan natural; les parece-rá, digo, quizá nueva, por la sencilla razón de que hace
tanto tiempo que hemos envejecido dentro de nuestras bárbaras y tor-tuosas
instituciones que nos cuesta concebir otras más justas y más simples. Pero deben
saber que yo no soy el primer precursor de ellas.
Ocuparon plenamente la carrera de convencional de Armando de la Meuse quien aún
vive y se desliza por no sé cuál de los dos consejos. ¿Podrá creerse que el 26 de abril
del 93, el periódico de Adouin conserva un discurso de él verdaderamente notable?
Los hombres que quieren ser verdaderos, confesarán que después de haber obtenido
la igualdad política en el derecho, el anhelo más natural y el más activo es el de la
igualdad de hecho. Es más, en el anhelo o la esperanza de esta igualdad de hecho, la
igual-dad de derecho no sería más que una cruel ilusión que, en lugar de las dichas
que ha prometido, sometería al suplicio de Tántalo a la parte más numerosa y útil de
los ciudadanos.
Añadiré que las primitivas instituciones sociales no han podido tener otro objetivo que
el de establecer la igualdad de hecho en-tre los hombres; y diré, además, que en
moral no puede existir una contradicción más absurda y más peligrosa que la igualdad
de derecho, sin la igualdad de hecho: Ya que si yo tengo el dere-cho, la privación del
hecho es una injusticia que subleva.
Apartemos todas estas distinciones metafísicas, estas producciones falaces y
seductoras de la vanidad y del egoísmo. Hay una verdad eterna, a la cual todo el
mundo finalmente debe rendir volunta-riamente el homenaje que se le debe, si se
quiere evitar el home-naje forzado que se le quisiera quizá rendir cuando fuera dema-
siado tarde; es que la igualdad de derecho es un don de la natura-leza, y no una
donación de la sociedad: he aquí los derechos del hombre. Pero por no haber sido
reconocidos estos derechos, y la igualdad de derecho no habiendo procurado casi
nunca a los hombres débiles la igualdad de hecho, sin la cual la primera no podía
representar nada para ellos, se han reunido para asegurarse - 36 -
mutuamente, y de hecho, el gozo de la igualdad de derecho: He aquí los derechos del
ciudadano.
Si los hombres, en el estado natural, nacen iguales en derecho, de ningún modo nacen iguales
de hecho; ya que la fuerza y el instin-to, que les viene también de la naturaleza, establece
entre ellos una desigualdad muy grande de suerte, a pesar de la igualdad de derechos: pero su
reunión

You might also like