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La lectura y la escritura en la educación inicial

En el presente escrito se pretende desde una postura subjetiva, argumentada con los

planteamientos de la escritora, periodista, promotora de lectura y educadora Colombiana

Yolanda Reyes, narrar cómo vivencié la dinamización del lenguaje oral y escrito en la

primera infancia. Soy Stephania Garcés Jaramillo, al presente años 2018, soy estudiante del

programa de Licenciatura en educación infantil en la Universidad de San Buenaventura

seccional Cali, de 5to semestre.

Los recuerdos son aquellos momentos que marcan como un sello éste libro que cada uno

abrimos y comenzamos a vivir, experimentar y escribir hasta el momento en el que Dios en

Su perfecta voluntad nos permite alcanzar esa vida eterna para la cual sembramos en la vida

terrenal.

Previamente al inicio de escolarización mi mamá me leía textos, y me hablaba

constantemente; durante los primeros años de mi vida se propuso un único objetivo

construir vínculos afectivos conmigo, estrechos e inquebrantables, y hoy a mis 19 años, le

agradezco por haberlo hecho, le doy gracias por haberse empeñado en alcanzar una meta

para nada fácil ni sencilla; Como lo explica la autora Yolanda Reyes: ​“la interacción madre

– hijo construye las bases de la comunicación con el mundo y con la cultura, incide en el

desarrollo afectivo del niño y le ofrece el sustrato básico de nutrición emocional para

descifrarse y relacionarse con los otros” (Reyes, 2005, P. 11). Como maestra en formación

considero que los vínculos principales, que deben ser iniciativa de la madre para la

formación y desarrollo de los niños y niñas, son el punto de partida para la construcción de

las bases que permitirán al sujeto crecer consciente de sus potencialidades, pero al mismo
tiempo capaz de establecer relaciones en los diferentes contextos sociales, para su

crecimiento como sujeto reflexivo, crítico, seguro de sí mismo y capaz de reconocer y

relacionarse con los demás.

Solo aquellas vivencias permitirán que se construya un proceso de construcción lector y

escritural armonioso y permanente durante la vida. Dicho en palabras de la autora: ​“en el

momento en que un niño ingresa a un sistema de educación formal, sus potencialidades de

aprendizaje están definidas en gran medida por lo que se haya hecho o dejado de hacer.

Durante los primeros años” (Reyes, 2005, P. 6-7).

Mi primer espacio de escolarización se llamaba: “Exploremos”, ​en el cual conté con la

bendición de tener una ​gran maestra, llamada Stella, siempre tenía su sonrisa radiante con la

que transmitía una plena tranquilidad y felicidad tan sólo con su disposición gestual y

corporal.

Allí viví experiencias muy enriquecedoras cero planas, pero en cambio sí una riqueza de

colores, juegos, exploración, y demás.

Poco a poco cursé los niveles obligatorios y llegué al grado primero en el colegio llamado:

la presentación el paraíso (aún continua en servicio), en el cual participé desde mi ingreso

al mismo; en recitales de poesía, en público lógicamente, y es uno de esos acontecimientos

de mi infancia que recuerdo con mucho amor y aprecio, en éste momento lo podría

describir como una estrategia que fortaleció mi seguridad al expresarme en público y de

hecho todo ese proceso iba muy enlazado a la disciplina, un término que prima bastante

cuando buscamos alcanzar metas y objetivos durante nuestra vida, recuerdo que a

diferencia de mi primera infancia, en el primer nivel formal de educación, si me hacían


realizar planas de letra pegada o cursiva, era un requisito en el colegio, recuerdo el color

rojo utilizado para marcar el modelo de letra a seguir.

Todo el proceso de formalización de lectura, escritura y oralidad fue un proceso ameno que

recuerdo con gusto y agrado, por las personas que estuvieron, tal vez un poco tradicional y

repetitivo pero lleno de momentos felices y significativos.

Como maestra en formación, en la universidad desde el tercer semestre iniciamos prácticas

pedagógicas con una cantidad de semanas establecidas y variantes, en ésta práctica la

duración fue de 12 semanas, en las cuales tuve la oportunidad de participar en la

verificación de la realización de las tareas de los niños y niñas, a la maestra titular le dieron

un regalo: “sellos”, para calificar a los niños, pero personalmente no lo veo como una

calificación sino como una motivación (según lo que pude observar en la gestualidad de los

niños); pues a los niños les encanta ver los sellos en sus libros o cuadernos, los cuales

tienen mensajes como: ¡lo lograste!, ¡buen trabajo!, ¡excelente!.... que los entusiasma, pues

aunque parezca absurdo ,son niños de 6 a 8 años que ya se han adaptado a recibir una nota

que incluso reclaman cuando no les califican. Realicé la práctica con el grado 1-2 de los 3

grupos del nivel de primero con los que cuenta el colegio pío XII de la ciudad de Cali,

durante tres meses aproximadamente, pude observar que la dinamización del lenguaje

escrito en el aula en educación inicial, se lleva mediante un proceso de desarrollo que deja

a los niños sin ganas de escribir, en el grupo conocí a una niña llamada: Sofía Penagos, ella

me decía: - ¡¿Profe en tú carrera escribes mucho?!, a lo que yo respondí: - Si-, ¡pero es

divertido!, y ella me decía:


- No profe, yo quiero una carrera en donde no escriba, ¡que pereza! Lo cual para mí

fue bastante inquietante y preocupante escuchar como una niña de 6 años siente

aburrimiento por la escritura.

La docente titular manifestaba que es porque en el colegio se le exige, pero yo considero

que es el cómo se ha desarrollado en el aula, proceso que ha hecho que la escritura se

convierta en algo supremamente aburridor.

En el grado de primero la intencionalidad pedagógica (de acuerdo con los pedidos en ésta

institución, puede que dicha intencionalidad varíe dependiendo de cada institución

educativa), prioritaria es lograr que los niños escriban y lean adecuadamente, que tengan

una ortografía correcta, pero la pregunta es: ¿bajo qué circunstancias?

“Encarar el proceso de acercamiento a la lengua escrita, supone tener en cuenta las diversas

etapas que atraviesa el niño, desde el garabateo inicial con un sentido hasta la progresiva

aparición de los signos alfabéticos” (Reyes, 2005, P. 25). De las maestras específicamente

las de primera infancia y educación inicial depende que los niñas y niños continúen su

escolaridad con el gusto por aprender, motivados, convencidos y confiados en lo que saben

y situarse como sujetos participativos, reflexivos y críticos frente a su mundo. Desde una

perspectiva personal, considero que el proceso de dinamización del lenguaje escrito tiene

un desarrollo propio que debe de respetarse, del cual las maestras en primera infancia y

educación inicial deben ser conocedoras para no atropellar los procesos de los niños, sino

bien poner en práctica su profesionalismo y trabajar propuestas desde las herramientas y

estrategias pedagógicas existentes y planteadas, como por ejemplo: los proyectos de aula,

una alternativa pedagógica que articula de manera sistemática las opiniones, los ritmos de
desarrollo que cada niño tiene, que les permite situarse como sujetos de voluntad, que

piensan, que eligen, que construyen, que crean: “las maestras son responsables de potenciar

habilidades para leer-se, leer el mundo y expresarse” (Reyes, 2005, P. 11). Como lo que

son, niños y niñas seres asombrosos, creativos e innovadores por naturaleza. ¿Qué nos pasa

entonces como sociedad?, que no da el lugar que tan merecido tiene la infancia, la vida

adulta está llena de carreras y responsabilidades, por supuesto que nos forma como seres

humanos, pero, porqué apresurar el crecimiento de los niños y niñas, por qué la sociedad, el

sistema educativo no les permite desarrollarse de manera feliz, sin presiones, descubriendo

y descubriéndose, reconociendo y reconociéndose a sí mismo, sin acelerar los procesos, me

pregunto como ciudadana, como mujer, como profesional y maestra en formación, por qué

el afán de que crezcan, por qué seguir bajo el tradicionalismo que no nos ha dejado ser, sino

por el contrario nos ha enseñado a responder si, sin razones, a ser sumisos y a aceptar lo

que otros consideran que es lo correcto. ¿Ésta sociedad es la que se merecen los niños y

niñas de Colombia?, hacen falta maestros y maestras que estudien por vocación, porque

realmente anhelen con su corazón dejar una huella en el mundo, en la sociedad que les

permita a los niños y niñas vivir sus propios procesos, que sueñen e imaginen y construyan

esas experiencias de las que son maestros; y que los adultos en contrariedad nos hemos

encargado de acompañar procesos de formación de ciudadanos, de seres humanos

insensibles, individualistas, desleales, inseguros, sumisos e intolerantes.

La autora Yolanda: “señala cómo las experiencias no estimulantes y pobres del medio

ambiente durante la temprana infancia pueden incidir en la pobreza de habilidades

verbales” (2005, P.5).Porque el lenguaje escrito comienza identificándose dentro de un


contexto social y familiar, desde lo que son como niños y niñas en una familia, desde el

cómo se reconocen a sí mismos, desde esa identidad dentro de una nación, en donde

cuentan, de la que hace parte importante, de la que él y ella son autores.

Las maestras por vocación estamos llamadas a vencer las barreras del facilismo, y a

confrontarnos constantemente con retos, con riesgos, con innovaciones, con la diversidad, a

cosas que jamás hayamos hecho pero que puede tener un impacto y afectar positivamente el

proceso de desarrollo escritural, oral y lector, personal y humano en los niños y niñas. La

autora Yolanda plantea que:

Se ha demostrado que un acercamiento temprano a los libros y a las diversas posibilidades de

comunicación humanas presentes en la música, en el arte y en el lenguaje oral revierte en

una motivación perdurable que impulsa a los niños a amar la lectura y a querer seguir

leyendo a lo largo de su vida. ​(Reyes, 2005, P.17).

El conformismo no existe para una maestra que ama su profesión, por qué limitarnos a

enseñar de la manera que nos parece más fácil, se trata de procesos que se sientan, que se

vivan, que se puedan experimentar, que los niños gocen y disfruten, que los impulse para

continuar en el proceso de escolaridad, que los lleve a querer mantenerse en su colegio,

porque disfruta realmente aprender, el estudio, la enseñanza, el colegio o la educación no

tiene que ser sinónimo de aburrimiento, de repetición, de tradición, de heteronomía, de

memorización o sólo vocalización en cuanto a la consolidación del procesos de la

escritura.

Las letras, la escritura son una de las mejores formas en las que podemos cambiar el

mundo, cuando las letras y la persona se vuelven uno, aprendemos a escuchar al otro, a

amarnos porque comprendemos que somos diferentes, nos convertimos en autores de


nuestra propia historia narrada en un sin fin de palabras que expresan el sentir de cada

persona, dado el caso de los niños y niñas; “la lectura y la escritura se constituyen en

herramientas privilegiadas de participación democrática, ya que favorecen la expresión de

las ideas, el desarrollo del pensamiento y la formación del criterio” (Reyes, 2005, P. 8).

Aquello fue lo que intenté rescatar en ésta práctica el gusto por la escritura por parte de los

niños y niñas mediante la construcción de sus propios libros/agenda en el que pudieran

escribir sin líneas, sin cuadros, sin doble líneas sino en una hoja blanca sin limitaciones, sin

barreras que les permita expresarse desde lo que son, desde lo que sienten, escribiendo

sobre ellos y no sobre algo repetitivo que hace que nos distanciemos de tan hermoso

lenguaje.

Dado que la lectura comienza desde el nacimiento –o desde el periodo de gestación–, es necesario

iniciar el trabajo en el ámbito de la familia, fomentando la consolidación de los vínculos

afectivos madre–hijo, como precursores básicos del proceso lector y ofreciendo, por

consiguiente, una formación que se inicie desde el momento del embarazo. Se requiere, por

lo tanto, articular el tema de la lectura, en este amplio sentido, a los programas y a las

instancias que atienden a las familias desde la gestación, tanto en el ámbito nacional como

en los niveles de gestión local. Al partir de la premisa de que la madre y toda la familia se

constituyen en textos de lectura por excelencia durante la primera etapa ​(Reyes, 2005,

P.26).

Teniendo en cuenta el planteamiento de la autora Yolanda, el trabajo de las maestras en

educación infantil no está limitado al trabajo en el aula, las maestras también están

capacitadas para realizar movilizaciones de carácter familiar como plantea la autora, las

maestras tienen la pedagogía, y los conocimientos técnicos necesarios para construir


argumentos que respalden dichas movilizaciones que deberían orientarse a la

concientización y sensibilización en los procesos formativos y de desarrollo de los niños y

niñas en los que están involucrados como principal responsable, la familia y por

consiguiente las madres.

La lectura en la primera infancia no se limita, por lo tanto, a ser simplemente una herramienta para

poner en marcha competencias básicas que definan el éxito alfabético o la productividad

adulta, pues su máximo potencial está ligado al desarrollo emocional y a los vínculos

relacionales profundos que se establecen entre madre e hijo y que se extienden a todo el

ámbito familiar​ (Reyes, 2005, P.17).

Finalmente se puede concluir que los procesos de adquisición del lenguaje oral y escrito en

la educación inicial están mediados por factores familiares, sociales y ambientales. Pero se

hace necesario que la teoría sea socializada con la población en general, para que realmente

se puedan evidenciar cambios en toda la sociedad, para que así cada persona pueda ser

consciente de su participación en tan vital proceso y único, en la primera infancia porque

de esos primeros desciframientos como lo decía la autora Yolanda dependerá el desarrollo

posterior del niño que va creciendo y se convierte en un adulto capaz de generar impacto

social, de acuerdo a las experiencias que haya podido vivenciar en los primeros años de

vida.

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