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Cerca del hermoso río Sullcas, existe un barrio denominado “Barrio de los
Próceres”; nací en este humilde pueblo de apenas 2700 habitantes; transcurrían
los años 60 y yo con apenas 17 años de edad ya dejaría mi hogar y marcharía
asía la capital para hacer realidad mi deseo que era estudiar en la mejor
universidad del Perú, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Subí al tranvía con la tía Lupita; Logré conciliar el sueño llorando como un niño,
nunca quise que los míos observaran mi pesar. Tendría muchos retos que
cumplir y metas que lograr en Lima; esa ciudad me daba miedo, siempre escuche
comentar a mis tíos que en ese lugar había mucha gente y que no eran muy
buenos, que existía mucho ruido, pero sabía que mi destino se escribiría allí, con
costumbres diferentes, con alimentos diferentes y sobretodo alejado de mis
familiares y de Claudia, aquella jovencita que desde que la vi despertó en mí una
sensación de amor y respeto. Tendría que convertirme en un gran Ingeniero
Mecánico y ella sería mi inspiración.
Me quede observando una foto en la que aparecía ella junto a sus padres, estaba
hermosa y hecha toda una mujer, había concluido sus estudios secundarios y su
deseo era llegar a la capital e iniciar sus estudios de medicina.
No me fue muy difícil reconocerla, sus facciones eran bien dibujadas, sus
pestañas largas y media rizar y sus labios incitaban besarlas, había convertidose
en una bella mujer. Me sonrió y yo me sonroje como un niño como cuando una
madre acaricia sus mejillas de uno delante de sus compañeros.
Yo me daba tiempo para acompañarla en esta nueva ciudad, realizo sus trámites
correspondientes para poder intentar una vacante en la UNMSM.
Aquel día que ingreso a la facultad de medicina lo recuerdo como el día más feliz
de ella, lloro como una niña, salto como una atleta, reía como loca y me abrazaba
y me besaba como cuando uno logra el mayor de sus sueños y espera que ese
momento nunca acabe. pero también lo recuerdo como el día más triste para mí
porque nunca más poder verla, y hoy a mis 65 años de edad siento la nostalgia
de tenerla a mi lado, porque siempre supe que pude haber hecho más por ella y
no lo hice, lloro y nadie entiende mi pesar. Nunca conté a mis hijos de esto, pero
aun hoy al escribir estas palabras no logro contenerme y me quiebro y no logro
completar la siguiente frase.
Fue un jueves después de su examen de anatomía que ella comenzó a sentir
ese dolor en el pecho, pensamos que aquella comida fue la causante, pero
comprendimos luego que solo era el inicio de un final triste… cuando le
practicaron los análisis en la misma facultad y le detectaron que posiblemente
tendría una arteria que no trabajaba bien y que esta irrigaba el corazón, yo
debería haber investigado más de este caso, pero mi mundo giraba en torno a
números, formulas y trazos.
FIN