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Los grupos humanos son la materia de la que están hechas las sociedades humanas, son
entidades reales, con realidades y potencialidades, dotados de agencias e intereses
propios, son las piezas fundamentales que nos permiten entender nuestra sociedad.
La formación de grupos humanos tiene una relación con un origen común. No son solo
un conjunto de individuos en constante interacción, sino que portan en sus entrañas
valores, normas y reglas que articulan, distribuyen y ordenan sus discursos de pertenencia
a identidades previamente diseñadas en torno a ideas sobre la espiritualidad de su cultura,
sobre las creencias y aspiraciones de su comunidad, sobre sus antepasados.
Este es el caso de los afroperuanos. Ser negro en el Perú significa ser privilegiado de
condiciones artísticas y prácticas culturales, tener conocimientos para el trabajo en el
campo y el cultivo de alimentos de pan llevar y por ende saber enfrentarse a trabajos
duros.
Ser negro significa tener conocimientos de ciertas formas culturales, como la música y el
baile… otros peruanos los perciben con una connotación negativa, cierto sentimiento de
repugnancia. Ser negro también evoca orígenes rurales y conocimiento del mundo
agrícola, lo cual es algo útil para el cultivo de alimentos, y además, de veras conocen lo
que es trabajar duro. (p.272)
Además, ser negro es un estereotipo que reúne cualidades para la danza, música, de seres
que desbordan virilidad, que tienen condiciones para el deporte, para la cocina y empleos
un poco desdeñables.
Los negros en el Perú han sido excluidos del Estado-nación, son extranjeros en su propio
país. “Marisol de la Cadena (2000) argumentó que los negros han sido excluidos en la
formación de la nación en base a su supuesta extranjería” (Golash-Boza, 2011, p. 273).
En el Perú, el ser negro, es ser inferior solo por su color de piel. Existe un racismo que
alberga en nuestra cotidianidad, ellos son víctimas de desprecio y discriminación por parte
de los “no negros”, en los medios de comunicación, en la institucionalidad del país, en la
política y culturalmente son percibidos como “no peruanos”, distintos a los de raza blanca.
Para nuestra sociedad el color sí importa.
Estas identificaciones de color están lejos de ser neutrales. Como Carlos Aguirre señala
con respecto al Perú:
“la identificación del color de la piel con una condición inferior… todavía la arrastramos
hoy día. Se trata de un racismo que es alimentado por conductas a veces imperceptibles y
con frecuencia consideradas inofensivas…responde a ciertos componentes estructurales
(pobreza y marginalización) de las poblaciones negras, falta de representación en los
niveles directivos del país, bajos índices de movilidad social”. (p.278)
Al respecto, los discursos de identidad colectiva en la costa norte del Perú que aparecieron
a partir de los finales de la década de 1980 y que aún se mantienen, proclama un
renacimiento de identidades locales y regionales. En este contexto producto de
descubrimientos arqueológicos, como el “señor de Sipán” o la “Dama de Cao” en las
regiones de Lambayeque y La Libertad, dan lugar a una identidad regional en base a la
cultura Mochica, que permite reformular el discurso cultural, social y político, en
coincidencia con la crisis económica y política que en ese entonces atravesaba el país.
Esto constituye un punto de inflexión en la historia y la cultura de nuestro país, considera
un cambio del “ethos andino” anclado desde épocas prehispánicas hacia un “ethos
costeño” con una particularidad y singularidad muy fuerte.
Asensio (2014) menciona al respecto: “la herencia de los mochicas sería un ethos
particular costeño, diferente del ethos andino, que habría pervivido desde los tiempos
prehispánicos hasta la actualidad” (p. 94). Esto crea una identidad y un sentimiento de
adscripción identitaria en la población norteña.
Este ethos de origen mochica explicaría porque la costa norte es la región más
desarrollada, mas organizada, menos conflictiva y con menos niveles de pobreza del
país…., este discurso tiene un fuerte atractivo para las élites regionales. … actualiza y
legitima un discurso más antiguo sobre las desigualdades regionales peruanas, que
algunos remontan hasta la época colonial. … introduciendo una novedad importante: la
reivindicación de la peruanidad de la costa norte, que ahora se presenta como una región
que sería tan auténticamente peruana como la sierra. (p. 94-95)
En el Perú de finales de los años noventa, las políticas de desarrollo local y el paradigma
del desarrollo rural andino encuentran en la sierra peruana un escenario fértil donde
pudieran germinar sus anhelos y expectativas, sobre todo debido a la crisis de los partidos
políticos y que tiene su colofón en la aparición de líderes rurales, los “mistis progresistas”
que logran empoderarse en la sociedad rural a través de discursos de clara orientación de
izquierda pero con ideas y expectativas orientadas hacia la población rural, trasladándose
hacia las ciudades, imprimiendo un “giro rural de la política”.
Las estrategias de los candidatos rurales pueden ser de dos tipos. Un primer modelo son
las listas homogéneas, con candidatos procedentes de una sola comunidad o un conjunto
limitado de comunidades cercanas, articuladas de la noción de microcuencas o de otras
nociones microterritoriales similares. El objetivo aquí es sumar en bloque los votos de
estas comunidades, para competir con ciertas garantías a escala distrital. El segundo
modelo son las listas con candidatos de diferentes comunidades, a quienes se considera
“representantes” de sus localidades…el voto es menos concentrado, pero las redes son
más amplias…se trata de “coaliciones de independientes” más que propiamente
agrupaciones políticas al uso habitual….un fuerte sentimiento de pertenencia comunal.
(p. 116-117)
Asencio, Raúl H. (2016). Capítulo 3: Keynes en los Andes. En Los nuevos Incas: La
economía política del desarrollo rural andino en Quispicanchi (2000-2010).
Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 113-147.
Golash- Boza, Tanya (2011). Dilemas del multiculturalismo en Piura, Perú. En Desde
adentro: Etnoeducación e interculturalidad en el Perú y América Latina. Lima:
CEDET- Centro de Desarrollo Étnico, 270-285.