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Capitulo segundo En el cual se escribe cémo el general Jiménez de Quesada salié con su gen- te del valle de la Grita y entré por la tierra del Nuevo Reino adelante, por muchas poblaciones, hasta Hegar al pueblo de San Gregorio, con todo lo que con los naturales de este pueblo les sucedid. Del valle de la Grita salié el general con su gente en buen orden y concierto puesta, y caminé por donde la guia lo Ilevaba, pasando por diversas poblaciones de naturales, que a una y a otra parte del camino quedaban todos, sin osar tomar armas en las manos ni resistir el paso y camino, porque como de la gente y naturales del valle de la Grita habfan tenido noticia del valor y constancia que los nuestros habfan tenido en guerrear, no cura- ban de salir a probar su fortuna. El general, viendo que hab{a entrado en tierra muy poblada, se alojé en un pequefio valle con su gente; y de alli envié a los capitanes San Martin y Lézaro Fonte con gente que pasaron ade- lante, descubriendo y dandole noticia y aviso de las poblaciones y disposicién de tierra que por delante llevaban. El capitan San Martin caminé ciertas jornadas por tierra muy poblada, hasta que Ilegé a un valle que fue dicho y llamado el valle de San Mar- tin, que entiendo ser el que ahora dicen de Chipata, en cuya pro- vincia est4 poblada la ciudad de Vélez, el cual desde alli envié aviso al general que atr4s quedaba, diciendo que no debia andar la gente dividida en tierra tan poblada y abundante de natura- Jes, El general luégo marché con el resto de la gente, y legé a don- de San Martin estaba, en el cual valle descansé ocho dfas con su gente, porque habia en él gran abundancia de comidas, que los indios en aquella tierra usan para su sustento,. maiz, turmas, frisoles y otras raices y legumbres que ent) son muy preciadas, y al cabo de estos dias, viesen sus armas contra los espafioles, dafio, caminaron adelante, y llegaron a mado el pueblo de San Gregorio, de San Gregorio, cuyo nombre es, Guacheté. La ceguedad e ignorancia de estas gentes era tan grande, y ellos estaban tan metidos en el error y pecado de la idolatria de las que es re ellos sin que los indios mo- ni les hiciesen ningin un pueblo que fue Ila- por haber llegado alli el dia y en lengua de los naturales 284 AGUADO — RECOPILACION RISTORIAL y de adorar y respetar tanta diversidad de simulacrog y dioges imaginados por ellos, y hechos por sus propias manos, que ver. daderamente quisieron también tener por tales a los espafioles, y aun afirmativamente con obstinacién, cierto tiempo creyeron y los tuvieron en reputacién de hijos del Sol, a quien ellos tenfan y adoraban por su principal dios, al cual tenfan dedicados tem. plos en que ofrecian y hacian sus sacrificios de humanas criatu- rag, oro, esmeraldas, mantas y otras cosas. Pues de tener en la imaginacién los indios, como he dicho, que los espafioles eran hijos del Sol, vinieron a Ilamarlos Xua; y asimismo imaginaron que por mandado del Sol venfan estos sus hijos, a quien ellos te- nian por inmortales, a castigarlos de sus deméritos y culpas, a los cuales hacfan sacrificios como a dioses e hijos del Sol, ofre- ciéndoles por los caminos y poniéndoles en algunas partes de ellos, Por via de sacrificio, algunas mantas y oro y esmeraldas, y junto con esto sahumerios de moque y otros pestiferos olores, de los cuales suelen usar en sus templos los sacerdotes 0 jeques. El pueblo de Sai n Gregorio est4 puesto en un alto, cual hay otro alto de pefias que aquellos naturales tenian casi como por fuerza o fortaleza, donde se recogieron en la hora que vieron ir marchando los espafioles por un Iano adelante hacia su pueblo de Guacheté, Por el cual llano asimismo habfa canti- dad de mil casas, y los Moradores de todas ellas se recogieron con los del pueblo de San Gregorio o Guachet&, al cerro mas alto que, como he dicho, sobre este Pueblo estaba; y como los espa- fioles legasen al Pie de la cuesta del Pueblo de Guacheté, pare- ciole al general que se detuviesen alli, hasta ver si podia dar a ban, y de alli muy bien pues intérprete suficiente u mal ni dafio ninguno, sino mistad para su beneficio y bien. Estando general y toda la gente, bajaron de lo mas sobre el] detenidos en esto el oe cineo srr ¥ acercdndose un tiro de ballesta de los espa- este efecto trata: lumbre e hicieron fuego, con lefia que para de subir, “v;¢! Propio camino por donde los espafioles Junto a la, liane dejando un indio viejo que entre ellos venia, el general habia aes Taron y volvieron a su alto, porque ya Y procurasen tomar ae © que saliesen algunos soldados ligeros indios i podian atraer Para con ellos ver si pod do a alta at 2 4 dems; y visto que lar edies os olan Tecogido al alto, e| Beneral caminé con lo, y legado que toda su gente hacia el pue- hallaron el indie 222 2, 20%d® los indios habine pen entcle quel pueblo habia en 2* Junto 2 ella, al cual el principal de 0 quisiesen Saviado por sacrificio a los espafioles, para 81 comer, como hijos due eran del Sol, porque estos LIBRO TERCERO — CAPITULO SEGUNDO 255 bérbaros entre las otras supersticiones que de su religién si- guen y tienen, es hacer algunos sacrificios en los templos del Sol, de hombres humanos, cuyos cuerpos, después de muertos, ponen en muy altos cerros, para que el Sol se sustente de ellos y los coma, y esta tienen por muy comin opinién entre ellos; y cuando alguna seca les sobreviene, dicen que el Sol su dios est& enojado, porque no le proveen de mantenimiento, y asi para aplacar su furor y darle de comer, y que no retenga las lluvias, le hacen luégo muy grandes sacrificios de gente humana, segin que tam- bién trataré més particularmente de estas cosas en el lugar dicho?*, y por estas causas, como a hijos de padre que comia carne humana y con ella se aplacaba, envi6 este barbaro a los espafioles el indio que junto a la candela hallaron, al cual el ge- neral tom6 consigo, y lo subié al pueblo de San Gregorio, donde con toda su gente se alojé, y procuré dar a entender al indio que por sefias le habia dicho cémo su cacique 0 principal lo habia en- viado para que lo comiesen, que no comian carne humana ni venfan a hacerles ningin dafio ni mal, sino a procurar su amis- ted y comunicacién; y estando en esto el general, los indios que en lo alto estaban, corroborados y fortalecidos, viendo que los espafioles no habfan muerto al indio que les habian enviado con vana consideracién, pareciéndoles que por ser aquel indio viejo y de duras carnes, no lo habian querido comer los espajioles, y que asi se habrian airado contra ellos con més furor, comenza- ron desde donde estaban a arrojar y echar por el cerro abajo criaturas pequefias y de poca edad, hijos de los propios indios, que comiendo de ellas, como de carne més tierna, los espa- fioles hijos del Sol, fuesen mitigados de todo punto, si algin furor tenian. De estas criaturas algunas legaban muertas, y otras atur- didas, y otras vivas, y viendo el general la loca, cruel y bruta determinacién y obstinacién de estos barbaros, aborreciendo de en todo en todo aquel cruel hecho, comenzé con sus soldados a darles voces y hacerles entender por sefias que les hacian, que no echasen sus hijos, ni los matasen de aquella suerte, que era cosa que é1 mucho aborrecia, y tanta eficacia se puso en esto por parte del general, que los indios cesaron de arrojar tan birbara y cruelmente sus hijos y muchachos, y conocieron cuanto los espafioles aborrecian y abominaban lo que hacian, y luégo sol- tando el indio viejo con un bonete colorado y una camisa que le dio y cuentas y otras cosillas, lo envié con las torpes lenguas o intérpretes que tenfan a que fuesen a hablar al cacique e in- dios de aque! pueblo, que estaban en el pefiol, y les dijesen cémo Se trata de una referencia al libro §*, suprimide.

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