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La novela que separa un tiempo de otro, quue marca un antes y después en la represeitacién homosexual masculina, ¢s HI beso de la mujer arana (1976), de Manuel Puig. La puesta en escena de la con vivencia de un homosexual —acusado de “corrupeién de menores' (Por el mismo motivo, mis 0 menos por esa epoca, perseguian a Reinaldo Arenas en Cuba)— con un guerrillero (0 conspirador tt opo- sitor —ya de entrada ¢s problemitico cémo nombrar a Valentin—) pronto se convirtié ena obra mas polémica y mis conocidla de las que escribiera Puig, un autor que era marginal y excéntrico si se lo comps- 2 con compaicros del boom como Mario Vargas ost 0 Gabriel Garcia Marquez. Baste subrayar las traducciones casi inmedliatas del texto: la novela se convirtié en obra de teatro, en pelicula y en come dia musical. Aunque medien unos aiios entre una y otra versi6n, ET beso de ta mujer aaa enteé al ciecuito de producci6n det cual de cierta manera salié: empieza tratando de hacer cine y hablando sobre cine, y termina en el cine. Pero también hay otra descendencia para BI beso: sirvié de puente 4 la creacién del movimiento de liberacién homosexual Argentina. M: publicacién en su pais de ort gen (muchos afios después de su primera edicién en Espaiia), fue comentada por Néstor Perlongher en un articulo del diario Tiempo Argentino de Buenos Aires, el 29 de junio de 1986, Alli, en ef suple tarde, en momentos de Tay Ti mento “Culturt" dedicado a Manuel Puig, Perlongher seal: “De ta misma manera que Lezama Lima consigue publicar (por una distrac- cién de sus censores) su Paradiso en plena persecucién homoscxual €n Cuba (1971) [sic], Lt beso de la mujer araita aparece cuando la persecuci6n de los homosexuales en la Argentina, oculta en la genera lidad del genocidio, se ageavaba, estableciendo una relacién casi inédi- t@ entre Ia resistencia politica y la transgresién sexual". Perlongher ‘aqui establece una trayectoria importante para el texto, haciendo evi- dente Ia conexién entre fa obra de un homosexual cubano y el texto argentino, Entre La Habana y el Rio de la Plata, la homosexualidad estit blece un circuit de relaciones para textos que muy posiblemente no guarden relacién entre si. Y esi relacién es importante para Perlongher como parte de un cuerpo teérico que despliega en sus comentarios sobre la novela de Puig Para Periongher, en EI beso de a mujer arafta intervenia no sélo este circuito latinoamericano, sino que la novela se nutria con el fondo que le otorgaba el pensamiento de Gilles Deleuze y Felix Guatuari: el homosexual Motina, y no el militante Valentin, era el eje y el centro de |i acci6n, por encima del privitegio heterosexual de su comps Molina era todo y ello para Perlongher i deseo en el d orden pol nlitar”. A su vez, concluye Petlongher: “En cl desenlace tigico puede leerse tambi histOriea de ciertas relaciones de contigitidad entre fa xualidad y Ia marginalidad, entre la perversi6n y la muerte” Reclamando para Puig, y para Molina, lt ecuacién entre homosexvl- dud y discurso marginal y perverso como reivindicacién y no como condena, Perlongher se tiene a un modelo de resistencia en el cual ci {rivolo Molina se convierte en el luchador social. Como eje que vinew. 41a Hollywood con el Frente de Liberacién Homosexual, la represin politica con la represién de género, Molina no hace sino confirmar las nies que también establece Perlongher entre el Rio de Ia Plata y La Habana, entre el espaol y el portugués, y entre la alta cultura y la prostitucién mascutina A partir de Perlongher, poclemos decir que hay dos temas fundamen: tales que se eruzan en 1 beso de fa mujer araita: la trama carcekatia y 4a relaci6n Gdialécticaz) entre la homosexualidad y lo Otro. Ese otro no 8 necesariamente la heterosexualidad, sino Ia heterosexualidad y ka politica, la historia, la participacién, y hasta la voz, El otro (Valentin) no es necesariamente su opucsto, pero cree tener cierta injerencia en cuanto a definirlo. Es Valentin el que dice a Molina casi al final YY prometeme otra cosa... que vasa hacer que te respeten, que 0 ‘vas a permitie que macie te tate mal, ni te explote, Porque nadie tiene derecho a explotae a nadie, Perdoname que te lo repita, por ‘que una vex te lo dije y no te gusts. (pig. 265) Esta discusi6n remite a otra anterior, donde Valentin pregunt Molina por qué nunca hace el “papel de hombre" en sus rekiciones con otros hombres. Las respuestas de Molina son reveladoras: quiere in, B30 es lo natural, po que él entonccs... es el hombre de la casa” (pig, 246). Ademis, prefie re hacer el “papel de la mujer” porque dice que le gusta estar en posi cin dependiente: "Bueno, esto es muy intimo, pero ya que querés saber... La gracia esté en que cuando un hombre te abraza... le tengais ‘un poco de miedo” (pigs. 246247). Valentin considera que esta manc ra de ver las cosas ¢s aceptar la explotacién que forma parte de las relaciones tradicionales entre hombre y mujer, y €s por eso que le res- que el marido mande, "para que se sienta Ponde: “No, eso esta muy mal eso’ *, y Valentin insiste: mal. Quién te habri puesto esa idea en Ia cabe: ma, e a lo que Molina le responde: "Pero yo lo siento ete llenaro ‘Vos no lo sentis as, Ineieron el euento del tio os {a eabeza con esas macanas. Para ser mujer no hay que ser... qué sé yo. mre, Mir ‘que me lo hicieras vos « mi, para demostrarte que eso, ser macho, 247). ‘no fuera porque debe doler mucho te pe tno da derecho a nada (pai Lo que Molina define como placer, Valentin lo entiende como opresidn, y hasta explotaci6n, ntreeruza aqui con la reivindicacién homosexual de cierta posicionalidad expresada ¥ escogida libremente —aunque Molina también reconoce lo que en sa posicionalidad se puede leer como explotacién—. Es por eso que ante esta encrucijada le responde de esto, porque es una conversaci6n que no conduce a nada EI discurso feminista wu vez. a Valentin: “No hablemos

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