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I.E.S.

Mariana Pineda. Economía

EL EXPERIMENTO DE HAWTHORNE

En la década de 1920, los fabricantes de componentes electrónicos y bombillas afirmaban que la luz

eléctrica evitaba los accidentes, protegía la vista de las personas y aumentaba la productividad. Ellos
fueron los que planificaron demostrar las ventajas de la iluminación eléctrica a sus clientes a través

de una serie de pruebas metódicas. Uno de esos experimentos tuvo lugar en 1924 en Hawthorne,

una fábrica de la Western Electric Company, a las afueras de Chicago.

El procedimiento era sencillo: la iluminación en varias zonas iba a ser cambiada (aumentándola o

disminuyéndola), de manera que podrían medir cómo afectaba a la productividad de las

trabajadoras.

Contra todo pronóstico, la hipótesis de que una iluminación mejor llevaba a una mejora de la

productividad resultó ser errónea. Se produjo un resultado extraño: los investigadores tenían dos

empleados trabajando en un guardarropa en condiciones de iluminación extremadamente pobre. A

pesar de ello, lograron mantener su tasa de productividad e incluso aumentarla. Su productividad

empezó a decaer únicamente cuando los niveles de intensidad luminosa eran el equivalente a una

noche con luna llena.

Los investigadores estaban completamente perdidos por lo ocurrido. Poco después dieron con una

nueva hipótesis: debían tomar en cuenta los factores psicológicos.

De esta forma postulan que la mejora de la productividad no se debió a los cambios operados sobre
los niveles de iluminación, sino al efecto motivador que supuso entre los empleados el saber que

estaban siendo observados, que eran objeto de estudio.

Se empezaron a desarrollar una serie de pruebas en la misma fábrica que han pasado a la historia de
las ciencias sociales como los Experimentos de Hawthorne. Estos fueron diseñados para responder a

cuestiones tales como: ¿por qué baja la productividad por la tarde? ¿tienen los descansos un efecto

positivo en las centros de trabajo?

Para realizar el estudio, escogieron a seis trabajadoras y las separaron completamente del resto. Su
remuneración ya no estaba vinculada al desempeño de un departamento completo con cientos de

empleados, sino que se calculaba según la productividad de su pequeño grupo. Las seis mujeres

jóvenes (todas de entre 15 y 28 años) tuvieron que someterse a un examen médico cada mes.

Las primeras pausas o descansos en el trabajo se introdujeron en 1927. Inicialmente consistieron en

dos paradas de unos 5 minutos por la mañana y por la tarde. Finalmente terminaron en 15 minutos

cada una de las paradas de la mañana (con refrescos y comida gratis en los descansos), más 10

minutos en la tarde. El resultado: la tasa de trabajo aumentó constantemente, de 49,7 a 55,8 relés

terminados por hora de trabajo.


Luego pasaron a reducir la jornada laboral en 30 minutos. Y sí, volvió a aumentar la productividad.

Las mujeres se dieron cuenta muy pronto de que los investigadores dependían en gran medida de su

cooperación, así que pasaron a exigir. La mayoría de sus peticiones eran insignificantes, en una

ocasión pedían cambiar la luz demasiado brillante, en otra pedían colocar una pantalla delante del

banco de trabajo para no tener que ver constantemente a los experimentadores que observaban.

A las mujeres también les disgustaban los exámenes médicos y las cuestiones personales asociadas a

ello. La actitud de las trabajadoras no cambió cuando los médicos vinieron a examinarlas en el lugar

de trabajo en un intento por hacer la relación más informal. La atmósfera sólo mejoró cuando las

visitas mensuales de los médicos concluyeron con pequeños descansos en los que se servía tarta y

helados junto a una radio que proporcionaba algo de entretenimiento. Debido a que el té también se

servía en estas ocasiones, la sala de pruebas llegó a ser nombrada como la sala T por el resto de

empleados de la fábrica.

Más tarde las mujeres comenzaron a charlar entre sí mientras trabajaban, situación por la que los

investigadores las criticaron.

Mientras tanto, los experimentos en la sala T se acercaban a la última fase, en la que todos los

descansos de trabajo introducidos hasta entonces fueron rescindidos. ¿Qué ocurrió entonces? Que
aun así, la tasa de productividad continuó aumentando. Ahora era un 19% más alto que en la última

fase en la que tampoco había interrupciones.

Los investigadores concluyeron que las trabajadoras aumentaron su rendimiento al sospechar que
estaban siendo evaluadas individualmente, además de que la atmósfera de trabajo, la motivación y

los factores sociales presentes al interaccionar unas trabajadoras con otras motivaron este continuo

aumento de la productividad de las trabajadoras.

Conteste las siguientes cuestiones:


1. Reflexione sobre las sensaciones de las trabajadoras a lo largo del experimento.

2. Explique si cree que para las trabajadoras fue importante participar en este experimento.

3. Justifique si cree que el experimento se hubiera podido realizar sin la colaboración de las

trabajadoras.

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