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Preliminares sobre los consejos y la

organización consejista
René Riesel

Publicado en el # 12 de Internationale Situationniste, septiembre 1969,


traducción de Juan Fonseca publicada en DEBATE LIBERTARIO 2 - Serie
Acción directa - Campo Abierto Ediciones, mayo 1977

"El gobierno obrero y campesino ha decretado que Kronstadt y los buques


rebeldes deben someterse inmediatamente a la autoridad de la República
Soviética.

Por tanto, ordeno a todos los que han levantado su mano contra la patria
socialista, que depongan las armas de inmediato. Los recalcitrantes serán
desarmados y entregados a las autoridades soviéticas. Los comisarios y otros
representantes del gobierno que se encuentran detenidos, deben ser liberados
en el acto. Sólo quienes se rindan incondicionalmente podrán contar con un
acto de gracia de la República Soviética. Al mismo tiempo, doy órdenes para
preparar la represión y el sometimiento de los amotinados por medio de las
armas. Toda la responsabilidad por los perjuicios que pueda sufrir la población
pacífica, recaerá sobre la cabeza de los amotinados contrarrevolucionarios.

Esta advertencia es la definitiva".

Trotski, Kamenev. "Ultimatum a Kronstadt", 5 marzo 1921

"Lo único que os tenemos que decir es ¡TODO EL PODER A LOS SOVIETS!
¿Quitad vuestra manos de este poder, vuestras manos teñidas de sangre de los
mártires de la libertad que lucharon contra los guardias blancos, los
propietarios y la burguesía!.

lzvestia de Kronstadt nº6, 7 marzo 1921

Hace 50 años que los leninistas redujeron el comunismo a la electrificación,


que la contrarrevolución bolchevique erigió el estado soviético sobre el
cadáver del poder de los Soviets, que la palabra Soviet ha dejado de traducirse
por Consejo. Y en todo este tiempo, las revoluciones habidas siempre han
lanzado a la cara de los amos del Kremlin la reivindicación de
Kronstadt: "Todo el poder a los Soviets y no a los partidos" La notoria
persistencia de la tendencia real del movimiento proletario hacia el poder de
los Consejos Obreros a lo largo de medio siglo de tentativas y fracasos
sucesivos, indican a la nueva corriente revolucionaria que los Consejos son la
única forma de dictadura antiestatal del proletariado y el único tribunal que
podrá pronunciar el juicio contra el viejo mundo, al mismo tiempo que
ejecutará la sentencia.

Como nos es necesario precisar la noción de Consejo, descartaremos las


groseras falsificaciones acumuladas por la socialdemocracia, la burocracia
rusa, el titismo e incluso el benbellismo, pero sobre todo reconoceremos las
insuficiencias de las breves experiencias prácticas que hasta ahora se han
esbozado del poder de los Consejos, y los errores de las concepciones de los
revolucionarios consejistas. Aquello a lo que el Consejo tiende a ser en su
totalidad, aparece perfilado negativamente por los límites y las ilusiones que
han marcado sus primeras manifestaciones y por la lucha inmediata y sin
compromiso que las clases dominantes han emprendido contra él, factores
ambos que causan su derrota. El Consejo pretende ser la forma de unificación
práctica de los proletarios, que se apropian de los medios materiales e
intelectuales para cambiar todas las condiciones existentes y realizan
soberanamente su historia. El Consejo puede y debe ser la organización en
acción de la conciencia histórica. Ahora bien nunca ni en ningún lugar, el
poder de los Consejos llegó a trasponer la separación que, congénitamente,
comportan las organizaciones políticas especializadas, y las formas de falsa
conciencia ideológica que estas producen y defienden. Además, si los
Consejos, como agentes principales de un momento revolucionario, son
normalmente Consejos de Delegados que coordinan y federan las decisiones
de los Consejos locales, se puede constatar que las asambleas generales de la
base, casi siempre han sido consideradas como meras asambleas de electores,
de manera que el primer grado de "un Consejo" se situaría a un nivel superior
al de estas asambleas. Aquí nos encontramos con un principio de separación
que no puede ser superado más que haciendo de las asambleas generales
locales de todos los proletarios revolucionarios, el Consejo mismo, de donde
cualquier tipo de delegación deba obtener en cualquier instante su poder
(mandato).

***

Dejando a un lado los rasgos preconsejistas que entusiasmaron a Marx en la


Comuna de París ("la forma política al fin descubierta, bajo la que puede
realizarse la emancipación económica del trabajo") y que mejor que en la
Comuna elegida se manifiesta en la organización del Comité Central de la
Guardia Nacional, compuesto por delegados del proletariado parisino, el
primer esbozo de una organización propia del proletariado en un momento
revolucionario, fue el famoso "Consejo de Diputados Obreros" de San
Petesburgo. Según las cifras dadas por Trotski en 1905, unos 200.000 obreros
enviaron sus delegados al Soviet de San Petesburgo, pero su influencia se
extendía mucho más allá de su zona, pues otros muchos Consejos de Rusia se
inspiraban en sus deliberaciones y decisiones; agrupaba directamente a los
trabajadores de más de 150 empresas y además acogía a los representantes de
16 sindicatos que se habían unido al Consejo. Su primer núcleo se formó el 13
de octubre, pero ya el 17, instituía por encima de él, un Comité Ejecutivo que,
dice Trotski, "le servía de ministerio". Sobre un total de 562 delegados, el
Comité Ejecutivo lo formaban 31 miembros, de los cuales 22 eran realmente
obreros delegados por el conjunto de los trabajadores y 9 representaban a los
tres partidos revolucionarios (mencheviques, bolcheviques y social-
revolucionarios); sin embargo los "representantes de los partidos no tenían
voto en las deliberaciones". Podemos admitir, pues, que las asambleas de base
estaban representadas fielmente por sus delegados revocables, pero
evidentemente, éstos habían abdicado gran parte de su poder y de manera
totalmente parlamentarista a favor de un Comité Ejecutivo en el que los
"técnicos" de los partidos políticos tenían una influencia inmensa

¿Cuál fue el origen de este Soviet?. Parece que esta forma de organización fue
encontrada por algunos elementos políticamente instruidos de la base obrera y
que pertenecían a alguna fracción socialista. Parece excesiva la afirmación de
Trotski al decir que "una de las dos organizaciones socialdemócratas de
Petesburgo, tomó la iniciativa de la creación de una administración autónoma
revolucionaria obrera". (Además, de estas "dos organizaciones", quienes
enseguida reconocieron la importancia de esta iniciativa, fueron los
mencheviques). Sin embargo, la huelga de octubre de 1905, se originó, de
hecho en Moscú el 19 de septiembre, cuando los tipógrafos de la empresa
Sytin se pusieron en huelga, fundamentalmente porque querían que los signos
de puntuación estuvieran entre los 1000 caracteres que constituían la unidad
de pago de su trabajo a destajo. Cincuenta empresas les siguieron y el 25 de
septiembre, las imprentas de Moscú, constituyeron un Consejo. El 3 de
octubre, "la asamblea de diputados obreros de las corporaciones de artes
gráficas, de mecánica, de carpintería, del tabaco y otras, adoptó la resolución
de constituir un consejo (Soviet) general de Moscú" (Trotski, op.cit.) Vemos,
pues, que esta forma aparece espontáneamente al principio del movimiento
huelguístico. Y este movimiento que empezó a enfriarse en los días siguientes,
se vivificó de nuevo hasta alcanzar la gran crisis histórica del 7 de octubre,
cuando los trabajadores de los ferrocarriles, a partir de Moscú y
espontáneamente, comenzaron a interrumpir el tráfico de trenes.

***
El movimiento de los Consejos en Turín, de marzo-abril de 1920, lo
comenzaron los proletarios de la Fiat que constituían un núcleo muy
concentrado. Entre agosto y septiembre de 1919, se procedía a la renovación
de los elegidos en una "comisión interna" -una especie de comité de empresa
colaboracionista, fundado por un convenio colectivo de 1906, con el objetivo
de integrar mejor a los obreros-, lo que dio ocasión a una transformación
completa del papel que jugaban estos "comisarios" por la situación de crisis
social por la que entonces atravesaba Italia. Así comenzaron a federarse entre
ellos en tanto que representantes directos de los trabajadores. En octubre de
1919, treinta mil trabajadores estaban representados en una asamblea de
"comités ejecutivos de los Consejos de fábrica", que se asemejaba más a una
asamblea de shop-stewards que a una organización de Consejos propiamente
dicha (sobre la base de un comisario elegido por cada taller). Pero el ejemplo
se extendió como una mancha de aceite y el movimiento se radicalizó,
sostenido por una fracción del Partido Socialista, que era la mayoritaria en
Turín (con Gramsci) y por los anarquistas piamonteses (Cf. el folleto de Pier
Carlo Masini, Anarchici e comunista nel movimento dei Consigli a Torino). El
movimiento fue combatido por la mayoría del Partido Socialista y por los
Sindicatos. El 15 de marzo de 1920, los Consejos iniciaron la huelga con
ocupación de las fábricas y pusieron en marcha la producción bajo su
absoluto control. El 14 de abril, la huelga ya era general en el Piamonte y en
los días siguientes alcanzó gran parte del norte de Italia, sobre todo entre los
ferroviarios y los estibadores. El gobierno tuvo que emplear buques de guerra
para desembarcar en Génova las tropas que marcharían sobre Turín. Si el
programa de los Consejos fue aprobado posteriormente por la Unión
Anarquista Italiana, reunida en Bolonia, el 1 de julio no ocurrió lo mismo por
parte del Partido Socialista y los sindicatos, que lograron sabotear la huelga
manteniéndola en el aislamiento; el diario del Partido, Avanti, se negó a
publicar el llamamiento de la sección socialista de Turín, mientras que la
ciudad era tomada por 20.000 soldados y policías (Cf. P.C. Masini). La
huelga, que había posibilitado con claridad una victoriosa insurrección
proletaria en todo el país, fue aplastada el 24 de abril. Y ya sabemos lo que
ocurrió después.

A pesar de los rasgos francamente avanzados de esta experiencia poco citada


(cantidad de izquierdistas creen que las ocupaciones de fábricas comenzaron
en Francia en 1936), debemos apuntar que comportaba ambigüedades bastante
graves, incluso entre sus defensores y teóricos. Por ejemplo, Gramsci en el nº4
deOrdine Nuovo (2º año), escribía: "Nosotros concebimos el Consejo de
fábrica como el principio histórico que debe conducir necesariamente a la
fundación de un Estado Obrero". Por su parte, los anarquistas consejistas
estimaban aún el sindicalismo y pretendían que los Consejos le diesen un
nuevo impulso.
Con todo, el manifiesto lanzado por los consejistas de Turín, el 27 de marzo
de 1920, "a los obreros y campesinos de toda Italia" por un Congreso General
de los Consejos (que no tuvo lugar), formula algunos puntos esenciales del
programa de los Consejos: "La lucha de conquista se hace con armas de
conquista y no de defensa (se refiere a los sindicatos, organismos de
resistencia . . . cristalizados en una forma burocrática" -Nota de la I.S.).
Debemos desarrollar una organización nueva como antagonista directa de los
órganos de gobierno de los patronos; por eso debe surgir espontáneamente en
el lugar de trabajo y reunir a todos los trabajadores porque todos, como
productores, estamos sometidos a una autoridad que nos es extraña y debemos
liberamos de ella (...) He aquí el origen de la libertad: el origen de una
formación social que, extendiéndose rápida y universalmente, nos pondrá en
trance de eliminar del terreno económico al explotador y al intermediario y
convertirnos en nuestros propios amos, en amos de nuestras máquinas, de
nuestro trabajo, de nuestra vida . . .

***

Es conocido que los Consejos de obreros y de soldados en la Alemania de


1918-1919, estaban mayoritariamente dominados por la burocracia
socialdemócrata o eran víctimas de sus maniobras, pues toleraban el gobierno
"socialista" de Ebert cuyo apoyo principal era el Estado Mayor y los Cuerpos
Francos. Los "7 puntos de Hamburgo" (sobre la liquidación inmediata del
antiguo ejército) presentados por Dorrenbach y votados por una fuerte
mayoría en el Congreso de los Consejos de Soldados iniciado el 16 de
diciembre en Berlín, nunca fueron aplicados por los "comisarios del pueblo".
Los Consejos consintieron ese desafío, así como las elecciones legislativas
fijadas rápidamente para el 19 de enero. Y después el ataque contra los
marinos de Dorrenbach y después el aplastamiento de la insurrección
espartaquista en la misma víspera de aquellas elecciones.

***

En 1956, el Consejo Obrero Central del Gran Budapest, constituido el 14 de


noviembre, se declaraba dispuesto a defender por sí mismo el socialismo y, al
mismo tiempo, que exigía "la retirada de todos los partidos políticos de las
fábricas", se pronunciaba por la vuelta de Nagy al poder y por la fijación de
elecciones libres en un plazo dado. En este momento se mantenía la huelga
general mientras que las tropas rusas habían aplastado ya la resistencia
armada. Pero incluso antes de la 2ªa intervención del ejército ruso, los
Consejos húngaros habían pedido elecciones parlamentarias; es decir, que
buscaban llegar a una situación de doble poder, cuando, eran el único poder
efectivo en Hungría frente a los rusos.

***
La conciencia de lo que el poder de los Consejos es y debe ser, nace en la
práctica misma de ese poder. Pero en una fase en que ese poder sea parcial, la
conciencia puede ser muy diferente de lo que piensa tal o cual trabajador
miembro de un Consejo, o incluso la totalidad de un Consejo: la ideología se
opone a la verdad en actos que encuentra su terreno en el sistema de los
Consejos. Esta ideología se manifiesta, no solamente bajo formas de
ideologías hostiles o bajo formas de ideologías sobre los Consejos edificados
por fuerzas políticas que quieren someterlos, sino también bajo la forma de
una ideología favorable al poder de los Consejos que restringe y dosifica la
teoría y la praxis total. Por último, un puro consejismo sería también por sí
mismo enemigo de la realidad de los Consejos. Tal ideología, bajo
formulaciones más o menos consecuentes, comporta el riesgo de ser
vehiculada por organizaciones revolucionarias que en un principio están
orientadas hacia el poder de los Consejos. Este poder, que es en sí mismo la
organización de la sociedad revolucionaria y cuya coherencia está
objetivamente definida por las necesidades de esa tarea histórica tomada como
conjunto, no puede, en ningún caso, dejar de lado el problema práctico de
las organizaciones particulares, enemiga del Consejo o más o menos
verídicamente proconsejistas que de todas formas intervendrán en su
funcionamiento. Es necesario que las masas organizadas en Consejos
conozcan y resuelvan este problema. Aquí, la teoría consejista y la existencia
de auténticas organizaciones consejistas, adquiere singular importancia porque
en ellos aparecen ya algunos elementos esenciales que estará en juego en los
Consejos y en su propia interacción con los Consejos.

Toda la historia revolucionaria muestra que la aparición de una ideología


consejista juega un papel no despreciable, en el fracaso de los Consejos. La
facilidad con la que la organización espontánea del proletariado en lucha
aseguró sus primeras victorias, frecuentemente anunció una segunda fase en la
que la reconquista se operó desde dentro, en la que el movimiento prescindió
de su realidad por la sombra de su fracaso. El consejismo es, en este sentido,
la nueva juventud del viejo mundo.

***

Socialdemócratas y bolcheviques tienen en común la voluntad de no querer


ver en los Consejos más que un organismo auxiliar del Partido y del Estado.
En 1902, Kautsky, inquieto por el descrédito que alcanzaba a los sindicatos,
en el ánimo de los trabajadores, propugnaba que en ciertas ramas de la
industria, los trabajadores eligieran "delegados que formarían una especie de
parlamento que tuviera como misión, reglamentar el trabajo y vigilar la
administración burocrática" (La Revolución Social). La idea de una
representación obrera jerarquizado que culminara en un parlamento sería
aplicada con mucha más convicción por Ebert, Noske y Scheidemann. La
manera como trata a los Consejos este género de consejismos fue
magistralmente experimentada por una vez por todas para los que no tienen
mierda en lugar de cerebro desde el 9 de noviembre de 1918, cuando para
combatir sobre su propio terreno la organización de los Consejos, los
socialdemócratas fundaron en las oficinas del Worwaerts un "Consejo de
Obreros y Soldados de Berlín" que contaba con doce hombres de confianza de
las fábricas, de los funcionarios y líderes socialdemócratas.

El consejismo bolchevique no tenía ni la ingenuidad de Kautsky ni la


desfachatez de Ebert. Saltó de la base más radical "Todo el Poder para los
Soviets", para caer de patas al otro lado de Kronstadt. En Las tareas
inmediatas del poder de los Soviets (abril 1918), Lenin añade enzimas al
detergente Kautsky: "Los parlamentos burgueses, incluso los de las mejores,
desde el punto de vista democrático, repúblicas capitalistas del mundo, no son
considerados por los pobres como algo suyo y para ellos (...). Precisamente el
contacto de los soviets con el pueblo de los trabajadores, es lo que crea formas
particulares de control por abajo -elección de diputados, etc.,- formas que
debemos ahora empeñamos en desarrollar con celo particular. Por eso, los
consejos de instrucción pública que son las conferencias periódicas de los
electores soviéticos y sus delegados, reunidos para discutir y controlar la
actividad de las autoridades soviéticas en este campo, merecen toda nuestra
simpatía y nuestro apoyo. Nada sería tan estúpido como transformar a los
soviets en algo fijado de antemano, en un objetivo en sí. Cuanto más
resultante nos pronunciemos por un poder fuerte y despiadado, por la
dictadura personal en tal proceso de trabajo, en tal momento del ejercicio de
funciones puramente ejecutivas, más variados serán los medios de control por
abajo con el objetivo de paralizar toda sombra de posibilidad de deformación
del poder de los Soviets, a fin de extirpar, ahora y siempre, la embriaguez
burocrática". Para Lenin, pues los Consejos deben ser a manera de ligas de
piedad, que actúen como grupos de presión que corrijan la inevitable
burocracia del Estado en sus funciones políticas y económicas, asegurados
respectivamente por el Partido y los Sindicatos. Los Consejos serían, como
mucho, la parte social, que, como el alma de Descartes, es preciso que resida
en alguna parte.

El mismo Gramsci no hace sino limpiar a Lenin con un baño de formalidades


democráticas: "Los comisarios de las fábricas son los únicos y verdaderos
representantes sociales (económicos y políticos) de la clase obrera porque son
elegidos en sufragio universal por todos los trabajadores en el lugar mismo del
trabajo. En los diferentes grados de su jerarquía, los comisarios representan la
unión de todos los trabajadores tal como ésta se realiza en los organismos de
producción (equipo de trabajo, departamento de fábrica, unión de las fábricas
de una industria, unión de organismos de la industria mecánica y agrícola de
una provincia, de una región, de nación, del mundo), siendo los Consejos y el
sistema de los Consejos el poder y la dirección social" (artículo de Ordine
Nuevo). Si los Consejos quedan reducidos al estado de fragmentos
económico-sociales que preparan una "futura república soviética", no cabe
duda de que el Partido, este "Príncipe de los tiempos modernos" aparece como
el indispensable entramado político, como el dios mecánico preexistente y
deseoso de asegurar su existencia futura: "El partido comunista es el
instrumento y la forma histórica de liberación interior gracias al cual los
obreros, de ejecutantes se transforman en iniciadores, de masas se transforman
en jefes y guías, de brazos se transforman en cerebros y voluntades" (Ordine
-Nuovo, 1919). El tono cambia pero la cantinela del consejismo es la misma:
Consejos, Partido, Estado. Tratar de los Consejos de manera fragmentaria
(poder económico, poder social, poder político) como lo hace el cretinismo
consejista del grupo Revolution Internationale de Toulouse, es creer que
apretando las nalgas a uno lo porculizan a medias.

***

El austro-marxismo, desde 1918, en la línea de lenta evolución que preconiza,


también construye una ideología consejista propia. Max Adler, por ejemplo,
en su libro Democracia y Consejos Obreros, ve acertadamente el Consejo
como instrumento de autoeducación de los trabajadores, el fin posible de la
separación entre ejecutantes y dirigentes, la constitución de un pueblo
homogéneo que podrá realizar la democracia socialista. Pero reconoce
también que el solo hecho de que los trabajadores detenten un poder no es
suficiente para garantizarles un objetivo revolucionario coherente: para esto
será preciso que los trabajadores miembros de los Consejos quieran
explícitamente transformar y realizar el socialismo. Como Adler es un teórico
del doble poder legalizado, es decir, de un absurdo que forzosamente será
incapaz de mantenerse aproximándose gradualmente a la conciencia
revolucionaria y preparando prudentemente una revolución para más tarde, se
encuentra privado del único elemento verdaderamente fundamental de
autoeducación del proletariado: la revolución misma. Para sustituir este
irreemplazable terreno de homogeneización proletaria, esta única forma de
selección constituida por la formación en sí de los Consejos y por la
formación de las ideas y de los modos de actividad coherente en los Consejos,
a Adler no se le ocurre más que esta aberración: "El derecho del voto para la
elección de los Consejos obreros se basará en la pertenencia a una
organización socialista".

Al margen de la ideología sobre los Consejos, de socialdemócratas y


bolcheviques, que desde Berlín a Kronstadt han tenido siempre un Trotski o
un Noske preparado, podemos afirmar que la ideología consejista, o sea la de
las organizaciones consejistas del pasado y la de algunos del presente, siempre
tienen algunas asambleas y algunos mandatos imperativos de menos: a
excepción de las colectividades agrarias de Aragón, todos los Consejos que
han existido hasta hoy, han sido "consejos democráticamente elegidos"
solamente en el mundo de las ideas, aún cuando los momentos álgidos de su
práctica desmentían esta limitación y todas las decisiones eran tomadas por
Asambleas Generales soberanas que daban su mandato a delegados
revocables.

Únicamente la práctica histórica, en la cual la clase obrera encontrará y


realizará todas sus posibilidades, indicará las formas organizativas concretas
del poder de los Consejos. Sin embargo, corresponde a los revolucionarios la
labor de establecer los principios fundamentales de las organizaciones
consejistas que van a nacer en todos los países. Formulando hipótesis y
recordando las exigencias fundamentales del movimiento revolucionario, este
artículo que deberá ser seguido por algunos más, intenta abrir un
debate igualitario y real. Solo excluiremos a aquellos que esquiven este
planteamiento en estos términos, a saber: los que declarándose hoy enemigos
de toda forma de organización en nombre de un espontaneísmo subanarquista,
no hacen sino producir las taras y el confusionismo del antiguo movimiento;
místicos de la no-organización, obreros desalentados al haber estado
mezclados durante demasiado tiempo con las sectas trotskistas o estudiantes
prisioneros de su pobre condición que son incapaces de escapar a los sistemas
organizativos bolcheviques. Los situacionistas evidentemente son partidarios
de la organización y la existencia de la organización situacionista lo atestigua.
Los que anuncian su acuerdo con nuestras tesis poniendo un vago
espontaneísmo en nuestro haber, simplemente, no saben leer.

Precisamente por no serlo todo y por no permitir salvar o ganarlo todo, la


organización es indispensable. Al contrario de lo que decía el carnicero Noske
(en Von Kiel bis Kapp) a propósito de la jornada del 6 de enero de 1919, las
masas no fueron dueñas de Berlín ese día al mediodía, no porque tuvieran
"buenos oradores" en lugar de "jefes decididos", sino porque la forma de
organización autónoma de los Consejos de fábrica no había llegado al
suficiente grado de autonomía como para actuar sin "jefes decididos" y sin
organización separada que asegurase unión. El ejemplo de Barcelona en mayo
del 37 es otra prueba de lo que decimos: el hecho de que las armas salieran tan
pronto en respuesta a la provocación estalinista, pero también que la orden de
rendición lanzada por los ministros anarquistas fuera tan rápidamente
obedecida, habla largo y tendido, tanto sobre las inmensas capacidades de
autonomía de las masas catalanas como de la autonomía quetodavía les
faltaba para vencer. Mañana mismo, será el grado de autonomía de los
trabajadores lo que decidirá nuestra suerte.

Las organizaciones consejistas que se formen en adelante no dejarán de


reconocer y de retomar como un punto de partida la Definition mínimum des
organisations revolutionnaires, adoptada por la VII conferencia de la
Internacional Situacionista (cf. I.S. nº 11, págs. 54 y 55). Al ser tarea de tales
organizaciones la preparación del poder de los Consejos que es incompatible
con cualquier otra forma de poder, deberán saber que un
acuerdo abstracto dado a esta definición, las condena sin remedio a no ser
nada. Por esto su acuerdo real se verificará prácticamente en las relaciones no
jerárquicas en el interior de los grupos o secciones que los constituyen, en las
relaciones entre estos grupos y en las relaciones con otros grupos u
organizaciones autónomas; tanto en desarrollo la teoría revolucionaria, y de la
crítica unitaria de la sociedad dominante como en la crítica permanente de su
propia práctica. Rehusando la vieja bifurcación del movimiento obrero en
organizaciones separadas, partidos y sindicatos, afanarán su programa y su
práctica unitarias. Todas las organizaciones consejistas del pasado que jugaron
un papel importante en la lucha de clases, consagraron la separación entre los
sectores político, económico y social. Uno de los pocos partidos antiguos que
merecen ser analizados es el Kommunistische Arbeiter Partei
Deutschlands (K.A.P.D., Partido comunista obrero alemán) que al adoptar los
Consejos como programa sólo se proponía como tareas esenciales la
propaganda y la discusión teórica, "la educación política de las masas",
dejando a la Allgemeine Arbeiter Union Deutschlands (A.A.U.D., Unión
general de trabajadores de Alemania) el papel de federar las organizaciones
revolucionarias de las fábricas, concepción que se alejaba poco del
sindicalismo tradicional. Aunque el K.A.P.D. rechazaba el parlamentarismo y
el sindicalismo de un K.P.D. (Kommunistische Partei Deutschlands, Partido
comunista alemán), tanto como la idea leninista del partido de masas y
prefería agrupar a los trabajadores conscientes, quedaba aún amarrado al viejo
modelo jerárquico del partido de vanguardia, o sea, profesionales de la
revolución y redactores asalariados. El rechazo a este modelo, principalmente
explicitado en la negación de una organización política separada de las
organizaciones revolucionarias de las fábricas, llevó en 1920 a la escisión de
una parte de los miembros de la A.A.U.D. que fundaron la A.A. U.D.-
E(Allgemeine Arbeiter Union Deutschlands Einheitsorganisation, Unión
general de los trabajadores de Alemania-Organización unificada). La nueva
organización unitaria cumpliría mediante el nuevo juego de su democracia
eterna el trabajo de educación hasta entonces desempeñado por el K.A.P.D. y
se asignaba como tarea simultánea la coordinación de las luchas: las
organizaciones de fábricas que federaba, se convertirían o transformarían en
Consejos en el momento revolucionario y asegurarían la gestión de la
sociedad. Así la consigna moderna del Consejo Obrero estaba aún mezclada a
los recuerdos mesiánicos del antiguo sindicalismo revolucionario: las
organizaciones de fábricas se convertirían mágicamente en Consejos cuando
todos los obreros estuvieran integrados en ellas.

Todo esto llevó a lo que tenía que llevar. Después del aplastamiento de la
insurrección de 1921 y de la represión del movimiento, los obreros,
desilusionados por el alejamiento del horizonte revolucionario abandonan en
gran número las organizaciones de fábrica que periclitaron al tiempo que
dejaban de ser los órganos de una lucha real. La A.A.U.D. era lo mismo que el
K.A.P.D. y la A.A.U.D.-E, veía cómo la revolución se alejaba a la misma
velocidad que sus efectivos disminuían. Ya no eran más que organizaciones
portadoras de una ideología consejista, cada vez más separada de la realidad.

La evolución terrorista del K.A.P.D. y el apoyo exclusivo de la A.A.U.D. a


reivindicaciones puramente "alimenticias" produjo en 1929 la escisión entre la
organización de las fábricas y su partido. Muertos en vida, la A.A.U.D. y la
A.A.U.D.-E, se fusionaron grotescamente y sin preámbulos ante la ascensión
del nazismo en 1931. Los elementos revolucionarios de ambas organizaciones
se reagruparon a su vez para formar la K.A.U.D. (Kommunistische Arbeiter
Union Deutschlands, Unión de Trabajadores Comunistas de Alemania), que
siendo una organización minoritaria con conciencia de serio, fue la única que
no pretendió asumir la organización económica (económico-política en el caso
de la A.A.U.D.-E) futura de la sociedad. La K.A.U.D. propuso a los obreros la
formación de grupos autónomos y a que aseguraran por sí mismos la unión
entre dichos grupos. Pero en Alemania la K.A.U.D. llegaba demasiado tarde.
En 1931, el movimiento revolucionario había muerto hacía ya diez años.

***

Aunque no sea más que para oírles rebuznar, vamos a recordarles a los que
aún se obstinan en la querella marxismo-anarquismo, lo que la C.N.T.-F.A.I.
(dejando de lado el peso muerto de la ideología anarquista, pero con mucha
más práctica e imaginación liberadora) se parecía en sus disposiciones
organizativas al marxista K.A.P.D.-A.A.U.D.. De la misma manera que el
Partido Comunista obrero Alemán, la Federación Anarquista Ibérica quiere ser
la organización política de los trabajadores españoles conscientes, mientras
que la A.A.U.D. y la C.N.T. tienen a su cargo la organización de la sociedad
futura. Los militantes de la F.A.I., élite del proletariado, difunden la idea
anarquista entre las masas; la C.N.T. organiza prácticamente a los trabajadores
en sus sindicatos. Pero entre las organizaciones alemana y española hay dos
diferencias esenciales, una ideológica, de la que resultará lo que podía
esperarse: la F.A.I. no quiere tomar el poder y se contentará con influenciar la
totalidad de la conducta de la C.N.T.; y la otra es decisiva- la C.N.T.
representa realmente a la clase obrera española. Dos meses antes de la
explosión revolucionaria, el congreso cenetista de Zaragoza, el 1 de mayo de
1.936, adopta uno de los más bellos programas revolucionarios que
organización alguna del pasado haya propuesto, programa que será
parcialmente aplicado por las masas anarcosindicalistas mientras que sus jefes
zozobran en el ministerialismo y la colaboración de clases. Con los chulos de
masas García-Oliver, Segundo Blanco, etc. y la subintelectual Montseny, el
movimiento libertario antiestatal, que ya había soportado Kropotkin, el
príncipe anarquista, encontraba al fin la coronación histórica de su
absolutismo ideológico: los anarquistas de gobierno. En la últimabatalla
histórica que libró el anarquismo vería caer sobre sí toda la salsa ideológica
que era su ser: Estado, Libertad, Individuo y otras especies mayúsculas con
que se abanicaban. Y mientras los milicianos, obreros y campesinos libertarios
salvaban su honor y aportaban la mayor contribución práctica al movimiento
proletario de toda la historia; quemaban iglesias, combatían en todos los
frentes a la burguesía, al fascismo y al estalinismo; comenzaban a realizar la
sociedad comunista.

***

En la actualidad existen organizaciones que simulan no serlo. Este hallazgo


les permite evitar ocuparse de la más elemental clasificación de las bases a
partir de las que pueden reunir a no importa quien (con la mágica etiqueta de
"trabajador"); no rendir cuentas a sus semimiembros de la dirección informal
que algunos ejercen; decir no importa qué y, sobre todo, condenar
indiscriminadamente, cualquier otra organización posible y cualquier
enunciado teórico, maldito de antemano. Así, el grupo "Informations
Correspondance Ouvrières", escribe en un reciente boletín (I.C.O. nº 84,
agosto 1969): "Los consejos son la transformación de los comités de huelga
bajo la influencia de la situación misma y en respuesta a las necesidades
propias de la lucha, en la dialéctica propia de la lucha. Cualquier otra tentativa
para formular en un momento dado de una lucha la necesidad de crear
consejos obreros, denota una ideología consejista tal como se puede observar
bajo formas diversas en algunos sindicatos, en el P.S.U., o en los
situacionistas. El concepto mismo del Consejo excluye toda ideología". Estos
individuos no saben nada de lo que es ideología, y la suya se distingue
únicamente de otras más elaboradas por su eclecticismo invertebrado. Pero
han oído campanas (quizá en Marx, quizá apenas en la I.S.) que tocaban que
la ideología era mala cosa y han entendido que todo trabajo teórico, del cual
ellos huyen como de la peste es ideología, lo mismo en los situacionistas
como en el P. S. U.. Pero Su valiente recurso a la "dialéctica" y al "concepto",
adornos de su vocabulario, no les pone a salvo de una ideología imbécil
suficientemente testimoniada por esta frase. Si contamos en idealistas con el
"concepto" de Consejo solamente, o lo que es más eufórico, con la inactividad
práctica de I.C.O. "para excluir toda ideología", en los Consejos reales,
podemos esperar lo peor: ahí está la experiencia histórica que niega todo
optimismo de este género. La superación de la forma primitiva de los
Consejos, no procederá sino de luchas cada vez más conscientes y en pro
de una mayor conciencia. La imagen mecanicista de I.C.O. cuando habla de la
perfecta respuesta automática del comité de huelga a las "necesidades", que
hace ver que el Consejo aparecerá por sí mismo y a su hora, a condición sobre
todo de que no se hable del asunto, desprecia totalmente la experiencia de las
revoluciones de nuestro siglo, que señalan que "la situación por sí misma"
tiende más bien a hacer desaparecer los Consejos o su recuperación, que a
hacerlos surgir.

***
Dejemos esta ideología contemplativo, ersatz degradado de las ciencias
naturales que quisiera observar la aparición de una revolución proletaria como
una erupción solar. Se formarán organizaciones consejistas y deberán de ser
todo lo contrario de un estado mayor que hiciera que los Consejos surgieran
por decreto. A pesar de que el movimiento de las ocupaciones de mayo del 68
abrió un nuevo período de crisis social, que se ha manifestado aquí y allá,
desde Italia a la U.R.S.S., es probable que se tarde bastante en constituir
verdaderas organizaciones consejistas y que se producirán movimientos
revolucionarios importantes ante los cuales estas organizaciones no estén en
condiciones de actuar a un nivel importante. No se debe jugar con la
organización consejista lanzando o sosteniendo parodias prematuras. De lo
que no cabe duda es que los Consejos tendrán más oportunidades de
mantenerse como único poder si en ellos se encuentran consejistas conscientes
y en posesión real de la teoría consejista.

Al contrario del Consejo como permanente unidad de base (constituyendo y


modificando constantemente a partir de él los Consejos de delegados),
asamblea en la que deben participar todos los obreros de una empresa
(consejos de talleres, consejos de fábricas) y todos los habitantes de un sector
urbano adherido a la revolución (consejos de calles, de barrios), la
organización consejista, para garantizar su coherencia y el ejercicio efectivo
de su democracia interna, deberá escoger a sus miembros, según lo que
aquellos quieren expresamente y según lo que puedan hacer efectivamente. La
coherencia de los consejos está garantizada por el hecho de que son el poder,
eliminan cualquier otra forma de poder y deciden sobre todo. Esta experiencia
práctica es el terreno en que todos los hombres adquieren la inteligencia de su
propia acción, en que "realizan la filosofía". Es evidente también que existe el
riesgo de cometer errores pasajeros y que no se disponga del tiempo y los
medios para rectificar; pero los Consejos tendrán en cuenta de que su propia
suerte es el producto verdadero de sus propias decisiones y que su existencia
necesariamente cesará por el contragolpe de sus errores no dominados.

En la organización consejista, la igualdad real de todos en la toma de


decisiones y en la ejecución de estas no será un eslogan vacío, una
reivindicación abstracta. Es una verdad de perogrullo que todos los miembros
de una organización no tienen el mismo talento y que un obrero escribirá
siempre mejor que un estudiante. Pero dado que la organización poseerá
globalmente todas las capacidades necesarias complementariamente, ninguna
jerarquía de facultades individuales vendrá a sabotear la democracia. La
adhesión a una organización consejista y la proclamación de una igualdad
ideal, es evidente que no hará que sus miembros sean todos guapos,
inteligentes y que sepan vivir sino que permitirá que sus aptitudes reales para
ser más guapos, más inteligentes, etc., se desarrolle en el único juego que vale
la pena: la destrucción del viejo mundo.
En los movimientos sociales que se produzcan, los consejistas no dejarán que
se les elija en los comités de huelga; su tarea consistirá, por el contrario, en
actuar para que todos los obreros se organicen por la base en asambleas
generales que decidirán la conducta a seguir en la lucha. Hace falta que se
empiece a comprender que la absurda reivindicación de un "comité central de
huelga", lanzada por algunos ingenuos durante el movimiento de las
ocupaciones de Mayo del 68, si se hubiera logrado, habría saboteado más
rápidamente todavía, el movimiento hacia la autonomía de las masas, porque
casi todos los comités de huelga estaban controlados por los estalinistas.

***

Dado que no nos corresponde el forjar un plan que valga para cualquier
situación futura, y que un paso adelante del movimiento real de los Consejos
valdrá más que una docena de programas consejistas, es difícil emitir hipótesis
precisas en lo que concierne a la relación de las organizaciones consejistas con
los Consejos en el momento revolucionario. La organización consejista -que
sabe que está separada del proletariado- deberá dejar de existir en cuanto
organización separada en el instante en que quedan abolidas las separaciones,
incluso si la completa libertad de asociación garantizada por el poder de los
Consejos deja sobrevivir diversas organizaciones y partidos enemigos de este
poder. Sin embargo, es discutible que todas las organizaciones consejistas se
disuelvan, como quería Pannekoek, desde el momento en que los Consejos
aparezcan. Los consejistas hablarán como tales en el interior de los Consejos y
no deberán propugnar una disolución ejemplar de sus organizaciones para
luego reunirse al lado y jugar a los grupos de presión sobre la asamblea
general. Así les será más fácil y legítimo el combate y la denuncia de la
inevitable presencia de burócratas, espías y viejos esquiroles que se infiltrarán
por todas partes. También será preciso luchar contra los falsos Consejos o los
fundamentalmente reaccionarios (Consejos de policías), que sin duda,
aparecerán, actuando de manera que el poder unificado de los Consejos no
reconozca a estos organismos ni a sus delegados. Al ser exactamente contrario
a sus fines la infiltración en otro tipo de organizaciones y por rechazar toda
incoherencia en su seno, las organizaciones consejistas prohíben la doble
pertenencia. Antes hemos dicho que todos los trabajadores de una fábrica, o al
menos los que aceptan las reglas de su juego deben de formar parte del
Consejo, pero en el caso de "aquellos a los que hubo que sacar de la fábrica
con el browing en la mano" (Barth) sólo podremos hallar la solución en su
momento.

La organización consejista sólo podrá ser juzgada, en último término, por la


coherencia de su teoría y su acción, por su lucha por la desaparición completa
de todo poder exterior a los Consejos o que intente constituirse fuera de ellos.
Para simplificar la cuestión y no tomar en consideración la ola de
pseudoorganizaciones consejistas que estudiantes y gente obsesionada por el
militantismo profesional simularán, digamos que no se puede reconocer como
consejista toda aquella organización que no se componga por lo menos de las
dos terceras partes de obreros. Y como esta proporción puede aparecer como
una concesión, nos parece indispensable corregirla mediante esta regla: se
establecería que en toda delegación a conferencias centrales donde pudieran
tomarse decisiones no previstas por mandato imperativo, los obreros
constituirían las 3/4 del conjunto de participantes. En resumen, la proporción
inversa a la que se dio en los primeros congresos del "partido obrero
socialdemócrata de Rusia".

***

Se sabe que nosotros no tenemos ninguna propensión al obrerismo bajo


ninguna forma en que se conciba éste. Se trata de que los obreros "devengan
en dialécticos", del mismo modo en que lo harán, pero entonces en masa, con
el ejercicio del poder de los Consejos porque son, ahora y siempre, la
fuerza centralcapaz de detener el funcionamiento existente en la sociedad y la
fuerza indispensable para reinventar todas sus bases. Además, aunque la
organización consejista no debe de separarse de otras categorías de
asalariados, sobre todo de los intelectuales, es fundamental que estos últimos
vean limitada la importancia sospechosa que pueden tomar, tanto
considerando todos los aspectos de su vida para verificar si son
auténticamente revolucionarios, consejistas como limitando su número de
modo que en la organización sean tan pocos como sea posible.

***

La organización consejista no aceptaría hablar de igual a igual con otras


organizaciones si éstas no son partidarias consecuentes de la autonomía del
proletariado; del mismo modo que los Consejos habrán de deshacerse no sólo
de intentos de recuperación de partidos y sindicatos sino de todo aquellos que
tienda a hacerse un lugar bajo el sol y a tratar con los Consejos de poder a
poder. Los Consejos serán la única potencia o no serán nada. Los medios de su
victoria son ya su victoria; con la palanca de los Consejos y el punto de apoyo
de una negación total de la sociedad espectacular-mercantil se puede levantar
la tierra.

La victoria de los Consejos no se sitúa al fin sino en el principio de la


revolución.
archivo situacionista

Movimiento de los Consejos Obreros en


Alemania 1917-1921
x H. Canne Meijer

El presente documento fue publicado por vez primera en castellano por la editorial bilbaína Zero (1975), bajo el título "Movimient
Consejos obreros. Alemania 1917-21". El texto que aquí ofrecemos está, sin embargo, tomado del suplemento "Ad hoc" (pp. I-X
revista barcelonesa "Tribuna de Europa", n. 24, 1998.

La revolución estalla

En noviembre de 1918 el frente alemán se derrumbó. Los soldados desertaron por millares. Toda la máquina de guerra se tamba
No obstante, en Kiel los oficiales de la flota decidieron librar una última batalla para salvar el honor. Entonces los marinos se neg
servir. Este no era su primer levantamiento, pero las tentativas precedentes habían sido reprimidas por las balas y las buenas pa
Esta vez ya no había obstáculos inmediatos; la bandera roja fue alzada sobre un barco de guerra, después sobre los otros. Los
eligieron delegados que formaron un Consejo. A partir de ese momento los marinos estaban obligados a hacer todo lo posible pa
generalizar el movimiento. No habían querido morir en el combate contra el enemigo, pero continuaban en aislamiento, las tropa
llamadas leales intervendrían y de nuevo habría combate, represión. Por este motivo los marineros desembarcaron y llegaron a
Hamburgo; desde allí, por tren o cualquier otro medio, se dispersaron por toda Alemania.

El hecho liberador había sido realizado. Los acontecimientos se desencadenaban ahora rigurosamente. Hamburgo acogía a los
con entusiasmo; soldados y obreros se solidarizaban con ellos y elegían también sus Consejos. Aunque esta forma de organiza
hasta entonces desconocida en la práctica, una amplia red de Consejos obreros y de Consejos de soldados cubrió rápidamente
cuatro días, el país. Quizá habían oído hablar de los Soviets rusos de 1917, aunque, en este caso, habrían oído muy poco: la ce
vigilaba. De todas formas, ningún partido, ninguna organización había propuesto nunca esta nueva forma de lucha.

Precursores de los Consejos

Sin embargo, durante la guerra, en Alemania, unos organismos bastante parecidos habían surgido en las fábricas. Eran formado
transcurso de las huelgas, por unos responsables elegidos, llamados hombres de confianza. Encargados por el sindicato de peq
funciones en el tajo, debían asegurar un lazo de unión entre la base y las centrales, transmitir a las mismas las reivindicaciones
obreros. Durante la guerra estas reivindicaciones eran numerosas (las principales estribaban en la intensificación del trabajo y e
aumento de los precios). Pero los sindicatos alemanes -como los de los otros países- habían constituido un frente único con el G
a fin de garantizarle la paz social a cambio de pequeñas ventajas para los obreros y de la participación de los dirigentes sindical
diversos organismos oficiales. Por eso los hombres de confianza llamaban a una puerta falsa. Los «cabezotas» eran, tarde o tem
enviados al ejército en las unidades especiales. Era, pues, difícil tomar públicamente posición contra los sindicatos.

Los hombres de confianza dejaron de informar a las centrales sindicales (no merecía la pena), pero como la situación y, por
consiguiente, las reivindicaciones obreras seguían como antes, aquéllos se reunían clandestinamente. En 1917, una oleada de
salvajes invade el país. Estos movimientos espontáneos no estaban dirigidos por una organización estable y permanente; si se
desarrollaban con una cierta sincronización, ello era debido a que habían sido precedidos de discusiones y de acuerdos entre di
fábricas, lo que daba lugar a los contactos preliminares a las acciones por los hombres de confianza de las fábricas mismas.

En estos movimientos, provocados por una situación intolerable, en ausencia de toda organización a la que se le pudiese acorda
confianza, por limitada que fuese, las concepciones diferentes (social-demócrata, religiosa, liberal, anarquista, etc.) de los obrero
debían desaparecer ante las necesidades momentáneas; las masas trabajadoras estaban obligadas a decidir por ellas mismas,
base de la fábrica. En el otoño de 1918, estos movimientos, hasta entonces esporádicos y más o menos inconexos los unos en
a los otros, tomaron una forma precisa y generalizada. Al lado de las administraciones clásicas (policía, abastecimientos, organi
del trabajo, etc.), incluso -en parte- en lugar de ellas, los Consejos obreros tomaron el poder en los centros industriales importan
Berlín, Hamburgo, Breme, en la Ruhr y en el centro de Alemania, en Saxe. Pero los resultados fueron escasos. ¿Por qué?

Una victoria fácil

Esta carencia de resultados proviene de la misma facilidad con que se formaron los Consejos obreros. El aparato del Estado ha
perdido toda autoridad; si se derrumbaba, por un lado y por otro, no era como consecuencia de una lucha encarnizada y volunta
los trabajadores. Su movimiento encontraba el vacío y se extendía sin dificultades, sin que fuese necesario combatir y reflexiona
este combate; el único objetivo del que se hablaba era el del conjunto de la población: la paz.

Existía una diferencia esencial con la revolución rusa. En Rusia, la primera ola revolucionaria, la Revolución de Febrero, barrió e
régimen zarista; pero la guerra continuaba. El movimiento de los trabajadores unidos encontraba así una razón de acentuar su p
de mostrarse audaz y decidido. Pero en Alemania la principal aspiración de la población, la paz, fue inmediatamente satisfecha;
imperial dejaba el sitio a la república. ¿Cómo sería esta república?

Antes de la guerra no había sobre este punto ninguna divergencia entre los trabajadores. La política obrera, tanto en la práctica
la teoría, era hecha por el partido social-demócrata y los sindicatos, adoptada y aprobada por la mayoría de los trabajadores
organizados. Para los miembros del movimiento socialista, formado en el transcurso de la lucha por la democracia parlamentaria
reformas sociales, pensando únicamente en esta lucha, el Estado democrático burgués debía ser un día la palanca del socialism
Bastaría con adquirir una mayoría en el Parlamento y los ministros socialistas nacionalizarían, paso por paso, la vida económica
así llegaría el socialismo.

También existía una corriente revolucionaria, siendo Karl Liebknecht y Rosa Luxembourg los representantes más conocidos. Sin
embargo, esta corriente nunca desarrolló unas concepciones opuestas claramente al socialismo de Estado; como sólo constituía
oposición en el seno del viejo partido, desde el punto de vista de la base, esta corriente no se distinguía del conjunto.

Concepciones nuevas

Sin embargo, surgieron unas nuevas concepciones durante los grandes movimientos de masas de 1918-1921. Estas no fueron
por una pretendida vanguardia, sino por las mismas masas. En la práctica, la actividad independiente de los obreros y soldados
recibido su forma orgánica: los Consejos, nuevos órganos que actuaban en un sentido de clase. Y, puesto que hay un estrecho v
entre las formas tomadas por la lucha de clase y las concepciones del futuro, las viejas concepciones comenzaban a tambalears
los trabajadores dirigían sus propias luchas fuera de los aparatos de los partidos y sindicatos; asimismo, tomaba cuerpo la idea
las masas debían ejercer una influencia directa sobre la vida social por medio de los Consejos. Entonces habría «dictadura del
proletariado», una dictadura que no sería ejercida por un partido, sino que sería la expresión de la unidad de toda la población
trabajadora, al fin realizada. Cierto, esta organización de la sociedad no sería democrática en el sentido burgués del término, pu
la parte de la población que no participase en la nueva organización de la vida social no tendría voz ni en las discusiones ni en l
decisiones.

Decíamos que las viejas concepciones comenzaban a tambalearse. Pero pronto se hizo evidente que las tradiciones parlamenta
sindicales estaban demasiado enraizadas en las masas para ser extirpadas en un plazo corto. La burguesía, el partido social-de
y los sindicatos se acogieron a estas tradiciones para combatir las nuevas concepciones. El partido, en particular, se regocijaba
aparentemente de esta nueva forma con que las masas se imponían en la vida social. Incluso exigía que esta forma de poder di
fuese aprobada y codificada por una ley. Pero si éste les demostraba así su simpatía, el viejo movimiento obrero, todo él, reproc
los Consejos el no respetar la democracia, al mismo tiempo que los disculpaba parcialmente a causa de una falta de experiencia
a su nacimiento espontáneo. En realidad, las viejas organizaciones pensaban que los Consejos no les dejaban un sitio suficiente
grande y veían en ellos unos organismos rivales. Al pronunciarse por la democracia obrera, los viejos partidos y los sindicatos
reivindicaban, de hecho, que todas las corrientes del movimiento obrero estuviesen representadas dentro de los Consejos en pr
con la importancia numérica respectiva.

La trampa

La mayor parte de los trabajadores era incapaz de rebatir este argumento: correspondía muy bien a sus viejas costumbres. Los
Consejos obreros reunieron, pues, representantes del partido social-demócrata, de los sindicatos, de los social-demócratas de iz
de las cooperativas de consumidores, etc., así como a los delegados de las fábricas. Es evidente que tales Consejos no eran los
órganos de los equipos de trabajadores reunidos por la actividad en la fábrica sino unas formaciones salidas del viejo movimient
trabajando en la restauración del capitalismo sobre la base del capitalismo de Estado democrático.

Eso significaba reducir a polvo los esfuerzos obreros. En efecto, los delegados de los Consejos ya no recibían las instrucciones
masa, sino que éstas provenían de sus diferentes organizaciones. Exhortaban a los trabajadores para que respetasen e hiciese
«el orden», proclamando que «en el desorden no hay socialismo». En estas condiciones los Consejos perdieron rápidamente to
valor ante los obreros. Las instituciones burguesas se pusieron de nuevo en funcionamiento, sin preocuparse de la opinión de lo
Consejos; ése era precisamente el objetivo del viejo movimiento obrero.

El viejo movimiento obrero podía estar orgulloso de su victoria. La ley votada por el Parlamento fijaba detalladamente los derech
deberes de los Consejos. Su tarea consistiría en vigilar la aplicación de las leyes sociales. Dicho de otra forma, los Consejos se
transformaban en un resorte más del Estado, contribuyendo a su buen funcionamiento en vez de destruirlo. Cristalizadas en las
las tradiciones se revelaban más poderosas que los resultados de la acción espontánea.

A pesar de esta «revolución abortada», no se puede decir que la victoria de los elementos conservadores haya sido simple y fác
nueva orientación de los espíritus fue, a pesar de todo, bastante importante para que cientos de miles de obreros luchasen
encarnizadamente para que los Consejos guardasen su carácter de nuevas unidades de clase. Hicieron falta cinco años de con
incesantes para que el movimiento de los Consejos fuese definitivamente vencido por el frente único de la burguesía, del viejo
movimiento obrero y de los guardias blancos (formados por los halcones prusianos y los estudiantes reaccionarios).

Corrientes políticas

Se pueden distinguir, en líneas generales, cuatro corrientes políticas del lado de los obreros:

a) Los social-demócratas
Querían nacionalizar gradualmente las grandes industrias, utilizando la vía parlamentaria. Tendían igualmente a reservar a los s
el papel de intermediarios exclusivos entre los trabajadores y el capital del Estado.

b) Los comunistas
Inspirados, más o menos, por el ejemplo ruso, preconizaban una expropiación directa de los capitalistas por las masas. Según e
obreros revolucionarios tenían el deber de «conquistar» los sindicatos y «hacerlos revolucionarios».

c) Los anarco-sindicalistas
Se oponían a la toma del poder político y a todo Estado. Según ellos, los sindicatos representaban la fórmula del futuro; había q
para que los sindicatos tomasen una extensión suficientemente grande como para que pudiesen gestionar toda la vida económi
de los teóricos más conocidos de esta corriente, Rudolf Rocker, escribía en 1920 que los sindicatos no debían ser considerados
producto transitorio del capitalismo, sino como los gérmenes de una futura organización socialista de la sociedad. En 1919 pare
la hora de este movimiento había llegado. Los sindicatos anarquistas crecieron después de la caída del Imperio alemán. En 192
alrededor de doscientos mil miembros.

d) No obstante, este año (1920) los efectivos de los sindicatos revolucionarios se redujeron. Una fracción bastante considerable
partidarios se dirigían ahora hacia otra forma de organización mejor adaptada a las condiciones de la lucha: la organización
revolucionaria de la fábrica. Cada fábrica tenía, o debía tener, su propia organización que actuaba independientemente de las ot
que incluso, al principio, no estaba conectada con ellas. Cada fábrica parecía una especie de «república independiente», encerr
sobre sí misma.

Sin duda, estos organismos de fábrica eran una realización de las masas; aunque es necesario hacer notar que aparecían en el
de una revolución, que si bien no estaba vencida, sí al menos estancada. Pronto se evidenció que los obreros no podían, por el
momento, conquistar y organizar el poder económico y político por medio de los Consejos; sería necesario primero mantener un
sin piedad contra las fuerzas que se oponían a los Consejos. Los obreros revolucionarios comenzaron entonces a aunar sus pro
fuerzas en todas las fábricas, a fin de mantener su influencia sobre la vida social. Mediante su propaganda se esforzaban en de
conciencia de los obreros, les invitaban a salir de los sindicatos y adherirse a la organizacion revolucionaria de fábrica; los obrer
totalidad, podrían entonces dirigir ellos mismos sus propias luchas y conquistar el poder económico y político sobre toda la socie

Aparentemente, la clase obrera daba de esta forma un paso atrás en el terreno de su organización. Mientras que anteriormente
de los obreros estaba concentrado en algunas potentes organizaciones centralizadas, ahora se descomponía en centenas de pe
grupos que reunían algunos centenares o millares de miembros, según la importancia de la fábrica. En realidad, esta forma era
que permitía la instauración de un poder obrero directo; por eso, aunque relativamente pequeñas, estas nuevas organizaciones
aterraban a la burguesía, a la social-democracia y a los sindicatos.

Desarrollo de las organizaciones de fábrica

Si estas organizaciones se mantenían aisladas entre sí, no era por cuestión de principios: su aparición se había efectuado, por u
otro lado, de una forma espontánea y separada, en el transcurso de huelgas salvajes (entre los mineros del Ruhr en 1919, por e
Apareció una tendencia con vistas a unificar todos estos organismos y oponer un frente coherente a la burguesía y a sus acólito
iniciativa partió de los grandes puertos, Hamburgo y Breme; en abril de 1920 hubo una primera conferencia de unificación en Ha
en ella participaron delegaciones provenientes de las principales regiones industrializadas de Alemania. La policía intervino y dis
Congreso. Pero llegó demasiado tarde. En efecto, la organización general unificada ya estaba fundada; ya estaban claros los m
importantes principios de acción. Esta organización había tomado el nombre de Unión General de Trabajadores de Alemania: AA
(Allgemeine Arbeiter Union Deutschlands). La AAUD tenía como principios esenciales la lucha contra los sindicatos y los Consej
Empresa legales, así como el rechazo del parlamentarismo. Cada una de las organizaciones, miembro de la Unión, tenía derech
máximo de independencia y a la mayor libertad para adoptar su táctica.

En esta época, en Alemania, los sindicatos contaban con un número de miembros superior al que habían tenido antes y al que t
después. Así, en 1920 los sindicatos de obediencia socialista reagrupaban casi ocho millones de cotizantes en 52 asociaciones
sindicales; los sindicatos cristianos tenían más de un millón de adherentes, y los sindicatos «de casa», los amarillos, reunían ce
trescientos mil. Por otro lado, había organizaciones anarcosindicalistas (FAUD) y también algunas otras que, un poco más tarde
unirían a ISR (Internacional Sindical Roja, dependiente de Moscú). Al principio, la AAUD sólo reunió ochenta mil trabajadores (ab
1920); pero su expansión fue rápida y a finales de 1920 su número llegó a trescientos mil. Algunas de las organizaciones que la
componían afirmaban, ciertamente, una igual simpatía por FAUD o incluso por ISR. Pero a partir de diciembre de 1920 una serie
divergencias políticas provocaron una gran escisión en el seno de AAUD; numerosas asociaciones adherentes salieron de ella p
formar una nueva organización, llamada unitaria: AAUDE. Después de esta ruptura, AAUD declaraba contar todavía con más de
doscientos mil miembros en el momento de su cuarto congreso (junio de 1921). En realidad, estas cifras ya no eran tan exactas
mes de marzo de 1921, el fracaso de la insurrección de la Alemania central había decapitado y desmantelado literalmente la AA
débil, la organización no pudo resistir de manera eficaz una enorme ola de represión policíaca y política.

El Partido Comunista Alemán (KPD)

Antes de examinar las diversas escisiones en el movimiento de las organizaciones de fábrica es necesario hablar del partido com
Durante la guerra el partido social-demócrata se mantuvo al lado -o más bien detrás- de las clases dirigentes e hizo todo lo posi
asegurarles «la paz social»; exceptuando, no obstante, una pequeña fracción de militantes y de funcionarios del partido, entre lo
los más conocidos eran Rosa Luxembourg y Karl Liebknecht. Estos últimos hacían propaganda contra la guerra y criticaban
violentamente las posiciones del partido social-demócrata. Y no estaban completamente solos. Además de su grupo, «Liga Spar
había, entre otros, los «Radicales de Izquierda» de Hamburgo o «Política Obrera» de Breme, además de los «Internacionalistas
Dresde y de Francfort. Después de noviembre de 1918 y la caída del Imperio, estos grupos, formados en la escuela de la «Izqui
social-demócrata, se pronunciaron por una lucha «en la calle» destinada a forjar una nueva organización política y que se orient
cierta forma, sobre ios pasos de la Revolución rusa. Finalmente se celebró en Berlín un Congreso de unificación y, desde el prim
fue fundado el partido comunista (30-XII-18).

Este partido se convirtió rápidamente en un centro de reunión para muchos obreros revolucionarios que exigían «todo el poder p
Consejos obreros».

Hay que hacer notar que los fundadores del KPD constituyeron, en cierta forma, por derecho de nacimiento, los cuadros del nue
partido; y ellos mismos introdujeron frecuentemente el espíritu de la vieja social-democracia. Los obreros que ahora afluían al KP
se preocupaban por la práctica de nuevas formas de lucha no siempre osaban afrontar a sus dirigentes, por respeto a la disciplin
plegaban frecuentemente a concepciones ya caducas.

El concepto «organizaciones de fábricas» contiene, en efecto, unas nociones muy diferentes. Puede designar, como pensaban l
fundadores del KPD, una simple forma de organización, sin más, y, por tanto, sometida a instrucciones que son decididas fuera
ésta era la vieja concepción. Pero también puede contener un conjunto totalmente diferente de actitudes y de mentalidades. En
nuevo sentido, la noción de organizaciones de fábricas implica un cambio total en las ideas admitidas hasta entonces a propósit

a) la unidad de la clase obrera;


b) la táctica de lucha;
c) las relaciones entre las masas y su dirección;
d) la dictadura del proletariado;
e) las relaciones entre Estado y sociedad;
f) el comunismo como sistema económico y político.

Estos problemas se planteaban en la práctica de las nuevas luchas; era necesario intentar resolverlos bajo pena de desaparece
tanto que fuerzas nuevas. Por consiguiente, la necesidad de una renovación de ideas se imponía rápidamente, pero los cuadros
partido -aunque habían tenido el coraje de irse de sus antiguos puestos- no pensaban más que en reconstituir el nuevo partido c
el modelo del antiguo y evitando los puntos de fricción. Por otro lado, no es necesario decir que las ideas nuevas sufrían de una
elaboración y de claridad, que no se presentaban como un conjunto armonioso, caído del cielo o de un cerebro superdotado. Má
prosaicamente, provenían en parte del viejo fondo ideológico y lo nuevo se mezclaba con lo viejo. En suma, los jóvenes militante
KPD no se oponían de forma masiva y resuelta a su dirección, pero eran débiles y estaban divididos en muchas cuestiones.

El parlamentarismo

El KPD desde su formación se dividió sobre el conjunto de problemas levantados por la nueva noción de «organizaciones de fáb
El Gobierno provisional, dirigido por el social-demócrata Ebert, había anunciado las elecciones para una Asamblea Constituyent
¿Debía el joven partido participar en estas elecciones, aunque sólo fuese para denunciarlas? Esta cuestión provocó discusiones
vivas en el Congreso. Una gran mayoría de obreros exigía el rechazo de toda participación en las elecciones. Por el contrario, la
dirección del partido (entre ellos Rosa Luxembourg y Liebknecht) se pronunciaba por una campaña electoral. La dirección perdió
votaciones, la mayoría del partido se declaró antiparlamentaria. Según esta mayoría, la Asamblea Constituyente no tenía otro ob
más que el de consolidar el poder de la burguesía dándole una base «legal». Al contrario, los elementos proletarios del KPD ins
sobre todo en «activar» los Consejos obreros existentes y por existir; querían valorizar la diferencia entre democracia parlament
democracia obrera, difundiendo la consigna «todo el poder a los Consejos obreros».
La dirección del KPD no veía en este antiparlamentarismo una renovación, sino una regresión hacia las concepciones sindicalis
anarquistas, como las que se manifestaron al principio del capitalismo industrial. En realidad, no tenía nada en común con el
«sindicalismo revolucionario» y el «anarquismo». Incluso representaba, en muchos aspectos, la negación de éstos. Mientras qu
antiparlamentarismo de los libertarios se apoyaba en el rechazo del poder político y en particular de la dictadura del proletariado
nueva corriente lo consideraba como una condición necesaria para la toma del poder político. Se trataba, pues, de un
antiparlamentarismo «marxista».

Los sindicatos

Sobre la cuestión de las actividades sindicales, la dirección del KPD tenía, naturalmente, una forma de ver diferente de la corrien
las «organizaciones de fábricas». Esto dio lugar igualmente a discusiones poco después del Congreso (y también del asesinato
Rosa).

Los propagandistas de los Consejos difundían la consigna: «¡Salid de los sindicatos, adheríos a las organizaciones de fábrica, fo
Consejos obreros!». Pero la dirección del KPD declaraba: «¡Quedad en los sindicatos!». Esta no pensaba, es cierto, «conquistar
centrales sindicales, pero creía que era posible «conquistar» la dirección de algunas ramas locales. Si este proyecto tomaba cue
podían reunir estas organizaciones locales en una central nueva que sería revolucionaria. En esta cuestión la dirección del KPD
de nuevo una derrota. La mayor parte de sus secciones se negaron a aplicar sus instrucciones. Pero la direccion decidió manten
posiciones, aunque fuese a costa de excluir a la mayoría de sus miembros; en este asunto fue apoyada por el partido ruso y su
Lenin, que escribió en esta ocasión el nefasto folleto sobre La enfermedad infantil.

Esta operación se realizó en el Congreso de Heidelberg (octubre de 1919), en el que por diversas maquinaciones la dirección co
excluir de forma «democrática» más de la mitad del partido... A partir de ese momento el partido comunista alemán llevaba a cab
política parlamentaria y sindical (con resultados más bien lamentables); la exclusión de los revolucionarios le permitió unirse un
más tarde (octubre de 1920) con una parte de los socialistas de izquierda (y de cuadruplicar en número, pero sólo durante tres a
mismo tiempo, el KPD perdía sus elementos más combativos y se sometía incondicionalmente a la voluntad de Moscú.

El Partido Obrero Comunista (KAPD)

Algún tiempo después los excluidos formaron un nuevo partido: el KAPD. Este partido mantenía estrechos contactos con la AAU
los movimientos de masas que tuvieron lugar en el transcurso de los años siguientes el KAPD fue una fuerza que se tuvo en cue
temía tanto su voluntad y su práctica de acciones directas y violentas como su crítica de los partidos y sindicatos, su denuncia d
explotación capitalista bajo todas sus formas, empezando por la fábrica, claro está; su prensa y sus diversas publicaciones se
encontraban a menudo entre lo mejor que ofrecía la literatura marxista en esta época de decadencia del movimiento obrero mar
eso a pesar de que el KAPD arrastraba aún viejas tradiciones.
El KAPD y las divergencias en el seno de la AAUD

Dejemos ahora los partidos y volvamos a los movimientos de las «organizaciones de fáb
joven movimiento demostraba que unos cambios muy importantes se habían producido
conciencia del mundo obrero. Pero estas transformaciones habían tenido consecuencia
variadas; diferentes corrientes de pensamiento se revelaban muy distintamente en la AA
acuerdo era general sobre los puntos siguientes:

a) la nueva organización debía esforzarse en crecer;


b) su estructura debía ser concebida de forma que evitase la constitución de una nueva
dirigentes;
c) esta organización debía establecer la dictadura del proletariado cuando reuniese millo
miembros.

Dos puntos provocaban antagonismos insuperables:

a) necesidad o no de un partido político fuera de la AAUD;


b) gestión de la vida económica y social.

Al principio, AAUD sólo tenía unas relaciones bastante vagas con el KPD; por eso estas
no tenían una trascendencia práctica. Las cosas cambiaron con la fundación del KAPD.
empezó a cooperar estrechamente con éste, y eso contra la voluntad de un gran númer
miembros, sobre todo en Saxe, Francfort, Hamburgo, etc. (no hay que olvidar que Alem
todavía extremadamente descentralizada, y esto repercutía sobre la vida de las organiz
obreras). Los adversarios del KAPD denunciaron la formación en su seno de una «band
dirigentes», y en diciembre de 1920 formaron la AAUDE (E: Einheitsorganisation, organ
unitaria), que rechazaba todo aislamiento de una parte del proletariado dentro de una or
«especializada», un partido político.

La plataforma común

¿Cuáles eran los argumentos de las tres corrientes presentes en ese momento? Existía
convergencia de puntos de vista en el análisis del mundo moderno. En líneas generales
mundo reconocía que la sociedad había cambiado: en el siglo XIX, el proletariado sólo f
minoría restringida dentro de la sociedad; no podía luchar solo y debía buscar apoyo en
de ahí provenía la estrategia democrática de Marx. Pero esos tiempos habían cambiado
al menos en los países desarrollados de Occidente. Aquí el proletariado constituía ahora
de la población, mientras que todas las capas de la burguesía se unificaban detrás del g
unificado. En adelante la revolución era una tarea del proletariado exclusivamente. Y és
inevitable, pues el capitalismo ya había entrado en su crisis mortal (no olvidemos que es
data de los años 20 a 30).

Si la sociedad había cambiado, en Occidente al menos, entonces la concepción del com


cambiar también. Además se revelaba que las viejas ideas, aplicadas por las viejas orga
representaban todo lo contrario de una emencipación social. Es lo que hacía resaltar, en
Ruehle, uno de los principales teóricos de la AAUDE:

«La nacionalización de los medios de producción, que continúa siendo el programa de l


democracia, al mismo tiempo que el de los comunistas, no constituye la socialización. A
nacionalización de los medios de producción se puede llegar a un capitalismo de Estado
centralizado, que probablemente tendrá alguna superioridad sobre el capitalismo privad
continuará siendo un capitalismo.»

El comunismo vendría como resultado de la acción de los obreros, de su lucha activa y


«por ellos mismos». Para ello primero tenían que crearse nuevas organizaciones. Pero
esas organizaciones? Aquí las opiniones divergían y estos antagonismos conducían a e
Estas fueron muchas. Mientras que la clase obrera dejaba progresivamente de ejercer u
revolucionaria y que sus organisrnos oficiales sólo ejecutaban acciones tan espectacula
ridículas, aquellos que querían actuar no hacían más que expresar, y esto defendiéndos
como podían, la descomposición general del movimiento obrero. No obstante, no es inú
divergencias aquí.

La doble organización

El KAPD rechazaba la idea del partido de masa en el estilo leninista que prevaleció des
Revolución rusa, y mantenía que un partido revolucionario era necesariamente el partid
pequeño, por tanto, pero basado en la calidad y no en la cantidad. El partido, reuniendo
mejor educados del proletariado, debía actuar como un fermento dentro de las masas, e
difundir propaganda, mantener discusiones políticas, etc. La estrategia que recomendab
estrategia de clase contra clase, basada a la vez en la lucha en las fábricas y el levanta
-incluso a veces como precedente a la acción terrorista (como acciones con bombas, as
bancos, de vagones postales, fondos de fábricas, etc., frecuentes al comienzo de los añ
lucha en las fábricas, dirigidas por los comités de acción, tendrían por objeto crear la atm
conciencia de clase necesarias para las acciones de masa y llevar las masas de trabaja
vez mayores, a movilizarse para las luchas decisivas.

Herman Gorter, uno de los principales teoricos de esta corriente, justificaba así la neces
pequeño partido comunista:

«La mayor parte de los proletarios se hallan en la ignorancia. Tienen unas nociones de e
política muy débiles, no conocen casi nada de los acontecimientos nacionales e internac
las relaciones que existen entre éstos y de la influencia que ejercen sobre la revolución.
acceder al saber a causa de su situación de clase. Por eso no pueden actuar en el mom
conveniente. Se equivocan muy frecuentemente.»

De esta forma el partido seleccionado tendría una misión educadora, desempeñaría el p


catalizador en el plano de las ideas. Pero la tarea de reagrupar progresivamente a las m
organizarlas, sería para la AAUD, apoyada sobre una red de organizaciones de fábrica,
objetivo esencial sería combatir y arruinar la influencia de los sindicatos, por la propagan
está, pero también y sobre todo mediante acciones encarnizadas, como «un grupo que
lucha lo que debe hacer la masa» (H. Gorter, Respuesta a Lenin, 1920). Finalmente, en
de la lucha revolucionaria, las organizaciones de fábrica se transformarían en Consejos
englobando a todos los trabajadores y sometiéndoles directamente a su voluntad, a su c
suma, la «dictadura del proletariado» sería una AAUD extendida por todo el conjunto de
alemanas.

Los argumentos de la AAUDE

Opuesta al partido político separado de las organizaciones de fábrica, la AAUDE quería


gran organización unitaria que tendría como tarea dirigir la lucha práctica directa de las
también, más tarde, asumir la gestión de la sociedad sobre la base de los Consejos obr
forma la nueva organización tendría unos objetivos económicos y políticos a la vez. Por
concepción difería del «viejo sindicalismo revolucionario» que se afirmaba hostil a la con
un poder político específicamente obrero y a la dictadura del proletariado. Por otro, en la
admitiendo que el proletariado es débil, dividido e ignorante, y que un aprendizaje contin
necesario, no veía la unidad de un partido de élite al estilo KAPD. Las organizaciones d
bastaban para cumplir este papel de educación, ya que la libertad de palabra y de discu
asegurada en ellas.

Es característico que la AAUDE dirigiese al KAPD una crítica en «el espíritu del KAP»: s
AAUDE, el KAPD era un partido centralizado, dotado de dirigentes profesionales y de re
asalariados, que no se distinguía del partido comunista oficial nada más que por su rech
parlamentarismo; siendo la «doble organización» la aplicación de una política de «doble
para provecho de los dirigentes. La mayor parte de las tendencias de la AAUDE rechaza
de dirigentes remunerados: «ni carnets, ni estatutos, ni nada de ese género», decían. A
llegaron incluso hasta fundar organizaciones antiorganizaciones...

En líneas generales, la AAUDE sostenía, pues, que si el proletariado es demasiado déb


ciego para tomar decisiones en el transcurso de sus luchas, no es una decisión tomada
lo que podrá remediarlo. Nadie puede actuar en el lugar del proletariado, y éste debe, p
superar sus propios defectos, y si no es así será vencido y pagará muy cara su derrota.
organización es una concepción caduca, un vestigio de la tradición: partido político y sin

Esta separación entre las tres corrientes: KAPD, AAUD y AAUDE, tuvo consecuencias e
Así, cuando la insurrección de Alemania central, en 1921, que fue desencadenada y diri
parte por los elementos armados del KAPD (entonces reconocidos aún como simpatizan
Internacional), la AAUDE se negó a participar en esta lucha destinada, según ella, a cam
dificultades rusas y la represión de Cronstadt.

A pesar de un desmenuzamiento continuo, que precipitaba polémicas muy vivas y muy


frecuentemente embarulladas por cuestiones personales, y a pesar de las exageracione
por una decepción y una desesperación profundas, «el espíritu KAPD», es decir, la insis
acción directa y violenta, la denuncia apasionada del capitalismo y de sus lugartenientes
todo color político y sindical (comprendidos los «alcaldes de palacio» de Moscú), ejerció
mucho tiempo una influencia sensible en las masas. Hay que añadir que todas estas ten
disponían de una prensa importante, generalmente alimentada económicamente por me
y que, frecuentemente reducidos al paro a causa de su comportamiento subversivo, sus
eran extremadamente activos en la calle, en las reuniones públicas, etc.

La decepción

Se había creído que el repentino crecimiento de las organizaciones de fábrica en 1919 y


continuaría más o menos con la misma cadencia en el curso de las luchas futuras. Se h
que las organizaciones de fábrica se convertirían en un gran movimiento de masas, rea
«millones y millones de comunistas conscientes», lo que contrarrestaría el poder de los
Partiendo de esta justa hipótesis, que el proletariado sólo podía luchar y vencer como cl
organizada, se pensaba que los trabajadores elaborarían en el transcurso del camino un
siempre creciente organización permanente. En el crecimiento de la AAUD y de la AAUD
medir el desarrollo de la combatividad y de la conciencia de clase.

Después de un período de expansión económica acelerado (1923-1929) se abrió un nu


que debía desembocar, en 1933, en la toma de poder, legal, de los hitlerianos. No obsta
el KAPD y la AAUDE se replegaban de más en más sobre ellas mismas. Al final sólo qu
algunas centenas de miembros como vestigio de las grandes organizaciones de fábrica
que significaba la existencia de pequeños núcleos, acá y allá, sobre un total de veinte m
proletarios. Las organizaciones de fábrica ya no eran organizaciones «generales» de tra
sino núcleos de comunistas de los Consejos conscientes. A partir de ese momento, la A
AAUDE revestían el carácter de pequeños partidos políticos, aunque su prensa pretend
contrario.

Las funciones

¿Es especialmente el pequeño número de sus miembros lo que transformó, a la larga, a


organizaciones de fábrica en partido político? No. Esto fue causado por un cambio de fu
las organizaciones de fábrica nunca hubiesen proclamado como tarea dirigir huelgas, ne
patronos, formular reivindicaciones (esto era asunto de los huelguistas), la AAUD y la AA
organizaciones de lucha práctica. Se limitaban a actividades de propaganda y de apoyo
vez la huelga declarada, se ocupaban en gran parte de la organización de ésta; éstas o
asambleas de huelga y los oradores eran frecuentemente miembros suyos. Pero la tare
negociaciones con los patronos recaía sobre el comité de huelga en el que los miembro
organizaciones de fábrica no representaban a su grupo como tal, sino a los huelguistas
habían elegido y ante los que eran responsables.

El partido político KAPD tenía otra función. Su tarea consistía sobre todo en hacer propa
análisis económicos y políticos. En las elecciones hacía propaganda antiparlamentaria p
la política burguesa de los otros partidos, haciendo una llamada a formar comités de acc
fábricas, en los mercados, entre los parados, etc., cuyo objetivo era incitar a las masas,
instintivamente nuevos horizonte», para liberarse de las viejas organizaciones.

Cambio de función

Pero de hecho, después del triunfo de la sangrienta represión de 1921 y con la ola de p
no tardó en manifestarse, estas funciones se hicieron puramente teóricas. A partir de en
actividad de estas organizaciones fue reducida a la propaganda pura y al análisis, es de
actividad de grupo político. Desalentados por la ausencia de perspectivas revolucionaria
parte de los miembros de la organización se fueron de ella. La reducción de los efectivo
como consecuencia que la fábrica no constituyese ya la base de la organización. Se reu
base del barrio, en una cervecería, donde a veces se cantaba, a la alemana, en coro, le
viejos cantos obreros de esperanza y de cólera.

Ya no había grandes diferencias entre el KAPD, la AAUD y la AAUDE. Los miembros de


KAPD se encontraban asistiendo los mismos a reuniones nominalmente diferentes y los
eran miembros de un grupo político, aunque le diesen otro nombre. Anton Pannekoek, e
holandés que fue uno de los inspiradores teóricos de todos ellos (pero sobre todo del KA
en 1927 a propósito de esto:

«La AAUD, igual que el KAPD, constituye esencialmente una organización que tiene com
inmediato la revolución. En otros tiempos nadie hubiese pensado en formar una organiz
en un período de decadencia de la revolución. Pero ésta ha sobrevivido a los años revo
trabajadores que antaño la fundaron y que combatieron bajo su bandera no quieren deja
pierda esta experiencia de lucha y la conservan como un vástago para el futuro.»

En consecuencia, había tres partidos políticos del mismo color; ello quería decir que sob
Con el aumento de los peligros, mientras que se afirmaba la incalificable cobardía de las
supuestas potentes organizaciones obreras, mientras que los nazis comenzaban triunfa
camino que debía conducirles a donde hoy sabemos, la AAUD, en diciembre de 1931, y
del KAPD, se fusionó con la AAUDE; sólo algunos elementos se mantuvieron en el KAP
otros de la AAUDE se marcharon a las filas anarquistas. Pero la mayor parte de los sup
las organizaciones de fábrica se agruparon en la nueva organización, la KAUD (Kommu
Arbeiter Union, Unión Obrera Comunista), expresando así la idea de que esta última no
organización «general» (como era el caso en la AAUD, por ejemplo) que reunía a todos
trabajadores animados por una voluntad revolucionaria, sino a trabajadores comunistas

La clase organizada
La KAUD expresaba, por tanto, el cambio intervenido en las concepciones de la organiz
cambio tenía un sentido; hay que recordar el significado que tenía hasta entonces la noc
organizada». La AAUD y la AAUDE habían creído al principio que serían ellas las que o
la clase obrera, que millones de obreros se adherirían a su organización. En realidad, er
muy próxima a la de los sindicalistas revolucionarios de antaño que esperaban ver a tod
trabajadores adherirse a sus sindicatos: entonces la clase obrera sería al fin una clase o

Ahora la KAUD incitaba a los obreros a organizarse por sí mismos en sus comités de ac
contactos entre estos comités. Dicho de otra forma, la lucha de clase «organizada» ya n
una organización construida previamente a la lucha. En esta nueva concepción, la «clas
era la clase obrera luchando bajo su propia dirección.

Este cambio de concepción tenía consecuencias en relación con muchas cuestiones: la


proletariado, por ejemplo. En efecto, puesto que la «lucha organizada» no era algo exclu
organizaciones especializadas en su dirección, éstas no podían ser consideradas como
dictadura del proletariado. Al mismo tiempo desaparecía el problema que hasta entonce
causado múltiples conflictos: ¿quién entre el KAPD y la AAUD debía ejercer u organizar
dictadura del proletariado ya no sería patrimonio de organizaciones especializadas, sino
encontraría en manos de la clase en lucha, asumiendo todos los aspectos, todas las fun
lucha. La tarea de la nueva organización, la KAUD, se reduciría, pues, a una propagand
clarificando los objetivos, incitando a la clase obrera a la lucha contra los capitalistas y la
organizaciones, en primer lugar, por medio de la huelga salvaje, mostrándole al mismo t
puntos fuertes y sus debilidades. Esta actividad no era menos indispensable. La mayor
miembros de la KAUD continuaban pensando que «sin una organización revolucionaria
combatir duramente no podía haber situación revolucionaria, como lo han demostrado la
rusa de 1917 y, en sentido contrario, la Revolución alemana de 1918» (Rättekorrespond
XI/1932).

La sociedad comunista y las organizaciones de fábrica

Esta evolución en las ideas debía acompañarse necesariamente de una revisión de las
sobre la sociedad comunista admitidas hasta entonces. De una forma general, la ideolo
dominaba en los medios políticos y en las masas estaba basada en la creación de un ca
Estado. Evidentemente, había una multitud de pequeñas diferencias, pero toda esta ide
resumirse en algunos principios muy sencillos: el Estado, a través de las nacionalizacion
economía dirigida, de las reformas sociales, etc, representa la palanca que permite real
socialismo, mientras que la acción parlamentaria y sindical representa los medios esenc
Luego los trabajadores no luchan como una clase independiente dirigiéndose ante todo
propios fines, sino que deben confiar «la gestión y la dirección de la lucha de clase» a lo
parlamentarios y sindicales. Según esta ideología, se puede deducir sin esfuerzo qué pa
sindicatos servirán de elementos de base al Estado obrero y asumirán en común la ges
sociedad comunista del futuro.

En el transcurso de la primera fase, aquella que siguió al fracaso de los intentos revoluc
Alemania, esta tradición impregnaba fuertemente todavía las concepciones de la AAUD
de la AAUDE. Los tres se manifestaban partidarios de una organización que agrupase «
millones» de miembros, a fin de ejercer la dictadura política y económica del proletariad
1922 la AAUD declaraba que estaba en condiciones de asumir, tomando como base a s
«la gestión de un 6 % de las fábricas» alemanas.

Pero estas concepciones se tambaleaban ahora. Como hemos visto, centenares de org
de fábrica, reunidas y coordinadas por la AAUD y la AAUDE, reclamaban el máximo de
en cuanto a las decisiones a tomar y se esmeraban en evitar la formación de una «nuev
dirigentes». ¿Sería posible conservar esta independencia en el seno de la vida social co
vida económica está altamente especializada y todas las empresas son estrechamente
interdependientes. ¿Cómo se podría administrar la vida económica si la producción y la
de las riquezas sociales no eran organizadas por unos aparatos centralizados? ¿No era
el Estado, como regulador de la producción y organizador de la distribución?

Había aquí una contradicción entre las viejas concepciones de la sociedad comunista y
forma de lucha que ahora se preconizaba. Se temía la centralización económica y sus c
claramente demostradas por los hechos; pero se ignoraba cómo podría remediarse esto
se centraba en la necesidad y en el mayor o menor grado de «federalismo» o de «centr
AAUDE se inclinaba más bien por el federalismo; el KAPD-AAUD tendía más al centrali
Karl Schroeder (1884-1950), teórico del KAPD, proclamaba que «cuanto más centraliza
sociedad comunista, mejor será».

De hecho, mientras se permaneciese sobre la base de las viejas concepciones de la «c


organizada», esta contradicción era irresoluble. Por un lado, se aproximaban, más o me
viejas concepciones del sindicalismo revolucionario, la «toma» en mano de las fábricas
sindicatos; por otro, como los bolcheviques, se pensaba que un aparato centralizador, e
debía regular el proceso de producción y repartir «la renta nacional» entre los obreros.

Sin embargo, una discusión sobre la sociedad comunista, partiendo del dilema «federali
centralismo», es absolutamente estéril. Estos problemas son cuestiones de organizació
técnicos, mientras que la sociedad comunista es, ante todo, un problema económico. Al
debe suceder otro sistema económico en el que los medios de producción, los producto
trabajo no tengan ya la forma de «valor», haciendo que la explotación de la población tr
beneficio de las capas privilegiadas desaparezca. La discusión sobre «federalismo o ce
tiene sentido si antes no se ha definido cuál será la base económica de ese «federalism
«centralismo». En efecto, las formas de organización de una economía dada no son arb
derivan de los mismos principios de esta economía. Así, el principio de provecho y de pl
apropiación privada o colectiva se encuentra en la base de todas las formas adoptadas
economía capitalista. Por eso es insuficiente el presentar la economía comunista como
negativo: ni dinero, ni mercado, ni propiedad privada ni estatal. Es necesario esclarecer
sistema positivo y mostrar cuáles serán las leyes económicas que sucederán a las del c
Una vez hecho esto, es probable que la alternativa entre «federalismo» y «centralismo»
como un falso problema.

El fin del movimiento en Alemania

Antes de examinar más largamente esta cuestión, no es inútil recordar el destino, en la


corriente salida de las organizaciones revolucionarias de fábrica.

La AAUD comenzó a desligarse del KAPD hacia finales de 1929. Su prensa preconizaba
una «táctica suave»: el apoyo de las luchas obreras que únicamente tenían como fin un
reivindicaciones salariales y mejoras de las condiciones y horarios de trabajo. Más rígid
veía en esta táctica el comienzo de un desliz hacia la colaboración de clases, «la polític
chalaneo». Un poco más tarde, algunos kapistas llegaron incluso a preconizar el terroris
como medio para llevar a las masas hacia la conciencia de clase. Marinus van der Lubb
actuando solo, incendió el Reichstag, estaba en contacto con esta corriente. Incendiand
que ocupaba el Parlamento, quería, mediante este gesto simbólico, incitar a los obreros
letargo político...

Ni una ni otra tácticas tuvieron resultados. Alemania sufría entonces una crisis económic
extrema profundidad, abundaban los parados: no había huelgas salvajes, aunque es cie
se preocupaba de las consignas sindicales, los sindicatos colaboraban estrechamente c
patronos y el Estado. La prensa de los comunistas de los Consejos era secuestrada frec
pero de todas formas sus llamadas a la formación de comités autónomos de acción no t
alguno. Ironía de la historia: la única huelga salvaje grande de esta época, la de los tran
berlineses (1932), fue sostenida por los «bonzos» estalinistas y hitlerianos contra los «b
socialistas de los sindicatos.

Después de la subida legal de Hitler al poder los militantes de las diversas tendencias fu
perseguidos y encerrados en campos de concentración, donde muchos de ellos desapa
1945, algunos supervivientes fueron ejecutados por orden de la GPU al entrar en Saxe
ruso. Todavía en 1952, en Berlín oeste, un antiguo jefe de la AAUD, Alfred Weilard, era r
plena calle y transferido al Este para ser condenado a una larga pena de cárcel.

Actualmente no queda rastro en Alemania de las diversas corrientes del comunismo. La


los hombres ha ocasionado que también lo fuesen las ideas que ellos defendían; mientr
expansión y la prosperidad orientaban los espíritus en otras direcciones. Y, como ya se
solamente en estos últimos años estas concepciones propias de la acción de masa
extraparlamentaria y extrasindical han tenido un nuevo auge, sin que se pueda hablar d
ideológica directa.
Hace cincuenta años:
1956, el octubre
húngaro de los consejos
obreros
Sábado.7 de octubre de 2006 1818 visitas Sin comentarios

Sin Permiso
Sin Permiso
Pepe Gutiérrez
La derecha que grita ahora por las calles de Budapest, “¡56!, ¡56!”,
tiene la memoria muy selectiva. De entrada porque antes del 56
hubieron otras fechas, por ejemplo, 1919, cuando el pueblo trabajador
húngaro trató de superar los ciclos de opresión y guerra (Hungría fue un
campo de batalla especialmente cruento durante la “Gran Guerra”,
aquélla que se vendió como la guerra que iba a acabar con todas las
guerras). Y entre medio, el régimen militar-fascista del almirante
Horthy que creó campos de concentración para los “comunistas” mucho
antes que Hitler, que se identificó plenamente con el partido nazi, y
que acabó metiendo a Hungría en otra guerra. La derecha no lo
recuerda, pero en el curso de esta guerra, el régimen pronazi hizo lo
posible por contribuir al judeocidio...
Por eso cuando los comunistas -apoyados en las bayonetas del Ejército
Rojo-, tomaron el poder, nadie protestó por la nacionalización de la
industria y de la banca, por la reforma agraria. El socialismo nunca fue
el problema. Cierto que el socialismo era escaso y la policía mucha,
pero tampoco hay socialismo ahora. El presidente Ferenc Gyursány,
representa a una izquierda en relación a la derecha más recalcitrante,
pero es incapaz de cumplir su programa, y por eso ha de mentir. Claro
que si es por mentiras, Bush podría estar preso en Guantánamo, y
Berlusconi podía figurar como alguien que no ha dicho una verdad en su
vida. Como Aznar.
En el 56, la mayoría de la población húngara no cuestionaba el
socialismo, todo lo contrario. Lo quería completo, es decir con
independencia nacional y con libertad. Su punto de partida fue la
muerte del Zar Stalin, ocurrida el 6 de marzo de 1953, y el
destronamiento de sus estatuas llegaría a ser la “foto” que mejor
representó la revolución de Octubre... El mismo 1953 hubo una revuelta
de obreros en Alemania del Este, y otra mucho menos conocida en
Checoslovaquia, y ambas fueron rápidamente aplastadas.
Brecht comentó amargamente que si el que se equivocaba era el
pueblo, pues habría que cambiarlo. Pero el pueblo no se equivocaba, se
equivocaba el partido que “dirigía” al pueblo siguiendo el esquema
estalinista del mando único, del verticalismo burocrático. En junio de
1956, la revuelta estalló en Poznan, Polonia, los trabajadores
impusieron el control obrero, subieron los sueldos y bajaron los precios.
Según se extendía la huelga, miles de personas salían a las calles y un
levantamiento a gran escala tomó la ciudad. Los gritos de “Libertad y
Pan” y de “Rusos fuera” sólo fueron silenciados por los tanques... y por
un acuerdo en las alturas con el “reformista” Gomulka. Éste impondría
una “liberalización”, pero bajo el control del partido.
En Hungría, en 1956, el ambiente estaba cada vez más caldeado.
Después de que en 1953, el “bujarinista” Nagy tratara de llevar a cabo
una serie de reformas, el partido acabó dando marcha atrás, y muchos
militantes se dieron de baja. El mundo estaba asombrado con el Informe
Kruschev, y su vehemente denuncia de los crímenes del Stalin, sonó
como un canto de libertad en los países del Este. De ello se hizo eco el
Congreso de Escritores Unidos que denunció el “régimen de tiranía”, y
uno de sus voceros, el poeta Konya clamó: “¿En el nombre de qué
moralidad los comunistas consideran justificado cometer actos
arbitrarios contra sus primeros aliados, celebrando juicios de brujas,
persiguiendo a gente inocente, tratando a revolucionarios genuinos
como si fueran traidores, encarcelándolos y matándolos? ¿En el nombre
de qué moralidad?”. Se hacía en nombre del socialismo, y era evidente
que millones de trabajadores y campesinos del mundo, así lo llegaron a
creer, pero no los que estaban sometidos por el rígido sistema de
control burocrático. La situación se fue haciendo cada vez más
conflictiva...
El 23 de octubre de 1956 Budapest había sido ocupada por 155.000
manifestantes “en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas
polacos”, su grito era el mismo: “Pan y Libertad”. Los más audaces,
marchando a la estación de radio, sólo se detuvieron para destruir una
enorme estatua de Stalin, y lo consiguieron, y esta “foto” acabaría
siendo una de las más definitorias del siglo XX. El “padrecito de los
pueblos” estaba por los suelos, y desde entonces el número de
“creyentes” comenzó a declinar. De hecho, aunque los países
“socialistas” comenzando por el “camarada Mao”, y los partidos
comunistas del mundo, se pusieron al lado de los soviéticos, lo cierto es
que entre los intelectuales y los militantes más ilustrados, las posiciones
críticas fueron numerosas. En lugares como España, donde el régimen
franquista volcó sus medios “informativos” para identificar la
resistencia como una traducción de su “Cruzada” (produjeron películas
con santos anticomunistas), la militancia antifranquista lo tuvo muy
arduo para aclararse, y de hecho, no fue hasta 1967 que se publicó el
primer estudio serio sobre la cuestión, la obra de François Fetjö:
Hungría 1956: socialismo y libertad, que apareció en catalán y en
castellano en Edicions de Materials, con la credencial de un prólogo de
Jean- Paul Sartre... Pero volviendo a la “mani”: la estación de radio
estaba custodiada por el AVO, la odiada policía de seguridad (una
combinación de estalinistas y antiguos horthystas). Sin avisar, un sector
de ellos ametrallaron a la pacífica muchedumbre. Los muertos se
contaron por decenas, y desde entonces, la “caza” de los AVO pasó a
ser una obsesión para los resistentes.
Ante el estupor de propios y extraños, la Revolución Húngara había
comenzado. Los trabajadores ocuparon las fábricas, el pueblo tomó una
fábrica de armamento y se enviaron al centro de la ciudad camiones
cargados de armas en donde miles de trabajadores se las repartieron.
Los consejos obreros, una forma organizativa que tuvo plena vigencia en
1919, se reprodujeron por todas las empresas. Su exigencia era liberarse
del control burocrático. Esta fue la gran cuestión, las demás llegaron
como añadidos. Una parte de la policía y de los soldados se unieron al
pueblo, entre ellos el general Meleter, un “brigadista internacional” en
la guerra española. A la mañana siguiente las calles principales estaban
en manos de los trabajadores y estudiantes, se formó un Consejo
Revolucionario y la Huelga General pronto se extendió por toda Hungría.
El pueblo ya no aceptaba los gobernantes estalinistas, y apostaban por
los que como Nagy (Andrea Hagedus, Georg Lukács y otros), se habían
opuesto al estalinismo.
Kruschev mostró entonces los límites de su propuesta reformadora
cuando mandó los tanques rusos. Éstos entraron en Budapest para
ayudar al gobierno de Rakosi amenazado, pero encontraron una furiosa
resistencia. Armados sólo con armas ligeras y cócteles molotov, miles de
personas resistieron. Después de tres días, 30 tanques fueron destruidos
y las tripulaciones de los tanques rusos se empezaban a poner del lado
de los rebeldes.
La revolución social se fue desarrollando por fábricas, talleres,
estaciones de energía, minas de carbón y depósitos de ferrocarril. Los
campesinos -más renuentes porque habían conseguido una reforma
agraria que no era la que querían, pero que les había liberado de los
señores- formaron espontáneamente sus propios consejos. Algunos de
ellos redistribuyeron la tierra y suministraron comida a las ciudades.
Desde el primer día las estaciones de radio liberadas emitían las noticias
por todo el país, y proclamaba una y otra vez que no se quería volver a
1945, ni se cuestionaba el socialismo. En el curso de la huelga general,
los consejos comenzaron a federarse y apenas en una semana
establecieron una República de Consejos. El gobierno prosoviético dejó
de existir. Los consejos obreros lanzaron un ultimatúm: la huelga
continuaría hasta que todas las tropas rusas hubieran dejado el país. Es
lo que pareció que iba a suceder el 30 de octubre.
El pueblo contempló cómo los tanques del Ejército Rojo estaban
saliendo de Hungría. Parecía que la revolución había triunfado, pero en
realidad, los tanques retrocedían para saltar mejor. Así es que poco
después, el 4 de noviembre, los tanques volvieron. Habiéndose
reagrupado más allá de las fronteras, 15 divisiones rusas, ahora con
6.000 tanques, cayeron sobre el pueblo húngaro. Todas las ciudades
principales fueron machacadas con fuego de artillería. En Budapest, los
barrios obreros fueron la carne de cañón del asalto, y los trabajadores
resistieron todo lo que pudieron. Fuera, las “democracias” ya tenían sus
propios problemas. La socialdemocracia no pasó de las sempiternas
denuncias. Solamente algunas minorías -trotskistas, comunistas
disidentes, anarquistas-, se movilizaron como también lo habían hecho
contra la paralela ocupación británica del canal de Suez, en contra de
las medidas nacionalizadoras de Nasser, un episodio capital en la
decadencia del nacionalismo árabe. Budapest fue duramente
bombardeada y pronto quedó en ruinas. Después de 10 días de terribles
luchas, con miles de muertos y heridos, el pueblo finalmente cedió. Los
tanques trajeron un gobierno de compromiso. Aunque partidas de
guerrilleros combatieron hasta 1957, el último consejo obrero fue
abolido el 17 de noviembre. Las huelgas y las manifestaciones
continuaron hasta 1959, pero todo se fue extinguiendo. Doce años más
tarde sería la “primavera de Praga”, la última oportunidad de unas
reformas democráticas que hicieran reales las promesas del socialismo.
En un tiempo como el actual, en el que el Ministerio de la Verdad
neoliberal trata de imponer la historia oficial del neoliberalismo, vale la
pena conocer la verdad de la revolución húngara. Y el grito “¡56!”
únicamente tiene sentido si combina la libertad y el socialismo, y sitúa
a los trabajadores con sus consejos obreros en el centro de los hechos.
Pepe Gutiérrez-Álvarez fue militante de la Liga Comunista
Revolucionaria y ha publicado muchos libros y artículos sobre la historia
del movimiento obrero y sobre crítica de cine. Actualmente es uno de
los principales animadores de la Fundació Andreu Nin.

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