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Los Veintiún Mandamientos

El autor responde en clave irónica a las 21


propuestas que Quim Torra entregó a Pedro
Sánchez en Barcelona y que esta semana se han
hecho públicas.
Marcial Martelo de la Maza 9 febrero, 2019 02:34

LA TRIBUNA

TOMÁS & GUILLERMO SERRANO

El martes, Torra bajó de la montaña de Montserrat y mostró al mundo las


Tablas de la Ley. Son las que recogen los Veintiún Mandamientos que
tendrá que obedecer el faraón de las bestias carroñeras si quiere seguir
siéndolo. Pedro Sánchez las tenía desde hace dos meses, pero prefirió
ocultárselo a los que están destinados a sufrirlas. Ahora entendemos por
qué.

Se impone una glosa de urgencia que, a la vista de la descriptible


profundidad de la Revelación, necesariamente tendrá que hacerse a golpe
de obviedades:

Primero: No se puede gobernar contra Cataluña. Conforme con el


mandamiento, aunque sorprende, porque al dictarlo, el señor Torra se está
poniendo a sí mismo en pecado. Es precisamente eso, gobernar contra
Cataluña, lo que llevan haciendo los suyos desde que un día decidieron
envolverse en la estelada, azuzando el fuego soberanista, para negociar su
impunidad a cambio de asegurar la vuelta a la Pax catalana.

Segundo: Reconocimiento del derecho de autodeterminación del pueblo


de Cataluña, que se ha de hacer efectivo. No se puede reconocer lo que no
existe. A no ser, naturalmente, que cuando la Asamblea General de
Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia hablan de las dos
únicas circunstancias que atribuyen tal derecho, colonia o minoría
sojuzgada, se entienda que éstas ha de padecerlas no el que quiere irse,
sino el que se quiere abandonar.

Tercero: Necesidad de una mediación internacional para una


negociación de igual a igual. Diagnóstico acertado que implica, a sensu
contrario, que no es necesaria una mediación internacional para una
negociación que no sea de igual a igual. O sea, como la que se puede dar
entre el Estado español y las Comunidades Autónomas que lo integran. Por
ejemplo, Cataluña.

Cuarto: Respeto a la soberanía de las instituciones catalanas, y no


amenazarla más con la aplicación del artículo 155. Sorprende (es un
decir) la insistencia de los independentistas en construir su discurso sobre
realidades que tan sólo habitan en su imaginación, a la vez que enternece la
naturaleza tan pequeñoburguesa de sus fantasías. Pero, una vez más, no se
puede respetar lo que no existe: no existe la soberanía del Consell de
Garanties Estatutàries, ni la del Consell de l’Audiovisual de Catalunya; ni
siquiera la del Consell Català per a la protecció de la botifarra. Sólo existe
la soberanía del pueblo español. Y el artículo 155 no es una amenaza a la
autonomía de Cataluña sino, antes al contrario, un instrumento previsto en
la propia Constitución para defenderla a ella y al conjunto de los
ciudadanos españoles que un día decidieron (también los catalanes)
proteger su libertad con una norma común.

Si habíamos quedado en que el Sr. Torra se quería ir de España, ¿qué le


importa entonces su imagen internacional?

Quinto: Compromiso para investigar los abusos policiales y económicos


ejercidos contra el pueblo de Cataluña. Torra no debe preocuparse.
Afortunadamente, este Mandamiento no se discute: uno de los hijos de
Pujol ya está en la cárcel y Trapero parece que va camino de ella. Aunque la
lentitud pueda exasperar a algunos, es un comienzo.

Sexto: Superar la vía judicial, que ha de abandonarse. Falta precisión.


Superar la vía judicial, ¿hacía qué nivel más elevado? ¿Quizás al de una
catarsis colectiva de los presos y fugados independentistas, expresada en
un arrepentimiento sincero seguido de un harakiri grupal? Un tanto
excesivo, pero podría asumirse.

Séptimo: Compromiso por la ética en la política. Se agradece el alto nivel


de exigencia personal que Torra propone para los políticos, pero
francamente resulta innecesaria. Innecesaria la ética, porque a los
ciudadanos les resulta un tanto irrelevante cuál sea su rico mundo interior
en cuanto a sus ideas del Bien y del Mal. A los ciudadanos les basta con que
los políticos respeten el ordenamiento jurídico, o sea, que no roben, no
retengan a secretarias judiciales, no destrocen coches de la Guardia Civil
(ni se suban a ellos), no den golpes de Estado. E innecesario -
afortunadamente- el compromiso, porque a los ciudadanos de esta España
democrática también les basta con la garantía de las leyes y de los jueces
que las aplican.

Octavo: Garantías de separación de poderes. Pese a Sánchez, resulta que


los nueve están en la cárcel y su jefe fugado. Luego, Torra puede estar
tranquilo: la separación de poderes goza de una excelente buena salud.

Noveno: Acabar con la limitación de derechos fundamentales. O sea,


acabar con el adoctrinamiento y la eliminación del castellano en las aulas,
con la ocupación ideológica del espacio público, con la permisividad con la
que se trata a la violencia callejera de Arran y los CDR, con el acoso a los
jueces, con la patrimonialización de la Administración, con el monopolio
de la información… Si es así, no se puede estar más conforme con este
Noveno Mandamiento; y, una vez más, le tomamos la palabra al señor
Torra.

Décimo: El retroceso de la calidad democrática de España se ha de


revertir. Convendría precisar cuál es el estándar de calidad democrática
empleado para la evaluación. Si es el independentista, definitivamente
optamos por que la calidad democrática de España guarde con él una
relación inversamente proporcional.

Undécimo: Frenar el deterioro de la imagen internacional de España.


Enternece la preocupación, pero no se comprende. Salvo alguna que otra
voluntariosa sardana o casteller, soy incapaz de recordar ninguna gran
manifestación que se hubiese celebrado en una ciudad europea a favor del
proceso independentista y en contra de España. En todo caso, si habíamos
quedado en que el Sr. Torra y los suyos se querían ir de España, ¿qué les
importa entonces su imagen internacional?

El partido que incorporó a la inmensa mayoría de los alcaldes


franquistas fue Convergencia

Decimosegundo: Acabar con la complicidad de la policía y los jueces


con la ultraderecha. ¿Qué policía cómplice?: ¿los Mossos, cuando
traicionaron a sus compañeros, policías nacionales y guardias civiles,
abandonándolos a su suerte el 1-O? ¿Qué jueces cómplices?: ¿Santiago
Vidal, ideólogo máximo del entramado jurídico del secesionismo y coautor
de la Carta Magna para la Catalunya lliure? ¿Qué ultraderecha?: ¿Junts
per Catalunya, el partido apóstol de una Cataluña Una (uniforme en su
lengua y fe independentista), Grande (la imperial de los Països Catalans) y
Libre (separada del resto)?

Decimotercero: Garantizar la independencia judicial. Torra se repite.


Véase la glosa al Octavo Mandamiento.
Decimocuarto: Garantías de respeto a los Derechos Humanos. Torra
vuelve a repetirse. Véase la glosa al Noveno Mandamiento.

Decimoquinto: Admitir que la cultura franquista pervive y es


incompatible con la democracia española. Como Juan Carlos Girauta
recordó el otro día en el Congreso, el partido que incorporó a la inmensa
mayoría de los alcaldes franquistas fue Convergencia. Luego,
efectivamente, tal vez tenga razón Torra: la cultura de su partido, heredero
directo de Convergencia, probablemente sea incompatible con la
democracia española (en realidad, con cualquier democracia).

Decimosexto: Admitir que la indolencia con el fascismo, la impunidad


de las actitudes fascistas tiene relación directa con la impunidad de los
crímenes del franquismo. Más allá de fantasías sociológicas, esforzadas en
la resurrección de ideologías-hombres del saco que llevan muertas ni se
sabe, debe recordarse que lo único que tiene relación directa con la
impunidad de los crímenes franquistas es la Ley de Amnistía de 1977, que
fue aprobada por la inmensa mayoría del Congreso, comunistas y
nacionalistas vascos y catalanes incluidos… Ley de Amnistía que tiene
exactamente esa misma relación directa con la impunidad de los crímenes
terroristas o con la impunidad de la matanza de Paracuellos y demás
atrocidades perpetradas en el bando republicano.

Decimoséptimo: Compromiso de aislar y denunciar a los grupos


neofascistas. Una vez más, se agradecería una mayor concreción: ¿aislar y
denunciar a ERC, con su pasado de escamots o camisas verdes,
organización paramilitar inspirada en los camisas negras del fascismo
italiano? ¿O tal vez a la CUP, con su encubierto brazo callejero de Arran,
esforzados imitadores adolescentes de la kale borroka?

Decimoctavo: Es incompatible con la democracia la existencia de


privilegios derivados del franquismo. Sí, lo mismo que con la existencia de
privilegios derivados del pujolismo (adjudicaciones de contratos públicos,
comisiones, cuentas en Andorra, fraudes fiscales, impunidad…), con el
pequeño matiz de que, a diferencia de aquellos, estos sí existen.
Decimonoveno: Iniciar un proceso explícito de desfranquización y un
debate sobre la monarquía. En cuanto a la Monarquía, se comprende el
ataque, puesto que fue la única institución del Estado, junto con el Poder
Judicial, que hizo frente al golpe. Por lo demás, y dado el conocido axioma
del independentismo de que todo constitucionalista es franquista por
definición, la dificultad práctica de este ambicioso Mandamiento resulta
evidente: no habría en España plazas públicas suficientes para albergar
todos los autos de Fe que resultarían necesarios.

Vigésimo: Declarar la nulidad de los juicios franquistas como paso


imprescindible de memoria histórica. Es decir, las Cortes en modo
Tribunal Supremo, revisando y rescindiendo sentencias judiciales. Pero,
una vez más, el incordio de la coherencia con sus aburridas exigencias:
¿dónde queda entonces el Octavo Mandamiento, con su vibrante
llamamiento a garantizar la separación de poderes?

Vigesimoprimero: Hacer efectiva una política de fosas comunes. Asalta


la duda: ¿mala redacción o traición del subconsciente? Si nos ponemos en
lo peor, y aunque resulte inquietante tan desacomplejado desparpajo, al
menos debe agradecérsele a Torra la sinceridad sobre sus intenciones y tan
entrañable preocupación por el descanso eterno de los que hemos de
llenarlas.

Aquí termina lo que dijo Torra el martes. Este domingo le contestarán los
españoles.

*** Marcial Martelo de la Maza es abogado y doctor en Derecho.

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