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Este es el elemento especifico, que yo, br mi parte, lamaré retérica, con el fin de evitar toda restric- ci Gs taipostionela poesia y de scfilar periectamente que se ata de un plan general del lenguaje comin a todos los génerns, into en prost como en verso, Me gustaria plantearme la cues- én de si es posible tna confrontacién de la sociedad y la retéri- 1 ¥ en qué condiciones lo es. Durante varios siglos, desde la Antigiiedad al siglo x1x, la 46rica fue objeto de una definicién funcional a la par que téc- ica: era un arte, es decir, un conjunto de normas que permitia, jen persuadir, 0 bien, més adelante, expresarse bien. Esta fina- dad declarada hace de la ret6rica, evidentemente, una institu. én social, y, paraddjicamente, el nexo que une las formas det nguaje a las sociedades es mucho més inmediato que la rela- én ideol6gica en sentido propio; en la antigua Grecia, la reté- ca nacié precisamente de los procesos sobre Ia propiedad que guieron a las exacciones de los Tiranos en Sicilia, en el siglo v: nla sociedad burguesa, el arte de hablar’ de acuerdo con unas eterminadas reglas es un signo de poder social, y, a la vez, un wstrumento de ese poder; no carece de significado que el curso ue culmina los estudios secundarios del joven burgués se Ilame urso de ret6rica. No obstante, no nos detendremos en esta rela- (én inmediata (que por otra parte se agota enseguida) pues, omo bien sabemos, &i la necesidad social engendra ciertas fun- jones, estas funciones, una vez puestas en marcha, o, como suele ecirse, determinadas, adquieren una imprevista autonomia y se restan a nuevas significaciones. Hoy en dia yo sustituiria 1a efinicién funcional de la retérica por una definicién inmanente, structural, 0, para ser atin mas precisos, informacional Es cosa sabida que todo mensaje (y la obra literaria lo es) omprende como minimo un plano de la expresién, o plano de 3s significantes, y tun plano del contenido, o plano de los signi- cados; la unién de ambos planos forma el signo (0 el conjunto e los signos). No obstante, un mensaje constituido de acuerdo on este orden elemental ptiede, gracias a una operacion de des- onexién o de amplificacién, convertirse en el simple plano de la xpresién de un segundo mensaje, que asi resulta ser una exten- 143 BL ANALISIS RETORICO sign suya; en sma, el signo del primer mensaje se convierte en €l significante del segundo mensaje. Nos encontramos asf en pre- sencia de dos sistemas semidticos imbricados uno en otro de una ‘manera regular; Hjemslev ha dado el nombre de semidtica con rotativa al segundo mensaje constituido de tal modo (en oposi ccién al metalenguaje, en el cual el signo del primer mensaje se ‘convierte en el significado y no en el significante del segundo mensaje), Ahora bien, en cuanto lenguaje, la literatura es, con toda evidencia, una semiética connotativa; en un texto literario, tun primer sistema de significacién, que es la lengua (el francés, por ejemplo), hace de simple significante de un segundo mensaje, ‘cuyo significado difiere de los significados de la lengua; cuando leo: Faites avancer les commodités de la conversation, percibo tun mensaje denotado que es la orden de acercar los sillones, pero también percibo un mensaje connotado cuyo significado, en este caso, es el de «préciosité». En términos informacionates se def hin, ast pues, la Ikeratura como un duble sistema deuotade ‘connotado; en este doble sistema el plano manifesto y especif ‘co, que es el de los significantes del segundo sistema, constituirs Ja Retérica; los signficantes ret6ricos serin los connotadores. ‘Una vez definido en términos informacionales, el mensaje terario puede y debe someterse a una exploracién sistemética ‘sin la que jamés seria posible confrontarlo con la historia que lo produce, ya que el ser histérico de ese mensaje no s6lo es Id {que dice, sino la manera como esti fabricado. Es verdad que 1a linglistica de la connotacién, que no debe confundirse con 1s antigua estilitiea, ya que osta ultima, al eotudiar los medios de expresién, permanecia en el plano del habla, mientras que aqué 1a, al estudiar los cédigos, se sitda en el plano de la lengua, es ‘una lingiistica que atin no ha sido constituida; pero algunas in dicaciones de lingilistas contemporineos permiten proponer al ‘menos dos direcciones para el anilisis retérico. La primera es la que esboz6 Jakobson* distinguiendo seis fac tores en todo mensaje: un emisor, un destinatario, un contexto¢ referente, un contacto, un cédigo y, por ultimo, el mensaje er sf mismo; a cada uno de estos factores le corresponde una fun ‘eidn del Tenguaje: toda discurso es una mezela de la mayor part de estas funciones, pero recibe una marca dominante de una ¥ 8 Essais de lingustique générale, Pais, Bd. de Minuit, 13, cap. X1 LENGUATES Y ESTILO 44 otra funcién por encima de las demés; por ejemplo, si se hace .capié en el emisor, la funcién expresiva o emotiva es Ia que domina; si se hace sobre el destinatario, domina la funcién conno- tativa (exhortativa o suplicatoria); si es el referente el que recil el énfasis, el discurso es denotativo (es el caso més corriente); si lo recibe el contacto (entre emisor y destinatario), la funcién fatica es Ia que remite a todos los signos destinados a mantener la comunicacion entre los interlocutores; la funcién metalingls tiea, 0 elucidatoria, acentia el recurso al c6digo; por tltimo, cuando es el propio mensaje, su configuracién, la cara palpable de sus signos, lo enfatizado, el discurso es poético, en el sentido amplio del término: éste es, evidentemente, el caso de la litera- tura; podria decirse que Ja literatura (obra 0 texto) es, especif- camente, un mensaje que hace hincapié sobre s{ mismo. Esta de- finicién indudablemente permite comprender mejor cémo ocurre que la obra literaria no se agota en la funcién comunicativa, sino que, resistiéndose siempre a las definiciones puramente funciona- les, se presenta siempre, en cierto modo, como una tautologia, ya que las funciones intramundanas del mensaje permanecen Sometidas en definitiva a su funcién estructural. Sin embargo, Ia cohesién y la declaracién de ta funcién péética pueden ir varian- do con la Historia; y, por otra parte, sincrénicamente, esta misma funcién puede ser sdevorada por otras funciones, fenémeno que disminuye en cierto modo Ia tasa de especificidad literaria de la obra, La definicién de Jakobson conlleva, asi pues, tuna perspectiva sociolégica, ya que permite evaluar el devenir del lenguaje iiterario y, 4 la Ver, su situacion respecto a los lenguajes no literarios, Seria también posible otra exploracién del mensaje literario, esta vez de tipo distribucional. Es sabido que toda una parte de la lingifstica se ocupa hoy dia de definir las palabras, no tanto por su sentido como por las asociaciones sintagmiticas en que pueden ocupar un puesto; hablando grosso modo, las palabras se asocian entre ellas de acuerdo con una determinada escala de probabilidad: perro se asocia con ladrar, pero dificilmente con mauller, aunque sintacticamente no hay nada que probiba la. aso ciacién de un verbo con un sujeto; a eate «rellenor sintagmético se le da a veces el nombre de catdlisis. Ahora bien, la catdlisis esté en una relacién muy estrecha con el caréeter especial de la lengua literaria; dentro de ciertos limites, que son precisamente 45 BL ANALISIS RETORICO Jo que hay que estudiar, cuanto mas aberrante es 1a catilisis mds patente es Ia literatura. Naturalmente, si nos limitamos a la uunidades Iterales, la literatura no es incompatible en absolute con una catilisis normal; en: ef cielo es azul como una naranja no hay ninguna asociacién literal desviada; pero si nos elevamo: un nivel de unidades superiores, que es precisamente el de la ‘onnotaciones, nos encontramos féclimente con el trastorno cata Iitico, pues es estadisticamente aberrante asociar Ia entidad de I azul a Ia entidad de la naranja. As{ pues, el mensaje literaric puede definirse como una desviacién de Ia asociacién de signo! (P. Guiraud); operatoriamente, por ejemplo, frente a las tarea: rnormativas de la traduccién automatica, Ia literatura podria def nirse como un conjunto de casos insolubles presentados a uns ‘maquina, En otras palabras, podriamos decir que la literatura ¢ un sistema de informacin de coste elevado. No obstante, si bier Ja literatura es un lujo de una manera uniforme, existen divers ‘economias del lujo, que pueden variar con las épocas y las socie ‘dades; en la literatura clisiea, al menos en la perteneciente a I ‘generacién antipreciosa, las asociaciones sintagmsticas se man tienen dentro de los margenes normales al nivel de la denotacién ¥y es explicitamente el nivel retérico el que soporta el elevadi ‘coste de la informacién; por el contrario, en la poesia surrealist (para usar ejemplos extremos), as asociaciones son aberrantes } Ja informacién costosa al propio nivel de las unidades elementa les. También en este caso creo que podemos esperar razonable mente que Ia definicién distribucional del mensaje literario har ‘parecer ciertas relaciones entre cada sociedad y la economfa di informacion que ésta.asigne a su literatura, ‘Asi pues, la misma forma del mensaje literatio guarda uns ‘determinada relacién con la Historia y con la sociedad, pero es relacién es particular y no recubre necesariamente la historia Ia sociologia de los contenidos. Los connotadores constituyen lo: ‘elementos de un eddigo, y la validez de ese cédigo puede ser méi ‘© menos ampli; el c6digo clisico (en su sentido amplio) ha per ‘durado durante siglos en Occidente, ya que Ia ret6rica que anim: ‘un discurso de Cicerén o un sermén de Bossuet es la misma; pert €s probable que este cédigo haya sufrido una profunda mutaci6r ‘en la segunda mitad del siglo xIx, a pesar de que algunas escritu ras tradicionales atin siguen hoy sometiéndose a dicho cédigo. Es ta mutacién esté indudablemente en relacién con Ia crisis de I

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