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LA GUERRA CIVIL

Las crecientes tensiones sociales y políticas, evidentes de sobra después de a guerra


con Honduras en 1969, estallaron en un conflicto armado a partir de 1980. En
diversos momentos, importantes figuras políticas intentaron impulsar acuerdos que
permitían una salida negociada a los conflictos de la sociedad salvadoreña. Y aun
después de iniciadas las hostilidades, siguieron haciéndose esfuerzos por encontrar
una solución política al conflicto. En este capítulo, se hará un recuento de como la
búsqueda de una solución negociada y la creación de un sistema político
democrático fue impulsada por diversos sectores, mientras las fuerzas militares en
pugna desangraban al país.

El arzobispo de San Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero.

La guerra que se abatió sobre El Salvador durante la década de los 1980 no fue
declarada formalmente por ninguna de partes, como ocurre generalmente en las
guerras entre países. Por otro lado, fue una guerra civil, interna, de salvadoreños
contra salvadoreños. Por otro lado, la guerra aumento la intensidad
progresivamente pasando de enfrentamiento aislados y pequeños a operaciones
militares de mayor envergadura que afectaron la vida de decenas de miles de
habitantes.

También se dio el caso de que diversas agrupaciones y personalidades del país


intentaron frenar la espiral de violencia y buscaron salidas negociadas al conflicto.
Una de las figuras fue el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, quien
llama ala conciliaciones a través de sus homilías dominicales transmitidas por radio
a todo el país. Monseñor Romero, quien había mantenido relaciones difíciles con el
gobierno del general Romero a causa del asesinato de varios sacerdotes y la
violación de los derechos humanos, apoyó el golpe del 15 de octubre de 1979 como
una oportunidad para retomar el camino del dialogo. Sin embargo, sus homilías se
tornaron mas y mas criticas al gobierno de la Junta y los cuerpos de seguridad, a
quienes acusó de diversas matanzas y persecuciones de civiles indefensos. En su
última homilía, hizo un llamado a los hombres de uniforme para que, en el nombre
de Dios, cesaran la represión contra su pueblo. Al día siguiente, el 24 de marzo de
1980, el arzobispo fue asesinado mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital de
la Divina Providencia. Su funeral en la catedral de San Salvador terminó em medio
del estallido de bombas y balazos, y el consiguiente pánico en que murieron
atropellados decenas de personas; las escenas de ese día trágico fueron transmitidas
por la televisión al mundo entero, dejando muy en claro que había sido silenciada
una de las ultimas voces que llamaba al dialogo y a la conciliación.

Durante los meses restantes de 1980, el país fue sumiendo mas y mas en la vorágine
de la violencia. En marzo habían muerto 487 personas en actos de violencia política,
mientras que en junio fueron mas de 1,000 los muertos. La actividad de los sindicatos
aumento también, dándose huelgas en empresas privadas y públicas, incluyendo la
CEL. Para fines de 1980, era evidente que el país se despeñaba al abismo de la guerra
civil, tal como lo entendieron los piases vecinos y las grandes potencias. Dicho en
otras palabras, el conflicto salvadoreño fue adquiriendo una importancia continental
y, hasta cierto punto, mundial.
¿Por qué puede decirse esto?
El caso es que varios actores externos estaban implicados en apoyo a una u otra de
las partes del conflicto. Destacaba en primer lugar, por su poderío y presencia,
Estados Unidos, que consideraba a Centroamérica como una zona de confrontación
con la antigua Unión Soviética. La administración del presidente Jimmy Carter,
consciente de los problemas que había ocasionado a Estados Unidos la revolución
sandinista en Nicaragua, decidió que no pasaría algo igual en El Salvador. A
mediados de 1980, la administración de Carter había aprobado una partida de casi
6 millones de dólares en ayuda militar para El Salvador, mientras insistía, por otro
lado, en la necesidad de respetar los derechos humanos de la población.

Las elecciones presidenciales de noviembre de 1980 llevaron a la presidencia de


Estados Unidos a Ronald Reagan, quien se instaló en la Casa Blanca en enero de
1981. El nuevo presidente, declaro enemigo de la Unión Soviética, de Cuba y la
Nicaragua para la seguridad nacional de Estados Unidos que se estaban gestando
en El Salvador. Sus asesores y los estrategas del Departamento y de Pentágono (el
ministerio de defensa de Estados Unidos) temían que se podrían generar el llamado
“efecto dominio”; es decir, después de caer Nicaragua en manos de un gobierno
revolucionario de carácter antinorteamericano, caería El Salvador y en seguida
Guatemala. El posible “efecto dominio” se entendía en Washington como una
amenizara seria a la seguridad nacional de Estados Unidos y sus intereses
estratégicos en la región, incluyendo el Canal de Panamá. Por lo tanto, la política de
los Estados Unidos hacia El Salvador bajo la administración Reagan busco frenar el
avance de la izquierda revolucionaria y sus esfuerzos se dirigieron a lograr que las
fuerzas armadas de El Salvador derrotaran ala insurgencia sin la necesidad de usar
tropas de combate norteamericanas.

A tal efecto, el gobierno de estados unidos aumento rápidamente el suministro de


armamento y asesoría militar a las tropas del ejército salvadoreño. Al comienzo del
conflicto, las fuerzas armadas contaban con 17,000 efectivos (incluyendo a los cueros
de seguridad), pero para 19878 esta cifra había ascendió a 56,000. La dirección militar
del ejército también se fortaleció bajo asesoría norteamericana, dándosele ms
responsabilidades al estado mayor, que definía una línea estratégica única.
Finalmente, estados unidos proporciono importantes cantidades de armamento
avanzado, incluyendo helicópteros para el transporte de tropas y aviones
especialmente diseñados para la lucha contrainsurgente.
Por otro lado, Nicaragua y cuba dieron apoyo logístico a la guerrilla salvadoreña,
incluyendo adiestramiento y armamento ligero. Los gobiernos de estos dos países
tenían un especial interés en un triunfo revolucionario en El Salvador, ya que le daría
más fuerza a sus propios gobiernos revolucionarios. Desde la ex Unión soviética y
los países de Europa oriental también legaba ayuda, a través de Nicaragua y Cuba,
aunque algunos envíos de armas se originaban en otros países latinoamericanos.
Esta ayuda era canalizada al Frente Farabundo Martí Para La Liberación Nacional
(FMLN), como se denominó la organización creada en octubre de 1979 con la
participación de los cinco grupos guerrilleros que habían actuado hasta entonces de
manera más o menos independiente: el Ejército Revolucionario Del Pueblo (ERP),
las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), las Fuerzas Armadas de la Resistencia
Nacional (FARN), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos
(PTRC) Y LAS Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del Partido
Comunista de El Salvador. Aunque existía coordinación sobre la estrategia militar,
cada una de las organizaciones tenía su concepción propia acerca de la mejor forma
de proceder.
Con la idea de generar una insurrección popular, el FMLN lanzó una ofensiva
general el 10 de enero de 1981. De acuerdo a sus dirigentes, dicha ofensiva tenía tres
objetivos: la insurrección de las masas y la huelga general; el ataque a los cuarteles
y principales ciudades; y la sublevación de los militares del ejército que apoyaban al
FMLN. También tenía como objetivo lograr una victoria militar antes de la llegada
a la Casa Blanca del presidente electo Reagan.
La lucha armada se desato al menos en ocho departamentos del país: San
Salvador, Santa Ana, Chalatenango, Cabañas, San Vicente, ña Paz, Morazán y
Usulután. Los insurgentes tomaron varios pueblos y barrios obretos, y lograron el
levantamiento del cuartel de Santa Ana; pero en las ciudades los llamdos tanto a la
huelga general como a los levantamientos insurreccionales no tuvieron el éxito
esperado por los dirigentes de la guerrilla. El llamado a la insurrección tuvo más eco
en el campo, porque las bases de apoyo político de ls organizaciones guerrilleras se
convirtieron en frentes de guerra.
La ofensiva general duro aproximadamente diez días, al cabo de los cuales el
FMLN se replegó y la fuerza armada tomo iniciativa, golpeando las bases militares
del FMLN. Si bien la ofensiva no logro el objetivo esperado de insurreccionar a la
población, puso en claro la coordinación y fuerza militar del FMLN. El ejército,
después de este ataque y del repliegue del FMLN, se propuso eliminar a la
insurgencia en seis meses de acuerdo al ministro de defensa de ese entonces.
El inicio de la guerra en gran escala implico la casi completa desarticulación
de las redes de apoyo urbano de la guerrilla. El llamado movimiento de masas, que
en los cinco años anteriores se había desplegado con mucha actividad en forma de
manifestaciones y huelgas, desapareció debido a que la mayoría de sus líderes
fueron eliminados por el ejército, o se marcharon al exterior o al os campamentos de
insurgencia en el campo, sobre todo en Chalatenango, Morazán, y San Vicente.

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