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Serie EL TALLER DEL ESCRITOR Como se-escribe una novela — Leopoldo Brizuela y Edgarda tusso, Cémo se escribe un cuento — Leopoldo Brizuela (Cémo se escribe un poema (Lenguas extranjeras) — Danial Freidenberg y Edgardo Russo ‘Cémo se escribe un poema (Espafol y portugués) — Daniel Freidenberg y Edgardo Russo wthorne * Edgar Allan Poe James * Guy de Maupassant Chéjov + Viadimir Nabokov Franz Kafka » Eudora Welty O'Connor * Juan Rulfo del lector un tinico efecto”, A tal proy dinarse todos ‘Tos elementos del euento —tanto “formales” como “de contenido? Como sefaldbamos més arriba, tal preocupacién por la impre- sién causada en el lector tiene quiz sus mas remotos orfgenes en esa necesidad de conquistar, sea como fuere, un piblico; también los relatos melodramaticos o géticos, y por supuesto los relatos de base religiosa tendian ante todo al efecto que debia producirse en el lector. A conquistarlo. En talmarco, pei un lado, que para di del texto; por otro, que tal partieularidad, lj a consideracion “puramente literaria’ de aabra,lo -atodocuento, Aligualaue Flannery 0) _concepeién de “brevedad” diginas de la obra que isenos destacar solamente dos cosas: por este mismo objetivo va seleccionando los distintos-elementos de, la; obra.que, por. fuerza, nunca serka ingenuo llegue a ser, como lo pretenders del mismo siglo, un “perfecto cuentista” enearard pocos aiios después i ae sobre la huella de su Gustave Flaubert, James; lo sitenemosen cuenta que tal tral ajo Poe e realiza ¢: edentes, comprenderemos atin mejor su condicién de pionero, no sélo de la narrativa contemporanea, sino, también, de Ja critica actual. Y por fin, hemos escogido esta resefia porque Nathaniel Hawthorne es otro de los grandes cuentistas del siglo XIX. Estrictamente contemporaneo de Poe, Hawthorne (1804-1863) ——————— RT 6 se ubica sin embargo en los ant{podas del autor deLoscrimenesde Ja Rue Morgue. Descendiente dela severa burguesia de Salem que hasta poco tiempo atrés solia quemar en la hoguera a cualquier sospechoso de herejia, Hawthorne lleva una vida tranquila,mond- tona, consagradaal trabajo administrativo en reparticiones oficia- les, al arte y a relaciones afectivas sin sobresaltos. Su unico tormento parece ser el de la culpa, un conflicto—como sefiala uno de sus criticos— de cardcter casi atavico, pero también propio de todo eseritor que quiere ampliar sus horizontes en una sociedad reacia a la imaginacién. ‘De profunda cultura, con sélida formacién universitaria, luego de la apresurada publicacién de una primera novela de juventud queno consigue el favor ni del publico ni de los eriticos, Hawthorne se encierra, literalmente, a elaborar una estética, un estilo que sélo mucho tiempo después dard a luz una obra madura: nos referimos, precisamente, a los Relatos dos veces contados cuya aparicién celebra Poe en estas paginas. De todo ese proceso dan cuenta sus euadernos, publicados péstumamente; ellos lo revelan como un intelectual atento, sobre todo, a la deteccién de posibles argumentos para sus relatos, anéedotas e historias de la vida real que, dada su honda raigambre religiosa, tendia a considerar como simbolos. Ejemplar empleado de Aduana, de carrera impoluta y ascen- dente, su vida registra un fugaz viraje cuando, por un brevisimo periodo, reside en Brook Farm, el famoso sitio de experimentacién de los trascendentalistas; a tal corriente filos6fica se adscribe quien se convertira poco después en su esposa, Sofia Peabody, y serfa injusto adjudicar a su influencia muchos de los aspectos de ‘su tematica. Asuregreso de Brook Farm, Hawthorne publica otra coleccién de relatos, Musgos de una vieja rectorta (1846), y més tarde las novelas La letra escarlata (1850) y La casa de los siete tejados (1851). La imagen en la nieve, otra recopilacién de cuentos, aparece en 1851. En 1853, su ex compafiero de escuela y decimo- cuarto presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce lo designa cénsul en Liverpool, cargo que desempefia durante cuatro afios, De esta permanencia en Europa datan su tiltima novela: El fauno de mdrmol (1854) y un libro de impresiones, Nuestro antiguo hogar, que publica a su regreso a la patria: Hawthorne es autor, también, de numerosos voliimenes para nifios. Nathaniel Hawthorne La hondonada de las tres colinas En aquellos antiguos y extra ‘anf rafios tiempos en qu ios ma tenttiosylosdliicedeloslocosseconauabanesitelaschecncantee Previamon a ce erzonae 88 encontraron en un lugar ya una hora Be rostro bol eniabs, Una de elles era una dama de elegante postu Sera Horde aa Palio, contrite y agostado, en lo que habria debido Sie emoern ream stigma; la otra era una anciana Geerépia ue el impo que lavaba envefeciondo pacts oa) dieron cita, ningtin otro , ‘mortal podia verk aizaban, muy cerca unas de otras, y a sue 3 fe otras, y a sus pies, a e las tes slevaciones, se abria una hondonada como’ us nec ee ae Go tal protarnent, teu, de doscientos atrascientos pies de cual au al ins imponente de los codros no habla pooh Verde, ena misma sima de “ ee a la hondonada. Entales, ui soTENE Vast) broizban amano esas fuentes de ends rie a le Y sus infortunados s. aa Poder de ervidores; y a 2 neha or renee any let Se Calobracor ato, o8 la charea, agitando sus pitridas aguas en Ip seats cae in me ‘ito bautismal. La escalofriante: belleza ag S Montes eu oe ceramaba ahora sobre la cma de as tee, colinas, Sltondo de atte abenas as palo resbalaba por sus laderas hagia —Este serd el sito de como Vos lode nuesto agtadable encuontro —jo la anciana—, tal fa vista hac i proper ls lindes de a hondonada, como peneando on Nair cbece ee compcumplido. Pero no era esolo que debia suceder. abéis, soy forastera en esta tierra—declaréalfin—. Elnombre de quienes vivirs smpre, lejos. mi pecho un pesar que no. ya, por siempre, le , lejos. Hay en mi Puedo seguir acarteando, yhe venidohasta ul ber qué han do (qui para saber qué suerte har EY quién hay aqui, en tomo de este verde estang) 7 le verde estanque, capaz de traeros noticias de Vuestros seres queridos desde aquel confin de latierra? —chilld feanciana, eserutando el rostro de la mujer—. No sera de mis labios que scuches tales nuevas; y sin embargo, tened valor, sefiora mia, y antes de quela luz deldiahaya abandonadola cumbre delacolinamés ata, vuestros deseos seran satistechos. “= Haré lo que me piddis, aunque me cueste la vida —rog6 la dama, desesperada. Sentdse la anciana en el tronco del érbol caido, se quité el reboz0 que ocultaba sus mechonescenicientos, yrogéasucompafieraquese acercara. —Hincaos —dijo— y reclinad la frente en mi regazo. Ela vacilé un instante, pero la ansiedad, que durante tanto tiempo la habia atormentady, quemaba ahora en su interior. Cuando se hined, una punta del ruedo de su capa.se hundis en el estanque; reclind la frente en el fegazo de la anciana, y ésta le cubrié el rostro con su manto, dejandola asi eniamas completa oscuridad. Y la dana oyé murmullos y voces deplegaria, y {ue tal su sobresalto que estuvo a punto de incorporarse y hul. —Dejadmeir, dejadme ry ocultarme, que nome vean!—gft6. Perolos recuerdos volieron a sumente, y se llamé a silencio; y permaneci6 quieta como la misma muerte. Poraus era como si otras voces —voces familiares de Ia infancia, voces que no habia podide olvidaralo largo de sus infinites vagabundeos, de todas [as vieisitudes de su corazén y su fortuna—, era como si todas esas voces se fundieran ahora con los acentos de aquella plegaria. En un principio las palabras sonaron débiles e indistintas, nocomose oyen las voces adistancia ‘Sino, mas bien, como las desleidas paginas de un libro que poco a poco empezamos a descifrar gracias a una luz que vamos intensificando poco a poco, Pero de igual modo, a medida que progresaba esa plegaria, las voces iban volviéndose mas fuertes y claras, hasta que por fn el conjuro termind, y la conversacién de un anciano y una dama, quebrantaday decafda como 4l, se hicieron nitidamente audibles para la mujer arrodillada. Sélo que estos forasteros noparecian hallarse en la profunda hondonada entre las colinas. ‘Sus voces resonaban entre los muros de una estancla cuyos postigos chasqueaban en elviento; la vibracién regular de un reloj, el crujido delfuego de un hogar y el chisporrateo de las brasas que caian en la ceniza, vol tan vivida la escena como una pintura ante los ojos, Junto a la melancolia, deunachimenease hallaban estos dosancianos, élealmoy abatido, la mujer inquista y llorosa, y todas sus palabras eran de tristeza. Hablaban de una hija, una vagabunda cuyo paradero ignoraban, que llevaba a las espaldas el estigma de la deshonra y por culpa de quien, hasta el mismo dia de la ‘muerte, la vergiienza y la aficcion acompafarian sus cabezas cenicientas. Aludian también a otra desgracia més reciente, pero de pronto, promediando lacharta, sus voces parecieron fundirse con ellugubre gemido delviento que ‘agitaba las hojas del otofo;y cuando la damaalz6 lavista, alse encontraba alli, de hinojos, en la hondonada de las tres colinas. Solitaria y fatigosa es la vida de aquellos dos ancianos —sefalé la con una sonrisa.

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