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El espejo de Platén
Es en el imaginario manierista donde comienza a des-
vanecerse la distincién, que parecia consagrada por la tra-
dicidn filoséfica (y pictérica) europea, entre el espejo!
engafiador, el espejo que deforma las cosas, mostrandolas
de manera distinta de lo que son, y el espejo sine macula, el
espejo que refleja el modelo en la pureza original de su
luz; espejo que puede ser elevado al rango de simbolo de
la Virgen misma, como en el retrato profano de Las esposos
Arnolfini de Van Eyck; espejo donde sucede que el Nitio
mismo se refleja (como en las pinturas de Nicolas Froment,
1472, en Aix-en-Provence, o de Conrad Witz, 1440, en
Berlin), como para “redimir” a Narciso, esta figura platé-
nico-plotiniano de la Bella Flor, que tantas especulaciones
“filos6ficas” redujeron a un simple perseguidor de im4ge-
nes y de vanos simulacros, olvidado de las cosas reales.
Por un lado, el espejo que encadena a los habitantes de la
Caverna en Ia prisién de las apariencias y de los fantasmas
(el espejo que altera la imagen, y que encontramos tan a
1. Cf. en este mismo trabajo, el capitulo titulado “Narciso o de la
pintura”.menudo en las manos de jovencitas frivolas, como en los
muy célebres cuadros de Hans Baldung Grien), por otro
lado, al contrario, el espejo del Fildsofo, en bisqueda de si
mismo, el espejo que recordamos, espejo de la Anamnesis,
incluso el espejo de Dama Prudencia. Mirfadas de image-
nes, que se inspiran todas en esta distinci6n, a partir de la
cual se ven ordenadas y catalogadas. Ahora, por el contra-
rio, el orden que parecfa ser soberano en el vasto reino de
los espejos se derrumba. En adelante, entre el Filésofo y
su imagen se interpone la vasta extension de la Physis dor-
mida.? Y hacia esta imagen, de la que esta separado, el fil6-
sofo tiende la mano como hacia un espejismo inasequible
(es asi como aparece al fin el Philosoph de Max Klinger -un
speculare, sin duda, pero en adelante irremediablemente
confuso-); por cierto el espejo refleja, pero los horizontes
més lejanos, esos que no podemos reproducir mas que por
aproximacién, melancélicamente conscientes de nuestra
impotencia para aprehenderlos con el ojo del espiritu
(intuere pura mente). Lo que vemos en el espejo son enig-
mas. El espejo, “angel” de la luz y de la verdad, se defor-
mé, se curv6, se quebré, produciendo asi extraordinarias
paradojas. Ahora, todos los espejos tienen una naturaleza
anamérfica.? Ir a su encuentro constituye siempre un deli-
rio, no obstante, los espejos nos asaltan por todas partes.
‘Todas las imagenes, en efecto, tienden a exceder los limi-
2. Una physis que “parece dormir” (Hlderlin, Comme au jour du
repos...), que presiente el porvenir aun cuando esté descansando, cuyo
presentimiento es quietud.
3. Véase a modo de ejemplo el importante grabado de Rembrandt,
Doctor Fausto (1652).
4. CE. J. Baltrusaitis, Anarnorpboses, Paris, 1969, estrechamente li-
gado al trabajo siguiente del mismo autor Le Miroir, Paris, 1978. Estos
textos inspiraron el conjunto de este ensayo.
58tes de la construccién veridica, nos son restituidas como si_
fueran reflejadas por vidrios deformantes. El mundo se
vuelve un juego de espejos, un teatro, donde las corres-
pondencias, las relaciones, que el Jogos dictaba, se quiebran
en mil pedazos, como las coronas de los reyes en el
Trauerspiel. Estos espejos, sus imagenes, afirman asi la va-
nidad y la miseria de la criatura, la vanitas vanitantium,
pero, al afirmar eso, vuelven a ser verdaderos, reflejan de
nuevo la Verdad. Al igual que el Tiempo que, destruyendo
todo, manifiesta la caducidad sustancial de todo.’
Al final, entonces, los espejos no reproducen, no imi-
tan propiamente lo que es, ni engafian propiamente. In-
cluso cuando parecen deformar o delirar, no podemos decir
que estas extrafias criaturas mienten. ;Cémo describir su
esencia?’ A propésito de esto, Platén puede, sin duda, ofre-
cernos algunas preciosas indicaciones.
Al cuestionar la naturaleza de la mimesis, Sécrates en-
cuentra la figura de un maestro absolutamente maravillo-
so (pany theumastén), que es capaz de fabricar lo que
cualquier obrero produce. Como si fuera poco, este ex-
5. Es asi como San Agustin traduce Ja vanitas vanitatum del
Eclesiastés. Entre las incontables imagenes de esta realidad, sin duda
las més conmovedoras, aunque en polos opuestos, en tanto pertenecen
a culturas figurativas de lo més alejadas, La vanidad de Jas cosas terrenas
de Tiziano (aqui la mujer desnuda, sin sombra, que da vuelta hacia
nosotros el espejo, donde se refleja la hiladora inclinada, es Veritas), y
El pintor y su mujer de Furtenagel (donde, sobre el espejo convexo, se
refleja el ser mortal de los dos personajes, que sus rasgos expresan cons-
ciente y dolorosamente).
6. Es el tema de la Veritas filia Temporis, que Goya retoma en uno de
sus eélebres bocetos. Cf. mi trabajo Zeit ohne Kronos, Klangenfurt, 1986,
pp. 15-26.
7. COmo no pensar en la célebre cita de Rilke: “Spiegel: noch nie hat
man wissend beschretben was ibr in euren wesen seid...”?
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