You are on page 1of 6
36 1, APROXIMACION AL VALLE ADRIANO (GONZALEZ Leon — Ww EXoRcIsMO CONTRA LA DESTRUCCION, 1981 Hace mucho tiempo, este valle tenia nombre de pajaro. Toro- mayma decia un canto enredado entre neblinas, toromayma desa- taba colores sobre la tierra y venia desde el enorme cerro una emocion de hojas y verdores. Guaraira Repano liamaban la mon- tafia y las gentes corrian desnudas, Ilenas de una felicidad indes- criptible, por pajonales y quebradas, esperando todos los soles que deberian salir, bajo el anuncio jumbroso de las estrellas que los ensefiaban a ser. Cada fruta era una promesa del cielo. Cada rama, un luminoso acontecer. Entre lagartijas y nidos, venados que miraban muy dulcemente cuando comenzaba la tarde, alguna serpiente llena de magia para dejar su muda en el verano, crecie- ron ellos, los antepasados, los grandes, los que tenjan el secreto y se alimentaban de una fecunda raiz: caracara. Era la tierra toda. Caracara era e! amor naciente. Caracara para todos los vientos y caminos. Caracara... Caracas... para guardar un remanso y un eli- ma de muchos afios, con sonidos y fuentes, con otros pajaros ben- ditos, pero sin dioses, en la soledad mas espectacular, en el en- frentamiento mAs Unico, porque teques y mariches solo confiaron, en si mismos, se enfrentaron, solitos, a la intemperie, los aguace- ros y las sombras. No existe ningtin testimonio de que haya habi- do alguna creencia, alguna marca del mas alla, alguin reflejo ritual para contener las acechanzas del tiempo y de la muerte. Contra las tistezas, solo existia el coraje. Contra las malas semblanzas de la tierra y la posible llegada de los demonios, los hombres con resi- nas, tinicamente Ilenos de ramas y sonidos, con sus fotutos, sus chirimias y sus flautas de bambu. Dice don Juan de Pimentel que se pintaban de arriba para abajo, todo de colorado y sus cabezas tenian formas de papagayos y de liebres. Es verdad. Enfrentaban al mundo y sus torpezas desde la mas absoluta soledad. Miraban: y el aire se hacia denso. Silbaban: y comenzaba a crecer una can- cién entre los juncos y las hendiduras de la montafia. Se movian: y alli estaba un rio reflejandolos, con muchos juncos, lamado Guai- re, repartiendo el candor de los bosques. En jos claros de la mon- tafia, sin mAs tesoro que su propio corazén, estaban ellos, los an- 37 38 tepasados, los abuelos de mil y diez mil lunas, los que miraban el cielo y solo lo herian con su ardorosa invenc 'n Hegados, Con asombro, con ganas de n. Asi recibieron a los reci maultipticar el amor. Hubo contiendas, dificultades, mal entendidos, horrores y sacrificios. Fajardo, Juan Rodriguez Sudrez, Diego de 1.0- sada, se Ilamaban los jefes. Entre sangre y dolor se fue asentando la vida. Poco a poco, con palmas y bahareques, cuarenta vecindades y una plaza mayor, la ciudad comenz6 a andar. Mezclada. revuelta, imprecisa, loca, como ha sido hasta hoy. Azorada por las pestes ylas plagas. Codicia de traficantes. Lugar de pleitos entre yobernadores y obispos. Pero cra [a ciudad y alli estaba uncida ya esa trabazdn de afectos y proezas, esa grandeza de dnimo y, sobre todo, el humor. La locura, ganando todas las distancias, la bohemia wepada a lo més alto del alma: a solo doce afios de fundada, un informe del gO- bernader dice que /os males mds frecuentes son el catarro y el ro- madizo y este transférmaseles en dolor de costa por la mala cos- tumbre que tienen de batiarse todos los dias y por lo mucho que beben en sus borracheras. Locura, fiesta, amor, largas empresas contra piratas asaltantes, inaudito valor contra las calamidades, invencién de un honor que nos llena de honor como aquel viejo Hamado Alonso Andrea de Le- desma que solo, en su caballo mas viejo que él, enfrent6 a los inva- sores que avanzaban a la ciudad, los desafid, les dijo que este valle era nuestro para siempre. Le pidieron que desistiera y él sin embar- go avanz6 con su lanza. ‘Tuvieron que matarlo. Pero Amias Preston y sus hombres reconocieron la hidalgufa. Levantaron su cuerpo y le rindieron todos los homenajes que usaba la milicia. Después, en la noche, encendieron grandes fogatas. El Avila se lend de reflejos y cantaron canciones escocesas en su honor, Pas6 el tiempo y el valle prodigioso siguié dando pruebas de su implacable poesia. Contra todas las posibles semblanzas del desastre, elafecto y el denuedo. Contra todas las pesadumbres, los proyectos de la imaginacion. Un gran loco llamado Sim6n José de la Trinidad Boli- var Palacios desparrams la ciudad por medio continente y alli estén sus palabras oponiéndose a las inconsecuencias de la naturaleza, Aqui estamos nosotros hoy, rescatando la herencia de los toro- maymas, los teques, los mariches. Rescatando la herencia de Losa- da, fornidos en la memoria de Alonso Andrea de Ledesma, como pajaros que se entristecen en la Plaza Mayor con los despojos de Jo- sé Maria Espana, cancioneros y miisicos bajo los cafetales de Cha- cao, para que el valle siga por los siglos de los siglos.

You might also like