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Sánchez García Carolina

Literatura siglos XVII y XVIII


Letras modernas francesas

…y pintora si quiero

Sor Juana Inés de la Cruz, nunca sobra decirlo la décima musa, en sus obras poéticas
Lámina sirva al cielo el retrato y El pintar de Lisarda la belleza hace un retrato, pinta
con palabras, la principal diferencia entre ambos poemas es el papel que Sor Juana
toma, pues en el primero el objetivo es sólo la referencia pictórica, claro con los
elementos barrocos pertinentes, el uso de metáforas, las referencias a las figuras
grecolatinas y a las judeocristianas. Y en el segundo, parece ser una figura ensayística,
la autora toma la palabra dentro de su obra, y narra su sentir, la descripción va más allá
del retrato a Lisarda; pienso en el Arte Nuevo de Hacer Comedias de Lope de Vega,
pues se manifiesta una posición ante la autoridad y las figuras represivas y un sarcasmo
descarado a la vez que cumple con el cometido de hacer un retrato.
En el retrato de Lísida, se percibe la familiaridad y el alto grado de intimidad,
casi se puede tocar, la figura y el ser de Lísida se revelan; su luz: “Lísida de tu angélica
forma” (verso 2), sus dimensiones “Bósforo estrechez de tu cintura” (v. 49), a la vez
que le da vida, pues a cada parte de su ser se le da la vida, la voz poética (porque en
este caso Sor Juana no se coloca en el poema de forma explícita) le habla en segunda
persona y le da vida: “Cárceles tu madeja fábrica” (v. 5), “no en tu frente se oculta” (v.
11), “cándidos tus dos brazos, provocan/Tántalos, los deseos ayunos: míseros, sientes
frutas y odas” (vv 42-44). La descripción es insinuativa, las formas de Lísida tienen
reacciones, es como si estuviera constantemente floreciendo en una eterna primavera,
el candor de su juventud no se apaga ni se revela por completo, pues, aunque sabemos
que es un ser de luz, es un ser misterioso, es una figura incluso mítica, que con las
figura de “los jardines de Venus” (v. 37) o “móviles pequeños tus plantas,/ sólidos
pavimentos ignoran” (vv. 57-58) es casi un ser místico, y después del aura de misterio
la voz poética concluye al decir “Índices de tu rara hermosura/ rústicas estas líneas son
cortas;/ cítara solamente de Apolo,/ méritos cante tuyos, sonora.” (vv. 65-68), como
diciendo que ya es incapaz de producir más palabras que se acerquen a describir tal ser
y que sólo un Dios podría lograr tal hazaña.
En cambio, en el retrato de Lisarda, hay un gran previo a la descripción en sí,
es un mero pretexto, además de que el poema está escrito en primera persona, creo que
es fácil posicionar cronológicamente este retrato posterior al otro que tiene un estilo
más clasicista, y éste deja ver a una Sor Juana tanto barroca como ilustrada, barroca
por sus preocupaciones, hay menciones al tiempo que se acaba: “ya del tiempo
marchitos” (v. 81) y a la falsedad que la rodea, es más, ni siquiera reconoce a Lisarda:
“No sé quién es Lisarda, les prometo;/ que mi atención sencilla,/ pintarla prometió, no
definilla” (vv. 141-141), hay un desinterés total en el tema “principal”, pero a la manera
de quien ya no teme y sabe que lo puede hacer o una persona que ya está cansada. El
motivo de la pasión de Sor Juana reaparece, pero ahora lo ejemplifica con la forma del
demonio, la tentación, un castigo, es una obra mucho más íntima. El retrato es más un
espejo a la autora, que sabe que ya hay expectativas sobre ella, y a la vez aprovecha
para condenar a los que se encargan de censurar lo que no conocen.
Aún así, los rasgos que describe de Lisarda en un principio son los mismos que
los de Lísida, sólo que sin lo místico, ya no es un ser mágico, es carne y hueso, y
próximamente no será nada, esta desintegración del ser será una característica del
periodo, como efecto lógico a la nueva dimensión del Universo. La sensación del vacío
aumenta así como el absurdo y este conflicto se ve en más de un artista, como las
Meninas de Velázquez, la obra ficticia se ve irrumpida por las preocupaciones o la
inquietud del artista, y en una poeta que claramente no pone las palabras al azar y
muchas veces su poesía era fruto de su obsesión es extraño y hasta ambiguo, y alejando
la vista un poco es cuando adquiere sentido que este retrato diste tanto del anterior. Por
ejemplo en el que se crea un aire de fantasía el poema dice: “Círculo dividido en dos
arcos./ Pérsica forman lid belicosa; áspides que por flechas disparan, víboras de
halagüeña ponzoña” (vv- 13-15) y en el otro: “En fin, ya con ser arcos se han salido;/
mas, ¿qué piensan que digo de Cupido/ o el que es la paz del día?/ Pues no son sino de
una cañería/por donde encaña agua a su enojos/ por más señan, que tiene allí dos ojos.”
(vv. 215-220).
La intención cambia, es evidente, hay cierta rendición, mientras antes sólo
Apolo podría describir la belleza, ahora que “Apolo me defiende de sí mismo” (v. 236),
hay una total falta de control, el metro se ve modificado, así como la rima, ya no son
décimas, es un ovillejo. De alguna manera es mucho más cercano a lo que se esperaría
del arte cómo se entiende en su sentido innovador, creativo. En algún punto Sor Juana
se queja de su época y voltea al pasado bajo justificación de que era mejor, o había más
creatividad, es una mirada nostálgica y que en realidad es bastante común, la
idealización del pasado. Sólo que sorprende porque ella se manifiesta cansada y
rendida, no es que ya no quiera aprender, aunque no lo expresa, sino que desde esa
posición de seguridad puede ser más sincera y decir: “si yo pinto zarca su hermosura,
/dará Lisarda al diablo la pintura/ y me dirá que sólo algún demonio/levantara tan falso
testimonio” (vv. 207-210), también por eso funciona la figura del pintor, porque su fin
es adornar y no necesariamente expresar, o crear, es un trabajo más que vocación
viéndolo desde ese punto de vista. Entonces Sor Juana se pone en una posición de ser
que blasfema, que apuesta, que reta, no es más quien debe acatar las órdenes y no
porque ella pueda dictarlas o eximirse sino que ya no hay nada que perder, por el
principio de que no hay nada en ese mundo de falsedades.

No anden acomodando la belleza


Y pensando que pintan en los cielos
-Sor Juana Inés de la Cruz
Bibliografía

de la Cruz, Sor Juana. Poesía, teatro y prosa, Porrúa, 2000.

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