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Libro VI de República
El contexto general de este libro se relaciona con la tesis según la cual a los verdaderos
filósofos les corresponde gobernar en un Estado justo. Para ello es preciso determinar
cuáles son las cualidades del auténtico filósofo y en qué consiste el conocimiento de la
realidad más eminente.
Ante todo, Platón intenta, al comienzo del libro, discernir la naturaleza del filósofo de
la del que no lo es. En efecto, una primera determinación es que se trata de aquellas
personas que pueden alcanzar lo que se comporta siempre e idénticamente del mismo
modo. Ello a diferencia de los no-filósofos, que deambulan en la multiplicidad
abigarrada (Platón, Diálogos IV, trad. de Conrado Eggers Lan, Ed. Gredos, Madrid,
2003, p. 295; 484b).
Texto n° 1
“Pues bien, ¿crees que difieren en algo de los ciegos los que están realmente privados
del conocimiento de lo que es cada cosa, y no tienen en el alma un paradigma
manifiesto, ni son capaces, como el pintor, de dirigir la mirada hacia lo más verdadero
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y, remitiéndose a ello sin cesar, contemplarlo con la mayor precisión posible, de modo
de implantar también aquí las reglas concernientes a lo bello, a lo justo, a lo bueno…?
(484c-d; p. 296).
Por otra parte, en lo concerniente al objeto de que se ocupan los filósofos, Platón
señala que ellos (a) aman aquel estudio que les hace patente la realidad siempre existente
y que no deambula sometida a la generación y a la corrupción; y (b) los filósofos aman
dicha realidad siempre existente íntegra, sin rechazar parte alguna de ella, sea pequeña o
grande, más honorable o más despreciable (485b; pp. 296-297).
En lo que sigue, el texto menciona una serie de cualidades propias del filósofo:
― está inclinado a la verdad. Pues la sabiduría está emparentada con la verdad (485c;
p. 297);
― respecto de la naturaleza del filósofo, el autor destaca que sus deseos conciernen al
placer del alma misma y por sí misma, pero no a los placeres corporales ni tampoco a
las riquezas (485e ― 486a, p. 298);
― asimismo, el filósofo no considera que la muerte sea algo temible (=no es cobarde,
pues no teme a la muerte) (486b; p. 298);
― el alma del filósofo es justa y mansa, pero no insociable ni salvaje (286b; p. 299);
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― es una persona dotada de buena memoria, pues es capaz de retener lo que aprendió
(486d, p. 299);
Texto n° 2
“¿Has de censurar entonces a una ocupación que no se puede practicar como es debido
si no se está por naturaleza dotado de memoria, facilidad para aprender, grandeza de
espíritu y de gracia y no se es amigo y congénere de la verdad, de la justicia, de la
valentía y de la moderación? ―No, ni Momo censuraría algo por el estilo” (487a.
Pasajes paralelos: p. 305; 310; 324).
Debe tenerse presente lo señalado a propósito del canon de virtudes en Sócrates. De las
cinco mencionadas, aquí aparecen cuatro: valentía, moderación, justicia y sabiduría (solo
falta, piedad). Ahora bien, además de estas virtudes morales, para ser verdadero filósofo
se requiere de virtudes intelectuales, como la buena memoria y la facilidad de aprender.
Pues bien, el diálogo continúa con la intervención de Adimanto; en este marco Platón
expone su conocida tesis acerca del gobierno de los filósofos:
Texto n° 3
“Fue esto lo que teníamos a la vista y preveíamos cuando dijimos, aunque no sin temor
y forzados por la verdad, que ningún Estado, ninguna constitución política, ni siquiera
un hombre, pueden alguna vez llegar a ser perfectos, antes de que estos pocos filósofos,
que ahora son considerados no malvados pero sí inútiles, por un golpe de fortuna sean
obligados, quiéranlo o no, a encargarse del Estado, y el Estado obligado a obedecerles;
o bien antes de que un verdadero amor por la verdadera filosofía se encienda, por
alguna inspiración divina, en los hijos de los que ahora gobiernan o en éstos mismos.
Que la realización de una de estas dos cosas, o de las dos, sea imposible, afirmo que no
hay razón para suponerlo; pues si fuera así, estaríamos haciendo justamente el ridículo,
por estar construyendo castillos en el aire. ¿No es así? ―Sí” (499b-c; p. 318).
Platón insiste en que la naturaleza filosófica se da en pocas personas; las demás, presas
de la multiplicidad cambiante, han de obedecer a los mejores, pero no a unos intrusos
que han irrumpido en la filosofía y la han desordenado (500b; p. 319).
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Texto n° 4
“Sin duda, Adimanto, cuando se tiene verdaderamente dirigido el pensamiento hacia las
cosas que son, no queda tiempo para descender la mirada hacia los asuntos humanos y
ponerse en ellos a pelear, colmado de envidia y hostilidad; sino que mirando y
contemplando las cosas que están bien dispuestas y se comportan siempre del mismo
modo, sin sufrir ni cometer injusticia unas a otras, conservándose todas en orden y
conforme a la razón, tal hombre las imita y se asemeja a ellas al máximo. […] Entonces,
en cuanto el filósofo convive con lo que es divino y ordenado se vuelve él mismo
ordenado y divino, en la medida que esto es posible al hombre” (500b-d; p. 319-320).