Comedia del horror de FranciaAquel dia, si mal no recuerdo, fue el dia del eclip-
se. Nosotros, los amigos de Roger Bolamba, nos ha-
bfamos acomodado en la fuente de soda La Vecindad
del Sol, que estd 0 estaba en la curva del paseo mari-
timo, oficialmente conocido en ese tramo con el nom-
bre de avenida Coronel Goffin. Mientras esperaba-
mos el espectdculo del eclipse hablabamos de poesia
y politica, que era, por lo demas, de lo que siempre
ventana que da al acantilado, que no era la mejor
mesa del local, pero que tampoco estaba mal. Si bien
es cierto que los camareros apenas nos prestaban
atencién y nos servian de los uiltimos, Bolamba pre-
sidfa la mesa con su habitual dignidad y nosotros,
que entonces éramos jévenes ¢ inexpertos, nos sen-
tiamos como principes.
Junto a nuestra mesa habia un tipo vestido con
una americana de algodén, de color blanco, una ca-
misa negra y una corbata rojo sangre. El tipo era gran-
de, por lo menos de un metro noventa, y bebia ron
con Guyanita-Cola. Lo acompafiaban dos mujeres,
una mayor de edad, que miraba para todos lados,
como si el ambiente festivo que flotaba en La Vecin-
dad del Sol la asustara, y otra muy joven, que de tanto
en tanto se acurrucaba en el pecho del hombre elegan-
te y le susurraba palabras que no llegué a inteligir.
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