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(Teórico 1)
La revolución inglesa: período que duró casi 100 años (se produjo en el siglo XVII: 1688). Esta fue un
proceso de transformación que concluyó con la consolidación de un modelo político característico: la
monarquía parlamentaria.
Durante los siglos XIV y XV Inglaterra asistió a una serie de transformaciones económicas. Un grupo
social que adquirió gran importancia fue la burguesía rural.
Marco del sistema político: monarquía acompañada de dos cámaras legislativas Cámara de los
Lores; compuesta por aristócratas ingleses cuya función era asesorar al rey en su política interna y externa,
y actuar como máximo tribunal de justicia, y Cámara de los Comunes; compuesta de nobles y plebeyos,
función de aprobar o denegar nuevos impuestos y proponer sanciones de nuevas leyes. A esta se accedía
por elección pagando un determinado nivel de impuestos, lo que se llamó VOTO CENSATARIO. Por esta
razón, la enorme mayoría de la población estaba privada de la capacidad de sufragar, a la que solo accedían
la nobleza y la burguesía más adinerada y exitosa.
El rey Carlos I intentó aumentar sus atribuciones hasta que pretendió imponer nuevos impuestos
sin consultarlo a las Cámaras. Fue derrocado y ejecutado en 1640. Durante veinte años la monarquía
inglesa se disolvió y se formó una república conducida por Oliverio Cromwell, proveniente de la burguesía.
A su muerte, aristocracia y burguesía acordaron reinstaurar la monarquía e instalar a Carlos II como nuevo
rey, quien también insistió con el proyecto absolutista, pero la revolución de 1688 acabo definitivamente
con las pretensiones de los reyes (a la Revolución se la llamó Gloriosa porque consiguió implementarse sin
derramamiento de sangre). Una vez derrocado el monarca se decidió instalar en el trono ingles a Guillermo
de Orange (Guillermo III), príncipe holandés que además estaba casado con la hija de Jacobo II (uno de los
reyes anteriores). La razón fue que como tenía una familia prestigiosa ameritaba designarlo como monarca
pero al ser extranjero no tenía apoyos significativos dentro del territorio inglés, por lo cual para poder
gobernar debería apoyarse en el Parlamento. Con esta revolución nació el nuevo tipo de modelo político
donde el punto central del proceso de toma de decisiones políticas e institucionales se desplazaba de la
monarquía al parlamento.
Lo que la burguesía había estado buscando en toda Europa era acabar con la monarquía y con los
privilegios que la sociedad nobiliaria asignaba a los aristócratas. Su argumento principal era que en
la sociedad existía un estamento productivo y otros dos que vivían a expensas de ella: la
aristocracia y el clero.
Los modelos de la monarquía absoluta y la parlamentaria tuvieron como principales publicistas en
Inglaterra a dos filósofos políticos: Hobbes y Locke. El primero sostenía que como el estado natural del
hombre es ser caótico, para mantenerse en orden necesita de un Estado que garantice la vida y además lo
material. Se pensaba en el hombre en sentido burgués, como propietario, ya que lo fundamental era que se
brindara esa libertad del hombre como propietario y el rey debería evitar su arrebato. Este poder era
producto de un proceso en el que uno solo había conseguido someter a todos. Además, otro concepto
clave es el de guerra civil: cuando una sociedad ha salido del caos inicial, se ha organizado y ha formado un
Estado que luego ha ido abandonando las funciones que tenía que cumplir es necesario una guerra civil que
lo destituya, ya que se trata de un Estado que no cumple y no garantiza los derechos que debe garantizar y
al mismo tiempo es un estorbo porque toma decisiones que benefician a los amigos del poder perjudicando
al resto de la sociedad. Por otra parte, Locke planteó principalmente que era muy importante que en una
sociedad estuvieran separados el Poder Legislativo y el Ejecutivo. Además, afirmaba que la soberanía
política no residía en el monarca sino en la sociedad, es decir borraba esta idea de que el poder del
monarca es otorgado por Dios sino que lo que le da legitimidad es el pueblo. Como Hobbes, Locke también
sostenía que la sociedad había surgido de un caos al que ambos definían con el nombre de Estado de
Naturaleza, pero la diferencia es que Locke decía que dentro de ese caos los individuos había ido
organizándose hasta firmar un primer contrato que dio origen a la sociedad, que lo denomina “pacto
originario”. En un segundo momento la sociedad firmaría un segundo contrato con un individuo (el
monarca) encargándole el ejercicio de las funciones del gobierno, subordinado al interés común. A este lo
llamó “pacto de sujeción”. Si el monarca no propiciaba el bienestar general y no gobernaba en beneficio de
la sociedad, ésta tenía el derecho de rebelión.
La revolución norteamericana: en el territorio norteamericano había 13 colonias que tenían un
autogobierno, es decir que cada comunidad elegía sus propias autoridades. Estaban obligados a aceptar la
autoridad del rey y del parlamento y a pagar impuestos.
Los colonos ingleses que se establecieron en América del norte pertenecían a dos grupos sociales
diferenciados: el sur, se trataba de aristócratas segundones que no tenían mayores perspectivas de éxito
económico en las propias islas británicas y las colonias del norte estaban habitadas por comunidades
perseguidas en Europa por cuestiones religiosos o políticas, que residían allí solo porque tenían la
posibilidad de ser libres.
En 1756-1763 Inglaterra y Francia se enfrentaron en la guerra de los siete años en la que Francia
debió pedir la paz y por lo que perdió los territorios en América del norte, entregándoselos a los ingleses.
Como estos temían que la guerra se reiniciara en caso de que los franceses quisieran recuperar sus colonias
perdidas, el gobierno inglés decidió armar un ejército para defender sus dominios en América del Norte,
asignando el costo de su formación y mantenimiento a la población ya que el objetivo era garantizar su
seguridad. Los colonos lo veían muy diferente, ya que consideraban que estaban sufriendo las
consecuencias de una guerra que no había sido impulsada por ellos sino por la metrópoli inglesa, por lo que
creían que quien debía hacerse cargo de los costos eran estos últimos. Por estos motivos los colonos se
negaron a la suba de los impuestos.
Esta disputa política se produjo porque los miembros de las colonias eran personas que tenían una
experiencia intelectual, política y religiosa muy particular, y advertían que se les presentaba la oportunidad
de superar su situación colonial. La revolución norteamericana no fue revolucionaria en sus orígenes sino
que los norteamericanos llegaron a la revolución por la puerta de los hechos. En realidad los
norteamericanos no buscaban la revolución, querían conservar los derechos que ya tenían y además ganar
otros, pero en principio no querían dejar de formar parte del más importante imperio que existía en ese
momento en el mundo (Inglaterra) porque aparte sabían que no tenían forma de hacerle frente a la flota
inglesa ni a sus ejércitos. Solo estaban obligados a aceptar la autoridad del rey y a pagar impuestos. Pero
una cosa era pagar impuestos instaurados desde el principio y otra muy diferente era que se agregaran
más. Y para oponerse a estos impuestos utilizaron algunos argumentos de los planteos de Locke y
pretendían que la burguesía norteamericana tuviera miembros en el parlamento del mismo modo que
ocurría en Inglaterra.
Como desde la metrópoli no cedieron, las colonias decidieron formar su propio ejército.
Norteamérica era una sociedad pequeña y marginal que declaró su independencia en 1776 desafiando a la
principal potencia marítima y militar del mundo. Para sobrellevar esa situación un conjunto de naciones
que habían sido derrotadas en el pasado por Inglaterra, vinieron en su ayuda. Finalmente Inglaterra decidió
dar un paso al costado.
Los norteamericanos organizaron su propio régimen, el cual es similar al de la actualidad: un
presidente y dos cámaras, una de Senadores y otra de representantes o Diputados. Esto se iba a completar
en 1826 con la sanción del sufragio universal. En síntesis, el resultado de este proceso expresa la
consolidación de una sociedad muy moderna que se había desarrollado en el marco de una situación
colonial y que, en condiciones históricas adecuadas, consiguió traducir en acto todas sus potencialidades.
La revolución francesa: esta fue importante por el conjunto de valores que triunfaron con ella:
libertad, igualdad y fraternidad.
Los Estados Generales eran convocados por el monarca cuando había situaciones de gravedad
nacional. Había una sociedad estamental que participaba de ellos: primer estamentoel clero, segundo
nobleza y tercero el Tercer Estado (campesinos, burgueses y artesanos que pagaban impuestos).
El monarca francés convoco a los Estados Generales en 1788 porque Francia se encontraba en una
situación económica caótica. Un siglo atrás Luis XIV había llevado adelante un proyecto que incluía la
realización de obras monumentales como por ejemplo la construcción del Palacio de Versalles. Este
proyecto permitió consolidar el absolutismo en Francia pero su financiamiento se volvió muy problemático.
Con el paso del tiempo quienes debieron financiarlo fueron los miembros del Tercer Estado a través del
pago de elevados impuestos y como esto no alcanzaba los reyes debieron endeudarse y mantenerse en un
estado de guerra casi permanente con el fin de apropiarse de nuevos recursos que igualmente siempre
resultaban insuficientes. Por este motivo fue que se convocó a Estado Generales para votar nuevos
impuestos que restablecieran los problemas del país. En estas convocatorias, los estamentos emitían un
voto sin importar la cantidad de representantes que haya en cada uno de ellos y luego se tomaba la
decisión por simple mayoría de votos. El Tercer Estado respondió a la convocatoria pero sus representantes
anunciaron que no se reunirían como Estados Generales ya que se iban fijar impuestos que iban a pagar
ellos. Por eso anunciaron que sesionarían bajo la forma de Asamblea Nacional. En esta los representantes
de los tres estamentos eran convocados a sesionar en conjunto para resolver cuestiones apremiantes,
obviando las diferencias de estatus nobiliario. En este caso el voto de cada persona valía igual. Como el
Tercer Estado tenía mucho más representantes que los otros dos, sus miembros estaban seguros de poder
imponer sus posiciones en una Asamblea Nacional.
Quienes participaban de la reunión de los Estados Generales solo podían votar por si o no a la
moción que presentaba el rey. En cambio en la Asamblea Nacional se podía tratar cualquier tema, es por
eso que lo que el Tercer Estado planteo, y logro imponer, fue el tratamiento de un nuevo contrato social,
de una Constitución, que sanciono la instauración de una monarquía parlamentaria, el sufragio universal,
la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, garantizo los derechos de tránsito, de propiedad,
de libre comercio y de libertad de pensamiento y expresión. Más tarde la Asamblea dispuso impuestos a los
nobles, abolió las obligaciones que los plebeyos debían cumplir con los nobles y se expropiaron las tierras
de la Iglesia.
La gestión de la Asamblea fue realmente revolucionaria, porque planteaba además la idea de
libertad e igualdad, la idea de fraternidad. Esta última implicaba que el primer deber del hombre no era con
su rey sino con la especie humana.
En la sociedad francesa comenzaron a aparecer diferentes posturas: los sectores populares
urbanos, los pobres, los artesanos, la burguesía y algunos campesinos enriquecidos respaldaron la acción
revolucionaria de la Asamblea Nacional; mientras que las poblaciones campesinas más tradicionales y
menos dispuestas a asimilar las transformaciones tendieron a resistir la revolución y a fortalecer su
solidaridad con las aristocracias de cada lugar.
EVENTOS IMPORTANTES: *Toma de la Bastilla el pueblo de París tomó la prisión estatal donde
estaban alojados los opositores políticos y los puso en libertad. * “Gran miedo” propietarios campesinos
y pobres comenzaron a atacar castillos de la nobleza a los que culpaban de ser causantes de su miseria.
Eran jacqueries: formas de violencia primitiva producto de una situación de extrema miseria que no tenía
objetivos políticos por detrás. *Formación de clubes y asociaciones por barrio esto ocurre en las
ciudades.
Hay quienes dicen que el rey Luis XVI agobiado de los avances de la Asamblea -lo cual reflejaba una
progresiva disolución de los regímenes monárquicos- decidió escapar cuando el cochero que lo trasladaba
se dio cuenta de que era él y lo delató. Luego de esto, fue tomado prisionero y ejecutado junto a su esposa
María Antonieta. Esto revela también un fuerte respaldo popular a la revolución.
Dentro de la Asamblea Nacional se formaron tres grupos: los girondinos y los feuillants que estaban
constituidos por sectores burgueses muy moderados (más moderados los primeros que los segundos), cuyo
objetivo era construir una monarquía parlamentaria y obtener algunos avances significativos en materia de
derechos civiles y políticos; y los jacobinos que querían mejorar la condición de los sectores más pobres e
imponer sanciones más drásticas.
La revolución francesa atraviesa etapas:
I. 1789-1792: etapa reformista dominada por sectores girondinos y feuillants donde se proclamo la
monarquía constitucional con voto censatario y la ampliación del sufragio.
II. Los jacobinos sellaron una alianza con los sectores populares (llamados sans-culottes). Estos
organizaron ejércitos de voluntarios para evitar la derrota. También crearon tribunales que se
encargaban de juzgar a individuos acusados de reaccionarios otorgando penas de muerte. Otra
institución característica de esta etapa fue el Comité de Salvación Nacional, que impuso
mecanismos de gobierno basados en la toma de decisiones rápidas y el ejercicio de la violencia.
De esta manera, una sociedad que hasta tres años antes había sido monárquica, estamental y se
caracterizaba por los privilegios de la nobleza y el clero, fue reemplazada por otra crecientemente
igualitaria, donde se implementó el sufragio universal mucho antes que en el resto del mundo.
Los jacobinos terminaron su alianza con los sans-culottes por una serie de conflictos de naturaleza
social y económica, por lo que recortaron el derecho al sufragio y trataron de concentrar cada vez
más las decisiones. Fue entonces que ocurrieron las primeras rebeliones entre el régimen y los
sans-culottes, quienes en 1794 concretaron finalmente un golpe de Estado.
III. Los sans-culottes impusieron un nuevo régimen, el Directorio, que concentro la capacidad de
decisión en el poder ejecutivo.
El fin de la alianza entre estos dos grupos había significado el fracaso de los mecanismos de gobierno
asociados con la democracia directa, razón por la cual las autoridades no se toparon con resistencias para
restringir aún más el derecho a sufragar, acotándolo a una base censataria muy elevada de la sociedad.
Entre 1794 y 1799 emergió el liderazgo de Napoleón, quien en ese momento era un oficial procedente
de la pequeña burguesía campesina. En 1799 Bonaparte liquidó el Directorio organizando un golpe de
Estado. El Directorio pasa a llamarse Consulado, conformado por tres cónsules: el primero de ellos era
Napoleón, quien en realidad ejerció ya desde ese momento una autoridad incuestionada. Bajo la
conducción de él, los ejércitos revolucionarios pasaron a expandirse por gran parte de Europa; y en 1804
consiguió ser nombrado emperador por el Papa. (Primer Imperio, entonces: 1799/1815).
A modo de resumen, en las primeras etapas de la R. francesa, los girondinos intentaron presentarse
como la cara visible de la revolución, y lo mismo pretendieron hacer los jacobinos en su momento,
ofreciendo una versión más radicalizada. Finalmente la alta burguesía se consolidó como el grupo social
vencedor del proceso revolucionario, aunque debiera someterse a las órdenes de Bonaparte. Es que para la
gran burguesía lo que importaba en realidad era contar con un sólido gobierno que les garantizara sus
intereses e impusiera orden sobre el resto de la sociedad. No les interesaba si para esto debían respaldar a
un monarca, un emperador o cualquier otro tipo de figura política en tanto tuvieran sus libertades, el
derecho de propiedad, el sufragio censatario y claro, la desaparición de los privilegios de los nobles.
Lo que ocurre que triunfa el Imperio es que en el imaginario se va a asociar a la República con el
TERROR, con el temor a la participación de los sectores de masa.
Por un lado la revolución difundía un mensaje de libertad, igualdad y respeto por las libertades
burguesas, que le permitió ser calificada como progresista por los grupos burgueses de las nuevas regiones
en las que hacia pie y por los intelectuales que adherían al liberalismo; por otra lado las respuestas políticas
que elaboraba Napoleón reconocían una matriz monárquica y reaccionario que en varios aspectos permitía
rememorar los tiempos del antiguo régimen.
La expansión de Napoleón Bonaparte por el resto de Europa hizo que las autoridades de Rusia, Prusia e
Inglaterra celebraran una alianza para enfrentarlo. En 1812, el emperador francés intentó atacar Rusia sin
haber consolidado su dominio sobre Europa occidental, pero sus tropas debieron afrontar solas el frío del
invierno ruso y el hambre, por lo que finalmente fueron liquidadas. La guerra se incrementó y en 1814 se
produjo la primera destitución de Napoleón. Sin embargo, este consiguió escapar de su prisión y retornó a
París donde gobernó por 100 días. En 1815 fue derrotado en forma definitiva en Waterloo y confinado
hasta su muerte en una isla del Mediterráneo. Con su caída se cerraba la tercera etapa de la Revolución
Francesa.
El punto de encuentro entre los tres procesos estudiados es el inicio y la creación de un poder burgués.
(1815/1830: Restauración de los borbones. 1830/1848: revolución de julio- Luis Felipe de Orleans.
1848/1851: segunda república. 1851/1870: segundo Imperio- Luis Napoleón. 1870/1871: gobierno de la
Comuna. 1871/1940: tercera república.)
Liberalismo: concepción de estado, comprendido por el ámbito exclusivo de la política con poderes y
funciones limitados y que cuenta con el monopolio legítimo de la coerción sobre un territorio dado.
Democracia: Tiene un significado jurídico-institucional (aquella en la cual el poder no está en manos de
uno o de unos pocos, sino de la mayor parte) y otro ético (alude a la idea de igualdad).
Tres momentos dentro del pensamiento liberal clásico:
I. Burguesía comercial en ascenso necesitó de un soberano poderoso, absoluto, capaz de garantizar
la propiedad privada, fijar barreras arancelarias proteccionistas y consolidar el mercado interno. A
esta etapa le corresponde el pensamiento de Jean Boddin y Thomas Hobbes.
II. Cuando las exigencias estuvieron saldadas y la propiedad privada consolidada, se exigieron
garantías para los individuos frente al ejercicio del poder absoluto y su derecho a participar en el
gobierno común. Acá entran John Locke, Montesquieu y Rousseau, quienes elaboraron propuestas
basadas en el contrato social, separación de poderes y soberanía popular (no eran demócratas).
III. Fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, la relación entre liberalismo y democracia y la fijación
de correctivos para las desigualdades generadas por el capitalismo se convertían en el eje de la
reflexión.
El gobierno representativo: la distinción entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos.
Las tres revoluciones modernas no fueron concebidas por sus creadores como una forma de
democracia, utilizaron los conceptos de ‘’gobierno representativo’’ o ‘’republica’’. El norteamericano
Madison y el francés Sieyés recalcan que el nuevo régimen no constituye una adaptación de la democracia
de los antiguos sino una forma de gobierno superior. En el pasado los miembros destacados de cada
estamento eran reconocidos como representantes naturales. En la nueva concepción (política) se designa a
los representantes del conjunto de la nación soberana a un cuerpo electo de ciudadanos distinguidos por
su sabiduría, patriotismo y su amor por la justicia, y decididos a impedir que las decisiones públicas
respondiesen a intereses personales.
Cuatro principios fijados para el gobierno representativo moderno: los gobernantes son elegidos por
los gobernados a intervalos regulares; los gobernantes conservan en sus iniciativas un margen de
independencia frente a los gobernados; la opinión pública puede expresarse fuera del control de los
gobernantes pero no tiene por qué tener efectos con la toma de decisiones; la decisión colectiva es tomada
al término de la discusión para obtener consentimiento.
Benjamin Constant (Francia 1818): la finalidad de los antiguos era distribuir el poder político entre los
ciudadanos de una misma patria (esto era libertad); el fin de los modernos era limitar el ejercicio del poder
por parte del estado y llamaban libertad a las garantías acordadas por las instituciones estos fines eran
contradictorios: la participación directa de los antiguos en las decisiones colectivas (libertad positiva)
termina por someter al individuo a la autoridad del conjunto, en tanto el ciudadano moderno reclamaba al
poder público su libertad como individuo (libertad en sentido negativo). La libertad moderna consistía en el
goce de la independencia privada.
Este planteo desligaba el disfrute de los derechos civiles (que debían estar garantizados para todos) de
los derechos políticos (si se daban demasiados se podía llegar a un nuevo ‘’despotismo jacobino’’). En este
régimen que plantea, todo el cuerpo electoral debía contar con el ocio suficiente para interesarse en los
asuntos públicos y la independencia para que su voto esté libre de influencias. Para el solo debían votar los
propietarios que viviesen de sus propios recursos.
Cuando los pensadores liberales defendieron la noción de igualdad lo hicieron en su sentido negativo,
para garantizar el derecho de todos a desarrollar sus potencialidades y aprovechar oportunidades:
reclamaba la igualdad para diferenciarse.
Los planteos de Constant definieron la matriz del régimen político durante la restauración borbónica
en Francia. Los doctrinarios franceses sostuvieron la ventaja de un gobierno representativo sustentado
sobre la soberanía de la razón y atento a las evoluciones de la opinión pública, con sufragio restringido por
voto censatario, bajo la forma política de una monarquía constitucional y una dotación de derechos civiles
para todos. Este pensamiento se ve derrotado entre 1848 – 1851 durante la segunda república.
James Bentham y James Mill proponen un modelo de democracia liberal: democracia como
protección. Se inscribían dentro del utilitarismo (el único criterio defendible racionalmente del bien social
era la felicidad, buscar la mayor felicidad, que era la cantidad de placer individual una vez restado el dolor).
Para medir la felicidad de una sociedad había que medir a cada individuo de forma individual.
Bentham crean a una sociedad a partir de un modelo de hombre, del empresario capitalista: el hombre
tendía naturalmente a maximizar sus bienes materiales y sus placeres a expensas de otros, solo en la
medida en que tuviese la seguridad de conservar su propiedad, por lo que la búsqueda de ganancias se
convertía en un incentivo para la producción. Si no existía la garantía de propiedad no era posible la
existencia de ninguna sociedad superior a la barbarie.
Bentham y Mill examinaron quienes tenían derecho de voto y la frecuencia de elecciones, proponían
en voto secreto y la libertad de prensa, para que el voto fuera expresión del deseo libre de los votantes.
Bentham planteaba que la felicidad en una sociedad era limitada y había que impedir que el gobierno
desposeyese al resto, permitiendo que la mayoría pudiese revocar con frecuencia a los gobernantes
quienes deberían esforzarse por conseguir que la gente este feliz. Su razonamiento a favor de la
democracia representativa se basaba en consideraciones de protección contra la opresión y la depredación
de los malos gobiernos.
Para Mill la ley rectora de la naturaleza humana era el egoísmo afirmando que quienes no tenían poder
político estarían oprimidos por quienes si lo tenían. Ambos tenían como objetivo la sanción de una reforma
electoral que permitiera socavar los intereses dominantes de la clase terrateniente y adinerada que
controlo el sistema electoral hasta 1832. Mills creía que el gobierno debía ser el negocio de los ricos, pero
lo tenían que conseguir de buena forma, con el sufragio libre del pueblo.
Los norteamericanos establecieron gobiernos elegidos por el pueblo, para que el gobierno no fuera
una tiranía. El gobierno era elegido por el pueblo llano que participaba activamente de los asuntos
políticos. Democracia era gobierno del pueblo y por el pueblo. Sancionaron constituciones mixtas, que
combinaban monarquía, aristocracia y democracia. Los revolucionarios de 1776 querían reemplazar una
monarquía por una república. El gobierno de uno debería mantenerse bajo la forma de un ejecutivo
unipersonal (debilitado), el gobierno de los pocos (Aristocracia) al senado y el de los muchos (democracia) a
la de diputados. Pero los radicales de Pennsylvania denunciaban que esto dejaba elementos monárquicos y
aristocráticos en la sociedad, y establecieron un gobierno simple, sin gobernador y con una cámara única.
Esta teoría obligo a eliminar la teoría del gobierno mixto y declaro que los funcionarios eran representantes
populares que debían controlarse mutuamente en el ejercicio de sus funciones. Convirtió la elección y al
voto en algo esencial del sistema representativo. Se reemplazó la concepción republicana del liderazgo
político de los fundadores por una esencialmente democrática. En el gobierno debía haber gente que
estuviese dispuesta a sacrificar sus intereses particulares en aras del bien público. Los representantes
tenían que ser independientes y estar libres de las ocupaciones e intereses comerciales y económicos, no
recibían salario. Esta concepción fue atacada porque ese liderazgo virtual de la aristocracia solo podía ser
aceptado en una sociedad jerárquica. La tesis de soberanía de la nación enunciada por Sieyes fue
reemplaza por una que planteaba que solo los individuos que compartían un interés particular podían
hablar adecuadamente en su defensa. Se exigía que la democracia fuera representativa en un sentido
político y también sociológico. También se reclamo un pago de salario u honorario a los representantes.
Se debió ampliar el sufragio a la población blanca, masculina y adulta en 1825. El pueblo no gobernaba
directamente, pero sus representantes estaban por todo el país.
La expansión del sistema capitalista había producido grandes urbes industriales mugrientas y llenas de
pobres, presentadas como el ideal de progreso. Mill, Liberal y democrático, considero al gobierno
representativo (popular) como el desarrollo natural y consecuente de los principios liberales. Adhería al
utilitarismo de Bentham y a la idea de libertad que Constant planteó para los modernos: un individuo
puede hacer lo que desee sin estar impedido por una fuerza externa (la única excepción era para evitar
daños a los demás).
Para mitad del siglo XIX la condición de la clase obrera se había vuelto inhumana y eso aumentaba los
riesgos para la propiedad. Mill estaba seguro que no se podía seguir excluyendo a los pobres. La mejor
forma de gobierno era la democracia representativa, el despotismo era aceptable para los pueblos
bárbaros siempre que fuese para facilitar su progreso. Promovía ampliar el sufragio, pero para evitar la
tiranía, se debía pagar una pequeña cuota, lo que excluía a los pobres, además de a los analfabetos, pero
apoyaba el voto femenino. Propuso el voto mayoritario para atenuar el efecto del ampliado, así ricos e
instruidos votaban más veces.
Este modelo ayudó a garantizar la protección frente al gobierno y promover la transformación de la
sociedad en un sentido más igualitario aunque no fue suficiente. Para Mill, la buena sociedad era la que
posibilitaba y alentaba el progreso de todos. Aconsejaba una justa proporción entre remuneración y trabajo
y una equitativa distribución del producto social. Este modelo de hombre y sociedad marco la clave que iba
a prevalecer en la teoría democrática liberal hasta mitad del siglo XX.
Fue mucho más liberal que democrático. Libertad era para él el fundamento y el fermento de cualquier
sociedad civil. Entendía por democracia una forma de gobierno donde participaban todos de la cosa
pública, como una sociedad que se inspiraba en el ideal de igualdad y que, terminaría por hundir las
sociedades basadas en un orden jerárquico inamovible. Al igual que Stuart Mill creía que el peligro de la
democracia era caer en la tiranía de la mayoría que arrasaba los derechos del a minoría. Consideraba que la
revolución francesa había creado la ficción de que todos los hombres eran libres e iguales ante la ley. Creía
que la libertad e igualdad planteadas en la constitución no tenían correlato con la sociedad francesa en el
marco del desarrollo del capitalismo que generaba desigualdad. Las masas asumieron la igualdad como
derecho y se la reclamaban a los estados, que debieron elegir entre proteger la libertad y aceptar la
desigualdad o limitar la libertad para asegurar menor desigualdad.
Los hombres tenían una inclinación natural hacia la igualdad. Los efectos de la tiranía de la mayoría
eran la inestabilidad del legislativo, el ejercicio arbitrario de los funcionarios, el conformismo de las
opiniones, la disminución de hombres confiables en la escena pública.
Tocqueville radicaliza la incompatibilidad entre el ideal liberal (independencia de la persona en la
esfera moral y sentimental) y el ideal igualitario (que desea una sociedad compuesta por individuos
semejantes en aspiraciones, gustos y condiciones). El gobierno democrático encarnaba una forma de
despotismo por su centralización y omnipresencia. El pueblo ale un momento de la dependencia, designa a
su amo y a vuelve a entrar en ella. Para proteger la libertad ante el igualitarismo había que proteger la
libertad de prensa, de asociación, etc. Los derechos del individuo son despreciados en el estado
democrático, en nombre del interés colectivo.
Conclusiones: en el s. XIX, la igualdad siguió considerándose un valor subordinado a la libertad.
Las revoluciones liberales se presentaron como un paso hacia la emancipación humana pero tenían
como objetivo refrendar la desigualdad de las relaciones sociales que se estaban consolidando con el
ascenso de la burguesía. El proyecto capitalista requería de una sociedad que se juzgara como libre, igual y
fraterna.
Feudalismo: comunidad estamental, economía de subsistencia, rigidez estructural, vida en el camp,
vecindad. Base de siervos o vasallos (producción rural) unidos por lazos de servidumbre a los estamentos
superiores. Comercio marginal, precariedad de condiciones de vida. Este régimen no pudo sobrevivir a los
cambios internacionales, la monarquía intentó adquirir por la fuerza un poder que perdía legitimidad ante
el avance del capitalismo.
Con el descubrimiento de América y la expansión hacia territorios asiáticos surgió el mercantilismo y se
instauro (siglos 15 a 17) el comercio a distancia. Las potencias europeas se beneficiarían con el comercio y
el reparto colonial, acumularían capital y sentarían las bases del capitalismo. Las relaciones exteriores
desarrollaron una nueva ingeniería institucional y económica donde las cuentas externas definían la
evolución de cada estado. Se buscaban nuevos mercados y espacios vírgenes. Europa materializo una lucha
imperial y su dinámica de funcionamiento eran el comercio y la guerra. Por la decadencia de la hegemonía
marítima de Holanda, no pudo ser pionera en la revolución industrial, sí Inglaterra que fue sucesora del
dominio oceánico.
Se creía (XVII XVIII) que la riqueza era el producto natural del comercio entre las naciones y bajo esta
concepción nació la economía política, que crearía leyes que describieran las formas de circulación de la
riqueza. Su antecedente, la escuela fisiócrata describía la armonía de intereses económicos como un orden
natural.
El declive de los precios agrícolas entre 1650 y 1750 seria para muchos uno de los factores que
impulsaría la revolución tecnológica industrial y el otro el valor del trabajo humano, que en una sociedad
estamental no se tenía en cuenta por la inexistencia del mercado libre. La liberación de los siervos y la
eliminación de las regulaciones en las actividades productivas irían conformando una sociedad civil
autónoma donde los individuos se presentarían como fuerza de trabajo libre para ser contratada. La
libertad y la igualdad burguesa no constituían un carácter emancipatorio para el individuo sino un atributo
necesario para el desarrollo de las relaciones capitalistas.
Adam Smith (Siglo XVIII): Antes se creía que el orden político era preponderante frente a lo económico
y lo social, Smith plantea que es el económico, aunque a veces también el político (por períodos). Hablaba
de una sociedad comercial donde todos los hombres se habían convertido en mercaderes. Para la sociedad
comercial no existía diferencia entre la sociabilidad del hombre y su propensión egoísta, ya que ambas se
combinaban y alimentaban positivamente.
El orden social ideal, es el sistema de libertad natural, que presuponía la existencia de una sociedad
bien gobernada: la existencia de un estado que se atuviera a los principios de la jurisprudencia natural, por
un lado, y la existencia de individuos capases de ejercer sus virtudes ciudadanas, por el otro. El desarrollo
de la riqueza de las naciones se debía al incremento de las facultades productivas del trabajo y que el
aumento de la riqueza beneficiara a corto plazo a todas la capas sociales. La economía política debía
analizar la distribución de riqueza generada por el trabajo. Este enfoque desestimaba la importancia de
recursos naturales, para poner en primer plano al factor trabajo: teoría del valor-trabajo que estaba en
consonancia con los fundamentos liberales de Locke sobre la propiedad privada. Ambos la consideraban
producto del esfuerzo individual. El trabajo humano era el que generaba valor y este desarrollaba toda su
potencialidad a partir de la división del trabajo de la civilización capitalista, propiedad privada y división del
trabajo eran la síntesis de esta sociedad. Traslado, al igual que Marx, la división técnica del trabajo a la
división social del trabajo.
El desarrollo de la naturaleza humana conllevaría a una economía de mercado capaz de multiplicar la
riqueza mundial (por la propensión natural al intercambio). La teoría de la mano invisible implicaba que no
debía haber intervención estatal en los asuntos económicos. Pero Smith planteaba que los gobiernos
debían asignar recursos para apaciguar las desigualdades existentes en las clases sociales. La herramienta
era la educación.
Como Smith no llegó a conocer la sociedad capitalista con todos sus atributos, hoy se plantea que el
hombre no tiene una tendencia natural al trueque y no necesariamente actúa para salvaguardar sus
intereses individuales mediantes su posesión. Los sistemas económicos que precedieron al capitalismo no
comprueban que exista un mercado autorregulado y el comportamiento humano que predomina es el de la
acción recíproca y la redistribución. Lo que los hombres parecen haber buscado es el reconocimiento de sus
derechos, de su estatus social. Las revoluciones burguesas ahora deben ser comprendidas como la
búsqueda de consolidar su poder económico pero también su reconocimiento social.
La cuestión social.
La consolidación de las relaciones capitalistas iba a seguir afianzándose hasta destruir los vestigios
feudales. La liberación de fuerzas del mercado requería, la autonomía del hombre. El proletariado
emergería como contracara de las relaciones capitalistas de producción. La esfera económica debía
articularse a partir de una nominal libertad para comprar y vender fuerza de trabajo. Todos los
instrumentos destinados a regular y proteger el organismo social debían ser destruidos permitiendo la
emergencia del individuo como categoría organizadora de la sociedad. Los hombres ya no estaban
protegidos por los mecanismos feudales, dependían de su implicación en la división del trabajo del proceso
industrial. Al eliminar la protección, surgió la pobreza. Los liberales creían que era circunstancial por el
impulso natural al ocio y que la vocación por el trabajo y los deseos de ascenso social se instaurarían a
partir del ejemplo de la clase burguesa.
El problema de la burguesía fue que, al aliarse con esta para las revoluciones, había dejado como saldo
una deuda social de ideales de libertad e igualdad, ahora negados a la población y estos tenían conciencia
de lucha. A esto se sumaba la explotación por parte de los empresarios, que originaron los primeros
intentos en la creación de un movimiento obrero.
Las clases empresarias debieron adaptarse a las nuevas condiciones de competitividad y a la creciente
organización y resistencia de los sectores asalariados.
- David Ricardo: la producción de cada país se complementa con las demás naciones en tanto cada una
produzca bienes de acuerdo con sus condiciones naturales, geográficas y humanas, esto permitiría el libre
flujo de mercaderías e incrementando la riqueza total de las naciones (librecambio). En el plano interno,
era portavoz de las preocupaciones empresariales, en tanto que para poder aumentar la competitividad de
sus productos el valor de la fuerza de trabajo comienza a ser considerado una variable importante en el
costo total de producción. La existencia de un trabajo libre aseguraba una parte de la reducción salarial,
pero esta era insuficiente en la medida que la competencia se hacía cada vez peor. La depresión salarial
generaba tensiones y la reacción de la clase obrera más la necesidad de intervención del estado para
controlar el conflicto social. Esto implicó la temprana intervención del estado, que reprimió pero a la vez
amplio su esfera de acción en el ámbito social. La protección estatal compensó y así se perpetuo la
economía de mercado.
El régimen capitalista convierte al mercado en la norma universal del funcionamiento de las relaciones
humanas, somete a los actores sociales, subordina la acción política y reestructura la esfera de consumo y
de la cultura. El mercado se cosifica, es una entidad superior con existencia propia, arrincona a los hombres
y estos tienden a recluirse en su círculo cercano, fortaleciendo así al sistema. Todo se transformó en
mercancía y así es difícil la integración social bajo variables que no se enmarcan en la lógica mercantil. La
lucha por valores como democracia, ciudadanía, libertad; debía traspasar los límites de la esfera privada y
dirimirse en el orden público.
La burguesía se hizo del poder y recluyo la acción de los individuos a la esfera mercantil. La disputa por
el mercado quedo en la esfera civil y la lucha de clases en el espacio público: los actores sociales adquirían
un perfil político y sus demandas debían dirigirse al estado. El ejercicio de las libertades civiles se
circunscribió a la libertad de empresa, la de asociación, de expresión. Pero solo los capitalistas podían
hacerlo. El proletariado se limitaría a una falsa libertad.
Esta obra describe la aparición de Inglaterra como primera potencia Industrial (como iniciadora, sus
relaciones con el resto del mundo, y algunos efectos).
Introducción.
La revolución Industrial sucede en Gran Bretaña. Es descripta así como el único taller del mundo, su
único importador y exportador masivo, su único transportista, su único poder imperialista, su único
inversor extranjero, potencia naval y el único país con una política mundial propia.
La pregunta es ¿Por qué sucedió en este lugar y a fines del siglo XVIII y no en otro tiempo? Gran
Bretaña combina dos fenómenos que parecen incompatibles:
Sus instituciones y prácticas sociales y políticas conservan una notable continuidad con el pasado
preindustrial: la reina y los lores, lo ceremonial de instituciones arcaicas, etc.
Al mismo tiempo es el que ha roto radicalmente con todas las etapas previas de la historia humana:
el campesinado (el porcentaje de hombres y mujeres asalariados es mas elevado que en otras partes), una
urbanización temprana.
Es el país donde las divisiones de clases son más simplificadas que en ningún otro lugar (la obrera y
clase media)
En líneas generales sobre la Inglaterra moderna:
Factores que determinan el grado en que se transforman las instituciones formales politicas y
sociales de un país en proceso de conversión en un estado industrial y capitalista: Flexibilidad,
adaptabilidad o resistencias de las antiguas instituciones, la urgencia por la necesidad de transformación y
los riesgos de las revoluciones.
En Gran Bretaña, no había resistencia al desarrollo capitalista desde el siglo XVII (la aristocracia se
entendía como una forma de burguesía).
Entre patronos y obreros, entre gobernantes y gobernados, no hay grandes rupturas históricas.
Existe una cierta preferencia por mantener las viejas instituciones con un contenido modificado. Mantiene
un conservadurismo que no es más que el liberalismo del laissez-faire. La tradición, no presenta un serio
obstáculo para el cambio.
La importancia de estudiar el fenómeno industrial de Gran Bretaña, está relacionado a que este
país realizó su industrialización solo, sin modelos previos. El hecho de que hiciese su revolución Industrial
en el siglo XVIII, y estuviera razonablemente bien preparada para realizarla, minimizó determinados
problemas en países de industrialización posterior. La historia de primera potencia capitalista e industrial
puede esclarecer el desarrollo de la industrialización como un fenómeno en la historia del mundo.
Inglaterra contaba con una gran cantidad de barcos y comercio ultramarino importante. La marina
real era su arma más poderosa (unos 6.000 barcos, varias veces el tamaño de la marina mercante francesa,
su principal competidor). Para esta época, los ingleses ya eran famosos por sus máquinas. La máquina a
vapor en su forma primitiva ya estaba presente.
Aunque la agricultura y las manufacturas eran prósperas, eran menos importantes que el comercio,
su ciudadano más característico era el comerciante. El comercio estaba ligado con el sistema político (el
Parlamento estaba controlado por una Oligarquía de aristócratas terratenientes). El comercio y sus
empresas, mantenía su poder gracias a su increíble flota. Progreso económico y técnico, empresa privada y
lo que ahora llamaríamos liberalismo: todo eso ya era evidente en 1750.
Por otro lado, Gran Bretaña crecía demográficamente de una forma acelerada, lo que llevó a una
insaciable demanda de alimentos y combustible que transformó toda la agricultura del sur y del oeste,
atrajo suministros de lugares remotos y estimuló las minas de carbón.
Lo que alarmaba en el campo era la ausencia de un campesinado en el sentido continental. El uso
creciente de artículos de importación (té, azúcar, tabaco) nos da la pauta del crecimiento del comercio y de
la comercialización rural.
Gran parte de las industrias y manufacturas de Gran Bretaña eran rurales, el trabajador típico era
una suerte de artesano rural que se iba especializando cada vez más, convirtiéndose gradualmente de
pequeño campesino o artesano, a obrero asalariado. Así se expandió ampliamente por el campo británico
este sistema de industria doméstica. Toda villa que se especializaba en manufacturas, implicaba alguna otra
zona que se especializara en venderle los alimentos que ya no producía.
Desde todos los aspectos el comercio parecía más lucrativo, importante, prestigioso, que las
manufacturas, y en especial el comercio ultramarino. Sin embargo, cuando hubo que elegir entre los
intereses del comercio (libertad de exportar, importar y reexportar) y los de la industria (reposa en la
protección del mercado contra los productos extranjero), prevaleció el productor doméstico, ya que el
comerciante solo pudo movilizar unas pocas ciudades y puertos en defensa de sus intereses, en cuanto el
manufacturero contó con los intereses políticos de amplios sectores del país y gobierno. La cuestión quedó
así decidida.
Pero, ni la industria ni el comercio podían haber florecido sino por las insólitas circunstancias
políticas. Nominalmente, Inglaterra no era un estado burgués, era una oligarquía aristócrata terrateniente.
Los pesos fuertes de Inglaterra sabían muy bien que el poder del país, y el suyo propio, descansaban en la
facilidad de obtener dinero por la guerra y el comercio. Se comprueba que ningún otro país se hallaba tan
bien preparado para realizar la Revolución Industrial.
Capítulo 2: El origen de la Revolución Industrial.
Respecto al punto uno, es indudable que la población creció en Inglaterra y muchas relaciones
pueden estar en armonía con lo que la revolución industrial significo. Pero no llegan a ser causa-efecto
certeramente.
Por otro lado, respecto al transporte, los alimentos, y los productos básicos especialmente el
carbón: desde principios del SXVII hubo mejoras sustanciales y costosas en el transporte tierra adentro, con
el fin de disminuir los gastos en el transporte (el impulso fue desde el mercado interno, por la creciente
demanda urbana de alimentos y combustibles).
Las industrias alimenticias y textiles compitieron como avanzadas de la industrialización. El
comerciante podía darse cuenta de que todo el mundo comía, bebía y vestía. El mercado interior,
proporcionó una salida importante para lo que luego serían productos básicos: como el carbón y el hierro
(en la primera etapa para uso doméstico). La auténtica revolución de estos productos se daría después con
el ferrocarril. Respecto a la industria textil, está creció por que la demanda interior crecía, pero la exterior
se multiplicaba.
Hablar de revolución industrial es hablar de algodón. Si bien no fue solo eso, éste fue iniciador. Los
ingleses lograron que en 1700 se prohibiera su importación, generando así una necesidad de algodón en el
mercado interior. Luego en 1770 más del 90% de las exportaciones fueron a las colonias. Hubo una notable
expansión que hizo que la exportación de este producto se multiplicara por diez. En 1790, el algodón tenía
una fuente importante: plantaciones con esclavos en EEUU. A partir de ahí, exportaba el 90% de la
producción.
La tecnología de esta industria fue muy sencilla, requería pocos conocimientos técnicos y eran
bastante económicos. Por todo esto se aplicaron con rapidez. Esta primera etapa fue un tanto primitiva, ya
que aplicaciones, recursos sencillos a costo bajo obtenían resultados sorprendentes. La novedad no estaba
en la innovación, estaba en la disposición mental para utilizar la ciencia y tecnología y el amplio mercado
que se abría a los productos con la caída de costos y precios.
Dos consecuencias:
Aun así la industria algodonera fue revolucionaria. Supuso una nueva relación económica entre las
gentes, nuevo sistema de producción, ritmo de vida, sociedad, una nueva era histórica. Entre 1778 y 1830
se produjeron constantes revueltas contra la expansión de la maquinaria, apoyadas por los negociantes y
agricultores locales. Ninguna otra industria podía compararse con la del algodón en la primera fase. En
cierto sentido, marcó la economía de Gran Bretaña. Cuando el algodón bajó su expansión, la industria
británica tambaleó, ya que la economía dependía de ella, y de sus azares con el transporte marítimo y el
comercio ultramarino.
El hierro tuvo que afrontar dificultades mayores. Antes de la Rev. Industrial, Inglaterra no producía
grandes cantidades de hierro. Tres importantes innovaciones aumentaron su capacidad: la fundición de
hierro con carbón de coque, las invenciones del pudelaje y laminado, y el horno con inyección de aire
caliente. Así mismo estas innovaciones se asentaron en las industrias de carbón. El hierro sirvió de
estimulante para todas las industrias. No obstante el hierro y el carbón no experimentaron revolución hasta
las décadas centrales del siglo XIX. Luego la era del ferrocarril fue la que triplicó la producción de estas
industrias, y la del acero.
Volviendo a la industria del algodón, una industrialización tan limitada y basada en lo textil no era
estable ni segura. Esto es vista como la era inicial del capitalismo industrial.
Gran Bretaña experimentó una crisis que alcanzó su punto culminante en la década de 1830. Si bien
fue una crisis inicial, no final, no hay que subestimarla. Uno de los puntos importante fue la marea de
descontento social entre 1830-1840: luditas y radicales, sindicalistas y socialistas utópicos, demócratas y
cartistas. Fue una crisis duradera, profunda y desesperada. Altos niveles de pobreza, que marcaron límites
para la expansión del mercado, reducía las posibilidades de absorber la producción al nivel del crecimiento
que se estaba gestionando.
Después de 1826, alto déficit en el comercio y servicios (transporte marítimo, comisiones de
seguros, beneficios en comercio y servicios extranjeros). Ningún período de la historia británica ha sido tan
tenso y con tantas conmociones políticas y sociales como los años 30 hasta principio de los 40. Entre 1829
y 1832, se demandaba una reforma parlamentaria. Entre 1829 y 1846 las tensiones se debieron en gran
parte a la combinación de clases obreras desesperadas por no tener que comer y fabricantes desesperados
porque creían que las medidas políticas y fiscales del país estaban asfixiando poco a poco la economía.
Capítulo 4: Los resultados humanos de la revolución Industrial 1750-1850
Suele realizarse estudios sobre la relación entre comprar y vender, y obtener beneficios,
entendiendo que: a) la felicidad privada consiste en una acumulación de cosas tales como bienes de
consumo y b) la felicidad pública consiste en la mayor acumulación de éstas para el mayor número de
individuos. Pero hay que tener en cuenta que la Rev. Industrial significó un cambio social fundamental,
destruyó los antiguos modos de vida y dejó libertad para que descubrieran o se construyeran otros nuevos
si podían y sabían cómo hacerlo. Hay una relación entre la Rev. Industrial como suministradora de
comodidades y transformadora social.
Aristocracia y pequeña nobleza: no se vio muy afectada. Las actividades económicas de ellos, a
diferencia de su estilo social, ya se habían adaptado a los métodos comerciales de la clase media, la época
del vapor y las oficinas contables. Los nobles no tuvieron que dejar de ser feudales porque ya hacía mucho
tiempo que no lo eran. Próspera también era la vida para los parásitos rurales.
Iglesia y universidades: entre privilegios y abusos, se encontraban en una cómoda posición.
Nacientes clases comerciales: se hallaron en una buena posición firme, con un estilo de vida
aguardándolos. Las dinastías de comerciantes se adaptaron fácilmente de este proceso de asimilación,
sobre todo los comerciantes y financieros, y de forma específica el comerciante ocupado en el comercio
colonial. Tenían posibilidades de ascender a la oligarquía aristocrática. Sin embargo, esto no pasaba con
todos los comerciantes, eran pocos los que realmente podían escalar hasta ese punto.
La gran masa de comerciantes con modestos ingresos fue constituyendo a partir de 1830 su
conciencia de clase y a partir de ello organización y exigían derechos y poder.
Hasta aquí en líneas generales, la Rev. Industrial no afectó negativamente a estas clases. Sus
problemas residían en qué hacer con el dinero sobrante después de vivir bien y reinvertir para la expansión
del negocio. La clase media triunfante estaba satisfecha y con ansias de más. Pero, quienes se vieron
afectados fue el trabajador pobre: cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la Rev. Ind, sin
ofrecerles nada a cambio. Esta ruptura es esencial a la hora de hablar de los efectos de la esta revolución.
TENSIONES CUALITATIVAS:
Movimientos como el ludismo fueron cayendo a partir de 1840. Pasarían otros 40 años hasta que la
clase obrera se organizara como clase.
TENSIONES CUANTITATIVAS:
Pobreza material. En términos relativos el pobre se hizo más pobres, simplemente porque el país y
sus clases ricas y medias se iban haciendo más ricas.
La economía no basaba su desarrollo en la capacidad adquisitiva de las clase obrera (sus salarios
apenas si cubrían necesidades mínimas). Hasta mediados del siglo no surgieron teorías que impulsaran
salarios más altos para incrementar el consumo. No hay duda de que las condiciones de vida de
determinadas clases se deterioraron (jornaleros agrícolas, empleadas, tejedores, artesanos, son quienes se
vieron afectados en sus ingresos).
La revolución no significó una mejora general. La destrucción de las formas de vida sin ofrecer a
cambio un sustituto que el trabajador pudiera contemplar como equivalente satisfactorio.
La revolución de 1820: las decisiones del Congreso de Viena en realidad, nada hicieron para
garantizar la paz social y la estabilidad política interna de las naciones. La consolidación de la autoridad
monárquica estuvo acompañada de censura y represión en Alemania, Francia e Inglaterra, producto de un
temor que experimentaban sus dirigencias ante el resurgimiento del fantasma revolucionario; por lo que el
espíritu revolucionario se traslado al sur: España, Portugal, Sicilia, el Piamonte y Grecia, que contaban con
economías débiles, de producción agrícola y comercio. Las revoluciones fueron impulsadas por débiles
burgueses comerciales, funcionarios y jóvenes oficiales que habían adoptado los ideales de la Revolución
Francesa cuando esta se expandió. Los revolucionarios suponían que una vez declarada la revolución el
pueblo francés los acompañaría en la lucha. Pero no recibieron apoyo y la pentarquía aplicó el derecho a
intervención y reprimieron los focos revolucionarios mediterráneos.
Sin embargo, en naciones más avanzadas, dentro de los grupos de obreros e intelectuales
comenzaron a instalarse ideas socialistas y anarquistas. En este contexto de expansión económica y el
crecimiento industrial, se cuestionaba el derecho del rey a gobernar y de la pretensión burguesa de
monopolizar la propiedad y los medios de cambio. En las fábricas se generaban nuevos vínculos sociales,
difusión de nuevas ideas y valores, y la incorporación de conductas que demostraban la superioridad de las
acciones grupales. En Francia comenzó a divulgarse la idea política de que la burguesía y la aristocracia se
habían unido para explotar al pueblo en su beneficio.
El 48: la situación social, política y económica en toda Europa era muy compleja. En la primera
mitad del siglo XIX hubo una gran expansión económica y un crecimiento significativo de la burguesía a
costas de la sobreexplotación de la mano de obra. En la medida en que la industria se difundió, las ideas
socialistas y anarquistas se divulgaron y adquirieron adeptos: los obreros comenzaron a organizarse.
El punto de inflexión fue 1848 cuando se repitieron acontecimientos similares a los de 1830,
aunque en una escala mucho mayor: la pésima calidad de condiciones de vida y de trabajo, la baja de
salarios, la crisis económica (descenso de producción agrícola y suba de precios); la restricción del mercado
que provocó desempleo industrial y a su vez esto desembocó en epidemias entre los hambrientos hizo que
haya una crisis generalizada.
En Francia, radicales y socialistas se levantaron para repudiar la corrupción del gobierno de Luis
Felipe de Orleans, y reclamar la extensión de los derechos políticos, rebajas de precios y mejoras en las
condiciones de vida y de trabajo. La corona reprimió, pero la burguesía abandono al rey criticándolo por
adoptar una política de concentración oligárquica del poder. Una vez debilitado el poder político, una
protesta convocada por estudiantes y jefes de logias secretas acabo en una verdadera conmoción popular
que no pudo ser contenida por sus organizadores, la guardia nacional se negó a reprimir a los
manifestantes, sancionando así el fin del reinado de Orleans que debió escapar de Paris donde los
republicanos establecieron un gobierno provisional.
Así, la conjunción entre crisis económica, pánico financiero y una nueva detención de la actividad
industrial acompañado del miedo a una expansión del socialismo, significaron un llamado de atención para
las clases propietarias, quienes resolvieron el conflicto en su beneficio. Entre el poder militar, la aristocracia
y la burguesía, lograron derrotar la pretensión de transformación social. La gran vencedora fue la
burguesía: sancionaron constituciones liberales que dieron origen a regímenes republicanos y monarquías
parlamentarias. Solo Inglaterra y Rusia se mantuvieron al margen de estas revoluciones. De esta manera se
cerraba el período de las revoluciones del 48. El régimen absolutista no había logrado impedir el avance de
las nuevas ideas y relaciones sociales que acompañaban el ascenso del liberalismo económico. La expansión
del ferrocarril, además de provocar un deterioro de la situación de las clases trabajadoras europeas al
proveer de mano de obra barata, instaló el germen de la emancipación social y la libertad en regiones
marginales, signadas por el atraso y el autoritarismo.
Balance sobre las revoluciones del 48: la burguesía se dio cuenta que su adversario ya no era la
nobleza sino los sectores obreros con sus utopías socialistas. Por esta razón antepusieron sus intereses a
sus principios y se aliaron a la aristocracia y al ejército (tan interesados como ella a preservar el orden). Con
duras represiones acabaron con las revoluciones.
La burguesía obtuvo grandes avances políticos gracias al recorte de privilegios aristocráticos, los
monarcas debieron aceptar los parlamentos, limitando su poder absoluto. Los derechos burgueses se
ampliaron y se privó del voto a quienes no pagasen un impuesto: los proletarios (aunque en la segunda
república reconoció el sufragio universal). La sanción de constituciones también limitó la capacidad de
decisión de los monarcas ya que fijaban claramente los derechos y las obligaciones. Las mismas
preservaban la propiedad y la circulación de capitales y personas.
Se produjo entonces un paso de la sociedad monárquica a la sociedad burguesa: la burguesía
intento establecer alianzas para afianzar, primero, sus derechos económicos para luego obtener derechos
políticos. En la medida que no tuviera la fuerza para imponer un gobierno propio, se aliaba con quien le
convenía.
Otra cuestión significativa es que entraron en juego nuevos actores sociales con los que se
difundieron nuevas ideologías que cuestionaban el orden monárquico pero también el orden burgués:
socialistas y radicales. Estos se difundían en las fábricas, donde el sector obrero comenzó a articularse en
organizaciones políticas y sindicales. En la medida que un campesino o artesano era convertido en obrero,
adquiría un marco ideológico que lo hacía cuestionar el sistema de explotación del hombre por el hombre.
Temas Principales
• Características de las clases populares y de la burguesía
• El Consenso de Manchester, las recetas liberales
• La Primera Internacional: El socialismo y el anarquismo
Características de las clases populares y la burguesía: en esta época los países industriales
incrementaron su producción en forma extraordinaria y ampliaron sus mercados surgiendo una lógica de
intercambio cada vez más global. Muchos países europeos no industrializados comenzaron a adoptar
patrones tecnológicos de los países pioneros en la industria y en muchos casos transitaron un camino
sostenido de industrialización. Otras regiones se integraron a la economía internacional respecto de las
necesidades de las naciones industriales. Mayores exportaciones y libertad de empresa fueron la fórmula
de la consolidación del orden capitalista.
En el razonamiento burgués los obreros se dividían entre: los buenos trabajadores que se
esforzaban para aumentar su productividad y eficiencia (los calificados, con salarios diferenciales y saberes
esenciales para el proceso de producción), y aquellos otros inútiles para la sociedad que hacían su trabajo
de mala gana (no calificados, con salarios muy reducidos, condiciones laborables insalubres y jornadas
interminables), siendo estos últimos la mayoría y a su vez, fácilmente reemplazables.
La unidad doméstica burguesa se concebía como la familia tradicional, nuclear, monogámica,
machista, religiosa, conservadora. Las costumbres religiosas de fortalecieron y los valores morales rigurosos
fueron la idiosincrasia de los estratos medios y altos.
El Consenso de Manchester (término ficticio utilizado por el autor, no se llamó así realmente).
Este era un acuerdo entre las autoridades europeas y los hombres de negocios sobre las premisas
económicas, políticas, sociales y culturales para el éxito del capitalismo. Si bien dichas premisas no fueron
descritas en forma sistemática se podrían sistematizar en:
1. La propiedad privada expresada en los derechos naturales del hombre.
2. La legitimación de una sociedad jerárquica.
3. Un sistema económico basado en la maximización de beneficios.
4. La libertad de comercio y de producción en el ámbito internacional
5. El régimen de patrón oro que permitiera la creación de un mercado mundial de capitales.
6. Un mercado de trabajo competitivo libre de obstáculos proteccionistas.
7. El Estado como recaudador de impuestos
8. La creencia en el progreso de la tecnología y la ciencia.
Esto es lo que se ha denominado liberalismo de laissez faire.
El derecho de propiedad se fundamentaba en la teoría de Locke según la cual el trabajo humano
justificaba la apropiación de los bienes brindados por la naturaleza, ya que no todos los humanos estaban
dispuestos a realizar este esfuerzo. De esta manera se justificaba la desigualdad social entre los individuos
por su vocación al trabajo.
La igualdad de oportunidades que daban las teorías sociales eran el punto de partida para todos y
era responsabilidad individual recorrer el camino hacia el éxito. En teoría, la pobreza se pensaba como una
elección de estilo de vida individual, se culpabilizaba a los pobres por no haber construido su propio camino
de gloria.
Socialmente, la burguesía vivía atemorizada por los posibles desbordes populares. Políticamente,
adscribían al voto censatario, donde sufragaban sólo los propietarios. Aunque en realidad, el dilema político
no era considerado de prioridad absoluta. Por lo demás, la vida burguesa operaba en el ámbito de la
sociedad civil, donde regía la ley del darwinismo social en la que solo sobrevivían los más aptos para los
negocios. Esto llevaba a los individuos a maximizar sus ganancias. La burguesía pretendía comprar insumos
lo más barato y venderlo al mayor precio posible. El costo más flexible a ser reducido era el salario de los
trabajadores, al cual se lo ajustaba constantemente para impedir la caída de las ganancias. Estos salarios
eran bajos debido a la gran oferta de mano de obra existiendo un importante Ejército de Reserva: masa de
desempleados dispuestos a trabajar por salarios cada vez menores.
Los precios de bienes mantuvieron una tendencia alcista en este periodo. Durante el feudalismo
esto era causado por catástrofes naturales, sin embargo durante el capitalismo los ciclos productivos se
disocian de estos factores. Estas crisis provocaban miseria extrema en los sectores populares pero parecían
circunstanciales. La preocupación comenzó a ser mayor luego de la crisis que azotó a los países industriales
en 1857, aunque la situación se revirtió nada más que en tres años. Esta problemática fue denominada
Teoría de los ciclos. Para el economista Kondratieff los ciclos capitalistas estaban asociados con la evolución
de los precios, de acuerdo con la oferta y la demanda de bienes. Mientras que para Schumpeter la clave se
encuentra en las innovaciones tecnológicas: cada nueva invención generaba un ciclo expansivo, mientras
que la deflación obedecía a períodos de caída de la rentabilidad industrial por ausencia de reconversión
industrial. Bajo esta perspectiva los sectores como por ejemplo el textil, los ferrocarriles, el acero, la
química, el petróleo, etc. fueron los que originaron cada fase de expansión. Ante cada ciclo depresivo, la
aparición de un nuevo sector de punta permitiría originar una nueva fase de expansión.
La división internacional del trabajo era la expresión del mayor progreso alcanzado por la
civilización. No obstante, aún quedaban algunas trabas para el constante fluido de mercaderías. El
librecambio necesitó de un sistema ágil para la conversión monetaria entre países. Los flujos de
intercambio se agilizaron cuando Inglaterra adoptó la convertibilidad de su moneda al oro. El oro fue
elegido patrón por tener un valor estable. Este metal fue patrón de cambio hasta la crisis del 30.
Las autoridades gubernamentales debieron comprometerse a restringir la emisión monetaria
desmedida, ya que cualquier desfasaje respecto del oro llevaba a la inflación y a la correspondiente
devaluación de su moneda. Por otra parte, el crecimiento global de su economía dependía del ingreso
creciente de oro a su circuito monetario. Bajo estas condiciones, si se deseaba mantener una “economía
sana” y a la vez mantener la tasa de ganancia empresarial, se debía apelar a movimientos deflacionarios, al
control presupuestario y a la reducción de los costos de producción, especialmente del factor trabajo.
Durante este periodo, la adopción de este patrón facilitó el librecambio y fortaleció la dependencia
de los países no industriales. Esto se agudizó ya que Inglaterra y Francia eran poseedoras de los resortes
productivos -por ejemplo, el ferrocarril- en los países no industriales. El ferrocarril es el ejemplo más
sintomático de exportación de bienes de capital que trastocaron los escenarios sociales y económicos de
todos los países no industrializados. Por un lado ayudaba a la exportación de las economías
subdesarrolladas para que sus productos llegaran a los países industriales y por otro se trataba de
inversiones muy rentables para los ingleses.
En este panorama, la función del Estado era garantizar el orden social y dejar actuar a las fuerzas
vivas de la economía. Su intervención era necesaria en dos aspectos económicos: en la política cambiaria
(realizar los ajustes necesarios respecto al patrón oro) y en la política fiscal (impuestos).
En cuanto a la devoción por la tecnología y la ciencia, esta no sólo tenía efectos en la aplicación de
los conocimientos al campo productivo sino en una cosmovisión particular del mundo. El fin último era
poder encontrar leyes que pudieran ser aplicadas a la historia de la humanidad, poder prever lo que
sucederá.
En cuanto a la aplicación de estas ciencias, podemos decir que el acero sustituyó al hierro por ser
más duradero y menos corrosivo, hubo un desarrollo importante de la química, se exportó el ferrocarril, se
comenzaron a aplicar las tinturas en la industria textil y los fertilizantes para el agro. Asimismo se desarrolló
la industria farmacéutica. Uno de los avances fundamentales fue en 1859 cuando se encontró petróleo en
abundancia en los Estados Unidos, combustible que comenzaría a emplearse en la industria. Con ella
aparece una nueva forma de organización empresarial: los trust.
En resumen, este conjunto de ideas que conformaron el Consenso de Manchester era la doctrina
en que creían ciegamente todas las clases acomodadas como un sueño inagotable de progreso. Sin
embargo, esta era solo una ilusión de felicidad eterna, pues en su seno se desarrollaban las más profundas
contradicciones de un régimen injusto.
Socialistas y Anarquistas
Los primeros antecedentes del socialismo moderno fue el socialismo utópico o colectivista. Este
socialismo compartía con el liberalismo la devoción por la tecnología, la racionalidad y la evolución
permanente de la humanidad. Estos pensadores fueron precursores de una sociedad tecnocrática, donde el
ejercicio del poder implicaría solamente una administración de las cosas, y ya no de las personas. Esta
última significaba siempre una forma de explotación del hombre por el hombre, mientras que la primera se
basaba en técnicas científicas de administración que distribuyen de forma eficiente los recursos
disponibles. Básicamente reclamaban un régimen remunerativo basado en el trabajo y la habilidad
individual, el derecho a la asociación y la organización jerárquica de la sociedad. El mundo era pensado bajo
leyes universales inmutables que podían ser aplicadas a todas las relaciones sociales por igual.
Uno de los precursores del socialismo colectivista fue Charles Fourier. Él consideraba que el mal de
la sociedad era la competencia, asombrándose que la miseria y pobreza coincidan con la masiva producción
de bienes. Este socialista no dudó en asociar la opresión con los adelantos tecnológicos. Afirmaba, además,
que en el capitalismo había una contradicción, en la cual la búsqueda desenfrenada del éxito llevaba a
perjudicar al prójimo. Él pensó un sistema de organización social basado en el cooperativismo y en la
racionalidad científica.
Por su parte el socialismo científico consolidado en el 48, cuyos exponentes son Marx y Engels,
tomaron como punto de partida al individuo real y su relación con la naturaleza. Estos expresaron que el
hombre al relacionarse con la naturaleza la transforma y se transforma a sí mismo. Los hombres entablan
relaciones entre sí para producir los medios de subsistencia, y la sociedad no es más que el resultado de
estas relaciones. El hombre nace con las condiciones de existencia ya preestablecidas, y estas relaciones
son además asimétricas. Esta es producto de una propiedad desigual de los bienes de producción, con lo
cual se genera una relación de dominación de los propietarios sobre los no propietarios. Ahora bien, la
historia no es estática, sino dinámica. Este dinamismo se lo otorga la lucha entre clases, que es el motor de
la historia según el marxismo.
Estas luchas de las que hablaba Marx serán llevadas a cabo en Francia por Proudhon, quien
denunció las falacias de la democracia liberal y promovió la abolición del Estado. Para éste el sufragio
universal significaba una complicidad con la corrupción del régimen burgués. Para constituirse en clase, el
proletariado debía escindirse de la democracia burguesa. Para ello era fundamental la concientización de la
clase y la acción del proletariado europeo.
Sin embargo, una de las debilidades de la lucha revolucionaria fueron las disputas internas desde
sus orígenes. La oposición interna más significativa en la Primera Internacional la constituyeron los
anarquistas. El individuo, fuente de derechos, en particular de la libertad en su concepción positivista, fue
el centro del pensamiento de esta corriente. Las únicas fuentes de energía en la vida humana eran, para el
anarquismo, el individuo y la espontaneidad de las masas, es decir que no se despojaba a éste de su
sociabilidad. Para el anarquismo, cuando el hombre ingresa en el marco societal sólo tiene derechos para
con la sociedad, en la medida que acepta libremente formar parte de ella. De esta manera se diferencia al
individualismo del egoísmo burgués, que sólo piensa en su interés personal. Es primordial, entonces, el
derecho a vivir de todos los individuos y el reparto entre ellos de los medios de existencia. Estas acciones
podrían realizarse a través de la toma y posesión directa de áreas fundamentales de la sociedad como los
depósitos de alimentos y la ocupación de viviendas.
La principal diferencia fundamental entre los socialistas y anarquistas consistía en la transición
hacia una sociedad igualitaria. Los socialistas proponían la dictadura del proletariado, mientras que los
anarquistas pretendían directamente la eliminación del Estado por ser de carácter burgués. En la Primera
Internacional esta controversia se saldó a favor de los socialistas, pero a costa de perder gran parte del
impulso inicial. En 1871, movimientos radicales de Paris derrocan a Thiers luego de la derrota de Francia en
su guerra con Alemania y conforman La Comuna de Paris, que se caracterizó por ser un gobierno muy
violento que finalmente fracasó. El fracaso de la comuna acrecentó las diferencias internas y la Primera
Internacional sucumbió 5 años después.
I. 1873: depresión económica: la economía mundial entra en una depresión del comercio sin
precedentes, cuya peculiaridad más notable es su universalidad, es decir que afecta a todos sin importar de
quién se trate. Aún así, pese a las depresiones en el período 1873-1890, la producción y el comercio
mundial, lejos de estancarse, continuó aumentando de forma muy sustancial (aunque a un ritmo menos
vertiginoso que antes). En estas mismas décadas las economías industriales norteamericana y alemana
avanzaron a pasos gigantescos y la revolución industrial se extendió a nuevos países. Varios socialistas
deseaban el colapso del capitalismo bajo sus contradicciones internas.
Tras el drástico hundimiento de la década de 1870, lo que estaba en juego no era la producción,
sino su rentabilidad (prolongada depresión de precios, del interés y de los beneficios, que preocupaba a los
hombres de negocios). La agricultura fue la víctima más importante de esa disminución de los beneficios y
constituía el sector más deprimido de la economía. La reacción de los agricultores varió desde la agitación
electoral a la rebelión, por no mencionar la muerte por hambre. Las respuestas más habituales entre la
población fueron la emigración masiva y la cooperación.
El mundo de los negocios tenía sus propios problemas: les preocupaba más el descenso de los
precios que la inflación, y el período más deflacionario fue el de 1873-1896. La inflación no sólo es positiva
para quienes están endeudados, sino que produce un aumento automático de los beneficios, por cuanto
los bienes producidos con un coste menor se vendían al precio más elevado del momento de la venta. La
deflación, en cambio, hace que disminuyan los beneficios. La expansión del mercado podía compensar esa
situación, pero lo cierto es que el mercado no crecía lo suficientemente rápido.
Una de las soluciones a la depresión de los precios, de los beneficios y de las tasas de intereses
consistía en una especie de monetarismo a la inversa (sustentada por los que atribuían el descenso de los
precios fundamentalmente a la escasez de oro). Un sistema basado en el oro y la plata podría elevar los
precios a través de la inflación monetaria. La inflación monetaria se convirtió en uno de los principios
fundamentales de los movimientos populistas norteamericanos.
La “Gran Depresión” puso fin a la era del liberalismo económico. Las tarifas proteccionistas pasaron
a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional. De todos los grandes países
industriales, sólo el Reino Unido defendía la libertad de comercio sin restricciones, y las razones eran
evidentes. En primer lugar, tenía una significativa ausencia de agricultores, era el mayor exportador de
capital, de servicios invisibles financieros y comerciales y de servicios de transporte. Como también era el
mayor receptor de exportaciones de productos primarios del mundo y dominaba el mercado mundial de
alguno de ellos la libertad de comercio parecía indispensable, ya que permitía que los productores de
materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos. El
Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo y al actuar así otorgó a los países
proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de impulsar sus exportaciones.
La economía capitalista era global (se extendió a zonas remotas, y las transformó de forma
profunda). Cuando alcanzaba mayor rendimiento era cuando nada interfería con el libre movimiento de los
factores de producción. El ideal del capitalismo era la división internacional del trabajo que asegurara el
crecimiento más intenso de la economía. La economía capitalista mundial en evolución era un conjunto de
bloques (las economías nacionales), pero también un fluido. Las economías nacionales (definidas por las
fronteras de los estados) existían porque existían los estados-nación: tal vez sea cierto que nadie hubiera
considerado a Bélgica como la primera economía industrializada del continente europeo si esta hubiera
seguido siendo una parte de Francia, por ejemplo.
Pero el mundo desarrollado no era tan solo un agregado de “economías nacionales”. La
industrialización y la depresión hicieron de las potencias un grupo de economías rivales, donde los
beneficios de una parecían amenazar la posición de las otras. No sólo competían las empresas, sino
también las naciones. El proteccionismo expresaba una situación de competitividad económica
internacional, contribuyó a ampliar la base industrial del planeta, impulsando a las industrias nacionales a
abastecer a los mercados internos, que crecían también a un ritmo vertiginoso.
En consecuencia, entre 1880 y 1914, el incremento global de la producción y el comercio fue
mucho más elevado que durante los decenios en los que estuvo vigente el librecambio.
No obstante, si el proteccionismo fue la reacción política instintiva del productor preocupado ante
la depresión, no fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas que tenía. Esa
respuesta radicó en la combinación de la concentración económica, distinta de monopolio y oligopolio y la
racionalización empresarial (los trust, la gestión científica).
La tendencia a abandonar la competencia ilimitada y a implantar la cooperación de varios
capitalistas que previamente actuaban por separado se hizo evidente durante la “Gran Depresión” y
continuó en el nuevo período de prosperidad general.
La concentración avanzó a expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a expensas
de las empresas privadas, los grandes negocios y empresas a expensas de las pequeñas, y esa
concentración implicó una tendencia hacia el oligopolio. A partir de 1880, el modelo de distribución se
revolucionó. Empresas nacionales e internacionales con cientos de sucursales. Al igual que la concentración
económica, la gestión científica (término utilizado recién a partir de 1910) fue fruto de la “Gran Depresión”:
Taylor sugirió una forma más racional o científica de controlar y programar las empresas grandes y
deseosas de maximizar los beneficios. Taylorismo, tres métodos fundamentales: 1) sacar mayor
rendimiento a los trabajadores (aislar a cada trabajador del resto del grupo y transferir el control del
proceso productivo a los representantes de la dirección, que decían al trabajador exactamente lo que tenía
que hacer, 2) descomposición sistemática de cada proceso en elementos componentes cronometrados, y 3)
sistemas distintos de pago de salario que supusieran para el trabajador un incentivo para producir más.
II. Desde mediados de 1890 hasta la 1ra GM, la economía global se lee más en tonos de
prosperidad que de depresión. Fue el período que se conoce como la belle époque. Los historiadores de la
época tienden a centrar su atención en el declive relativo del Reino Unido y en el progreso relativo de
Alemania y EEUU. El tema realmente importante no es quién creció más y más deprisa en la economía
mundial, sino su crecimiento global como un todo.
Teoría económica más conocida y más elegante sobre lo que ocurría es la de Schumpeter (también
estaba la de Kondratiev). Schumpeter asocia cada fase descendente con el agotamiento de los beneficios
potenciales de una serie de innovaciones económicas y la nueva fase ascendente con una serie de
innovaciones tecnológicas, cuyo potencial se agotará a su vez. Esta teoría es plausible, pues cada período
ascendente desde los inicios de 1780 ha estado asociado con la aparición de nuevas industrias, cada vez
más revolucionarias desde el punto de vista tecnológico.
El problema que se plantea respecto de la fase ascendente de los últimos años de la década de
1890 es que las industrias innovadoras del período (las químicas y eléctricas) no parecen haber estado
todavía en situación de dominar los movimientos de la economía mundial. Hay un aspecto del análisis de
Kondratiev que es pertinente para un período de rápida globalización de la economía mundial: la relación
entre el sector industrial del mundo, que se desarrolló mediante una revolución continua de la producción,
y la producción agrícola mundial, que se incrementó gracias a la incorporación de nuevas zonas geográficas
de producción o de zonas que se especializaron en la producción para la exportación. Por lo tanto, no es
sorprendente que, aunque haya catástrofes agrícolas, la tasa de crecimiento de esa producción y las
relaciones de intercambio entre productores industriales y productores agrícolas tiendan en su mayoría a
variar a favor de la agricultura y en contra de la industria.
El gran dinamismo de la economía mundial se debió al núcleo de países industriales, que
constituían el núcleo central de la economía mundial y determinaban el desarrollo del resto del mundo, de
unos países cuyas economías crecieron gracias a que abastecían las necesidades de otras economías.
Estos factores en las relaciones de intercambio supusieron una presión sobre los costos de
producción en la industria y en consecuencia, sobre su tasa de beneficio. Por fortuna para muchos, la
economía estaba estructurada de manera tal que esa presión se podía trasladar al beneficio de los
trabajadores. El rápido incremento de los salarios, característico del periodo de la Gran Depresión,
disminuyó notablemente (lo que explica en parte el incremento de la tensión social y de los estallidos de
violencia en los últimos años anteriores a 1914)
I. Mundo en el que los países avanzados dominan a los atrasados. 1875-1914 se puede calificar
como la era del Imperio no solo porque se desarrolló un nuevo tipo de Imperialismo, sino también porque
fue el período de la historia moderna en que hubo mayor número de gobernantes que se auto titulaban
“emperadores”.
En este período aparece el Imperio Colonial como un nuevo tipo de imperio. Entre 1880 y 1914, la
mayor parte del mundo ajeno a Europa y al continente americano fue dividido formalmente en territorios
que quedaron bajo el gobierno formal o bajo el dominio político informal del Reino Unido, Francia,
Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica, EEUU y Japón. El único estado no europeo que resistió con éxito
la conquista colonial formal fue Etiopía.
Dos grandes zonas del mundo fueron divididas por razones prácticas: África y el Pacífico. En el
Pacífico no quedó ningún estado independiente, dividido entre británicos, franceses, alemanes,
neerlandeses, norteamericanos y japoneses. África pertenecía a los imperios británico, francés, alemán,
belga, portugués y español. En Asia existía una amplia zona independiente, aunque los imperios europeos
más antiguos ampliaron y redondearon sus extensas posesiones. En 1914, el continente americano era un
conjunto de repúblicas soberanas, con la excepción de Canadá, las islas del Caribe y algunas zonas del
litoral caribeño. Eran dependientes económicamente del mundo desarrollado. PROGRESIVA DIVISIÓN DEL
GLOBO ENTRE FUERTES Y DÉBILES.
El análisis del Imperialismo realizado por Lenin se convirtió en un elemento central del marxismo
revolucionario de los movimientos comunistas a partir de 1917 y también de los movimientos
revolucionarios del “Tercer Mundo”. Sostenía que el nuevo imperialismo tenía sus raíces económicas en
una nueva fase específica del capitalismo que conducía a la “división territorial del mundo entre las grandes
potencias capitalistas” en una serie de colonias formales e informales y de esferas de influencia. Las
rivalidades existentes entre los capitalistas que fueron causa de esa división engendraron también la 1º
Guerra Mundial. La expansión económica y la explotación del mundo en ultramar eran esenciales para los
países capitalistas.
Los análisis no marxistas del Imperialismo negaban que el imperialismo tuviera raíces económicas
importantes, que beneficiara económicamente a los países imperialistas, que la explotación de las zonas
atrasadas fuera fundamental para el capitalismo, y que hubiera tenido efectos negativos sobre las
economías coloniales. Afirmaban que el imperialismo no había tenido consecuencias decisivas sobre el
origen de la 1º Guerra Mundial.
El acontecimiento más importante en el siglo XIX es la creación de una economía global, que
penetró de forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada vez más denso de
transacciones económicas, comunicaciones y movimientos de productos, dinero y personas que vinculaba a
los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado. La red mundial de ferrocarriles, la flota
mercante, permitieron la integración a la economía mundial de las zonas más atrasadas y marginales.
La civilización necesitaba de materias primas para el desarrollo tecnológico, materias primas que,
por razones climáticas eran exclusivas o eran abundantes pero estaban lejos geográficamente. El motor de
combustión interna necesitaba de petróleo y caucho. El petróleo procedía de EEUU y Europa pero los pozos
petrolíferos eran ya objeto de enfrentamientos. El caucho era un producto exclusivamente tropical. Las
nuevas industrias del automóvil y eléctricas necesitaban del cobre, y sus productores más importantes se
hallaban en países del Tercer mundo como Chile y Perú. Las minas fueron los grandes pioneros que
abrieron el mundo al imperialismo y sus beneficios eran lo bastante importantes como para justificar
también la construcción de ramales de ferrocarril.
Las plantaciones, explotaciones y granjas eran el segundo pilar de las economías imperiales porque
el crecimiento del consumo de masas significaba una mayor demanda de productos alimentarios. Los
comerciantes y financieros metropolitanos eran el tercero.
El resto del mundo se transformó en un complejo de territorios, coloniales y semicoloniales, que se
convirtieron en productores especializados de productos básicos para exportarlos al mercado mundial, de
cuya fortuna dependían por completo: en lugar de competir con las principales economías, las
complementaban. Hasta 1914 las relaciones de intercambio parecían favorecer a los productores de
materias primas.
La expansión colonial se debió en gran parte a la búsqueda de mercados. La convicción de que el
problema de la “superproducción” del periodo de la gran depresión podía solucionarse a través de un gran
impulso exportador era compartida por muchos. Los hombres de negocios ponían su mirada en las zonas
sin explotar. La consecuencia lógica fue el reparto de las zonas no ocupadas del tercer mundo. El
imperialismo era la consecuencia natural de una economía internacional basada en la rivalidad de varias
economías industriales competidoras.
En este punto, resulta difícil separar los motivos económicos para adquirir territorios coloniales de
la acción política necesaria para conseguirlo, por cuanto el proteccionismo no es otra cosa que la operación
de la economía con la ayuda de la política. En definitiva es imposible separar la política y la economía en
una sociedad capitalista. La pretensión de explicar el “nuevo imperialismo” desde una óptica no económica
es tan poco realista como el intento de explicar la aparición de los partidos obreros sin tener en cuenta
para nada los factores económicos.
De hecho, la aparición de los movimientos obreros, o de la política democrática, tuvo una gran
influencia sobre el desarrollo del “nuevo imperialismo”. El imperialismo estimuló a las masas a identificarse
con el estado y la nación imperial, dando así legitimidad al sistema social y político representado por ese
estado. En una era de política de masas, incluso los viejos sistemas exigían una nueva legitimidad. El
imperialismo ayudaba a crear un buen cemento ideológico.
No puede negarse que la idea de superioridad y de dominio sobre un mundo poblado por gentes de
piel oscura en remotos lugares tenía arraigo popular y, por ende, benefició a la política imperialista. Las
exhibiciones coloniales causaban sensación. Los desfiles militares resultaban sumamente animados gracias
a la exposición de los colonos, entre ellos los negros senegaleses: el mundo considerado bárbaro al servicio
de la civilización. Incluso en los lugares donde la ideología insistía en una igualdad al menos potencial, esta
se trocaba en dominación. En la esfera internacional, el socialismo fue hasta 1914 un movimiento de
europeos y emigrantes blancos o de los descendientes de estos. El colonialismo era para ellos una cuestión
marginal.
El imperialismo de los últimos años del siglo XIX era el producto de una época de competitividad
entre economías nacionales capitalistas e industriales rivales que era nueva y que se vio intensificada por
las presiones para asegurar mercados en un período de incertidumbre económica. Tarifas proteccionistas y
expansión, grandes corporaciones y oligopolios, intervención cada vez más intensa del estado en asuntos
económicos.
II. El impacto económico del imperialismo resultó profundamente desigual, ya que las relaciones
entre las metrópolis y sus colonias eran muy asimétricas. El impacto de las primeras sobre las segundas fue
fundamental y decisivo, mientras que el de las colonias sobre las metrópolis fue de escasa significación.
El Reino Unido fue el país de todos los metropolitanos donde el imperialismo tuvo mayor
importancia, dado que la supremacía económica de ese país siempre había dependido de su relación
especial con los mercados y fuentes de materias primas de ultramar. Sólo para este país era crucial desde el
punto de vista económico mantener una relación especial con el mundo no industrializado.
El nuevo colonialismo fue una consecuencia de una era de rivalidad económico-política entre
economías nacionales competidoras, rivalidad intensificada por el proteccionismo. Pero la era del imperio
no fue sólo un fenómeno económico y político, sino también cultural. El imperialismo llevó la
“occidentalización” a las elites potenciales del mundo dependiente (debían hacerlo si no querían quedarse
atrás).
En resumen, la era del imperio creó una serie de condiciones que determinaron la aparición de
líderes antiimperialistas y las condiciones que comenzaron a dar resonancia a sus voces (como el caso de
Gandhi).
El legado cultural más importante del Imperialismo fue una educación de tipo occidental para
minorías distintas. En algunas zonas se incluían a quienes adoptaban una nueva profesión, como soldados y
policías al servicio de los nuevos gobernantes, vestidos como ellos y adoptando sus ideas peculiares sobre
el tiempo, el lugar y los hábitos domésticos.
Sobre la influencia que ejerció el mundo dependiente hacia sus dominadores hay que decir que
cada vez más se consideraban a los pueblos no europeos como inferiores, indeseables, débiles y atrasados,
adecuados para la conquista.
Sin embargo, la densidad de la red de comunicaciones globales intensificó la confrontación y la
mezcla de los mundos occidental y exótico. Por ejemplo, lo exótico se integró cada vez más en la educación
cotidiana. Estas muestras de mundos extraños no eran de carácter documental, sino ideológicas, por lo
general reforzando el sentido de superioridad de lo civilizado sobre lo primitivo. Las sociedades exóticas
eran imperialistas tan sólo porque el vínculo central entre los mundos de lo exótico y de lo cotidiano era la
penetración formal o informal del tercer mundo por parte de los occidentales.
La primera guerra cerró abruptamente un periodo histórico iniciado un siglo antes, específicamente
en 1815, donde la paz fue el objetivo más deseado por las principales potencias europeas. Esto no significó
que la guerra estuviera ausente en dicho tiempo, pero las batallas se presentaron en su mayoría, en zonas
consideradas marginales.
Hacia 1914 los países europeos más desarrollados se habían consolidado como Estados. Durante
todo el siglo XIX, el Estado se consolidó como el armazón político capaz de garantizar el desarrollo de las
fuerzas capitalistas. El Estado, en tanto organismo de dominación, era la fórmula que encontraba el
régimen de acumulación para acallar los conflictos internos.
Desde la perspectiva marxista, el imperialismo era una fase del capitalismo que conllevaría
indefectiblemente a una guerra antiimperialista.
Inglaterra, la pionera industrial, había quedado relegada en materia de innovaciones tecnológicas
pero aún así controlaba y manejaba las finanzas mundiales y hasta la Gran Guerra siguió siendo el mayor
poseedor de reservas de oro en el mundo. Su flota comercial seguía siendo de gran importancia y
controlaba el comercio mundial a partir del manejo de seguros, tarifas y fletes. Además, era el principal
inversor, no solo en los países periféricos sino también en algunos desarrollados. Francia había logrado
avances muy importantes, aunque su jerarquía estaba más vinculada con su poderío imperial que con su
capacidad industrial. Estas viejas potencias habían convenido una alianza ante el avance de los nuevos
países industriales del continente: Alemania e Italia. Estos últimos dos firmaron junto a Austria-Hungría un
compromiso de asistencia mutua para evitar futuros avances imperiales de las dos grandes potencias
rivales. Este acuerdo es el de la Triple Alianza.
El frente que unía a Inglaterra y Francia requería de otra nación que contuviera entre otros, el
avance por el este de Alemania. El reparto colonial había dejado en desventaja a Alemania, la cual estaba
en condiciones industriales y militares de avanzar en busca de nuevos mercados; se tornaba necesario
entonces, otro acuerdo que equiparara las fuerzas de la Triple Alianza: éste se firmó en 1909, compuesto
por Inglaterra, Francia y Rusia La Triple Entente.
La sociedad
A pesar de que el abandono permanente de las aldeas era imposible, si podían hacerlo
temporalmente para trabajar como asalariado en la agricultura, la construcción, la minería o las ciudades.
Esto también era una necesidad: para pagar los impuestos y los pagos de redención.
Sin embargo, el grado hasta el cual los campesinos continuaron su vida tradicional, dependía de su
ubicación geográfica, sexo y edad: por ejemplo los varones jóvenes entraban en contacto con un mundo
más moderno cuando eran convocados al servicio militar.
La Tradición Revolucionaria
La inteliguentsia rusa se había auto asignado la función de mejor a Rusia, teniendo en cuenta el
presente de Europa occidental. Así durante el tercer cuarto del siglo XIX, se discutía sobre su
industrialización, ya que podían tomar o no algunos fenómenos.
Los populistas consideraban que había producido degradación humana, empobrecimiento de
masas y la destrucción del tejido social de occidente. Eran la corriente principal del pensamiento
radicalizado ruso desde 1860 a 1880.
Por lo general, la inteliguentsia rusa aceptaba el socialismo como forma de organización social,
aunque no era incompatible con una aceptación del liberalismo como ideología de transformación política.
Los populistas combinaban la oposición a la industrialización capitalista con una idealización del
campesinado ruso. Percibieron que el capitalismo había tenido un impacto destructivo sobre las
comunidades rurales tradicionales de Europa. Anhelaban salvar la forma tradicional del capitalismo, creían
que el mir era una institución igualitaria que llevaría a Rusia al socialismo.
En 1870, miles de estudiantes e integrantes de la inteliguentsia dejaron las ciudades para ir a las
aldeas. Este movimiento, conocido como “ir al pueblo”, no tenía una conducción centralizada ni una
intención política definida. Las autoridades se alarmaron y realizaron arrestos en masa. Por otro lado, los
campesinos sospechaban de estos visitantes hijos de la nobleza y probables enemigos de clase, y a menudo
los entregaban a la policía. Produjo desengaño entre los populistas.
A fines de esta década, hubo un brote de terrorismo revolucionario motivado por el deseo de
apoyar a sus camaradas encarcelados y destruir la superestructura rusa, para que el pueblo elija su propio
destino.
En 1881, el grupo de terroristas populistas Voluntad del Pueblo logró asesinar al emperador
Alejandro II. El efecto fue asustar a la aristocracia, en lugar de derrotarla, y produjo más políticas
represivas, arbitrariedad y desprecio de la ley y la creación de un estado policial moderno. La respuesta
popular fue pogromos antisemitas en Ucrania y la difusión de la idea de que los nobles lo habían asesinado
porque había librado a los campesinos de la servidumbre.
En este contexto, en 1880, surgieron los marxistas repudiando el utopismo idealista, las tácticas
terroristas y la orientación campesina que caracterizaban al movimiento revolucionario. Su impacto se dio
en el debate intelectual. Argüían que:
• La industrialización capitalista de Rusia era inevitable
• Mir ya estaba desintegrado internamente
• El capitalismo era la única vía al socialismo
• El proletariado industrial era la clase en condiciones de producir la revolución socialista
• El socialismo era una etapa predecible en el desarrollo de la sociedad.
Una de sus predicciones no tardó en cumplirse: Rusia debía industrializarse. En 1880, producto del
estado y la inversión extranjera, se industrializó tomando una vía independiente de la occidental.
El marxismo ruso era una ideología de modernización y una ideología de revolución. Para ellos el
capitalismo era un fenómeno progresista. Estaban a favor de él porque era necesario para el socialismo.
Admiraban el mundo moderno, industrial, urbano.
Lenin en 1890 los eligió porque estaba del lado de la modernización. Eligieron a la clase obrera
urbana como base de sustentación y como principal fuerza potencial revolucionaria de Rusia. Los primeros
contratos entre ellos fueron educativos. Su ventaja era que eligieron a un sector de las masas dispuesto a
escucharlos, algunos habían adquirido un sentido moderno, urbano, de que podían “mejorarse”.
Bajo el nombre de Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores, progresaron hasta
comprometerse en organizar sindicatos en forma más abiertamente política, huelgas, y en 1905 la
revolución.
Sin embargo entre 1898 y 1914 este partido dejó de ser terreno exclusivo de la inteliguentsia y se
transformó en un partido obrero.
Teóricamente se estaban preparando para no la próxima revolución, sino para la que vendría
después de ésa. El capitalismo llevaría al derrocamiento de la autocracia por una revolución liberal
burguesa, donde el proletariado a lo sumo tendría un papel secundario.
En 1903, los dirigentes del partido chocaron por la composición del comité editorial del periódico
del partido, Iskra. La disputa giró en torno de Lenin que, según algunos, buscaba agresivamente una
posición dominante. Como resultado, se produjo una división que resultaría permanente:
• Bolcheviques:
o seguían la conducción de Lenin, su único líder
o Convocaban obreros
• Mencheviques:
o Trotsky, Plejánov, Martov
o Lenin se había excedido en sus atribuciones
o Después de 1903 emergieron como los representantes más ortodoxos del marxismo,
menos inclinados a forzar la marcha de los sucesos que conducirían a la revolución y menos
interesados en crear un partido revolucionario organizado y disciplinado
o Tuvieron éxito en ganar adherentes en las regiones no rusas del imperio.
En ambos, los judíos y los no rusos eran importantes en la cúpula directiva.
Entre 1910-4 los mencheviques perdieron respaldo obrero, ganado por los bolcheviques.
Lenin insistió en la importancia de la centralización, la disciplina estricta y la unidad ideológica
dentro del partido que operaba clandestinamente. El deseaba activamente una revolución proletaria y no
sólo predecirla y consideraba que el proletariado podría desempeñar un papel dominante en la revolución
antiautocrática de Rusia.
La Rusia zarista tardía era una potencia militar en expansión, dotada del mayor ejército
permanente. Sin embargo las guerras rusas no habían tendido a ser exitosas o a la fortalecer la confianza
de la sociedad en el gobierno.
La guerra tuvo como resultado desastre y humillaciones. El entusiasmo patriótico inicial de la
sociedad respetable no tardó en marchitarse y los intentos de organizaciones públicas de ayudar al
gobierno en la emergencia condujeron a frotaciones y conflictos con la burocracia. Esto dio impulso al
movimiento liberal, porque la autocracia, cada vez menos tolerable, y la nobleza y los profesionales se
alinearon tras el ilegal movimiento llamado “liberación”. Los liberales de Rusia, organizaron una campaña
de banquetes por medio de la cual la elite social expresó su apoyo a la idea de reforma constitucional.
En enero de 1905, los trabajadores de Petersburgo convocaron a una demostración pacífica para
llamar la atención del Zar sobre sus reclamos económicos. El domingo sangriento, las tropas dispararon
sobre los manifestantes que se hallaban frente al Palacio de >Invierno. En 1905 la revolución comenzó.
Había espíritu de solidaridad nacional contra la autocracia, no fue cuestionada la pretensión de los
liberales de liderar el movimiento revolucionario. La autocracia se mantuvo siempre a la defensiva.
La revolución liberal terminó con el Manifiesto de octubre de Nicolás II en el cual concedía: el
principio de una constitución, prometía crear un parlamento electivo nacional, la Duma. La revolución
dividió a los liberales: los octubristas lo aceptaron, los demócratas constitucionales (cadetes) suspendieron
su aceptación. Los liberales concentraron sus energías para organizar los nuevos partidos octubrista y
cadete para las elecciones de la Duma.
Pero aún era una autocracia. El parlamento electo tenía poderes limitados, y una vez que las dos
primeras Dumas demostraron ser insubordinadas y fueron arbitrariamente disueltas, se introdujo un nuevo
sistema electoral que les quitó prácticamente toda autoridad a viarios grupos sociales y dio una excesiva
representación a la nobleza terrateniente.
Los obreros, mantuvieron su actividad revolucionaria. En octubre los trabajadores de Petersburgo
organizaron un soviet, un gobierno municipal de emergencia mientra las instituciones estaban paralizadas y
tenía lugar una huelga general. Se convirtió en un foro político para los trabajadores y los socialistas de los
partidos revolucionarios. Pero en diciembre fue dispersado por una operación policial. La revolución
urbana produjo alzamientos campesinos, pero no fueron simultáneas.
La nobleza terrateniente rusa, con estas revoluciones, aprendió que sus intereses estaban ligados a
los de la autocracia y no a los de los liberales.
No cambió el régimen policial y a pesar de la legalización de los sindicatos, a menudo gremios
específicos eran clausurados por la policía. Los integrantes de los partidos socialista revolucionarios
continuaban siendo arrestados con tanta frecuencia como en el pasado, y los jefes partidarios fueron
forzados a emigrar otra vez para evitar la cárcel y el exilio.
En la revolución obrera poca participación tuvieron los marxistas. La revolución había llegado, pero
el régimen se había defendido y había sobrevivido. Tener una fachada de instituciones políticas legales y
una nueva generación de políticos liberales engreídos no representaba ninguna ganancia.
Las insurrecciones campesinas condujeron a un programa de reforma agraria. Se alentaba a los
campesinos a consolidar sus posesiones y separarse del mir. Para facilitar el proceso se establecieron
comisiones de tierras. Se daba por sentado que los pobres venderían su parte y se irían a las ciudades, y los
más prósperos mejorarían y expandirían sus propiedades, adquiriendo la mentalidad conservadora y
pequeño burguesa del granjero campesino francés.
Las reformas eran progresistas ya que sentaban las bases para un desarrollo capitalista de la
agricultura. El campesinado tradicional de Rusia era dado a la insurrección. Si las reformas funcionaban el
proletariado ruso perdería un importante aliado revolucionario.
En 1906 la economía la economía rusa fue reforzada por un empréstito con un consorcio bancario
internacional. La industria nacional y de capital extranjero se expandió velozmente en los años de
preguerra. La clase obrera industrial también.
La protesta laboral disminuyó pero se hicieron cada vez más frecuentes en los años anteriores a la
guerra, culminando con la huelga general de Petrogrado en 1914. Con ella, algunos observadores dudaron
de si Rusia podría arriesgarse a movilizar a su ejército para ir a la guerra. Las demandas eran políticas y
económicas y sus quejas contra el régimen incluían responsabilizarlo del dominio extranjero en la industria
y del empleo de la coerción contra los trabajadores mismos.
Cuando estalló la guerra, la mayoría de los rusos adoptaron una posición defensista que implicaba
respaldar el esfuerzo bélico de Rusia en tanto éste se realizase en defensa del territorio ruso. Una minoría,
los derrotistas, entre ellos Lenin, repudiaban la causa. Lenin la consideraba una guerra imperialista y lo
mejor que se podía esperar era una derrota que provocase la guerra civil y la revolución. Hubo una oleada
de entusiasmo patriótico.
El ejército ruso sufrió aplastantes derrotas y pérdidas, y el ejército alemán penetró profundamente
en los territorios occidentales, provocando el ingreso de refugiados a Rusia central.
Las presiones de la guerra destacaron las características anacrónicas de la autocracia e hicieron que
Nicolás pareciera un involuntario caricaturista de la tradición autocrática, más que un defensor. La
situación de la autocracia era precaria: la sociedad estaba dividida, la estructura burocrática era frágil y el
régimen era muy vulnerable. No se toleraron las derrotas, y cuando ocurrían la sociedad se volvió
violentamente contra el gobierno, denunciando su incompetencia y atraso.
La toma del poder de octubre fue el comienzo de la revolución bolchevique, para derrocar a la
burguesía. En las provincias y en el centro debían adaptar sus actitudes a los soviets locales que habían
afirmado exitosamente su autoridad pero en los que predominaban mencheviques y SR. La futura forma de
gobierno de Rusia seguía siendo una pregunta sin respuesta.
El lema de los bolcheviques era “todo el poder a los soviets”, que en 1917-8 parecía adecuado al
ánimo en las provincias. Su otro lema era “dictadura del proletariado”. Esto podía significar aplastar los
esfuerzos contrarrevolucionarios de las antiguas clases propietarias, pero ¿podía el nuevo régimen
permitirse actuar en forma tan represiva como la vieja autocracia zarista y así conservar el respaldo
popular? Además este concepto parecía implicar poderes amplios e independencia de todas las
instituciones proletarias ¿Qué ocurriría si los sindicatos y comités de fábricas tuvieran diferentes conceptos
de los derechos de los trabajadores? Si el “control obrero” en las fábricas significara la autogestión obrera
¿era esto compatible con la planificación centralizada del desarrollo económico que los bolcheviques
percibían como objetivo socialista básico?
También debían considerar la posición de Rusia en el escenario mundial. Los bolcheviques se
consideraban parte de un movimiento revolucionario internacional. Creían que la revolución rusa no
sobreviviría sin el respaldo de otras revoluciones obreras en los países capitalistas avanzados de Europa,
por eso tardaron en reconocer la necesidad de practicar una diplomacia convencional, y cuando quedó
claro que era un fenómeno aislado reevaluaron su posición, pero para ese entonces la costumbre de
mezclar llamados a la revolución con contactos más convencionales entre estados se había afirmado.
La Guerra Civil estalló en 1918, Se combatió en varios frentes contra una variedad de ejércitos
blancos- antibolcheviques- respaldados por potencias extranjeras. Los bolcheviques la consideraron una
guerra de clases, por lo tanto la victoria roja –bolchevique-, era una victoria del proletariado. Aunque las
fuerzas antibolcheviques se habían retirado, esperaban su regreso y los aplastarían en su lugar de origen.
Polarizó a la sociedad, produjo temor a ser rodeados por el capitalismo.
Devastó a la economía, paralizó la industria y vació las ciudades.
Produjo desintegración y dispersión del proletariado industrial, la clase en cuyo nombre los
bolcheviques habían tomado el poder.
Militarizó la cultura política revolucionaria del movimiento bolchevique, dejando un legado que
incluía la “disposición a emplear la coerción, el gobierno por medio de decretos, la administración
centralizada y la justicia sumaria”.
Hubo otros factores que reforzaron las tendencias autoritarias del partido:
• La dictadura de una minoría debía ser casi fatalmente autoritaria, y aquellos que estuvieran
a su servicio tendrían una propensión a desarrollar la tendencia al autoritarismo.
• El respaldo de los trabajadores, soldados y marinero de Rusia quienes tenían menos
inclinación a preocuparse por aplastar a la oposición o imponer su autoridad por la fuerza más bien que
mediante la persuasión
• Relación de reciprocidad entre los bolcheviques y el ambiente político de 1918-20
Después del golpe bolchevique de octubre, los diarios del Partido KDT propalaron una convocatoria
a la armas para salvar la revolución.
Lenin consideraba imprescindible que se firmara la paz cuanto antes. Sin embargo los bolcheviques
no era un partido de la paz, y su ánimo belicoso se reflejó en 1918 y fue un valioso recurso para el nuevo
régimen a la hora de pelear en la guerra civil. Lenin forzó la aprobación de su decisión amenazando con
renunciar, pero fue una dura batalla. Si bien la ofensiva de Alemania fue muy exitosa, al perder la guerra
europea perdió sus conquistas del este.
Cuando la guerra civil comenzó los bolcheviques trasladaron su capital a Moscú, pero amplias áreas
del país no se encontraban bajo control efectivo de Moscú.
Aunque en 1919 la situación de los bolcheviques parecía desesperada y era poco el territorio que
controlaban, sus oponentes también tenían problemas:
• Los ejércitos blancos operaban independientemente unos de otros, sin dirección central ni
coordinación
• El control sobre sus bases territoriales era tenue
• Cuando instalaba gobiernos regionales la administración debía instalarse desde cero y con
pocos resultados
• Los sistemas de comunicación y transporte no facilitaban sus operaciones en la periferia
• Eran hostigadas por los rojos y los verdes (campesinos y cosacos)
• Provistos de oficiales del antiguo ejército zarista, tenían dificultades para mantener sus filas
dotadas de reclutas y conscriptos que obedecieran a aquéllos.
La fuerza de combate de los bolcheviques era el Ejército Rojo:
• organizado bajo el mando de Trotsky
• Debió ser organizado de la nada
• Su núcleo consistía en guardias rojos de las fábricas y unidades probolcheviques del ejército
y la armada
• Para el fin de la guerra era una institución inmensa. Era la mayor burocracia, la que mejor
funcionaba, y tenía prioridades sobre los recursos disponibles
• Organizado desde el principio como un ejército regular y por ello los soldados estaban
sometido a la disciplina militar y los oficiales era designados
• Debido a la escasez de militares entrenados se emplearon oficiales del antiguo ejército
zarista, y para asegurarse de que mantuvieran su lealtad se le adjudicaba a cada uno un comisario político
(generalmente comunista).
El régimen soviético también creó una fuerza de seguridad en 1917: la Comisión Extraordinaria de
todas las Rusias para la lucha contra la contrarrevolución: Cheka. Su misión era controlar el brote de
bandidismo, saqueos y pillaje de locales de bebidas alcohólicas, pero luego asumió las funciones más
amplias de policía de seguridad, a cargo de lidiar con las conspiraciones contra el régimen. Se convirtió en
un órgano de terror, administrando justicia sumaria.
Ambos bandos (los rojos y los blancos) generaban terror, pero los bolcheviques no lo ocultaban y se
enorgullecían. Lenin y Trotsky se mostraron despectivos hacia los socialistas que no comprendían la
necesidad del terror.
Después de la guerra civil la Cheka fue reemplaza por la GPU, medida asociada con el abandono del
terror y la extensión de la legalidad. Tanto el ejército rojo como la Cheka hicieron importantes aportes a la
victoria bolchevique en la guerra civil. Los rojos contaban con el respaldo de la clase obrera urbana y el
parido bolchevique suministraba su núcleo organizativo. Los blancos contaban con el apoyo de las antiguas
clase media y alta, su agente organizativo principal era un sector de la antigua oficialidad zarista.
El campesinado, la mayoría, definió la situación: ambos ejércitos reclutaban campesinos sin
embargo las dificultades de los blancos se volvieron más serias. Pero, al mismo tiempo se sentían
resentidos por la política de requisición de granos de los bolcheviques. En realidad no les entusiasmaba
servir en ningún ejército. Pero las deserciones en ambos partidos estaban vinculadas a la toma de tierras y
su redistribución por parte de las aldeas. Para fines de 1918, este proceso había terminado, con
aprobación de los bolcheviques. Los blanco no aprobaban la toma de tierra y respaldaban la posición de los
antiguos terratenientes. De modo que los bolcheviques eran el mal menor.
Comunismo de Guerra
Era el contexto de las políticas económicas: los bolcheviques se hicieron cargo de una economía de
guerra a punto de colapsarse.
También había un contexto ideológico: los bolcheviques pretendían abolir la propiedad privada, el
libre mercado y distribuir la producción de acuerdo con las necesidades.
Los primeros pasos de los bolcheviques hacia el comunismo fueron cautelosos. Sin embargo, desde
la guerra civil se volvieron hacia políticas más radicales, y al hacerlo trataron de extender la esfera de
control centralizado del gobierno más lejos y a más velocidad de lo que era su intención original.
Nacionalizaron la banca y el crédito, pero no de inmediato la totalidad de la industria. Diversas
circunstancias extendieron el alcance de la nacionalización más allá de las intenciones de corto plazo que
tenían. Los soviets locales expropiaron planta por cuenta propia. En noviembre de 1920 nacionalizaron
aún la industria en pequeña escala. En teoría todo el circuito de producción ahora estaba en mando del
poder soviético, e incluso los talleres artesanales t los molinos de viento eran parte de la economía
centralizada.
Hacia el final de la guerra civil se prohibió el libre comercio, la economía estaba virtualmente
carente de dinero. También nacionalizaron el comercio mayorista, prohibieron la venta minorista de hasta
los alimentos más básicos y los productos manufacturados e intentaron transformar las cooperativas de
consumidores en una red de distribución propiedad del estado. Estas medidas de emergencia para
manejar la crisis de alimentos en las ciudades y los problemas de suministros del ejército, pero eran
justificadas en términos ideológicos.
El trueque se convirtió en la forma básica de intercambio, el dinero perdió su valor. Para los
bolcheviques era un triunfo ideológico, pero no siempre la ideología y las necesidades prácticas convergían,
por ejemplo en las políticas que afectaban a la clase obrera en cuestión de salario: para maximizar la
producción intentaron mantener las remuneraciones por cantidad de trabajo producido en la industria,
aunque los trabajadores consideraban esta medida no igualitaria e injusta.
Otra cuestión era la organización de las fábricas:
• Algunas eran administradas por comités obreros electos
• Otras por un director designado, a menudo un comunista pero a veces el antiguo
administrador, ingeniero jefe o propietario
• Un trabajador o grupo del comité de la fábrica o el sindicato local.
En cuanto a los campesinos el problema era conseguir comida. Dada la urgente necesidad de
alimentar a las ciudades y al Ejército Rojo, al estado no le quedaba otra opción que apoderarse de lo
producido por ellos a través de la persuasión, la astucia, las amenazas o la fuerza. Esto tensó las
relaciones. Pero los blancos hacían lo mismo.
Pero había otros aspectos de la política que les alarmaban: La división de aldeas en bandos
opuestos para facilitar la obtención de grano. Los bolcheviques creyeron que con las divisiones entre ellos
que había producido el capitalismo recibirían el respaldo de los campesinos pobres y carentes de tierra y la
oposición de los más ricos
Para los bolcheviques el mir era una institución en decadencia y que la primera revolución del
campo estaba siendo seguida por una segunda, una guerra de clases entre campesinos pobres y ricos, que
quebraría la autoridad del mir. Aunque para 1918 desaprobaban todos los aspectos del orden rural
tradicional. Lo que les interesaba era la agricultura a gran escala y sólo la necesidad política de ganarse a
los campesinos los había llevado a avalar la distribución de grandes fincas en 1917-8. En algunas de la
tierra estatales que quedaban instalaron granjas del estado, colectivas (sovjozy) donde trabajaban la tierra
y comercializaban la producción en forma colectiva.
Como su socialismo era científico, los bolcheviques creían ser inmunes al utopismo, pero era
entusiastas de la revolución, no asistentes de laboratorio. Para 1920 su percepción del mundo estaba
distorsionada en muchos aspectos y esto se percibía en su primer enfoque de las tareas de gobierno y
administración.
La guerra civil fue una época en que florecieron la experimentación intelectual y cultural. Los
sentimientos, la espiritualidad, la tragedia humana y la psicología individual no eran lo que se usaba y solían
ser denunciados como “pequeño burgueses”. Los líderes no estaban convencidos de que el futurismo
artístico y el bolchevismo fuesen inseparables aliados naturales y adoptaron una actitud más cauta hacia
los clásicos.
La ética de la liberación revolucionaria era aceptada en forma más entusiasta por los bolcheviques
en lo que hacía al tema de las mujeres y la familia: por ejemplo, apoyaban la liberación de la mujer. Sin
embargo la liberación sexual era una causa de los jóvenes comunistas que más bien incomodaba a la
dirigencia bolchevique.
CONSTELACIONES HISTORIADORAS.
Mosse nació a comienzos de la República de Weimar, en una familia judía del patriarcado prusiano,
quienes fueron obligados a abandonar Alemania en 1933. Judío y homosexual, acudía a sus recuerdos y
experiencias cuando escribía sobre el problema de la respetabilidad burguesa, sobre la relación entre
nacionalismo y sexualidad, norma y alteridad, nacionalismo y vanguardia artística, así como sobre la imagen
del cuerpo en la estética fascista.
Sternhell, de generación posterior, se formó en París y tiene una impronta más bien clásica, aunque
reconoce que la explicación del fascismo italiano reside antes que nada en la ideología y en la cultura.
Gentile orienta sus trabajos más hacia la historia cultural.
De alguna manera, De Felice es el lazo que une a los tres historiadores centrales de este capítulo. Ya
desde 1983 señalaba a Mosse, Sternhell y a Gentile como los investigadores que habían hecho las
contribuciones más importantes e innovadoras al análisis del fascismo.
CULTURA FASCISTA.
Todos estos historiadores comparten una definición centrada en algunas características esenciales:
el fascismo fue a la vez una revolución, una ideología, una visión del mundo y una cultura. Revolución ya
que quería construir una sociedad nueva. Ideología porque había reformulado el nacionalismo desde una
perspectiva que, tras haber rechazado el marxismo, se oponía tanto al conservadurismo como al
liberalismo, buscando una vía alternativa. Una visión del mundo dado que inscribía su proyecto político en
una visión de la historia, quería crear un “hombre nuevo” y se presentaba como el destino providencial de
la nación. Y una cultura ya que quería transformar el imaginario colectivo, modificar los estilos de vida,
suprimir cualquier división entre vida privada y vida pública. Para los tres se trataba de una “revolución de
derecha” cuyo motor social residía en las clases medias y cuya ambición era la construcción de una
civilización nueva. Dicho de otro modo, una revolución a la vez antiliberal y antimarxista.
Durante mucho tiempo se ha definido a los fascismos con connotaciones solo negativas:
antiliberalismo, anticomunismo, antidemocrático, antisemitismo, anti-Ilustración, pero fundamentalmente
incapaz de producir una cultura original y armónica. Contra estas visiones, nuestros tres historiadores
destacan la coherencia del proyecto fascista, que se apropiaba de varios elementos preexistentes y lograba
fundirlos en una síntesis nueva: militarismo e imperialismo cambiaban el rechazo a la democracia y la
igualdad en culto al orden nacional y racial, el repudio del individualismo en adoración a la masa, la idea de
fuerza en proyecto de conquista y dominación, el principio de autoridad en visión totalitaria del mundo.
La cultura fascista exaltaba la acción, la virilidad, la juventud, el combate, traduciéndolos en cierta
imagen del cuerpo, en ciertos gestos, emblemas, símbolos que debían redefinir la identidad nacional. Todos
estos valores exigían su antítesis, que se declinaba en alteridad: la alteridad de género de los homosexuales
y de las mujeres que no aceptaban una posición subalterna; la alteridad social de los delincuentes y los
criminales; la alteridad política de los anarquistas, los comunistas y los subversivos; la alteridad racial de los
judíos. Todos cargaban con los estigmas (en el cuerpo y en la mente) de una “degeneración” que
simbolizaba la antítesis de la normalidad burguesa, tanto física como estética y moral. El intelectual que
vivía en la ciudad, lejos de la naturaleza, que no hacía deporte, que no cuidaba su cuerpo y que pensaba en
lugar de actuar, encarnaba la enfermedad y la decadencia a las que se oponían el vigor físico, el coraje, el
menosprecio por el peligro y la ética guerrera del hombre nuevo fascista. Judaísmo, homosexualidad y
feminidad eran las figuras negativas por excelencia que permitían a la estética fascista elaborar sus mitos
positivos de virilidad, salud, higiene física y moral.
Sin embargo, las figuras del judío y el homosexual no son iguales. El homosexual era estigmatizado
a causa de su “desviación”, por lo tanto, de su comportamiento; el judío a causa de su esencia. El primero
debía ser “reeducado”, el segundo exterminado.
Ninguno de los tres historiadores le atribuye al fascismo ningún carácter reaccionario, sino que lo
ven como un fenómeno totalmente revolucionario.
Mosse presenta al fascismo como el “hijo de la nacionalización de las masas”, acelerada
poderosamente durante la guerra. Quería movilizar a las masas generándoles la ilusión de ser actores y ya
no más espectadores pasivos de la política.
Mientras los antiguos historiadores plantean que los totalitarismos lo que quieren hacer es volver al
Imperio, que no hay progreso, que siempre se va hacia atrás y que son anti-capitalistas, Mosse dirá que no
es así, que son modernos y revolucionarios en base a que quieren ir hacia adelante y no hacia atrás pero no
precisamente son liberales, es decir, no son anti-capitalistas sino que son anti-liberales.
La nacionalización de las masas se expresa en un conjunto de ritos colectivos (manifestaciones
patrióticas, culto a los mártires, celebración de fiestas nacionales, monumentos, banderas e himnos) que
hayan su realización en los tiempos del fascismo y nazismo en los discursos de Mussolini en las plazas y de
Hitler en el estadio. Según Mosse, se trata de una tendencia cuyos orígenes se remontan a la Revolución
Francesa con la fe en la nación, celebrada a través de fiestas que reproducían rituales, y la relación nueva
entre estética y política. En ese sentido ve en el fascismo a un descendiente directo del estilo político
jacobino. También el socialismo, según este autor, tuvo una importante influencia sobre el fascismo en
tanto modelo del que podía reproducir ciertas formas al tiempo que rechazaba sus valores.
En la línea de Mosse, Gentile define el estilo fascista como una “sacralización de la política” y
analiza la porra como herramienta de una política purificadora y regeneradora. Este autor muestra sobre
todo hasta qué punto el propio fascismo era consciente de su dimensión religiosa, abiertamente
reivindicada por Mussolini, y descubre en el fascismo la estructura de una religión articulada en torno a
cuatro dimensiones esenciales: la fe, el mito, el rito y la comunión. Para entender la liturgia política del
fascismo, la noción de “religión civil” seria, en su opinión, mucho más pertinente que la de estatización de
la política (que es la utilizada por Mosse).
Mosse no percibe al fascismo y el comunismo como dos gemelos totalitarios, pero aun así admite
reconocer en ellos una misma matriz jacobina, la única característica compartida es el antiliberalismo.
Gentile también rechaza la asimilación entre fascismo y comunismo y subraya la antítesis radical
entre el nacionalismo del primero y el internacionalismo del segundo. En cuanto a Sternhell, tampoco cree
que haya complicidad entre comunismo y fascismo. Piensa que los dos poseían una concepción totalmente
opuesta del hombre y de la sociedad. Perseguían objetos revolucionarios, pero sus revoluciones eran
diferentes: una económica y social y otra cultural, moral, psicológica y política, encaminada a cambiar la
civilización pero en absoluto a destruir el capitalismo. Mientras el comunismo se declara heredero de la
Ilustración, el fascismo es su sepulturero, en el sentido de que rechazan la matriz que sostenía que los
hombres eran iguales por naturaleza. Por lo cual rompen con la tradición, sosteniendo que desde que el
hombre nace, está en una posición desigual con respecto al otro, y a los hombres (sobre todo a los más
superiores) les gusta esta idea de desigualdad.
Mosse considera que para comprender al fascismo la historia ideológica y política no alcanza.
También hay que tomar en cuenta sus representaciones, sus prácticas y su capacidad de dar forma a los
sentimientos populares.
El nacionalismo moderno había nacido de la Revolución Francesa, y su encuentro con la sociedad
de masas, a fines del siglo XIX, había sentado las bases para el nacimiento del fascismo, que tendría lugar
tras la ruptura de 1914.
Los mitos, los símbolos y la estética adquirieron un lugar preponderante en los trabajos de Mosse,
en detrimento de otros componentes fundadores del fascismo. Este último, heredó sin dudas el estilo
político del jacobinismo, que funcionó como punto de partida de la conversión del nacionalismo en región
civil, pero su ideología y su visión del mundo se forjaron en un conflicto con la filosofía de la Ilustración y
con todos los valores proclamados por la R. Francesa.
IDEOLOGÍA.
Sternhell al privilegiar el mundo de las ideas capta el núcleo del fascismo en la anti-Ilustración. Pero
su tendencia presenta límites. En efecto, el enfoque de este autor se caracteriza por su rechazo normativo
a toda contribución de la historia social. Según explica, el fascismo tiene razones intelectuales profundas y
agrega que, para comprenderlo la historia social no será de gran ayuda. Para él, el fascismo es una
corriente nacida en Francia a fines del siglo XIX. En sus orígenes estaría el encuentro y la fusión entre dos
tradiciones políticas hasta entonces antinómicas: una de izquierda y la otra de derecha. La “derecha
revolucionaria”, primera manifestación del fascismo, era el producto de una síntesis entre corrientes de
derecha que, bajo el impacto de la sociedad de masas, habían optado por dar una impronta populista a su
nacionalismo, y corrientes de izquierda que habían tomado una orientación nacionalista. El rechazo hacia la
democracia política y el liberalismo habrían estado en la base de esta fusión entre derecha populista e
izquierda nacionalista. Por lo tanto, el perfil ideológico del fascismo habría tomado forma mucho antes de
1914, y la Francia de la Tercera República habría sido su verdadero laboratorio.
En la línea de Mosse, Gentile sigue convencido de que el fascismo necesitó, para nacer de la
Primera Guerra Mundial, su verdadera matriz. Esta fue la que provocó el derrumbe definitivo del orden
europeo, la que cuestionó el orden liberal y confirió al nacionalismo un carácter nuevo, mucho más
agresivo, militarista, imperialista y antidemocrático. Fuera de esta ruptura, el nacimiento del fascismo y del
nazismo nunca hubiera podido producirse tal como lo reconocían sus propios protagonistas. Entonces se
podría decir que, mucho más que el fascismo, Sternhell ha echado luz sobre el prefascismo, cuyos
elementos constitutivos recién se habrían reunido después de la inflexión 1914/1918.
En resumen, Sternhell borra las diferencias que separan al prefascismo del fascismo y, después, el
movimiento fascista del régimen fascista, diferencias que han estado en el centro de atención de los
historiadores desde hace décadas.
Otros críticos de Sternhell han destacado su limitada concepción del fascismo como síntesis entre
dos tradiciones políticas, una proveniente de izquierda y la otra de derecha. Aunque esta visión puede
encontrar puntos de apoyo en los casos de Francia e Italia no puede generalizarse. No se halla ningún
componente de izquierda en el origen del nazismo alemán o del franquismo español, por ejemplo. O sea
que se trata de una concepción que transforma en paradigma al caso francés, mucho más débil que otros
casos de fascismos europeos, ya que llegó al poder muy tarde, por un período muy corto, en virtud de una
derrota y de una ocupación militar sin las cuales es dudoso que hubiera logrado constituirse en régimen.
(CON RESPECTO AL CASO ESPAÑOL, del teórico este fue el verdadero laboratorio de la 2da GM. El
ejército se arma contra el parlamento y hay una guerra civil. Este ejército estaba liderado por Francisco
Franco. Los franquistas tuvieron el apoyo de la Iglesia, entre otros sectores. Hasta la muerte de Franco dura
su gobierno, 1975. Recibieron el apoyo de Mussolini. La diferencia entre el régimen de este último y lo que
ocurrió en España es que uno es totalitario mientras que el otro es autoritario. El autoritarismo se alza
sobre la sociedad civil, no con ella. Los echa del espacio público, reduciéndolos al ámbito privado desde las
relaciones de producción hasta los festejos. En el totalitarismo todo es público, él define a la sociedad, es
un Estado que continuamente tiene que lograr que el individuo se refleje en él, por lo tanto de que se
movilice. Por ende, no hay ámbito de lo privado. El totalitarismo es represivo con aquello que no considera
propio. Eso que sí considera propio debe sentirse parte y estar “cómodo”. Es decir que mientras el
autoritarismo busca la desmovilización y despolitización, el totalitarismo es todo lo contrario.)
¿REVOLUCIÓN O CONTRARREVOLUCIÓN?
Nuestros tres historiadores coinciden en subestimar una característica importante del fascismo: el
anticomunismo. Ninguno de ellos ignora este aspecto pero tampoco le atribuyen un papel decisivo. Esta
subestimación tiene diferentes orígenes. En Mosse, se debe sobre todo a su desvalorización de la
dimensión ideológica del fascismo, el acento puesto en sus aspectos culturales, estéticos y simbólicos. En el
caso de Sternhell, deriva de su interpretación del fascismo como reacción puramente antiliberal o, más
precisamente, de su reducción del fascismo a una expresión moderna de la anti-Ilustración, de la que el
anticomunismo no sería más que una variante. Finalmente, los tres subestiman el anticomunismo porque
insisten en la naturaleza revolucionaria del fascismo. Ahora bien, el anticomunismo modela al fascismo
desde el comienzo hasta el final de su trayectoria. En tanto que antibolchevismo, el fascismo no aparece
mucho como revolucionario, sino más bien como un fenómeno típicamente contrarrevolucionario. La
revolución fascista no podía definirse de otra manera más que por una oposición radical a la revolución
comunista. En este sentido se trataba de una revolución contra la revolución. En el fondo, esta dimensión
contrarrevolucionaria es la que constituye el zócalo común de los fascismos en Europa, más allá de sus
ideologías y sus recorridos diferentes (justamente en nombre del anticomunismo, el fascismo italiano, el
nazismo y el franquismo convergían en un frente común durante la Guerra Civil Española). En varios
aspectos el anticomunismo fue más fuerte que el antiliberalismo en el fascismo. Desde ya que tampoco hay
que reducir los fascismos a anticomunismo, pero este último sigue siendo indispensable para juntar
diferentes elementos y para transformar una ideología en política, y una visión del mundo en un programa
de acción. Dicho de otro modo, el fascismo no existiría sin el anticomunismo aunque no se reduzca a él.
Está claro que los fascismos instauraron regímenes nuevos, destruyendo al Estado de derecho, el
parlamentarismo y la democracia liberal, pero (con excepción de la España franquista) llegaron al poder por
vías legales y nunca transformaron la estructura económica de la sociedad. A diferencia de las revoluciones
comunistas, que modificaron radicalmente las formas de la propiedad, los fascismos siempre integraron en
su sistema de poder a las antiguas elites económicas, administrativas y militares. Ningún movimiento
fascista llegó al poder sin el apoyo, aunque sólo sea por defecto, de las elites tradicionales.
La insistencia en esa matriz revolucionaria del fascismo lleva a nuestros historiadores a subestimar
e incluso negar, la presencia de un componente conservador en el seno del fascismo. Los tres insisten en su
dimensión moderna, en su voluntad de edificar una “civilización nueva”, y en su carácter totalitario,
olvidando un poco demasiado rápido que el conservadurismo acompaña a los fascismos.
Para Mosse, el fascismo es totalitario en la medida en que se relaciona con cierta tradición
jacobina. Para Sternhell es totalitario en tanto crítica moderna de la Ilustración que apunta a regenerar la
comunidad nacional. Y para Gentile, en tanto proyecto de modernización de la sociedad, basado en el culto
a la técnica y en el mito del hombre nuevo. Estos enfoques están lejos de restituir la complejidad de la
relación que mantuvo el fascismo con el conservadurismo. El modernismo exhibido y reivindicado por parte
del nazismo y del fascismo italiano no impidió a ambos regímenes asimilar corrientes conservadoras en el
momento de su instalación, ni tampoco integrar ciertos pilares del conservadurismo en su sistema de
poder. Con un reflejo conservador, pero no por una adhesión profunda a la visión del mundo y al proyecto
de purificación y de dominación racial de Hitler, las elites económicas y el ejército de Alemania apoyaron su
régimen, convirtiéndose en componentes indispensables (y es precisamente al tomar conciencia de que,
para consolidar su poder necesitaba el apoyo de las fuerzas conservadoras esenciales de la sociedad
italiana que Mussolini aceptó, primero, hacer su régimen a la sombra de la monarquía actual de ese
momento y luego decidió llegar a un acuerdo con la Iglesia católica). Esto es aún mucho más válido para el
caso francés, que ocupa el centro del análisis de Sternhell. A pesar de los rasgos fascistas del régimen, este
se sitúa más cerca del conservadurismo que del fascismo.
Queda el problema de la violencia. Los tres autores coinciden en destacar la importancia del
militarismo y del imperialismo, del culto del combate y del nacionalismo guerrero en el corazón del
fascismo. Mosse, con su interpretación de que la consecuencia central de la Gran Guerra ha sido el
acostumbramiento de la sociedad a la masacre industrial, captó una clave para explicar la violencia nazi
durante el segundo conflicto mundial. Pero eso no está integrado en su definición de fascismo, que sigue
limitada a su base cultural, mítica y simbólica. Para este historiador, los campos de exterminio no eran en el
fondo más que un aspecto “técnico” del nazismo. Gentile destacó la importancia de la creación del Imperio
para el perfeccionamiento del Estado totalitario italiano, pero no se interrogó sobre el lazo existente entre
la ideología y las prácticas del régimen. Este autor destaca la incapacidad del anterior de ver en la
militarización de la política uno de los elementos constitutivos del fascismo. No obstante en sus trabajos no
se preocupa demasiado por comprender la violencia del fascismo italiano. Sternhell directamente deja de
lado el problema. Al hacer del nacionalismo francés de fines del siglo XIX el tipo ideal de fascismo excluye la
violencia de sus elementos constitutivos. En esencia, ninguno de los tres reconoce a la violencia como un
rasgo consustancial al fascismo, desplegada como la forma de la represión en masa, de un sistema de
campos de concentración o de prácticas de exterminio. Sin embargo es un aspecto de gran peso muy
presente en la conciencia histórica y en la memoria colectiva de las sociedades europeas.
Al finalizar la Primera Guerra, se creía que la democracia era un sistema imperfecto, que sólo había
florecido en algunos lugares con condiciones excepcionales, como EE.UU. Tampoco las leyes del liberalismo
económico primaron. Cada vez aumentaba más la intervención de los Estados Nacionales.
Sumado a esto, se formó un nuevo sistema, el comunismo. Por miedo al “peligro rojo” (entre otras
razones) se multiplicaron las tendencias nacionalistas de sesgo autoritario, a partir de la conducción de un
líder carismático que pretendía concentrar el poder: son los casos del fascismo italiano y el nazismo
alemán.
I. El Estalinismo.
Para la mayor parte de los autores marxistas, la Revolución Francesa fue la precondición
indispensable para la Revolución Rusa. Pero la Revolución Rusa se desprestigió, y no le dejó ningún aporte
positivo a la sociedad. Sus características principales fueron: un partido único, la prohibición de la libertad
de expresión y de reunión, una enorme burocracia que gobernó en beneficio propio, la censura, la
imposibilidad de manifestarse en disidencia, el miedo y el autoritarismo. Furet dice que el universo de ideas
del socialismo fue travestido por una vanguardia y luego por un partido único para tratar de justificar desde
la crítica del capitalismo una de las peores dictaduras de la historia. En el período de entreguerras surgen
corrientes nacionalistas & autoritarias.
Para los inicios del siglo XX Rusia todavía era una potencia militar muy importante pero también era
una de las sociedades más retrasadas de Europa. Sociedad aristocrática con una monarquía absoluta en la
que el régimen parlamentario había fracasado. Compuesta por terratenientes muy poderosos y campesinos
miserables, no contaba con una burguesía fuerte ni con una clase obrera numerosa: se basaba en la
agricultura. Por todas esas razones se descartaba como sociedad ideal para la puesta en práctica de las
ideas científicas de Marx y Engels ya que la revolución debería ser la consecuencia de la evolución máxima
del capitalismo. (Los teóricos habían sostenido que el lugar ideal para que se diera la revolución era
Alemania)
En la revolución Rusa, la idea de Lenin de disolver el Estado, una vez sentadas las bases de la nueva
sociedad a través de la Dictadura del Proletariado, se pospuso y nunca se llevó a cabo. Es más, el Estado se
había consolidado y agigantado. La Revolución Rusa presentó numerosas contradicciones: las medidas
estatizadoras de bancos, propiedades y ferrocarriles que se aplicaban multiplicaban el hambre y la miseria.
Estos resultados intentaban disimularse con el argumento de que su causa radicaba en la acción de los
contrarrevolucionarios del Ejército Blanco que combatían al Ejército Rojo organizado por Trotsky. Cuando
cesó la contrarrevolución, se aplicó la Nueva Política Económica (NEP) que planteaba la privatización de las
pequeñas y medianas propiedades, y la asignación de un papel más protagónico a la iniciativa individual.
Al morir Lenin, Stalin encara la dirección a costas de sangrientas matanzas de opositores y
competidores. La Revolución Rusa no constituyó un proceso de revolución social, sino la imposición de una
dictadura política y un Estado autoritario. Las autoridades manipulaban y coaccionaban a los soviets para
que pareciera que la implantación de las políticas era fruto de su accionar (los soviets eran comités de
reunión, asambleas populares urbanas, que eran minoritarias y dentro de ellas tenían participación
mayoritaria los obreros y soldados). Por lo tanto, había una dictadura y un orden autoritario del gobierno
que no solo excluía al 90% de la población, sino que tampoco atendía las iniciativas del 10% restante.
Ese orden autoritario se fue prolongando en el tiempo. PLANIFICACIÓN, palabra clave desde la
llegada del Stalin al poder en 1924. La idea de planificación implicaba la creación de oficinas burocráticas
que se convirtieron en la columna vertebral del régimen. Esto quedó claro con los “Planes Quinquenales”
que alcanzaron un éxito notable, ya que lograron la transformación económica de la URSS imponiendo el
desarrollo de la industria pesada, pero que también tuvo victimas: los campesinos pasaron por la
sobreexplotación y la disminución de consumo de calorías diario. Así, el desarrollo industrial se costeo con
recursos del sector agropecuario.
Elemento importante en materia cultura: la Revolución Rusa planteó el concepto del “Hombre
Nuevo” comunista. Solidario, comunitario. Le dedicaba una parte significativa del tiempo a la cultura y al
deporte. Sin embargo, hasta que no estuvo avanzado el proceso de construcción revolucionaria no se
concretó la alfabetización y el desarrollo cultural en todo el ámbito de la Unión Soviética.
Rusia auspicia la creación de partidos y de sindicatos comunistas en todo el mundo.
La primera y segunda Internacional fracasan, la primera por conflictos y debates internos, la
segunda por contradecir su principio anti bélico apoyando la 1ra GM.1919: creación de la Tercera
Internacional. Ya no jugaban un papel decisivo las necesidades de la clase obrera, sino las necesidades la
URSS. Esta imponía su ideología al resto de los partidos que la conformaban.
II. El Fascismo.
1- La revolución espartaquista.
El éxito de la Revolución Rusa provocó el pánico entre las clases dirigentes occidentales, teniendo
en cuenta, además que debido a la situación de guerra los trabajadores, obreros y campesinos estaban
armados.
De acuerdo con los análisis previos se creía que la revolución comunista se iba a dar en Alemania
donde había un fabuloso desarrollo de las fuerzas productivas y sociales; era el lugar en el que los obreros
estaban mejor organizados sindicalmente, existía una conciencia de clase, partidos de masas y además, las
masas trabajadoras vivían en una constante sobreexplotación. Este era el lugar ideal para la revolución. Por
este motivo, cuando se produjo la revolución en la Unión Soviética, la burguesía alemana rápidamente se
asustó más que sus similares de Inglaterra o de Francia, aunque el miedo se había generalizado.
La revolución espartaquista fue impulsada por un grupo socialista radicalizado cuyos principales
dirigentes habían sido encarcelados por oponerse a la guerra mundial, adoptando el nombre del líder de la
rebelión de los esclavos de la Roma clásica. La Rebelión Espartaquista fue el primer síntoma que parecía
anunciar la revolución socialista en Alemania. Organizada por un grupo de socialistas, plantearon un plan
orgánico de acción revolucionaria que incluyó la amnistía para todos los adversarios de guerra, civiles y
militares, la abolición del estado de sitio, la anulación de todas las deudas de guerra, la expropiación de las
minas, la banca y fábricas privadas, de la gran y mediana propiedad rural, la reducción del horario laboral,
el aumento de salarios, la abolición de los tribunales militares, de la pena de muerte, de los títulos
nobiliarios, la entrega de alimentos y bienes de consumo y la expropiación de tierras y propiedades
nobiliarias.
El programa espartaquista apuntó a realizar un golpe mortal a la guerra y la política del gobierno
imperial. Para esto se convocó a la conformación de soviets y se constituyó el Consejo Obrero Provisional.
Se convocó a una insurrección general generando agitación callejera que se consolidó cuando los marinos
se amotinaron negándose a reprimir. La revolución avanzaba de la periferia al centro.
Los líderes moderados y conservadores advirtieron que resultaba indispensable sacrificar al Kaiser
Guillermo II y al régimen imperial para impedir la victoria de la revolución.
En un primer momento los revolucionarios parecieron ganar la apuesta. La represión no consiguió
frenar el movimiento de masas que se adueñó de Berlín dirigiéndose a las cárceles para liberar a los presos
políticos. Una vez tomado el control de la ciudad de Berlín, los revolucionarios debieron afrontar el dilema
de organizar su poder, generando nuevas instituciones y relaciones sociales.
Sin embargo la burguesía alemana contaba con un cuerpo de oficiales ágiles y disciplinados y con
una dirigencia política madura que no dudó en convocar a los sectores reformistas para formar parte del
gobierno provisional ofreciendo la chancillería a su máximo líder Friederich Ebert. Esta burguesía era
consciente de que la victoria de las tendencias socialistas significaba su propia declinación política. Por esta
razón, aunque en un primer momento se había opuesto al programa espartaquista, una vez iniciada la
revolución debió respaldarla para no quedar marginada en el proceso histórico.
Así fue que desde adentro, la burguesía alemana, buena parte de la oficialidad, los políticos
socialdemócratas reformistas, se encargaban de desarticular el movimiento revolucionario. Se organizaban
grupos de choque callejeros “anti-bolchevique”. Gracias al auxilio de los jefes militares y los grupos
parapoliciales se reprimió a los revolucionarios y se los presionó para que abandonaran las imprentas
expropiadas a los grandes editores donde publicaban su prensa diaria. En el terreno laboral, los sindicalistas
reformistas otorgaban reivindicaciones salariales para generar consenso y mitigar a los revolucionarios.
La limitada capacidad organizativa hace que las fuerzas revolucionarias no logren resistir. Se
consolida el régimen provisional y la represión aumenta. En 1919 el baño de sangre planificado por la
dirigencia socialdemócrata hace que pierdan la vida muchos revolucionarios, entre ellos Rosa de
Luxemburgo. El gobierno se consolida. Los Consejos son despojados de su poder. El gobierno declara
estado de sitio. Termina la revolución espartaquista
La República de Weimar
Régimen democrático creado por políticos que no eran demócratas por convencimiento, sino por
necesidad. El régimen estaba compuesto por un presidente (electo por sufragio popular indirecto por 7
años), una cámara baja del Parlamento y una cámara alta.
La Constitución de Weimar promulgada en 1919 proclamó la República. Tenía características
modernas e innovadoras con herramientas para la participación popular y el referéndum que permitían que
el electorado introdujese sus propias iniciativas de ley.
La República de Weimar debió afrontar graves problemas. Los partidos políticos boicotearon el
funcionamiento del régimen, impulsando programas poco realistas o intentando concentrar porciones de
poder excesivas. Se cuestionó constantemente su legitimidad, tanto desde la extrema izquierda que la
acusaba de ser un instrumento de las clases acomodadas para prevenir la revolución, como de la extrema
derecha alemana que se oponía públicamente a la democracia parlamentaria y proponía a cambio un
régimen autoritario conservador. La derecha comienza a tener mucho poder formando muchos clubes y
revistas, es en esos lugares donde se gesta el movimiento autoritario nacionalsocialista.
En 1920 se produjo un intento de golpe de Estado derechista, el Putsh de Kapp, bajo el mando de
un ex capitán de la marina. Una huelga general de trabajadores comunistas y socialistas que paralizó Berlín
puso fin a la iniciativa. De todas maneras, en ese mismo año fue evidente la pérdida de consenso que tenía
la República de Weimar.
Ésta experimentó una serie de gobiernos inestables. Las clases medias alemanas comenzaron a
darle la espalda al régimen Para 1930 ya había sido necesario formar más de una docena de gabinetes. La
violencia política sumada a una grave situación económica debilitó severamente a la República de Weimar.
2- La Experiencia Fascista.
Italia había luchado en la Primera Guerra del lado de los vencedores y no había recibido nada a
cambio. Esto dio lugar a un discurso nacionalista muy fuerte que denunciaba que a Italia se le había
reclamado la sangre de sus hijos y que no se la había recompensado como se debía. Además argumentaban
que la monarquía parlamentaria de Víctor Manuel provocaba burla entre las naciones. Se sostenía que era
un régimen débil, que no tenía peso en el contexto internacional. Al finalizar la Primera Guerra se
fortalecieron el Partido Socialista y el Partido Comunista. La CGT proponía la formación de soviets obreros.
El nivel de conflicto social era muy elevado ya que a lo largo de la 1ra GM habían llevado adelante
emprendimientos industriales que significaron un aumento de la población obrera. Al finalizar la guerra, la
condición de vida cayó y aumentó la desocupación, lo cual posibilitó la idea de que si el régimen
parlamentario no daba respuestas, habría que buscarlas por otro lado. Los sindicatos y partidos de
izquierda se presentaban como una alternativa atractiva para los obreros.
Dentro del socialismo desarrolló sus primeros pasos Benito Mussolini (comediante frustrado), quien
rápidamente rompió relaciones con el partido y se alió con sectores de la derecha. Mussolini supo explotar
el temor respecto de la posibilidad de expansión del socialismo. Allí dio un giro drástico, de dirigente del
Partido Socialista se transformó en un violento opositor. A partir de ahí, elaboró un discurso que sintetizaba
un afiebrado nacionalismo, valores comunitarios y la recuperación de la gloriosa Roma imperial.
Mussolini fundó el Movimiento Fascista en 1919 y en 1920 adoptó una organización paramilitar. Su
objetivo era contener el descontento social imponiendo un orden rígido, a través de una síntesis de
represión y consenso estableciendo nuevamente una nación gloriosa. En 1921 se fundó el Partido Fascista
con una organización compuesta por una fuerza de choque llamada las “camisas negras” (imitadas luego
por las SA en Alemania) que perseguían a los opositores, golpeándolos con palos, baleándolos y hasta
acuchillándolos. La misión frente a los sectores medios y propietarios era garantizar que el socialismo y el
comunismo no se iban a extender en Italia.
El fascismo creció muy rápido, y empezó a ser visto por los sectores propietarios tradicionales y las
clases medias italianas como una garantía para sus intereses dado que Mussolini era anti huelguista, anti
socialista y anti comunista. Creó sindicatos de obreros desocupados para evitar que se enrolaran en el
socialismo o el comunismo. En 1922 en un clima de guerra civil, las escuadras de Mussolini atacaron
municipios, sindicatos y comités partidarios de izquierda y asesinaron a muchos de sus dirigentes. De esta
manera, el fascismo se empezó a convertir en un movimiento preocupante, para un régimen político en
crisis, absolutamente ilegitimo y falto de representatividad. Los resultados electorales del fascismo se
superaban en cada elección. Mussolini consideró que su hora había llegado y organizó la “Marcha sobre
Roma” en 1923 de la que participaron 2 millones de personas. Ante tal demostración el Rey convocó a
Mussolini a formar parte del gobierno.
Durante los primeros años mantuvo una fachada parlamentaria, pero fue adquiriendo poderes
plenos. Sus seguidores le adjudicaban el rol de Il Duce (el conductor). En 1925 disolvió el régimen
parlamentario pero mantuvo la figura simbólica del monarca. Creó un Estado corporativo antimarxista. Se
prohibieron las huelgas. Reemplazó el Parlamento por el Consejo Nacional corporativo formado por
obreros y empresarios aunque con atribuciones únicamente consultivas. El hombre se integraba a la
sociedad en condición de trabajador a partir de su profesión u oficio.
Siendo anticomunista, formuló una alianza con la Iglesia Católica y la protestante y preservó una
fluida relación con el Papa: en 1929 firmó acuerdos con el Papa que impusieron la enseñanza religiosa en
las escuelas y se estableció la religión Católica como la oficial del Estado Italiano.
Al igual que en el nazismo, se premió a las familias numerosas, se castigó a los solteros y se
prohibió la emigración. Se impuso el dopolaboro, que apuntaba a desarrollar el placer sano, estimulando las
prácticas deportivas, la creación artística y filosófica.
III. El Nazismo.
1- Los Antecedentes
La Revolución espartaquista de 1917 asusta a los alemanes burgueses que apoyan una represión
violenta en contra de esta, de esta manera fue liquidada a sangre y fuego. A las clases dirigentes alemanas
les había quedado muy en claro que les resultaría imposible luchar contra Francia, Inglaterra y los EEUU si,
a la vez, debía afrontar al fantasma revolucionario. 1918: el tratado de Versalles perjudica seriamente a
Alemania y debilita considerablemente a la República de Weimar. Inglaterra no puede seguir con el
acuerdo que tenía con Alemania y decide dar un paso al costado, por lo que Francia impone una línea muy
dura de sanciones para Alemania. Este momento es clave porque a partir de ahí comienza a hacerse notar
la posición de Hitler y de otros grupos nacionalistas que finalmente iban a coincidir en la formación del
partido nazi.
2- La Presentación en Sociedad
La crisis alemana de 1923 implicó el primer proceso de hiperinflación del mundo capitalista. Los
índices de desocupación fueron altísimos y la depreciación de la moneda llegó a un punto tal que cuando
los billetes llegaban a los bancos eran quemados porque no tenían valor alguno. De esta forma se divulgó el
trueque.
Tanto desde la izquierda como desde la derecha alemana consideraban que era necesario un
cambio. La izquierda planteaba que la República de Weimar era una república burguesa subordinada a los
intereses del imperialismo internacional. Ante esto, la única alternativa era la revolución. El nacionalismo
decía que la guerra en la que había participado Alemania no representaba los intereses alemanes, sino los
del capital judío internacional que manejaba a los políticos como a marionetas. Efectivamente, buena parte
de los propietarios de fábricas en Alemania eran judíos que la derecha acusaba de usureros y prestamistas,
afirmando que se habían enriquecido a costa del sufrimiento ajeno hasta el punto de hacer que el Estado
ingrese en una guerra irracional en 1914, para presionarlos luego a que la abandonen, firmar una paz de
compromiso y continuar operando como si nada hubiera pasado. Es entonces que los nacionalistas utilizan
este argumento para culpar a los judíos de los fracasos en la guerra y de la crítica situación económica
alemana.
La derecha consideraba que la República de Weimar había tolerado un crecimiento indiscriminado
del comunismo y llamaba a la creación de un movimiento que se alzara con el poder para recuperar las
tradiciones alemanas y para colocarla en un lugar respetable dentro del tablero mundial. Éste discurso se
observa en un texto escrito por Hitler donde culpa a los judíos por su condición de capitalistas, prestamistas
y empresarios que llevaron a Alemania a la guerra, además de acusarlos de haber realizado la revolución
comunista en Rusia ya que su vanguardia dirigente manifestaba mayoritariamente esa confesión. Hitler
(violinista fracasado) durante una reunión de gabinete, irrumpió con un revolver exigiendo la renuncia de
todos los miembros. Fue preso durante unos meses, pero esto lo ayudó a que la comunidad alemana
empezara a conocerlo.
EEUU consideraba que Alemania estaba entre la guerra civil y la Rev. Socialista. Por eso se le otorgó
un préstamo en dólares, en condiciones excepcionales. Tenía el compromiso de adoptar una serie de
medidas como la creación de una nueva moneda, reducción del gasto público, disminución del gasto
político, aumento de la competitividad, etc. Gracias a esto, en 1925 la economía alemana remontaba, hasta
1928 que volvió a caer, por los capitales golondrinas que se fueron a la Bolsa de Wall Street. A partir de ese
año, Alemania entro en una grave crisis, producto del festival especulativo.
Cuando la economía alemana cayó, apareció Hitler y argumentaba que EEUU no era más que una agencia
que administraba los intereses del capital judío internacional. Luego del fracaso de la reconstrucción
económica sólo quedaban 2 caminos: la revolución socialista o la alternativa nacionalista. Las clases medias
y propietarias respaldaron a Hitler.
5- Racismo y Genocidio
El nazismo apuntaba a recuperar la comunidad racial primigenia, una comunidad de espíritu del
pueblo alemán. Definen a la “raza alemana” (concepto fundamental: pureza de raza) como una etnia, una
cultura única y pura. A partir del ´35 hubo persecuciones y golpizas que afectaron a la comunidad judía. Los
judíos perdieron la nacionalidad alemana, su derecho a sufragar, se les impidió ocupar cargos públicos y
ejercer las profesiones de médico, veterinario, farmacéutico, empleado de banco y de ferrocarril, dentista,
etc. Se estableció la política genocida de eliminación sistemática, de expropiación de sus propiedades y de
esclavitud. Imposible de ocultarla, se requirió de la complicidad de la sociedad alemana. Para el nazismo,
antes de eliminar al judío había que sacarle hasta la última gota de sudor.
El nazismo se presentaba como el justo equilibrio entre el comunismo y el capitalismo más
exacerbado, respetando la propiedad privada e incentivando la matriz comunitaria, respetando la
individualidad. El nazismo incentiva a los alemanes puros a casarse y tener hijos (a los solteros se les
cobraba un impuesto), de hecho premiaba a los matrimonios entre alemanes y se les prohibía a los “puros”
casarse con una persona que no tuviera su misma condición.
El Estado respetaba la propiedad privada, ya que era un Estado que se había levantado con un
garante de las clases propietarias y las clases medias alemanas, tanto urbanas como rurales. La única
solidaridad de un alemán era con su patria.
El nazismo prometía mejoras salariales y mejoras en la calidad de vida de todo el pueblo alemán.
Tras finalizar la primera guerra mundial (1918), Alemania queda desbastada y debe hacerse cargo
de resarcir económicamente a los países vencedores. Firma el tratado de versalles. Abdica Guillermo II y se
asume la república parlamentaria de Weimar (1918-1933).
El parlamento estaba conformado por todos los partidos, menos la participación comunista.
La sociedad Alemana no consideraba haber sido débil, ni haber perdido por las armas, sino que se
justificaban por la extensión de la duración de la guerra y la entrada de EE.UU. El ejército de adjudica la
derrota a los políticos por haber firmado el Tratado de Versalles.
Fritzche destacaba que los factores por los cual Hitler asume son:
*Stahlelm (cascos de acero)- El grupo paramilitar de la derecha que durante las crisis fueron los
encargados de garantizar el “bienestar social”.
* Del 1922 al 1924 Hitler es encarcelado y escribe “MI LUCHA”. Al salir toma como ejemplo el
partido social demócrata (trabajadores), por su forma de organización. Sin embargo es a los primeros que
ataca, ya que su partido era antimarxista.
* La gran novedad es que afirma la integración nacional (atracción del sector femenino)
revitalizando la sociedad desesperanzada por la crisis que vivían económicamente, políticamente y
socialmente. En contra de los partidos que pensaban en ideales corporativos. La clave de la explicación del
autor es que el partido nacional- socialista tiene un discurso que apunta a lo nacional y tiene una
perspectiva a futuro. Lo que retoma Hitler en el 25 es el nacionalismo que surgió en Alemania en 1914.
* Se propicia el camino de lealtad de nación y no de clase, más allá del discurso antisemita, no fue
un tema fundamental por el cual lo voto la mayoría, sino que también fue apoyado por la gracias a la
oratoria de su discurso.
Para 1938, 9 de cada 10 alemanes estaba de acuerdo con Hitler.