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UN DERECHO SIN ESTADO. LA NOCION DE AUTONOMIA COMO FUNDAMENTO DE LA CONSTITUCION JURIDICA MEDIEVAL’ Paolo GROSSI I. El historiador del derecho que quiera cumplir totalmente con su compromiso profesional, y no desee —traicionandolo— limitarse a hacer el papel de contable de los datos del pasado, debe ser capaz de interpre- tarlos debidamente. Esto exigird la combinacién arménica de dos compor- tamientos, contrastantes solamente en apariencia: deberé respetar el peculiar mensaje que los datos contienen, pero también apropiarse de los mismos para que puedan formar parte del patrimonio del propio presente espiritual, Es inttil que hoy se insista en una elemental verdad metodolégica: el historiador, hombre del presente, no puede hacer otra cosa que leer el pasado con sus propios ojos, utilizando fentes adecuados a su vista; en otras palabras y sin met4foras, no puede hacer otra cosa que utilizar sus propios cAnones metodolégicos y aquel conjunto de criterios de ordenacién que le permiten —interpretando, conceptualizando y sistematizando (y solamen- te por tal camino)— percibir la peculiaridad de] mensaje histérico. De hecho, después de haber sido liberado de las miserias y contingencias de los hechos concretos, es cuando dicho mensaje le puede hablar en un lenguaje familiar, y ser entendido nitidamente.” Todo esto es sacrosanto, pero bajo una condicién: que el historiador no intente proyectar indiscriminadamente sus propios criterios de ordenacién, 1 Traduccién del italiano por Ana Matilde Kissler Fernandez. 2. Bjemplar y magistrat es la feccién de Emilio Betti, que ya fue perfectamente definida en la famosa introduccién al discurso milanés de 1927 Diritto romano e dogmatica odierna (1928), actualmente en Betti, E., Diritto metodo ermeneutica, Milan, Giuffré, 1991, pp. 59 y ss. 167 168 PAOLO GROSSI comprimiendo asf la realidad del pasado en una armadura que la sacrifi- caria y sofocaria, impidiendo de esta manera su efectiva comprensi6n. El historiador tiene 1a obligacién de usar dichos criterios, pero respetando siempre el mensaje que proviene del material hist6rico. La operacién que hhabra de realizar es, en suma, la comprobacién de que el contenido histérico y los esquemas tedéricos concuerden entre si. Solamente de esta manera los Ultimos pueden ordenar los primeros adecuadamente. Pero no siempre, por desgracia, se da esta situacién: de hecho, a menudo nos encontramos ante reconstrucciones del derecho histérico que se han ido transformando en arriesgadas falsificaciones, solamente porque el reconstructor no ‘ha realizado el control necesario apenas mencionado y porque ha intentado proyectar hacia atrés —sin ningun filtro ni cautela— las nociones que le eran mas familiares. Las peores consecuencias, los malentendidos mas graves se producen cuando el historiador se ocupa de experiencias separadas de Ia actualidad por un profundo foso de disconti- nuidad; por ejemplo cuando se ocupa de la experiencia juridico-medieval, un planeta juridico caracterizado por fundamentos y peculiaridades origi- narios y originales, y por consiguiente no siempre susceptible de soportar faciles trasplantes. Ante la constitucion juridica medieval’ el actual historiador del derecho tiene Ia obligacién —tal y como menciondbamos recientemente en un trabajo de sintesis general—' de someterse a un verdadero lavado de purificacién interior, so pena de caer en un malentendido histérico que tenga como consecuencia un resultado interpretativo perjudicial, esto Uiltimo por resultar artificioso y falsario. Aqui precisamente quisiéramos hacer hincapié, y al mismo tiempo analizar con mayor atenci6n a nivel tedrico, lo expuesto ampliamente en dicho trabajo, es decir, la imposibilidad de utilizar nociones y esquemas de ordenacién tales como “Estado” y ‘‘soberania’’. Y, por el contrario la sustancial correspondencia de la nocién de ‘“‘autonomia” para poder enfocar la constituci6n juridico-medieval. Si insistimos en esta sede sobre dicho tema, es solamente por el imprudente uso historiografico de “Estado” y ‘‘soberanfa” con respecto a la Edad Media, el cual resulta ser frecuente y casi pacifico. 3 “Constitucién” en el sentido de la Verfassung schmittiana y brunneriana: puntualizacién quizds pleondstica, pero que intenta evitar malentendidos, “4 L’ ordine giuridico medievale, Bari, Laterza, 1995. UN DERECHO SIN ESTADO 169 II. Cuando hablamos de la imposibilidad de utilizar la nocién de “Estado”, no nos referimos solamente a la envoltura terminoldgica, Ja cual —como bien sabemos— ha tenido una historia semantica atormentada y discontinua, habiendo adquirido sdélo en época reciente el significado que hoy comtinmente se le atribuye.” Nos estamos refiriendo por el contrario a una presencia politico-juridi- ca, a un sujeto politico; y no a cualquier presencia o a cualquier sujeto, como es el caso de quien usa el término y el concepto para identificar cualquier ente que ejerce una supremacia politica en un determinado Ambito territorial, con lo cual solamente conseguiriamos hundirnos en un pantano de equivocaciones, de donde seria dificil salir.” Cuando hablamos aqui de la imposibilidad de utilizar el término/concepto de Estado para ordenar el complejo panorama politico-juridico del medioevo, la referencia inmediata y exclusiva se establece con respecto a la nocién tal y como ésta se ha ido definiendo y sedimentando en nuestra conciencia actual, la tinica que podemos proyectar hacia atrds, permitiéndonos distinguir Jas realida- des del pasado, la inica que puede representar para nosotros un momento comparativo correcto. La comparacién se vuelve de esta manera limpi- sima, evitando fumosidades y malentendidos ligados a peligrosas gene- ralizaciones y la dialéctica pasado-presente se perfila con contornos nitidisimos. Consecuentemente el Estado, por lo que respecta a su contenido politico-juridico, es considerado por nosotros como un esquema de ordenaci6n especifico ¢ inequivoco: una realidad rigurosamente unitaria, donde unidad significa, a nivel material, la efectividad de poder sobre un territorio garantizada por un aparato centripeto de organizacién y coac- cién, y a nivel sicolégico, una voluntad totalitaria tendente a absorber y a apropiarse de cualquier manifestacién, al menos intersubjetiva, que se verifique en dicho territorio. Un macro-cosmos unitario que se va confi- gurando como una estructura global, provisto de voluntad omnicompren- siva. El] Estado, es decir, un sujeto politico fuerte, la encarnacién histérica de un poder politico perfectamente acabado, Y si asf es, el Estado es una nocién que posee un nicho histérico concreto, del cual no puede ser desligado si no es con arriesgada ligereza. 5 Miglio, G.,.Genesi e trasformazioni del termine-concetto “Stato"’ (1981), actualmente en Le regolarita della politica, Milan, Givffré, 1988, p, 802. 6 El ejemplo més notoria io representa el libro de Mitteis, H., Der Staar des hohen Mittelalters, Weimar, Béhlau, 1940 (con varias ediciones sucesivas).

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