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28 de febrero de 2019
“La iglesia, madre de vocaciones”.
Canto
Oración de Apertura
Líder: Dios mío, + ven a mi auxilio.
Todos: Señor, date prisa en socorrerme.
Líder: Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo
Todos: Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Líder: Señor Altísimo, limpia nuestros corazones de todo mal y pensamientos que nos
distraigan; ilumina nuestro entendimiento y llena nuestra voluntad para que dediquemos
este momento con valor, atención y devoción en tu presencia; por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
Reflexión
I. Introducción
Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de
la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia.
Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares,
nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la
casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto.
Por eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53ª Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones, a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la
comunidad en su propio camino vocacional. En la Bula de convocatoria del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda el Venerable referentes
a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (Misericordiae vultus,).
La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que
se concreta en la llamada al seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su
origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de
una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero.
Oración:
Líder: En el silencio de nuestros corazones, ofrezcamos a Dios nuestras oraciones para que
haya un aumento de vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.
Un periodo de silencio.
Canto
II. Texto bíblico sugerido: Mt 9, 9-13 (proclamarlo luego de un breve silencio)
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador
de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en
casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con
Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es
que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen
necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa
"misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores."
Canto: «Ven y sígueme», u otro apropiado.
III. Continúa el mensaje
Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial de la vocación,
para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno
que acoge el don del Espíritu Santo (cf Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a
través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del
acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios. También lo hace a través
de una cuidadosa selección de los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada.
Finalmente es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han
consagrado su vida al servicio de los demás.
IV. Oración
Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda
adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la
comunión eclesial, el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales:
Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes
continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas,
fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el
deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización. Sostenlas en el empeño de proponer a los
jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración.
Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille
la grandeza de tu amor misericordioso.
Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades
cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas
vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.
«Dios mío,
mi corazón es un ancho mar
siempre revuelto por las tempestades:
Haz que en ti encuentre la paz y el descanso.
Tú que mandaste al viento y al mar que se calmaran,
y al oír tu voz se apaciguaron,
ven ahora a caminar
sobre las olas de mi corazón
para que recobre la paz y la tranquilidad
y pueda poseerte como mi único bien,
y contemplarte como la luz de mis ojos,
sin confusión ni oscuridad.
Que mi alma, Dios mío, quede libre
de los confusos pensamientos de este mundo,
se refugie a la sombra de tus alas
y encuentre allí
el lugar del consuelo y de la paz»
Silencio
Canto
Silencio
Señor Jesús, que me conozca a mí
y que te conozca a Ti.
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti. Amén.