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Durante el proceso de desarrollo cerebral, los genes y las experiencias que viven —concretamente,
una buena nutrición, protección y estimulación a través de la comunicación, el juego y la atención
receptiva de los cuidadores— influyen en las conexiones neuronales. Esta combinación de lo
innato y lo adquirido establece las bases para el futuro del niño.
Sin embargo, demasiados niños y niñas se ven privados de tres elementos esenciales para el
desarrollo cerebral: “comer, jugar y amar”. En pocas palabras, no cuidamos del cerebro de los niños
de la misma manera en que cuidamos de sus cuerpos.
Raffi Cavoukian, cantante y fundador del Centre for Child Honouring de Canadá
Son varios los factores que determinan por qué algunos niños reciben la nutrición, la protección y
la estimulación que necesitan, mientras que otros se quedan atrás. La pobreza es un factor común
de la ecuación. En los países de ingresos medianos y bajos, 250 millones de niños menores de 5
años corren el riesgo de no alcanzar su potencial de desarrollo debido a la pobreza extrema y al
retraso del crecimiento.
A menudo, los niños más desfavorecidos son los que menos posibilidades tienen de acceder a los
elementos esenciales para un desarrollo saludable. Por ejemplo, la exposición frecuente o
prolongada a situaciones de estrés extremo —como en casos de abandono y maltrato— puede
activar sistemas de respuesta biológica que, sin la protección adecuada de un adulto, causan estrés
tóxico, el cual puede interferir en el desarrollo cerebral. A medida que el niño va creciendo, el
estrés tóxico puede acarrear problemas físicos, mentales y conductuales en la edad adulta.
Por su parte, el conflicto y la incertidumbre también pueden resultar decisivos, ya que los niños
menores de 5 años en zonas afectadas por conflictos y Estados frágiles están expuestos a riesgos
de calado para su vida, su salud y su bienestar.
Los descuidos y la inacción tienen un alto precio y comportan consecuencias a largo plazo para la
salud, la felicidad y las capacidades para obtener ingresos cuando estos niños alcanzan la edad
adulta. También contribuyen a perpetuar los ciclos internacionales de pobreza, desigualdad y
exclusión social.
Pese a que son esenciales, los programas para niños y niñas en la primera infancia siguen
careciendo ampliamente de financiación, y su ejecución es deficiente. La inversión pública en el
desarrollo del niño en la primera infancia es escasa. Por ejemplo, en 27 países de África
Subsahariana en los que se llevó a cabo una evaluación, en 2012 solo se destinó el 0,01% del
producto nacional bruto a la educación preescolar.
Datos clave
Las carencias nutricionales en la primera infancia causan retraso del crecimiento, que afecta a casi
un cuarto de todos los niños menores de 5 años.
Los métodos disciplinarios violentos están generalizados en numerosos países; casi el 70% de los
niños de 2 a 4 años fueron reprendidos mediante gritos o chillidos en el último mes.
En el caso de los niños de países de ingresos medianos y bajos, un desarrollo temprano deficiente
puede reducir sus ingresos en la edad adulta en torno a una cuarta parte.
El desarrollo deficiente del niño en la primera infancia puede acarrear pérdidas económicas para
un país; en la India, esa pérdida equivale aproximadamente al doble del producto interno bruto
destinado a la salud.
Solución
Los cerebros en rápido crecimiento necesitan políticas favorables a las familias y entornos que les
permita seguir adelante
Buenas noticias: una intervención adecuada en el momento adecuado puede reforzar el desarrollo,
interrumpir ciclos intergeneracionales de desigualdad y brindar a cada niño un comienzo justo en
la vida.
Cada vez que un padre o una madre se dirige a su hijo pequeño, éste recibe un estímulo y
reacciona. Se forman conexiones cerebrales
Dra. Pia Rebello Britto, neuróloga, asesora superior de UNICEF para la primera infancia
Debemos actuar urgentemente para que la inversión en el desarrollo del niño en la primera
infancia constituya una prioridad en todos los países de cara al logro de los objetivos de la Agenda
2030. Es una manera rentable de impulsar la prosperidad compartida, fomentar el crecimiento
económico inclusivo, ampliar la igualdad de oportunidades y poner fin a la pobreza extrema. Por
cada dólar invertido en el desarrollo del niño en la primera infancia, podemos obtener un
rendimiento de hasta 13 dólares.
Con todo, los padres y madres necesitan tiempo y apoyo para crear un entorno afectuoso y seguro
que les permita ofrecer a sus hijos los elementos que necesitan —“comer, jugar y amar”— y
contribuir a su desarrollo cerebral.
Por ello, UNICEF trabaja para aumentar la inversión en políticas favorables a la familia — incluidos
el acceso a servicios de guardería asequibles y de buena calidad y las licencias de maternidad y
paternidad remuneradas—; se trata de una opción lógica para los Gobiernos porque beneficia
tanto a las economías y las empresas como a los progenitores y los niños y niñas.
Por último, invertir en políticas favorables a la familia también es positivo para las empresas: al
ofrecer flexibilidad al personal con hijos, estos serán más felices y productivos y podrán dedicar
más tiempo a formar el cerebro de las generaciones futuras.