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GAEA SOCIEDAD ARGENTINA DE ESTUDIOS GEOGRAFICOS Serie especial Ne. 3 P. H. RANDLE editor TEORIA DE LA GEOGRAFIA (PRIMERA PARTE) BUENOS AIRES 1976 Concept of Geography and its relation to recent geographical thought, To- Sonto, 1970, Bn dicho estudio se analiza especialmente el lugar que ocupa Ja geografia en una clasificacién de las ciencias de corte kantiana y, en general, sus relaciones con las ciencias empfrieas, la antropologia y a a ai La Renaissance du Livre, 1922. 6 Véase especialmente el trabajo de Schaeffer incluido en esta misma coleecién. : 7 Robert S. Platt: Pirovano: Items in the Argentine Pattern of ‘Ter- tene Occupancy, Annals of the Association of American Geographers, vol. XXI, marzo 1931, N° 1, 8 University of California, Publications in Geography, vol. II, n° 2, octubre 1925. ® Of, The Propagation of Innovation Waves, Lund Studies in Geography, Series B, Human Geography, 4. 50 Capitulo I BASES CONCEPTUALES PAUL VIDAL DE LA BLACHE GEOGRAFIA GENERAL: El principio de la geografia general La idea de que la Tierra es un todo, cuyas partes se encuen- tran coordinadas, suministra a la geografia un principio metédico cuya fecundidad se aprecia mejor a medida que su aplicacién se extiende progresivamente. Porque nada existe aisladamente en el organismo terrestre, porque Jas leyes generales tienen repereusién en todas las direcciones, de suerte que no se puede tocar una parte sin provocar todo un encadenamiento de causas y de efectos, la tarea del geégrafo asume un cardcter diferente del que a veces suele atribuirsele. Cualquiera sea la porcién de la Tierra que es- tudie no se puede encerrar en ella. En toda investigacién local se introduce un elemento general. En efecto, no hay comarca en la cual la fisonomia no depende de influencias mtiltiples y lejanas cuyo origen importe determinar. Cada comarca acttia sobre su ve- cina inmediatamente y, a la vez, es influida por ella. Atn fuera mismo de toda relacién de vecindad, la accién cada vez mas re- conocida de las leyes generales se traduce en afinidades de formas o de climas que sin alterar la individualidad propia de las comar- cas, las sefiala con una impronta andloga. Hstas analogias o con- formidades, siguiendo el bien conocido término de Bacon, desde que el hombre ha comenzado a dominar el conjunto de los fené- menos terrestres le han llamado su atencién. Algunas podrian ser s6lo aparentes pero otras son reales; estén fundadas no en puras coincidencias exteriores sino en relaciones de origen y de causas. Entre éstas se impone la fusién, puesto que cada una aporta a la otra su tributo de explicacién; y el gedgrafo es Ilevado asi a pro- yectar sobre el sujeto que estudia toda la luz obtenida por la com- paracién de estos casos andlogos. [Annales de Géographie (1896), pp. 129-42.] 61 Bs dentro de este espiritu que son tratadas, mas y més, en nuestros dias, las cuestiones geogrdficas. Basta con la celeccién de ejemplos. Este punto de vista supone seguramente una ciencia suficientemente avanzada para estar en estado de captar lo que hay de regular en los mecanismos de los agentes fisicos y para seguir la accién sobre la mayor parte sino sobre la totalidad del globo. Sin embargo, el principio sobre el cual reposa y que se podria formular apelando a la idea de la unidad terrestre esta le- jos de ser nuevo para la ciencia geografica. Esta idea se manifies- ta, primero, de una manera que podria Iamarse prematura puesto que el estado real de los conocimientos estaba lejos de correspon- derle; no obstante la idea existe y fructifica, luego se va rectifi- cando y desarrollandose por el progreso mismo de la ciencia. Quiza sea interesante remontar la evolucién de esta idea de la cual apenas puede ponerse en duda el rol capital en la marcha del método geografico. Esto es lo que voy a ensayar de hacer en esta rapida ojeada. La idea de la unidad terrestre no fue extraiia a la antigiiedad griega. Confusa entre los primeros teéricos de la geografia (entien- do por tal a aquellos sabios de la Jonia que mas de seis siglos antes de nuestra era razonaban sobre las causas fisicas de los fenéme- nos), la concepeién de un conjunto ordenado donde las cosas deben su caracter al lugar que ocupan, se precisa a partir de la introduc- ci6n de la nocién de la esfericidad de la tierra en la ciencia. Enton- ces aparece la divisién de la tierra en zonas, cada una de las cuales virtualmente comunica su sello al clima, a la vegetacién, a la fauna ya las razas humanas. Muy pronto, como lo ha sefialado M. Hugo Berger en su reciente “Historia de la Geografia cientifica de los Griegos” ' se ve perfilar el antagonismo entre dos concepciones di- ferentes de la geografia. Unos estudian a la Tierra como un todo, en su unidad; para otros, la geografia es un repertorio de infor- maciones o de descripciones donde por una pendiente natural se acumula todo lo que puede desear la curiosidad pero con riesgo de perder de vista el objeto esencial, la Tierra misma. 52 Fue mérito grande las escuelas de Eratéstenes y de Pto- jomeo el mantener abiertas la via cientifica mediante el estudio general de la Tierra ?. Pero como es facil adivinar la raz6n, el or- ganismo terrestre se les presentaba como una unidad puramente matematica. La idea que se hacian de las zonas terrestres fue para ellos una especie de postulado que permitia abarcar el conjunto del globo anticipadamente como si ya hubiera sido realmente deseu- pierto. Para Ptolomeo por ejemplo, a las mismas latitudes corres- ponden los mismos climas, las mismas plantas, los mismos anima- les. Sobre este principio es que se apoya su critica para coordinar y rectificar las relaciones de los viajeros. La presencia numerosa de elefantes, de rinocerontes, el color negro de los habitantes, son para él indices que deben reproducirse dentro de las mismas distan- cias del ecuador pero no mas alld, conforme a las analogias del medio, Deduce la posicion de las comarcas del aspecto de su vege- tacién y de su fauna con una seguridad que no permite dudar del valor absoluto que, por entonces, se solia otorgar al criterinm ma- tematico *. De haber poseido mejores determinaciones astronémicas, los antiguos no hubieran caido en esta confusién. Atin en la regién que les era més familiar, como el Mediterrdneo, hay anomalias sin- gulares que no hubieran dejado de Mamarles la atencién. Si, por ejemplo, hubiesen legado a determinar las latitudes de los bordes del mar Negro y de Crimea como lo habfan hecho con las del valle del Rédano, hubieran descubierto los indicios que levan a las cau- sas que introducen tales diferencia de naturaleza y de clima entre regiones situadas bajo un mismo paralelo; hubieran también perei- bido la diferencia que existe entre las zonas matemiticas y las di- visiones infinitamente mas complejas que resultan de la combina- cién de las causas fisicas. La imperfeccién de los medios de observacién fue para los an- tiguos un principio de debilidad, més sensible todavia que el debido al espacio restringido sobre el que se extendian sus conocimientos. En realidad, los ge6grafos de los dos primeros siglos de nuestra era disponian de informacion que iba desde el Baitico al Sudén, del Atlantico a los mares de la China; pero a pesar de que ellos ejer- cieran sus observaciones sobre fenémenos tales como las mares

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