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ABORTO:

NI IDEOLOGÍA NI MORAL, UN PROBLEMA EN SALUD

¿No es de sentido común, y también de justicia, ese


lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos,
quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se
legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de
ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los
médicos que pueden cobrarlo?

Eduardo
Galeano. Página 12
Contratapa 05/08/09

1. Introducción

No es poco común escuchar frases dentro del grupo de hombres y mujeres


pertenecientes a sectores medios y altos que denotan una diferencia entre lo que
significaría realizar una practica abortiva dentro de ese sector, y de lo que
representa para ellos que se realicen dentro de los sectores mas desfavorecidos.
Una de ellas es la siguiente: “…si lo despenalizan, las negras villeras se van a hacer
un aborto todos los meses…”.

Comentarios de este estilo sugirieron en mí la elección del tema de la salud sexual


y reproductiva desde una perspectiva de género para realizar esta monografía.
Dentro de esta temática, que en principio es compleja, privilegiar como objeto de
trabajo a la práctica abortiva en sectores populares. Por otra parte, tratar de
entender porqué las mujeres de sectores populares al encontrarse doblemente
vulneradas en sus derechos (fragilizadas en el plano subjetivo y en el plano
corporal) conforman un problema en salud.

2. Por qué las mujeres en situación de pobreza configuran una población en


riesgo

“Desde una perspectiva de equidad, nos percatamos que los problemas femeninos
están basados en su mayoría en cuestiones relativas al empoderamiento y carencia
de recursos”[1]. Por este motivo, pensamos que en el caso de las prácticas
abortivas clandestinas, la diferencia entre los géneros opera como factor de
inequidad en el proceso salud-enfermedad-atención. Sin embargo aún dentro del
grupo femenino dichas inequidades cobran mayor relevancia dependiendo al sector
social al que se pertenezca. Es decir, dentro de una identidad de género,
encontramos diferencias en las estrategias biopolíticas por clase social. “…los
perfiles de salud-enfermedad-atención expresan las diferencias, desigualdades y
discriminaciones en el reparto de los riesgos y recursos protectores. El problema de
la mortalidad materna es expresión del lugar de estas mujeres (mujeres en
situación de pobreza) en el reparto material y simbólico del bienestar, la pobreza y
la alienación”.[2]

Como es sabido, en la Argentina el aborto es una práctica ilegal, salvo algunas


excepciones[3]. Esto lleva a que dicha práctica se realice en condiciones de
clandestinidad. Dentro de este marco general, dependiendo al sector económico
que se pertenezca, estas condiciones varían, desde la realización en un consultorio
medico clandestino en condiciones de salubridad o muy por el contrario realizarlo
con elementos caseros (yuyos, agujas de tejer) sin ningún tipo de asepsia.

La realización de abortos en pésimas condiciones de salubridad conlleva una alta


cifra de mortalidad. “Aunque se carezca de datos fiables, es por demás llamativo
que el aborto sea la primer causa de mortalidad materna”.[4]

Por ejemplo, entre las menores de 20 años, la mortalidad materna –cuya primera
causa es el aborto- aumentó un 385 por ciento (entre el 2002 y el 2003), según los
últimos datos oficiales publicados en el libro Objetivos, metas y estrategias
sanitarias 2007-20016, del Ministerio de Salud de la provincia de Tucumán [5].

En América Latina se calcula que el número anual de abortos llega a cuatro millones
y 119 abortos de cada 100 mil terminan en la muerte de la mujer. Por el contrario,
en los países en los que el aborto es legal, esta cifra es de entre 0,2 y 1,2 por cada
100 mil abortos (De acuerdo al Instituto Alan Guttmacher, Organización
estadounidense sin fines de lucro orientada en investigación sobre salud sexual y
reproductiva.). La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula en 6 mil el
número de muertes en la región por abortos sépticos, o sea, abortos clandestinos
mal practicados.[6]

Estas cifras nos llevan a pensar que las mujeres de los sectores populares que no
cuentan con los medios para costear un aborto clandestino aséptico deben elegir
entre continuar el embarazo, aún sin quererlo o poner en riesgo su vida. Muchas de
ellas después de realizarse un aborto en malas condiciones, sufren de hemorragias,
infecciones, lesiones traumáticas y reacciones toxicas a productos ingeridos o
aplicados. Además por extensión, se suele producir la enfermedad inflamatoria
pélvica y peritonitis.

Sin embargo no concurren al hospital o centro de salud por miedo a ser


denunciadas. En relación a esto seria importante rescatar que desde la
implementación del Protocolo de Atención Post Aborto, del Ministerio de Salud de
la Nación, los médicos fueron capacitados y asesorados jurídicamente sobre el
secreto profesional. A partir de esto no es necesario que denuncien a una
paciente. Por este motivo resulta necesario que las mujeres vayan al hospital y que
sean bien atendidas[7].

Por último, en relación al tema legal que enmarca a esta problemática el Dr. Eugenio
Zaffaroni en una entrevista realizada opina lo siguiente: “…Quiere decir que la
punición no funciona, que el problema del aborto no se soluciona con el Código
Penal. Frente a la estimación de que el aborto alcanza más o menos al 20 por ciento
de los nacimientos, evidentemente es necesario tutelar la vida desde la concepción,
pero tutelarla en serio, no tener un pedacito de papel que para lo único que sirve es
para que no haya más escándalo porque la clase media puede abortar en
condiciones de sanidad y las clases más carenciadas abortan con técnicas
terroríficas que terminan en asesinatos”[8].

3. Cuando la autonomía se encuentra vulnerada…

Los diferentes modos de significar a una mujer que se encuentra en situación de


embarazo no deseado (de acuerdo a su condición social) colaboran en establecer,
legitimar y/o propiciar algunos de los argumentos desde los cuales se vulnerabiliza
en la autonomía de decidir. “Si cuando hablamos de aborto nos referimos a la
necesidad de garantizar la posibilidad de elección, tendremos que considerar, en
que medida las mujeres de nuestra sociedad construyen o no su propia posibilidad
de autonomía”[9]. En primera instancia, no podríamos hablar de autonomía si decidir
interrumpir un embarazo, en los sectores vulnerables, arrastraría el temor a la
pérdida de la vida propia. Por otra parte, elegir cómo, cuándo y con quién tener un
hijo, implica una educación para decidir, tener acceso a anticonceptivos para no
abortar y por último, aborto dentro de un marco legal para evitar las muertes por
abortos clandestinos.[10] “La autonomía implica la capacidad de instituir proyectos
propios y la producción de acciones deliberadas para lograrlos, es decir
subjetivarse como sujetos de ciudadanía”[11].

Por otro lado, otro de los factores que actúa en detrimento de la autonomía, cuando
la vida se desarrolla en la carencia, es lo que se conoce como lógica del instante[12],
que impide estructurar una lógica de la anticipación, es decir poder planificar, decidir
o sostener acciones en el mediano y corto plazo. En este sentido, si hablamos de
autonomía psíquica, es imposible dejar de lado unos de los mitos fundadores de la
subjetividad sexuada como femenina, nos referimos al mito Mujer=Madre [13]. Así
como también la idea naturalizada del supuesto instinto maternal. Es decir que, a la
hora de tomar en cuenta el grado de autonomía psíquica que puede tener una mujer,
hay que visualizar primero como estos mitos instituyen modos de pensarse y de
actuar como mujer (siempre desde una óptica masculina y patriarcal).
El daño ocasionado por el control, la tutela, la sujeción y la culpabilización de las
mujeres, está agravado en cada nuevo tiempo por las desigualdades que afectan
en todos los aspectos la vida humana. Podrimos pensar entonces que “…mientras
que en los sectores mas favorecidos los dispositivos del poder actúan sobre las
subjetividades, en el caso de las mujeres pobres actúa sobre las subjetividades y el
cuerpo”[14].

En este sentido, el marco de ilegalidad en que se desarrolla una practica abortiva,


es un mecanismo fragilizador que opera produciendo miedos, reproches y culpas,
en todas las clases sociales. Pero en los sectores populares esta situación se
agudiza aun mas, ya que al malestar emocional que produce la interrupción de un
embarazo (No la practica en si, si no la significación moral que recae sobre la
misma) se le agrega el miedo a morir y el desamparo social, en términos de acceso
a una practica segura.

4. Si a la vida… a la vida en igualdad y libertad de elegir

Como es sabido, ante una situación de embarazo no buscado,


encontramos diferencias en torno a las significaciones y representaciones sociales
que se tienen cuando esto le ocurre a una mujer de bajos recursos, que a una mujer
de clase media o alta.

No es posible establecer la cantidad exacta de los abortos que se realizan en la


Argentina, debido a su condición de ilegalidad, pero es sabido que es una práctica
que sucede a menudo en todos los sectores sociales [15]. Sin embargo, algunos
sectores de clase media y alta, amparados en el discurso religioso[16] y moralista,
desestiman la posibilidad de una legalización del aborto y hasta participan
activamente en contra de esta práctica, embanderados bajo el lema “si a la vida”.
Pero resulta curioso que desde la sociedad (y el Estado, a través de sus
instituciones) se culpabilice a las mujeres de clase baja “…por parir muchos hijos,
por no cuidar, alimentar y proteger, por no cuidarse de las enfermedades de
transmisión sexual, por dar en adopción o vender a sus hijos e hijas, por no darlos,
por permitir que sus hijos e hijas sean abusados, por mandarlos a pedir…”[17]. Se
conforma de este modo una singular paradoja: una sociedad como la Argentina que
prohíbe legalmente y sanciona moralmente las prácticas abortivas (“matar una
vida”) por otro lado juzga ferozmente las situaciones antes mencionadas. De igual
manera es necesario poner de manifiesto como la diferencia entre los géneros,
sigue viviendo en el trasfondo de esta problemática, ya que generalmente “…los
varones, protagonistas necesarios y no contingentes de este proceso, rara vez son
incluidos en el juicio”[18].

Podríamos reflexionar acerca de estas posturas suponiendo que aquellos que


pueden acceder a una práctica segura en términos de salubridad, están menos
preocupados en las consecuencias desfavorables, para la subjetividad y para el
cuerpo, que produce una práctica ilegal e insegura. También podríamos pensar que
nunca han hecho ni harían una práctica de este estilo, por mandamientos morales
y/o religiosos. Pero en primera instancia nos resulta imposible abordar este tema
desde lo moral o desde las convicciones personales, cuando la vida de miles de
mujeres se encuentra en riesgo por abortos clandestinos.

En relación a este enfoque, en una entrevista para Página 12, Gabriela Luchetti[19],
ante la pregunta sobre los grupos religiosos que se oponen al aborto, opina lo
siguiente: “Es el pensamiento cristiano dominante de poner la culpa por todos lados.
Las mujeres no tendríamos por qué tener culpa por no desear nuestros embarazos.
Mientras que los valores –así sean cristianos no tendrían que contaminar la práctica
médica. Nosotros tenemos que abstenernos de juzgar a los pacientes por lo que
hacen y atenderlos por lo que padecen. Ese es uno de los valores de la profesión:
no juzgar, independientemente de los valores personales y familiares”.

Por otro lado, es sabido que las resistencias ideológicas estuvieron siempre
alrededor de temas polémicos, obstaculizando las luchas por los derechos y la
igualdad. Por ejemplo en una entrevista a Nelly Minyersky, defensora de los
derechos humanos[20], ella comenta algo al respecto: “…En aquel momento fue una
batalla aprobar el divorcio…Pero la hipocresía y las resistencias en algún modo son
las mismas. La falta de divorcio vincular afectaba fundamentalmente a sectores de
la clase media. En el caso del aborto, las más afectadas son las mujeres de sectores
vulnerables, que tienen menos posibilidad de prevenir un embarazo no deseado,
menos posibilidades de acceder a información, a los anticonceptivos y a un aborto
seguro...”.

5. Conclusiones y reflexiones finales

Después de este breve recorrido por algunos de los factores que ayudan a
conformar al aborto -específicamente en los sectores marginales- como un
problema en salud, resulta altamente hipócrita prohibir legalmente y sancionar
moralmente a mujeres que se las ha privado de sus derechos, y hasta de la propia
vida.

Una manera posible de defender los Derechos Humanos se encuentra en la


promoción de la salud. Incluyendo estrategias que promuevan la apropiación y
valorización del propio cuerpo de las mujeres, con la plena libertad de decidir sobre
él mismo.

Por otro lado, elegir y decidir sobre el propio cuerpo implica reconocerse en
prácticas públicas y no solamente en el ámbito privado. Ya que, la verdadera
autonomía se construye en una articulación del mundo privado y del mundo
público. De modo que se hace necesaria la integración de políticas de género y
políticas comunitarias que favorezcan la conciencia de las mujeres en lo que a salud
reproductiva se refiere.

Desde mi punto de vista, hay un horizonte a corto plazo y es resolver el problema


de las mujeres que mueren a causa de abortos clandestinos, mal practicados y de
la no atención post-aborto. Después habrá tiempo para discutir las cuestiones
morales, religiosas y las convicciones personales de los sectores que se resisten a
la legalización del aborto. Quizás este sea el núcleo más duro, ya que desde estos
sectores se refuerzan las prácticas discriminatorias y la vulnerabilización de
derechos de la mujer -en especial las mujeres en condición de pobreza-. De este
modo debemos suponer un largo recorrido hasta poder construir un nuevo universo
de significaciones en cuanto al aborto, para que él mismo no represente la muerte
de una vida, si no la vida en libertad e igualdad de oportunidades y decisiones.

Universidad de Buenos Aires


Facultad de Psicología

Materia: Introducción a los Estudios del


Género

Primer cuatrimestre 2012

Alumna: Rocío Gordón

DNI: 31636850

Comisión: 15
Mail:rocio_gordon@hotmail.com
Docentes: Sol Bajar

Soledad Sueiro

Introducción

Este trabajo, surge como requisito académico en el marco de la materia


Introducción a los Estudios de Género, de la Facultad de Psicología (UBA).

Frente a tal requerimiento, considero pertinente, indagar y relacionar algunos


de los conceptos centrales abordados en los espacios de reflexión -tanto de las
comisiones de trabajo prácticos como de teóricos – en relación al campo del
Género, y el área laboral.

Como este trabajo es de carácter exploratorio, intentaré establecer algunos


vínculos existentes entre los accesos diferenciales al mercado laboral entre varones
y mujeres. Fundamentalmente centraré el análisis en mujeres pertenecientes a
diferentes sectores sociales de la República Argentina.

Para hacer el recorte de la problemática me basaré en los datos recogidos y


analizados en un Informe del Consejo Nacional de las Mujeres, relacionando el
mismo con el libro de Ana María Fernández “La mujer de la ilusión”; el de Débora
Tajer “Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en Varones y Mujeres”; Clara
Coria “El Sexo oculto del dinero” y el texto de Mercedes López “Genero y Poder en
el Mundo Público”.
Para arrojar una respuesta sobre las problemáticas de ¿Cómo se inserta las
mujeres en el ámbito laboral?, ¿Hay discriminación? ¿Hay diferencias de género?

Si bien el recorte ubicará su foco en esa población, no podemos dejar de pensar


que la construcción de lo femenino y lo masculino guarda un carácter relacional, por
ende se hace inevitable reflexionar sobre algunos aspectos de tal relación. Por otra
parte, sabemos de las diferencias significativas que existen entre diferentes
sectores sociales, pero se hace dificultoso poder circunscribir la problemática
elegida a uno en particular.

Desarrollo

López (2001) sostiene que para entender la ubicación de las mujeres y los
varones en los circuitos del poder público, hay que introducir la categoría de género,
plantea que hay que “reconocer al género como uno de los ejes centrales en torno
a los cuales se organiza la vida social” (López, 2001:6). Vemos que en los distintos
estratos socioculturales, el discurso patriarcal permanece vigente, lo observamos
en la jerarquización que existe entre los sexos en los diversos aspectos de la vida
cotidiana.
Ana María Fernández (1993) explica que si bien tanto en la esfera privada como
en la pública hubieron transformaciones las características principales de cada una
se ha mantenido constante hasta, por lo menos, la segunda mitad del siglo XX ya
que el espacio público ha sido tradicionalmente ocupado por varones y el espacio
privado por mujeres, lo que implicó atribuciones de lo masculino y lo femenino
respectivamente. Esta delimitación del espacio social determinó también modos de
circulación y de ocupación de roles sociales que producen significaciones
diferenciales. Y agrega que el espacio público y el espacio privado no es solamente
la división de roles sino la división de ciertas tareas según el sexo. Esto se vincula
con las relaciones de poder entre hombres y mujeres.

Si bien en la actualidad, las mujeres participan de casi todas las actividades


públicas, “la adquisición de nuevos espacios de inserción no ha liberado a las
mujeres de casi ninguna de sus responsabilidades en sus espacios tradicionales”.
(Fernández, 1993:135).

Según Tajer (2009), estos cambios que se produjeron a partir de la entrada de


las mujeres al mundo público, originaron cambios en los modos de subjetivación
femenino. A esta nueva modalidad se la designó como transicional. El acceso al
espacio público fue dado “conservando en su interior, y desde la exigencia social,
el modelo mujer=madre tradicional, al que adicionaron la inserción laboral y
profesional” (Tajer, 2009:53).

En la actualidad, a pesar de que las mujeres participan de las actividades de la


vida pública, las nuevas prácticas no han superado las viejas sino que coexisten
con ellas. Con esto se quiere decir que a pesar de que la mujer logró insertarse en
el ámbito público, sigue teniendo las mismas responsabilidades en el ámbito
privado como, por ejemplo, la crianza de los hijos y los quehaceres domésticos.
Sin embargo, aunque no de manera prominente, podemos decir que en la actualidad
al ingresar la mujer al ámbito laboral existe un ingreso del hombre en el ámbito
privado ya sea haciéndose más partícipe de la crianza de los hijos como también
en la realización de quehaceres domésticos ocasionales, aunque los cambios en la
división del trabajo doméstico parecen ser lentos y graduales. A causa de que la
cultura asigna socialmente roles femenino y masculino, las mujeres que quieren
ingresar al mercado laboral o ya están inmersas en el viven una situación de doble
responsabilidad -hogar/trabajo- que les provoca una serie de conflictos, para su
desarrollo personal y profesional.
En las familias con mayores ingresos tienen la posibilidad de contratar a alguien
para que realice las tareas domésticas, en cambio en las familias de clase mas
bajas, no poseen esta posibilidad lo que significa que las mujeres tienen roles
múltiples mientras también participan en el ámbito laboral.
Es decir, si bien entre los trabajadores de menos ingresos y calificación, tanto
hombres como mujeres trabajan bajo condiciones de subsistencia, las mujeres de
clases mas bajas tienen mayores dificultades para adquirir una formación
profesional debido a las responsabilidades domésticas que limitan su tiempo,
movilidad y flexibilidad para aspirar a trabajos mejor pagos, y en mejores
condiciones. Estas mujeres que tienen a su cargo el trabajo doméstico, además del
trabajo rentado (doble jornada laboral), esto trae aparejado “efectos en los procesos
de salud-enfermedad-atención de la mujer” (Tajer, 2009:77) ya que, al tener bajo su
cargo la organización de ambos trabajos, con las exigencias que ambos requieren
y la falta de tiempo material para dedicarse a realizar prácticas saludables, las
coloca en un lugar de vulnerabilidad mayor.

Los estereotipos culturales, los modelos y los roles tradicionales continúan


condicionando a las mujeres en el proceso del acceso, permanencia y desarrollo en
el mercado laboral, pues la mayor parte del trabajo doméstico y la crianza de los
hijos siguen estando al cargo de la mujer.

En lo que respecta al mercado laboral, la incorporación de la mujer es una


tendencia que se viene manifestando en las últimas décadas con especial énfasis
en los países mas desarrollados. Esta tendencia ha producido grandes
transformaciones culturales y demográficas, interpelando al modelo tradicional de
familia. Según el informe seleccionado para ese trabajo, en Argentina es notoria
esta tendencia ya que podemos observar un fuerte proceso de expansión de mano
de obra femenina con un aumento progresivo en las últimas décadas. Dicho
aumento, se puede explicar principalmente por dos factores: Por un lado, como
respuesta a ampliación del nivel educativo, la reducción del número de hijos y la
importancia de valores como puede ser el desarrollo personal de los individuos
resultado de un movimiento propio del proceso de modernización. Y por otra parte,
por razones económicas, en situaciones en que la salida a trabajar no responde a
una elección, sino a la necesidad de frenar una situación de empobrecimiento
producido por el aumento del desempleo y la reducción de los ingresos medios en
los hogares.

Por lo tanto en la Argentina el ingreso de la mujer al mundo laboral se da por


una doble vía , una de índole cultural, asociada a las mujeres de ingresos medios
y medios-altos las cuales pueden acceder a mejores empleos, pagas y en
condiciones mas favorables y otra de índole económica asociada a las mujeres de
menores ingresos. En este último caso las mujeres que se han visto empujadas al
mercado laboral no cuentan en general con niveles de capacitación adecuados,
desempeñando tareas de baja remuneración y cobertura social, accediendo a
tareas no calificadas y de riesgo.
Podemos inferir que es la educación un acceso importante para las mujeres,
para la inserción de estas en el ámbito laboral, sin embargo sus contribuciones aún
continúan percibiéndose como complementarias o secundarias respecto de los
hombres. Como bien dice el articulo “a pesar de que el aumento de la participación
femenina en el mercado laboral, ha ido acompañado de un incremento en su nivel
de escolaridad, la inserción en el mercado de trabajo no se produce en un marco de
igualdad de condiciones con los varones, ya que las mujeres se insertan con ciertas
desventajas que dificultan su acceso y permanencia”.
En nuestra sociedad se encuentran presentes estereotipos laborales ya que el
común de las personas ven ciertas ocupaciones como femeninas y otras meramente
masculinas. Habitualmente, los trabajos que desarrollan las mujeres están
centrados en relación de servicios, se las puede encontrar en puestos denominados
culturalmente “femeninos” como pueden ser el de maestras, vendedoras,
secretarias, domésticas, entre otros. Podemos ver en cuanto a este tema que existe
cierta discriminación laboral de las mujeres en cuanto se evidencia al menor
reconocimiento salarial de las actividades mayoritariamente realizadas por ellas,
menor prestigio social de las mismas, mayores obstáculos para su inserción en el
mercado de trabajo y de ascenso en la carrera profesional, menor acceso a la
capacitación profesional y el hecho de que a muchos empleadores se les haga
problemático incorporar como trabajadora a una mujer que cumple con los deberes,
simultáneamente de madre y de ama de casa. Además como bien dice el artículo,
la “Brecha salarial entre varones y mujeres. El ingreso percibido por las mujeres
durante su vida activa, es inferior al de los hombres, en promedio, alrededor de un
30 % menos. Esto se explica porque las mujeres están concentradas en los grupos
de ingresos bajos y medios mientras que los varones se concentran principalmente
en los grupos de ingresos medios y altos.”
Esta desigualdad en el poder adquisitivo también se observa dentro del ámbito
familiar, conforme lo expresa Clara Coria en su texto “El sexo oculto del dinero”
donde afirma que en la sociedad conyugal existen dos clases de dinero, el dinero
grande y el dinero chico, el primero es el que administran habitualmente los varones,
como dice la autora “es el dinero donde se asienta el poder” (Coria,1989:95) este
dinero esta destinado para grandes gastos como por ejemplo para la compra de una
casa, en cambio el segundo tipo de dinero, el dinero chico, es aquel que se utiliza
para las compras cotidianas , para alimentos, los gastos del día, administrado
principalmente por las mujeres.
Es decir, a pesar de las transformaciones sociales a lo largo de los años las
mujeres seguimos estando en una posición de desigualdad frente al hombre en los
distintos ámbitos.
Conclusión

A lo largo del trabajo se ha desarrollado una dimensión que se entrama en


cualquier problemática que sea abordada desde una perspectiva de género. Esta
es la dimensión política. Es necesario visibilizar aquellos dispositivos de poder por
los cuales todas las sociedades justifican ciertas relaciones desiguales de opresión,
subordinación y de oportunidades en la vida política, social, cultural, emocional,
subjetiva de los sujetos.

Históricamente los discursos hegemónicos, en su intento de legitimarse,


sostuvieron relaciones asimétricas de poder basadas en la desigualdad, la injusticia
y la explotación. Discursos que conllevaron a prácticas sumamente discriminatorias
de las mujeres, que fueron presentadas, a veces de modo manifiesto, pero en otros
casos, de manera sutil y encubierta.
Estas prácticas y discursos deben sus particularidades a las características
socio culturales e históricos y potencian la producción de imaginarios sociales que
conllevan sobre todo a crecientes desigualdades de oportunidad para hombres y
mujeres, respecto del acceso a los servicios, al trabajo, y al consumo.

En los últimos años nuestro país ha transitado cambios donde ocupa un lugar
central, las transformaciones de las mujeres en el mundo del trabajo y sus
consecuencias en la vida familiar. Estos cambios se han dado no solo por una
cuestión cultural, sino también por una cuestión de necesidad económica, a pesar
de que hoy en día las mujeres estamos insertadas en el mundo publico al igual que
el hombre siguen existiendo esteriotipo culturales en los cuales nos ubican en una
posición desigual frente al hombre, no solo en cuanto al lugar que se nos otorga,
sino también en cuanto al no reconocimiento de los logros alcanzados.

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