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Tusquets Editor Edicién a cargo de Félix de Aziah land Barthes gPOR DONDE EMPEZAR? (tulos otiginales: Le simuiacre, de Marc Hutfat («Wel Quel» i ne 47, 1971), Réponses («Tel Quel», n° 47), Parot commen. Indice cer (aPoéticiuen n° 1, 1970) De Veuore ax texte («Revue GEsthétiquen, 1." 3, 1971), Eorieains, Intelectuels, Profes. seurs (dTel Quel», n2 47), La intte avec Vange: analyse lex * tuelle de Gendse 32. 23:33 (De Analyse structurale et analyse ~ biblique, Delachaax & Nistle, Necchitel, 1971, pp. 27 a 40), Le troisidme sens («Cahiers duu Cinémay, n° 232, 1970) y Le ‘grain de voix (eMlusique en jeu, n° 9, 1972) \ P. 7 Prélogo 15. El simulacro, de Mare Buffat ~ 7 Respuestas z Disefio de este volumen: Clotet-Tusquets # 59 {Por dénde empezar? 1 x mT 111 La Iucha con el Angel Traducida: Francisco Llings De la obra al texto 3 Escritores, intelectuales, profesores 123 El tercer sentid © Roland Barthes - Editions du Seuil y a Tusquets Editor para Ia seleccién, ef prélogo y la traduccion, Barcelona, - 1974 145 El grano de la yor ISBN 84.7223.555-6 Depésito Legal: B. 42961-1974 Printed in Spain i ’ Prélogo sioh Ue Cuando me puse a pensar en este prélogo, de iin, modo u otro el prélogo ya habia empezado. Parai | f jicamente, el prélogo se sittia al final del prologuista || Y al principio det lector, Esa diferencia es, en sf mis- ma, digna de analizarse, ya que pone de manifiesto | que entre cl lector del prélogo y el prologuista sdlo_ hay una diferencia: Ja Jectura en potencia o la lec- tura en acto del texto prologado. Pero si el prolo- guista puede darse al pfélogo finalizada Ja lectura, y el lector slo puede hacerlo (a menos de que una manfa de originalidad y desdén, muy justificable en estos tiempos, le Heve a Ja accién extravagante y ge- neralmente pretenciosa de leer el prdlogo finalizada la lectura de‘lo prologad©) antes de comenzarla, eso quiere decir que el prélogo es el puente que elimina el abismo entre el acto de abrir un libro y el acto mismo de leerlo. Esta banalidad sélo puede resultarnos especial: mente obvia tras una prolongada adicién prologuisti- ca que de dia en dia gana mds adeptos. De hecho, la mayor parte de los libros que hoy se editan no son més que prdlogos, Algunos de ellos son admira- bles prélogos que llegan @ ser més voluminosos que el texto prologado, como esa deliciosa introduccién a la lectura de Hegel, del maestro Kojeve. Sin em- bargo, no hay que hacers¢ ilusiones, por lo general estos prélogos no son sin0 sistemas de defensa, Do- fensa de su insignificancia para el novel, defensa de sus intereses para el editor del novel, defensa de su bolsillo © de su prestigio para el autor de prélogos (un Frdlogo, si no otra cosa, cuando menos asegura =a veces falsamente— que el prologuista ha leido ¢l texto prologado, Jo cual parece darle ciertas pre- mogativas sobre la vida del futuro lector del prélo- 20), defensa, en general, de ataques exteriores al texto. Un verdadero sistema de defensa. Pero gde qué hay que defenderse? Sin duda se trata de defen-

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