3, LA TRAGEDIA
Leonor Pérez GOMEZ
3.1. Las TRAGEDIAS DE SENECA
La transmisiOn de las unicas tragedias romanas que conocemos directamente se ha
realizado a través de dos vias manuscritas diferentes, el cédice Etruscus (E), del siglo x1,
y una familia (A) compuesta por unos 300 manuscritos no anteriores al siglo xm, di-
-vergentes en cuanto al numero, titulo y ordenamiento de las obras que contienen y sin
que aparezca en ninguna de ellas comentario alguno sobre la ocasién de su represen-
tacion, listas de personajes, etc... El cédice E, al que siguen los editores modemos con
la distincion de los dos Hércules que aparece en A, incluye los siguientes titulos: Her-
cules Furens, Troades (Troas en A), Phoenissae (Thebais en A), Medea, Phaedra (Hippolytus en
A), Oedipus, Agamemnon, Thyestes y Hercules Oetaeus. También se encuentra en el grupo
A, intercalada entre las dos tltimas obras, una praetexta titulada Octavia. Pronto se
abrié un debate en tomo a lo que se convirtié en los tres grandes problemas criticos:
autoria, cronologia y valoracién artistica de estas obras. Respecto al primer punto se
Iegaron a postular como posibles autores hasta cinco dramaturgos diferentes; actual-
mente, con exclusién de la Octavia y aunque aun hay planteadas serias dudas sobre el
Hercules Octaeus, se reconoce mayoritariamente la paternidad de Séneca. Los argumen-
tos aducidos hasta la fecha basados en la diversidad de técnica dramatica, la variedad
meétrica, diferencias estilisticas, o simplemente, en la distinta valoracién estética, no
han aportado de hecho pruebas concluyentes que permitan negar la autenticidad.
Establecer la cronologia del corpus no ha resultado tarea facil, ya que ninguna de
las numerosas hipotesis emitidas por los estudiosos ha conseguido disipar las dudas.
Asi, los intentos por fechar las tragedias en funcién de unas supuestas y subjetivas alu-
siones histdricas, de la finalidad didactica que algunos pretenden descubrir en ellas, a
través de la relacién con el resto de la produccién de Séneca o con la obra de otros
autores contemporaneos como Lucano, Persio, Fedro o Petronio, han conseguido
slo el mas profundo escepticismo. Tampoco han resultado satisfactorias las conclu-
siones a las que se ha Ilegado apoyandose en el andlisis interno del corpus, ya sea en
funcién de la mayor o menor originalidad de las obras en comparacién con los mo-
delos, de la técnica métrica, dramatica o del progreso estético; seguin los distintos pro-
cedimientos adoptados, algunos autores las sittan en época temprana, antes del des-
tierro a Cércega (el afio 41); otros en el periodo que transcurrié entre el regreso del
destierro y su retiro de la vida publica (desde el 49 al 62); no faltan quienes sostienen
que los dramas fueron escritos después de su retiro (entre el 62 y el 65) e incluso hay
estudiosos que las creen compuestas a lo largo de toda Ia vida del escritor. Ante tal
567disparidad de especulaciones indemostrables, quiz lo mas razonable sea admitir que
Séneca compuso algunas de las obras en torno al 54 y, apoyandonos en el testimonio
de Tacito (Ann. 14, 52, 3: obiciebant... carmina crebrius factitare postquam Neroni amor eo-
rum uenisse, si carmina significa lo mismo que en Ann. 11, 13, 1), pensar que hacia el
aito 62 intensificé su actividad como dramaturgo.
También hay discrepancias entre los criticos a la hora de establecer los modelos
de las nueve tragedias. Parece claro, con todo, que Séneca evité los dramas simples
que se basaban en una intriga rudimentaria, prefiriendo por el contrario aquellos
otros temas en los que predomina el pathos o la violencia, eleccién acorde con los
gustos de la época y que al mismo tiempo se adaptaba mejor a sus proyectos drama-
ticos. Se puede también afirmar, a pesar de la diversidad de opiniones, la predileccién
de Séneca por Euripides; asi, para Hercules Furens se acepta de forma unanime que la
fuente principal fue el Heracles de Euripides; en relacién con Troades se ha hablado de
la contaminacion de dos obras de este mismo autor, una tragedia homénima y Hecu-
ba; se reconoce a las Fenicias de Euripides, Edipo Rey, Edipo en Colono y los Siete contra
Bbas como prototipos inspiradores de las Phoenissae, obra incompleta de la que slo
nos han Ilegado dos fragmentos (vv. 1-362 y 363-564), sin coros, que podrian haber
formado parte bien de una o dos obras completas y posteriormente mutiladas, bien
de fragmentos de una(s) tragedia(s) incompleta(s), o quiza sean un esbozo de escenas
que no Ilegaron a desarrollarse; en Medea, mito frecuente tanto en la literatura griega
como en Ja romana, influyé posiblemente una obra del mismo titulo de Euripides,
aunque también es muy probable la presencia de la Medea de Ovidio, asi como el tra-
tamiento que hizo este autor en las Metamorfosis (VII, 1-424) y en la Heroida XII; dos
tragedias de Euripides, Hipélito coronado y el Hipélito velado son consideradas fuentes
inspiradoras de Phaedra, drama en el que tal vez esté presente la influencia de unas tra-
gedias del mismo titulo de Séfocles y la de Licoftén, sin olvidar la Heroida VI de Ovi-
dio; en el caso de Oedipus es Sofocles quien proporcioné el modelo y Esquilo el del
Agamemnon, sin que se pueda excluir el influjo del Egisto de Andronico y la Clitemes-
tra de Acio; pata Thyestes, tema enormemente popular entre los romanos, se han pro-
puesto una tragedia perdida de Séfocles, otra de Euripides y la obra del mismo titulo
de Vario; finalmente, en relacién con Hercules Oetaeus, obra considerada por algunos
de un imitador, y que otros creen en parte auténtica y en parte ampliada por otra
mano, se ha postulado la influencia de las Traquintas de Sofocles, el Heracles de Euri-
pides y las Euménides de Esquilo.
La confrontacién con los originales griegos llegados a nosotros ha permitido po-
ner de relieve que el tratamiento que hace Séneca del mito griego es tan libre y origi-
nal que lo convierte en mero pretexto. No evita contaminaciones de distintas obras,
¢ introduce cambios substanciales que afectan tanto a la forma, al afiadir escenas y
personajes, como al contenido, dando una lectura totalmente diferente. Valga como
ejemplo paradigmatico el modo de proceder que se observa en Medea, tema desarto-
Ilado anteriormente por Enio, Acio y Ovidio entre otros, que trata de la venganza de
Medea, princesa de la Célquide, tras ser traicionada por Jas6n; estan aqui los elemen-
tos preferidos de Séneca, la pasién y la violencia. Las innovaciones que introduce res-
pecto al modelo euripideo son evidentes: elimina la escena de Egeo, reduce las con-
frontaciones entre Jason y Medea, mientras que aumenta las que se dan entre ésta y
la Nodriza, torna el sexo y las simpatias del coro que aqui se muestra adverso a Me-
dea, afiade una escena de encantamiento con la que caracteriza a la protagonista
como a una hechicera barbara dotada de poderes infernales. Todas estas alteraciones
568hacen que la tragedia de Séneca sea totalmente distinta al prototipo griego. En este
sentido, no se puede desdefiar la influencia que debi ejercer la tragedia de Ovidio,
asi como otras obras de este autor que versan sobre el mismo mito (Met. VII y Her. XII),
aunque su pérdida nos impide conocer cémo y en qué medida actuaron en el drama
de Séneca. No obstante, lo que interesa poner de relieve es que el resultado es total-
mente distinto y personal; el sentido dramatico es diametralmente opuesto.
La comparacién con las fuentes griegas puso de relieve una serie de diferencias
obvias que, unidas a la ausencia de noticias en Séneca o en autores contemporaneos
sobre la representacién de estas obras, y junto a algunos de los rasgos que caracteri-
zan estas tragedias, llevaron a la critica a considerar que estos dramas no fueron con-
cebidos para la escena sino para su lectura ante un publico mds o menos restringido,
ya fuera Nerén, la corte, o el circulo de Séneca. Es cierto que el principio aristotélico
de unidad de accidn, lugar o tiempo parece que no se respeta en algunas de las obras;
por otra parte, los extensos mondlogos puestos en boca de los personajes ralentizan
Ja accidn; los coros son meros intermedios liricos; se presentan escenas cruentas ante
Jos ojos de los espectadores olvidando el consejo horaciano ne pueros coram populo Me-
dea trucidet (A. P. 185); y finalmente incide en el mismo sentido el innegable caracter
retérico y declamatorio de las tragedias. A pesar de todos estos factores, no se han
propuesto argumentos de peso que permitan afirmar con rotundidad que las trage-
dias no fueran escritas para la escena, independientemente de que se llegaran o no a
representar alguna vez: de hecho, en los textos aparecen incluidas numerosas indica-
ciones sobre entradas y salidas de personajes, sobre movimientos o descripciones que
muy bien pueden entenderse a modo de acotaciones para una puesta en escena; por
otra parte, si es indiscutible que existen pasajes que pueden plantear una dificultad
real a la hora de ser escenificados, no se puede desdefiar la probabilidad de que en la
€poca de Nerén las convenciones escénicas no coincidieran con las que regian en la
escena atica del siglo 1v. De hecho estos dramas, a los que se les ha negado con fre-
cuencia la posibilidad de ser representados, fueron puestos en escena con éxito en el
Renacimiento. Existen, por otra parte, noticias de que en tiempos de Séneca coexis-
tia la lectura con la representacion de las tragedias (Quint. Jnst. 10, 11, 3, 73; Tac.
Ann. XII, 28). Todo ello hace que actualmente la critica tienda a replantearse la repre-
sentabilidad de estas obras y evite por inutil entrar en un viejo debate que en realidad
no ayuda en nada a una mejor comprensién y conocimiento de ellas.
Otra controversia, originada por prejuicios similares, que ha contribuido en gran
medida a una valoracién peyorativa de la obra dramatica de Séneca, gira en torno al
cardcter retérico y declamatorio de estas producciones. Aunque no se puede negar la
fuerte influencia de la retérica sobre estas composiciones, no hay que olvidar la com-
plejidad e importancia que adquirié esta disciplina en la educacién a comienzos del
Imperio y el incremento de las técnicas retéricas tanto en la prosa como en la poesia,
convirtiéndose en rasgo caracteristico de la literatura de la época, desde Ovidio en
adelante. Precisamente aquello que se ha calificado negativamente en estos dramas
como la influencia de las Suasoriae y Controversiae, as numerosas hipérboles, la ubi-
cuidad de las sententiae, el gusto por un realismo exacerbado, o el exceso de erudicién
geografica y mitoldégica, son rasgos comunes a la poesia romana tardia. Asi, en las ul-
timas décadas se viene insistiendo, con razon, en la necesidad de contextualizar la
obra de Séneca, relacionandola no con las fuentes griegas, sino con la literatura y el
espectaculo de su tiempo; si se parte de tales premisas no es motivo de extrafieza la
complacencia de Séneca en los efectos mas violentos y sanguinarios. Por otro lado, el
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