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Introducción:

La Carta a los Efesios es considerada por muchos el documento de mayor importancia teológica del
Nuevo Testamento, y uno de los grandes Escritos de toda la Biblia. Esta carta, es mencionada por
algunos eruditos cristianos como la “Obra Cumbre” escrita por el Apóstol Pablo. No se trata de dejar
de lado o menospreciar los demás Escritos Bíblicos, o de realizar comparaciones odiosas o
discriminatorias en tal sentido. Muy por el contrario, teniendo claro que toda la Escritura tiene
Inspiración Divina, sólo se le atribuye a esta Carta una mayor profundidad Espiritual considerando el
elevado nivel Cristológico, Eclesiológico y Doctrinal que se aprecia en el contenido de esta.
El fundamento de aquellas apreciaciones descansa en la relación que hubo entre el Apóstol y los
creyentes de Éfeso, dado a que Pablo tuvo un prolongado tiempo de permanencia en aquella ciudad,
lo cual permitió que se creara un vínculo muy estrecho con los cristianos de aquel lugar.
Según la historia, fueron tres años los que el “Ciervo de Jesucristo” vivió en dicha ciudad. Sin dudas,
aquello le permitió tener un Ministerio más dilatado que en otros lugares que haya visitado. Resulta
claro comprender entonces, que los hermanos y hermanas de Éfeso tuvieron un adoctrinamiento
bastante sustancioso, un adoctrinamiento más completo; tal vez, como los doce Apóstoles, los cuales
tuvieron un tiempo de Ministración similar con el “Maestro” de los maestros, “El Mesías Divino”. En
virtud de lo anterior, se puede entender que esta Carta fue escrita en concordancia con el nivel
espiritual que habían alcanzado los fieles de aquella Iglesia. Por esa razón, muchos le atribuyen a esta
Epístola esa característica de mayor contundencia Espiritual que otros Escritos.
Como dato referencial, es importante señalar que muchos consideran esta Carta como Circular. Sin
embargo, en 1:1 dice: “…a los Santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso”. Y, conforme a lo
manifestado en 6:21-22, podría ser que el mismo Tíquico fue el portador de ella.
En cuanto al contenido mismo de esta Epístola, que es una de las llamadas de la cautividad, haremos
solamente referencia al capítulo cuatro que nos corresponde analizar en el presente trabajo. En una
pequeña síntesis, se puede señalar al respecto, que en este capítulo el Apóstol nos indica como debe
conducirse la Iglesia
en la persona de cada uno de los que la conforman. Nos exhorta a buscar la unidad del Espíritu,
teniendo en cuenta que la Iglesia es un solo Cuerpo, el “Cuerpo de Cristo”. Para ello, pone énfasis en
los siete elementos de la fe y la vida del Cristiano. Hace mención también a las herramientas que la
cada creyente recibe de “Dios” para el crecimiento de la Iglesia y para que se desenvuelva en el difícil
lugar que le ha correspondido llevar a cabo el Ministerio que se le ha encomendado. No debemos
olvidar que la Iglesia desempeña un cometido Espiritual y Celestial en un espacio terrenal.
Veremos en adelante el análisis de este capítulo 4 de la mencionada Carta a los Efesios, esperando
que el trabajo sea de bendición, y permita que quien lo vea pueda encontrarse con un material digno
de considerar y tenerlo en cuenta. Amén.
Desarrollo.

En cuanto al análisis del referido capítulo cuatro, hemos de señalar lo siguiente:


Versiculo 1) “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con
que fuisteis llamados,”.
El Escritor Sagrado, manifiesta estar “Preso en el “Señor”. Ello no significa que “Cristo” lo tenga tras
las rejas, como se diría claramente. Muy por el contrario. Aunque efectivamente Pablo al momento de
escribir esta Epístola está preso en Roma, él quiere decir más bien, en esta frase, que “Cristo” lo tiene
cautivo por Amor. Pablo se siente deslumbrado por “Cristo Jesús”. Desde que le conoció
verdaderamente camino a Damasco, nunca más se apartó del Amor de aquel que lo llamó de las
tinieblas a la Luz; y tiene claro que “Cristo” lo tiene guardado en los lugares Celestiales. Pablo tiene e
“Cristo” en su corazón, como debemos llegar a sentirlo todos los que somos de la fe en “Él”. Dice el
Apóstol: “…No vivo yo, mas, vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20). Es en esa condición que, continuando
con el versículo dice: “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”.
Sin dudas, aquí hace una clara referencia a la conducta que debe presentar todo Cristiano dentro y
fuera de la Iglesia. Pero trataremos de analizar más profundamente la frase final de este versículo:
Veremos el término “Vocación”: Según el Diccionario de la Rae, quiere decir, “Inspiración con que
Dios llama a un estado”. Podemos entender, que somos llamados por “Dios” a un estado Espiritual,
distinto del nuestro que es carnal.
El mismo término “Vocación”: Según Strong (Griego 2821), quiere decir, estado en que fue llamado.
Podemos concluir entonces, que nuestro llamado proviene de “Dios”; no es cualquier llamado. Es un
llamado a una vida nueva, una vida Espiritual, por lo tanto, debemos considerarlo a fin de conducirnos
conforme a ese estado nuevo. El Apóstol nos indica ahora que debemos andar en Santidad, como es
digno del Evangelio de “Jesucristo”. Pablo, que imitaba a “Cristo” (1° Cor 11:10), dijo a los
Tesalonicenses “Vosotros sois testigos y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos
comportamos con vosotros los creyentes” (1° Tes. 2:10). Pablo hace un ruego, es decir, llama con
todo amor a la Iglesia, para que se conduzca en todo momento como es digno del “Señor”, de tal
manera que le agrademos y honremos.
Versiculo 2) “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor.”
Aquí, Pablo continúa la idea del anterior versículo, y lo complementa con algunas normas propias de
la conducta del cristiano, las cuales debemos aplicar para que nuestro caminar dentro de la Iglesia
sea digno de aquella vocación con que fuimos llamados, entendiendo que dentro del “Cuerpo de
Cristo” existen diferencias de caracteres, costumbres distintas, niveles sociales, culturales y
económicos distintos, etc. Pablo, tiene claro que los que forman parte de la Iglesia son seres
imperfectos, que van en busca de una perfección Espiritual; por lo tanto, podrá darse la posibilidad de
roces o quiebres entre ellos, diferencias de opinión y otras divergencias, las cuales deben ser tratadas
con el debido amor, respeto y paciencia, que debiera ser natural en los Santos Hijos de “Dios”. Sin
embargo, entiende también, que no todos los fieles tienen el mismo crecimiento Espiritual, por lo que
da algunas directrices acerca del comportamiento que debe reinar en la Iglesia. Analizaremos en
detalle estas normas cristianas de conducta:
a) “Con toda humildad y mansedumbre”: La altivez, la soberbia y el orgullo son contrarios a la
humildad. Al respecto, escrito está “…Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”
(Sant. 4:6). El Mismo “Señor” manifiesta que Él es “Manzo y humilde de corazón” (Mat. 11:29).
Con las citas referidas podemos comprender que en la Iglesia debemos conducirnos con toda
sencillez y modestia, despojados de toda altanería, orgullo, soberbia, etc. Aquellas últimas
manifestaciones no reflejan el Espíritu del Cristiano. En contrario, los fieles deben tener un
comportamiento de modestia, sencillez y amabilidad.
b) Por otra Parte, la mansedumbre, forma parte del fruto Espiritual de todo Cristiano. La sumisión
debe ser característica de los Hermanos de la Iglesia. La Paloma y el Cordero simbolizan paz
y sumisión. El “Espíritu Santo” vino como Paloma a “Jesús” después de su bautismo en el
Jordán (Mat. 3:16). También Juan el Bautista presentó a “Jesús” como “El Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo” (S. Juan 1:29). De este modo, podemos comprender que esta
debe ser otra característica del comportamiento del Cristiano. No debemos confundirnos, en
todo caso, y pensar que no podrá el creyente tener un carácter enérgico y firme en algunas
situaciones. Al Contrario, siempre debe obrar con la firmeza de la verdad, pero con prudencia
y amabilidad.
c) “Soportándoos con paciencia los unos a los otros”: Aquí se manifiesta la templanza. Soportar
y tener paciencia es muy similar a tener temple, someterse a situaciones extremas sin perder
el juicio, el control, la moderación. La Templanza y la paciencia, son igualmente Fruto del
Espíritu que debe reflejarse en los fieles.
d) “En Amor”: El Amor, es la primera gran virtud mencionada dentro de lo que es el Fruto del
Espíritu. “…Dios es Amor…” (1° Juan 1:48), En 1° de Cor. Cap. 13, podemos ver como el
Apóstol Pablo escribe una verdadera Oda al Amor. Escribe al tremendo Amor que “Dios” tiene
hacia sus hijos. Ese es el Amor que cada uno de ellos debe manifestar hacia su hermano, y
debe demostrarlo también fuera de la Iglesia.
Versículo 3. “Solícitos en guardar la Unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”: El término
solícitos en este caso, quiere decir que debemos estar dispuestos, atentos, haciendo todo el
esfuerzo posible por lograr entre los creyentes la unidad del Espíritu. Es el “Espíritu Santo” el que
ha de unir a la Iglesia. Los creyentes entonces deben disponerse espiritualmente y con todo su
ser para que esta unidad sea sólida y no se estropee. Por esa razón el Apóstol habla de soportar
con paciencia, porque pueden ocurrir situaciones dentro de la Iglesia que puedan quebrantar esta
unidad y la paz que debe existir en el corazón de cada creyente. El hermano debe poner todo de
sí para mantener esta unidad buscando la paz unos con otros. En los fieles debe exhibir el Amor
de “Dios” para sostener la unidad del Espíritu y la paz dentro de la Iglesia.
El “Señor Jesucristo” pidió al padre por esta unidad y dijo: “Para que todos sean uno; como Tú, oh
Padre, en Mí, y YO en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros; para que el mundo crea que
Tú me enviaste” (S. Juan 17:21).
Versículos 4 al 6: “Un Cuerpo y un Espíritu , como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual
es sobre todos, y por todos y en todos.
Como una manera de poner énfasis en la unidad que está requiriendo, Pablo resalta los siete
elementos de la fe cristiana que garantizan la unión Espiritual. Analizaremos por separado lo que
el Apóstol quiere poner de relieve a los fieles.
a) “Un Cuerpo y un Espíritu”: La Iglesia es el “Cuerpo de Cristo”, independiente del número de
creyentes que la conformen el “Cuerpo-la Iglesia” es una sola.
b) Es el “Espíritu Santo”, que también es uno solo, el que la une. El Espíritu Santo es el que
bautiza a los creyentes dentro del “Cuerpo de Cristo” y los une dentro del “Cuerpo”. El
Creyente, en tanto, debe buscar esta unidad a través del “Espíritu Santo” mediante la fe,
oración; y la comunión con los hermanos.
c) “Como Fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”: Efectivamente,
nuestro llamado tiene una esperanza. Es como una meta, es donde debe estar puesta nuestra
mirada “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). En 1° de Pedro 1:3 dice: “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Sin dudas, Hay un propósito
esperanzador en “Dios” para nosotros.
d) “Un Señor”: Ese Señor es “Jesucristo, el Señor”. Cabeza de la Iglesia, La Piedra Angular de
aquel Edificio construido por almas (piedras vivas), que es su Cuerpo.
e) “Una fe”: Esta fe debe ser única, en el sentido de la creencia misma. Creer en el mismo “Dios”.
Es una fe objetiva como Iglesia, la creencia común de la congregación.
f) “Un bautismo”: Es el Bautismo realizado por aquel que bautiza en Espíritu Santo y fuego
(Mat.3:11). Es este bautismo el que da poder al creyente. En 1° de Corintios 12:13 hay una
referencia importante al respecto.
g) “Un Dios y Padre de todos…”: Esto reafirma la Paternidad de “Dios” sobre los creyentes.
“Dios” es el Padre de todos ellos, y sobre todos tiene absoluta potestad.
Versículo 7) “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme al don de Cristo”: Para
mantener la “Unidad del Espíritu”, y en general para que la Iglesia vaya creciendo, los creyentes
son dotados por “Cristo”, a través del “Espíritu Santo” que es quien reparte los dones. Pero para
que el cristiano pueda ejercitar el don que ha recibido le es dada gracia, capacidad para que pueda
desarrollarlo. Esta gracia, va en proporción a la medida del don que ha recibido, para llevar
adelante el Ministerio que le ha sido encomendado. Pablo dice: “Digo, pues, por la gracia que me
es dada…” (Rom. 12:3). Ël ha recibido también gracia para su Ministerio.
Versículo 8 al 10) “…Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad…”: Pablo lo que menciona
acá es que Cristo antes de subir a los cielos para recibir su justo premio y tomar dominio de todo,
bajó también a las profundidades de la tierra para arrebatar a los que estaban cautivos por el
demonio (en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados 1° de Pedro 3:19). Luego
asciende, habiendo concluido su misión, y se dispone a dar dones a los creyentes para el
crecimiento de la Iglesia.
Versículos 11 y 12) “Y el mismo constituyó a unos Apóstoles a otros Profetas….a fin de
perfeccionar a los Santos para la obra del Ministerio…” Aquí ya podemos ver de que manera es
preparada la Iglesia para su funcionamiento. Es “Cristo”, quien por medio de su “Santo Espíritu”
va a nombrar a algunos creyentes conforme a los dones que les ha suministrado para que tengan
un lugar de preponderancia (en el buen sentido de la palabra) o de liderazgo dentro de la Iglesia.
La intención es que los creyentes con más conocimiento doctrinal y mayor crecimiento Espiritual
sean los que perfeccionen o capaciten a los demás para la “Obra del Ministerio”, es decir para el
“Servicio”. De este modo, todos contribuirán al crecimiento de la Iglesia (la edificación del Cuerpo
de Cristo).
Versículo 13) “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe…” Consideramos de mucha
importancia el presente versículo. Da a entender aquí Pablo, que el cristiano tiene una meta, y
debe disponerse con todo su ser a alcanzar esa meta. Una de las formas es su consagración, su
búsqueda permanente de las cosas de arriba y el desarrollar su ministerio. Pero es vital, de suma
importancia, la ayuda de los hermanos en la fe, especialmente los líderes de la Iglesia. Serán ellos
los que deban perfeccionar a los Santos no solamente para el servicio, sino también para el
crecimiento Espiritual de cada uno.
Ya hablamos, que la unidad de la fe es la fe objetiva, la creencia única como congregación. Sin
embargo, es de común entendimiento que aquella unidad, cien por ciento, se conseguirá al final
de los tiempos. Por el momento, aunque alcancemos gran altura, difícilmente lograremos absoluta
perfección en las distintas áreas.
En cuanto “Al conocimiento del hijo de Dios” Entendemos que se refiere a nuestro
adoctrinamiento o conocimiento doctrinal, sumado a la relación que hayamos tenido con “Cristo”
a través de la oración; ya que es en aquellas instancias cuando el “Espíritu Santo” en
oportunidades nos revela y responde a nuestras interrogantes. (En San Juan 5:39, encontramos
algo al respecto).
Con respecto a ser “Un varón perfecto”: Ya lo hemos dicho, sin pecar de pesimistas, debemos
tener claro, que, para llegar a ese nivel, debemos alcanzar la unidad de la fe, la unidad del espíritu,
y sortear una serie de falencias humanas que nos impiden alcanzar dicha perfección. Sin embargo,
sabemos que seremos perfeccionados al final de los tiempos (Filip. 1:6).
A LA MEDIDA DE LA PLENITUD DE CRISTO) El Apóstol manifiesta que La Iglesia, que es el
“Cuerpo de Cristo”, debe alcanzar el nivel de desarrollo que tiene “Cristo” mismo que es la Cabeza
de la Iglesia. La Iglesia debe alcanzar la unidad de la fe, el conocimiento pleno de “Cristo”, la
unidad del “Espíritu”; debe alcanzar una madurez tal, que le permita considerársele como plena.
Es decir, total y absolutamente realizada como Iglesia. Solamente así se podrá decir que ha
alcanzado la medida de la plenitud de “Cristo”.
Versículo 14) Para que no seamos niños fluctuantes…) “Un niño puede ser fácilmente engañado,
vulnerado, etc., porque su mente, su discernimiento no es maduro. No ha tenido suficientes
experiencias ni conocimiento para distinguir con exactitud lo bueno y lo malo. Así les puede ocurrir
a los cristianos inmaduros, a los cuales se les puede vulnerar espiritualmente con relativa facilidad.
Lo peor es que el Enemigo “que anda como león rugiente buscando a quien devorar” (1° Ped.
5:8), usa también dentro de la iglesia a sus instrumentos para desviar a los que no están bien
cimentados en la fe (a los fluctuantes). “Cuidaos de los falsos profetas” (Mat. 7:15).
Versículos 15 y 16) “ Lejos de caer en manos de los engañadores, Pablo quiere que los creyentes
incautos o inmaduros, incluso, los de mayor conocimientos sigan creciendo a través del evangelio,
en amor; conociendo más a “Cristo” que es la cabeza de la Iglesia, y quien los apartará del lazo
del cazador.
Finalmente, en el versículo 16, Pablo quiere ver trabajando a la Iglesia en equipo, realizando un
trabajo bien cohesionado, donde intervienen todos los miembros que la componen. Ellos, han
recibidlo las directrices, y están capacitados y dotados para aquel funcionamiento homogéneo,
donde cada uno ejercitará sus capacidades para la edificación de la Iglesia en amor.
Libro de Efesios

Desarrollo.-

En este capítulo, en los versículos 1 al 6, el Apóstol comienza haciendo saber cómo debe conducir
su vida todo aquel que es hijo de “Dios”. Es decir, Pablo, señala aquí claramente, de qué manera
debe vivir en la práctica un ciudadano del Reino, conforme al ejemplo que tiene de “Dios” mismo
en cuanto a la unidad.

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