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Este libro no pods ser reproduc, ni total fi parcialment, sn el previo permizo escrito et edtor: Todos lox derechon reservados © Santiago Martin, 1996 © Ediorial Planeta, S.A, 1998 Circega, 273278, 8008 Barelona (pata) Diselo de colccin: Pati Néex Realzacin cuberts: Departamento de Diveio de Editorial Planece Thscracdn eubiere: Virgen Glikoiisa, arte bizantino rus, Mase rime ei: acre de 19, Segunda edie: diciembre de 1996 “Tercera edicim febrero de 1997 Goara ec: mayo de 1997 (Quinca edi setembe de 197 Sexe ecg: febrero de 1998 Depésiro Lega B. 8.468198 ISBN s408019112 Composiién: Viewr Igual, § Impresin:Liberdupex, 8. Encuadernacdn: Servis Grifcs 106 $1. Printed in Span - Impreso en Espafa INDICE Tenia quince aftos El dia despu José, un novio sorprendido La exaltacién de la esclava De nuevo en casa Los senderos torcidos El verbo se hizo carne El grito de Raquel Educar a Dios Treinta afios de gloria El amor se hizo publico Desde la retaguardia De pie, junwe la cruz La hora de mis Epilogo Nota final 15 27 45 59 m1 81 95 123 125 141 159 177 203 249 263 265 TENIA QUINCE ANOS Yo tuve una vez quince afos. Hacia unos meses que habia empezado a ser mujer. Recuerdo, a pesar de haber pasado tanto tiempo y tantas cosas, la ternura de mi madre, Ana, ¥ la sua- ve firmeza de mi padre, Joaquin. Precisamente aquel dfa era sabado. Mi padre ha- bia ido a la sinagoga a escuchar, como siempre, la lectura de un texto de la Tord y la explicacién que daba el rabino. Mi madre y yo también soliamos iry nos quedébamos muy juntas y atentas tras la celosfa que separa a hombres y mujeres. Ese dfa, sin em- bargo, no habiamos podido estar, asf que esperamos a que Joaquin volviera para que nos dijera lo que ha- bia oido. Caia ya el sol y terminaba el sébado cuando mi padre nos recordé el texto que se habfa lefdo en la sinagoga. Era del profeta Isafas, uno de mis favori- tos. Con voz solemne y cantando mas que recitando, Joaquin dij «(Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvacién, que dice a Si6n: “Ya reina tu Dios! {Una voz! Tus vigias alzan la voz, a una dan gritos de jubilo, porque con sus propios ojos ven el retorno de Yahvé a Sién. Prorrumpid a una en gritos de jubilo, soledades de Jerusalén, por- 15 que ha consolado Yahvé a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.”» Tras esto, mi padre nos explicé lo que haba di- cho el rabino de nuestro pueblo, Asaf hijo de Coré Era un hombre amable, ya muy mayor, pero siem- pre carioso con todos, especialmente con los ni- fios, asf que yo siempre le escuchaba con gusto y mandaba interrumpir sus juegos a mis primos cuan- do él pasaba junto a nosotros en Ia calle para ir to- dos a su lado a besarle la orla de su manto. Joaquin nos dijo, a mi madre y a mi, que Asaf ha- bia estado preocupado aquella manana. Las noticias que llegaban de las ciudades en las que habia desta- camentos romanos no eran buenas; se hablaba de tu- multos entre algunos de nosotros e incluso se co- mentaba que en la lejana Jerusalén habia mucha inquietud y que algunos rabinos habfan dicho que la llegada del Mesfas podia estar proxima, segtin se po- dia deducir de cierta profecia que hacia referencia a su nacimiento en la ciudad de David, Belén. Asaf, tranguilo como era, no queria sembrar alarmas en- tre sus oyentes, entre otras cosas, como él mismo I bia recordado esa mafiana, porque noticias semejan- tes se estaban produciendo desde que los romanos ocuparon Israel y aun antes, bajo Ia dominacién de los sirios de Antfoco. Sin embargo, mi padre nos co- mento que en aquella ocasi6n la voz. de nuestro rabi- ho parecia mas intranquila que otras veces y que Tamadas a la calma eran menos convincentes. Algo se preparaba y gente como Asaf, como mi padre © como mi madre, lo intufan, sin saber exac- tamente de qué se trataba. Por eso el rabino habia elegido el texto de Isafas, para darnos a los habitan- tes de nuestra aldea un mensaje de paz y de espe- ranza. Si el Mesfas estaba al venir, como algunos de- cfan, debfamos tener calma, porque su llegada ser la del principe de la paz. Cualquier otra actitud era, en el fondo, una falta de confianza en el Todopod Toso, en cuyas manos estan siempre nuestras vidas. 16 A Ana, mi madre, y a mi, estas cosas nos apasio naban. Escuchabamos a Joaquin apretadas la una contra la otra, a la luz del fuego de ntiestro hogar, en una noche de finales de Nisan hermosa y suavemen- te fresca. Las dos crefamos firmemente en lo qui efaban la Tora y los demas libros sagrados, y Ana abia tenido mucho cuidado en ensefarme lo que significaba la feen Yahvé, el amor y el respeto que le debiamos, y Ia necesidad de observar fielmente la Alianza que El habia pactado con nuestro pueblo. Por eso no nos extrafaba nada de lo que pudiera pa- como estabamos de que, a un solo gesto de Dios, ni siquiera las poderosas legiones ro- manas podrian enfrentarse con el Mesias cuando éste apareciese en la tierra, Esperabamos su llegada y rezdbamos cada dia para que ocurriese lo antes posible, pero nunca antes de que fuese el tiempo in- dicado, el momento en que la voluntad del Todopo deroso lo hubiera previsto. ‘A mi, més que a mi madre, por mis quince afios recién cumplidos, me gustaba sofiar con el Mesias. También lo hacian mis compafieras y hablébamos de 41 cuando nos veiamos, sobre todo en la fuente del pueblo cuando ibamos a lavar al arroyo. Pero yo de- seaba ardientemente que ese Mesias fuera un mensa: jero de la paz y del amor de Dios, los dos sentimien- tos que mis padres siempre me estaban inculcando, mientras que casi todas mis amigas disfrutaban ha- blando de palacios y de grandes fiestas. Peor ain era con mis primos, con los que en mas de una ocasién me habia tenido que enfrentar porque parecfa que el Mesias que ellos tanto anhelaban no era otra co que un caudillo militar. Cuando yo les hablaba de las cualidades espirituales que adornarfan su alma, ellos se burlaban de mi y me tiraban de las trenzas dicién- domie que toda tuna nifia incapaz, de entender Io que le convenia al pueblo de Israel y que si yo me crefa que un Mesias bondadoso iba a ser capaz de ex- pulsar a los romanos de nuestra patria,

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