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En efecto, en nuestro país no puede hablarse de un gasto público excesivo y una presión
tributaria elevada, sino más bien de niveles de gasto insuficientes para atender las
necesidades sociales y de desarrollo, así como de ingresos tributarios exiguos, con altos
niveles de evasión. Al mismo tiempo, existe gran cantidad de empresas estatales operando
en diversos sectores económicos, la mayor parte de ellas creadas durante el gobierno militar
y trabajando en una situación de déficit crónico.
El gobierno de Alberto Fujimori ha adoptado varias políticas que inciden sobre el rol
económico del Estado. Se ha llevado a cabo una importante reducción del empleo público
mediante mecanismos de estímulo a la renuncia y concursos internos de los que debe
resultar una cantidad de personal excedente. También se han adelantado planteamientos
respecto a la privatización de ciertos servicios básicos (educación escolar), pero sin avanzar
en su concreción. En realidad, el esfuerzo se ha concentrado en la problemática de las
empresas públicas.
El proceso de privatizaciones constituye otro capítulo nefasto del decenio fujimorista y que
pone en evidencia los manejos oscuros de los recursos del Estado. Sin transparencia,
criterio técnico y pasando por alto el interés nacional, las empresas públicas fueron
rematadas y no siempre al mejor postor.
El dinero que finalmente ingresó a las arcas del Estado se utilizó en menor porcentaje para
los fines previstos y por el contrario se gastó en compras de armas, pagar la deuda externa,
cubrir el déficit fiscal, y a financiar la re-reelección de Alberto Fujimori,
“El decreto legislativo 674 establecía que el dinero de las privatizaciones se debía invertir
en salud, educación, infraestructura vial, seguridad, erradicación de la pobreza y
pacificación. Eso no se cumplió”, sostiene el ex legislador Javier Diez Canseco, presidente
de la Comisión que investigó los delitos financieros durante el régimen fujimorista.
De esta manera, entre noviembre de 1991 y febrero de 1992, dio comienzo una estrategia
global de privatización cuyo objetivo fue transferir las compañías más importantes tan
rápidamente como fuese posible. Mediante un programa cuyos puntos centrales fueron
definir los métodos de privatización, se identificó una lista prioritaria de empresas públicas
por privatizar (dependiendo de su peso específico y su facilidad de privatización, teniendo
en cuenta su grado de crisis) y se crearon los Comités Especiales de Privatización (CEPRI).
“El 21 de agosto de 1992 se subastó en la BVL el 84,1% del capital social. Las 693 420
acciones fueron vendidas a S/. 13,48 por acción, alcanzándose un monto total de US$ 7 331
217. Los trabajadores adquirieron 33 828 acciones por un total de S/. 274, o US$ 215 438.
En total se ha obtenido US$ 7,5 millones.” (COPRI, La Privatización en el Perú).
SOLGAS es una empresa ubicada en la gran división de “electricidad gas y agua”, según la
clasificación interindustrial universal CIIU. Está identificada en la actividad de producción
y distribución de gas en el CIIU N° 4102.
A ello se suma el D.L. 674, Ley de Promoción de la Inversión Privada en las Empresas de
la actividad empresarial del Estado, promulgado el 27 de setiembre de 1991 que aceleró el
proceso de privatización de las empresas públicas.
Se debe mencionar que el momento elegido era absolutamente desfavorable para una
transacción en la Bolsa. Lima estaba continuamente sometida al sabotaje terrorista
expresado por los recurrentes cochebombas, asesinatos selectivos y apagones de energía
que afectaban la industria y la vida cotidiana.
Los trabajadores de SOLGAS en dicho proceso adquirieron menos del 4,1% de las
acciones, mas la falta de una estrategia y la necesidad de satisfacer requerimientos mínimos
obligaron a que muchos trabajadores vendiesen a precios subvaluados e irreales sus
respectivas acciones. Ello hace evidente que los trabajadores no tuvieran una estrategia
clara sobre cómo actuar frente a la privatización.
En el servicio Puertos:
iii) Puertos y aeropuertos. El gobierno peruano ya cuenta con el estudio básico, el plan de
desarrollo y las condiciones para la concesión de los puertos de Paita, Salaverry, Chimbote,
Huacho, Callao, San Martín, Matarani, Ilo e Iquitos También se ha elaborado una propuesta
sobre el papel que cumplirá el Estado en el sector y un proyecto de concesiones
prospectivas para cada puerto. Se calcula que todo el proceso implicaría una inversión de
400 a 500 millones de dólares durante los próximos cinco años.
iv) Sector de la electricidad. Actualmente las actividades de este sector se rigen por la Ley
de Concesiones Eléctricas, promulgada a fines de 1992, en virtud de la cual se reestructuró
el área en tres actividades: generación, transmisión y distribución de electricidad, a fin de
promover la competencia entre ellas y elevar al máximo la eficiencia del servicio eléctrico
público.
Por último, cabe mencionar el proyecto Chavimochic. La inversión estimada para ponerlo
en operación alcanza a 1 950 millones de dólares. Hasta ahora se han desenbolsado 795
millones en las dos primeras etapas. La terminación de la tercera, que consiste en la
construcción del canal madre Moche-Chicama y las obras de drenaje del valle del Virú,
demandaría una inversión adicional de 450 millones de dólares.
Gran parque del Río Hablador: canalización y estabilización de las aguas del río
Rimac, y la recuperación ambiental de su entorno. La inversión estimada alcanzaría
a 125 millones de dólares.
vii) Sector del turismo. Entre las obras de infraestructura en este sector que se prevé
entregar en concesión durante los próximos años figuran la construcción y operación del
teleférico de Macchu Picchu y las playas de Máncora, al sur del país. Entre ambos
proyectos, se espera comprometer 100 millones de dólares de inversión privada.
Lo anterior da lugar a pensar que la inversión necesaria para el desarrollo de este proceso
provendrá de grandes grupos de inversión que financiarían la incursión de estas empresas
en los proyectos de infraestructura del Perú. Además, AIG, el gigante estadounidense de los
seguros, y General Electric, la megaempresa industrial y de servicios financieros, han
organizado un fondo de inversión para proyectos de inversión en América Latina y se
piensa que destinarían parte al Perú. La agresiva actividad de los bancos de inversión y el
surgimiento de fondos como el de AIG-GE pueden comenzar a eclipsar a las instituciones
multilaterales de crédito como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial,
que tan importante papel cumplieron en el pasado, pero que ahora parecen preferir sólo los
proyectos que no interesan al sector privado.