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LA ODISEA, CÁNTICO VII

Nausícaa, hija del Monarca Alcínoo, llega a su noble mansión en Esqueria. Fue
inmediatamente atendida pero su doncella, Eurimedusa, quien la había criado.

Ulises marchó hacia la ciudad, y Atenea, diosa de la guerra, la sabiduría, la


estrategia, la civilización, la justicia y las ciencias, vertió densa niebla para
que nadie pudiese burlarse de él o reconocerle.

En la ciudad, salió a su encuentro Atenea, la diosa de ojos azules. Ulises le


pidió que le guiara hacia la mansión de Alcínoo, pues no conocía a nadie más en
esa tierra extranjera que pudiera guiarle.

Atena le contestó que sí, que lo guiaría, que al lado del Monarca vivía su señor
padre. Le pidió que caminara en silencio, y no hablara con ningún feacio, pues la
gente de la ciudad era desconfiada.
Al llegar, la diosa le advirtió que dentro de la casa se celebrara un banquete
con los reyes, y que su corazón no debía mostrar miedo alguno.

Areta, esposa de Alcínoo, proceden ambos del mismo linaje. Eurimedonte tuvo una
hija, con quien se unió Posidón y tuvieron a Nausítoo, este engendró a Rexénor y
a Alcínoo, sin embargo, Apolo asesinó a Rexénor antes que este pudiera tener a un
hijo varón. Rexénor tuvo a Areta, y Alcínoo la tomó como esposa. Es decir, el
monarca Alcínoo y Areta, son tío y sobrina respectivamente.
La diosa le cuenta a Ulises que Areta es muy amada entre las gentes, al igual que
sus hijos, y le pide que se gane la confianza de aquella familia.

La mansión posee grandes puertas de oro y era gigantesca. Perros de oro y plata
resguardaban simbólicamente la entrada. Lujosos sillones acogían a los hombres
mientras bebían y disfrutaban. Muchas mujeres esclavas prestaban diversos
trabajos. Ulises miró hacia al patio, y distinguió un gran huerto, el cual producía
alimentos sin cesar todo el año.
Finalmente, el gran héroe se decidió por cruzar el umbral. Avanzó rodeado de la
niebla otorgada por la divina Atenea, para llegar hasta los magnánimos reyes.
Abrazó las piernas de Areta, y la niebla le abandonó. Le rogó a la reina el que
le acogieran y le prestaran ayuda para volver a su país. Luego, se sentó junto a
las cenizas.

Equeneo, el hombre más longevo de todos, rogó a Alcínoo que fuera amable con
Ulises pues era un huésped, apelando a las leyes de hospitalidad. Alcínoo ayudó a
Ulises a ponerse en pie, y le sentó en un trono. Todos bebieron en honor a Zeus.
Al final, el monarca pidió a sus gentes que asistieran todos los hombres al alba
para ofrecer obsequios y sacrificios a Ulises y a los dioses, además de ayudarle
en su regreso a su país. Ulises respondió que no era más que un mortal que no
merecía tal adoración, y su único anhelo era volver a su hogar.

La Reina le preguntó a Ulises de dónde provenía, pues reconoció las ropas que este
llevaba, ya que estaban hechas por ella y por sus siervas.

Ulises contestó que había vagado 10 días por el mar, hasta ser guiado por los
dioses hacia Ogigia, la isla de Calipso, la diosa terrible. Esta le tuvo por 7
años con ropa inmortal, hasta que por orden de Zeus, le liberó. En el mar, Poseidón
embraveció las aguas para entorpecer el viaje del héroe, y de esa manera llegó a
las costas de Esqueria. Ahí, moribundo, se encontró con la hija del rey, a quien
rogó su ayuda, y al aceptar, la joven lo lavó en el río y le prestó ropas.

De principio, el rey se turbó porque su hija no había llevado a Ulises a su


presencia, mas el héroe, con su astucia, halagó el actuar de la joven y la
justificó.

Alcínoo, luego, ofreció la mano de su hija, Nausícaa a Ulises. Le prometió tierras


y una casa. A su vez, le prestó un lecho, y le aseguró que al día siguiente sus
hombres le llevarían a su patria. Así, el héroe, durmió aquella noche en lujosos
aposentos.

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