LEONOR
Fantasias semejantes se construfan en el siglo >a sobre los chitmes que ya
en vida de Ia reina corrfan sobre ella, que iba envejeciendo. Algunos fueron
recogidos en nueve de las obras histéricas compuestas desde 1180 y durante
el sigio xm que han llegado hasta nosotros y que contienen aproximadamen-
te todo lo que se sabe de ella. Cinco son de autores ingleses, porque era er
Inglaterra donde se escribfa entonces la historia bien hecha, Todas son obra
de eclesiasticos, monjes 0 candnigos, y todas presentan a Leonor bajo una luz
desfavorable. Por cuatro razones. La primera, fundamental, es que se trata de
tuna mujer. Para esos hombres, la mujeres un ser malvado en esencia por el
cual se introduce el pecado en el mundo, con todo el desorden que vernos
endl Segunda razén: la duquese de Aquitania era nieta del famoso Guiller~
mo DX Yese principe, del que la tradicin ha hecho el primero de los trova-
dlotes, también habia agitado en su momento le imaginacin de los cronistas,
que denunciaron el poco caso que hacta de la moral eclesisstica, la lbertad de
sus costumbres, su excesiva propension & la frivolidad, evocendo una especie
de harén en el que, como en una parodia de un convento de monjas, man-
tenia para su placer a un grupo de jovencitas. Finalmente, y sobre todo, of08
dos hechos condenaban a Leonor. En dos ocasiones,alvidando la sumisién
‘que las jerarquias intituidas por la voluntad divina imponian a las mujeres
casadas, habia errado gravemente. La primera vez al solicitar y obtener el
divorcio. La segunda al liberarse de la tutela de si marido y levantar contra
la sus hijes
Fl divorcio, seguido de inmediato por olro matrimonio, fue la comidilla
de Europa en 1152, Al llegar a esa fecha en su exGnice, el monje cisterciense
‘Aubry des Trois Fontaines relata en.ese afto sdlo ese acontecimiento. Lacé-
nicamente y con tanta més fuerza: Enrique de Inglaterre, escribe, tomé pot
mujer a aquella de la que el rey de Francia acababa de deshacerse: “Luis la
habia dejado 3 causa ce la incontinencia de esa mujer, que no se condi
como una reina, sino més bien como una puta.” Tales transferencas de espo-
sas del lecho de un marido al de oto no eran infiecuentes entre Ia alta aris:
tocrecia, pero es comprensible que ésa en particular haya tenido tanta re-
sonancia. En Ia Europa, cuya unidad se identificaba entonces con la de la
cristiandad latina, y que por consiguiente el pape intentaba goberriar, mo-
vilizar para la cruzada y por esa razOn mantener en paz preservando el
equilibrio entre los Estados, esos Estados, en el vivisimo impetu de creci-
miento que impulsaba entonces al Occidente, empezaban a fortalecerse. Tal
ea el caso de los dos grandes principedos rivales encabezados por el zey de
Francia y el rey de Inglaterra. Sin embargo, en el seno de estructura polticas
todavia muy incipientes, el destino de esas lormaciones polticas depend
‘en gran parte de las transmisiones sucesorias y de las alianzas, es decir, del
rairimonio del heredero. Y Leonor era la heredeza de un tercer Estado, cier-
tamente de menor envergadura pero considerable, Aquitania, una provincia
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que se extendia entre Poitiers y Burdeos, lindando con Tolosa. Al cambiar de
rarido, Leonor se lleveba consigo sus derechos sobre el ducado. Por otra
parte, la Iglesia, a mediados del siglo xm, tertninaba de hacer del matrimo-
fio uno de los siete sacramentos a fin de asegurarse sui control, y ordenaba,
ala vez no romper nunca la unin conyugal y, contradictoriamente, romper
lade inmediato en caso de incesto, 0 sea, si se comprobaba que los conyuges
estaban emparentados en grado menor al séptimo. En la aristocracia todos
Io estaban, Eso permitia ala autoridad eclesiastice, y de hecho al papa cuan-
do se trataba dal matrimonio de los reyes, intervenir a voluntad para unir 0
para desunix y asf dorninar el gran juego politico.
Mucho después, el minietr) de Reims relata asf lo que decidis el divorcio,
Luis VIL, dice,
requir la opinidn de todos aus barones sobre lo que debi hacer con fa reina y les
‘cont6 cémo se habla comportado ella. —Por nuestra fe, djexon los barones, et
Iejor eonsejo que potemas daros es que la dejéis i, pues es un demonio, yet la
Conservais por mas tess wieemos que ser4 causa de Vuecira muesie. V sobre
todo, no tenis ningsin hijo de ella
Demonismo y esterilidad: dos defectos realmente series, y el marido toma
Ia inicativa,
Sin embargo, Juan de Salisbury, eminente representante del renacimiento
humanista del siglo xn, hicido y perfectamente informado, es mejor testiga
Fscribfa mucho antes, apenas ocho afios después del acontecimiento, en
11160, Haba estado con el papa Eugenio Ill cuando éste recibié a Luis Vy.
surmujer en Frascati, ya que Roma estaba por entonces en manos de Arnaldo
de Brescia, otro intelectual de primera magnitud pero contestatatio, Le pare-
ja segresaba del Oriente. El rey de Francia, al conducir la segunda cruzada,
habia levado consigo a Leonor. Después del fracaso de ls expedticion y las
dificultades que siguieron para los asentamientos latinos de Tierra Santa,
Jos eclesidsticos se interrogaban sobre las causas de tantas contrariedades y
afirmaban que surgian’ precisamente de ahi. “Cautivo de una pasién vehe-
mente por su esposa’, dice Guillermo de Newburgh (y es para explicaria que
insiste en los atractives fisicas de la reina), Luis VI, celoso, “juzg6 que no
debia dejarla atrés y que converda que la reina lo acompafiara al combate”
Eataba danclo un mal ejemplo, “Muchos nobles lo imitaron, y como las damas
no podian prescindir de sus doncellas”, eejército de Crisio, que habria de-
bido presentar una imagen de castidad virl, estaba cargado de mujeres y par
consiguiente invadido por la impureza. Por eso Dios se iit.
En efecto, durante el viaje toda sali mal. Eni Antiogufa, en marzo de 1148,
Leonor se encontrd con Raimundo, hermano de su padre, sefior de la ciu
dad. Tio y sobrina se entendieron muy bien, incluso demasiado bien a los
aXVL LEONOR*
Baro la caipula central de la iglesia de Fontevraud —que en la Francia del
silo xuera una de las més vastas y prestigiosas abadias de mujeres. ce
hoy cuatro eattins yacenes, estore aniguos monsinente tenes
‘Bes de esas estatuas estén talladas en piedira calcérea blanda: la de Ervicese
Mntagene, conde de Ariouy de Maire pt ss antepsndos patenie
que de Normandta y rey de Inglaterra por les maternos ie ucesor
Heardo Conan de Lina bel Se Argon eae eet
sin Tera, nerunano de Ricardo que se convistié @ su vez en fey en 1199, La
custta efigie, de madera pinteda, representa a Leonor, henedera del ducads
de Aquitania, esposa de Enrique, madre de Ricardo y de juan, queel 31 demon,
0 de 1204 murié.en Fontevraud, donde finalmente habia iomado ol vole
El cuerpo de esta mujer esté extendido sobre la losa tal como estuve ex,
puesto sobre el lecho moztuotio durante las ceremonias funereriag Teed
enteraments envuelto en los pliegues del vest, el 1osto rodeado por una
‘oca monacal, Los rasgos son de una pureza perfecta. Los ojos estan covrados
y las manos ferran un libro abierto. Ante ese cuerpo y ese resto Ia imagine,
ign puede darse libre curso. Pero de ese cuerpo, de ese rostio cuando eeteban
vivos, a estatua, admirable, no dice nada verdadero. Cuando fue tallade
hacia ya afios que Leonor habia muerto.:Acaco el eacultor habia visto alguna
ver ala re
ina con sus propios ojos? De hecho, eso importaba poco: eter
funerario de aquella época no se preocupaba por el parecido, En total cee
mostrar lo que eee cuerpo ese
fe In resurreccin de los muertos En consoe ie podré med
mecuencio, nadie podra medi el
Poder seductivo de que estab investida la heredera dl duendo de Acetone
cuando, en 1197, ue entregada acu primer mari, el rey Luis Vilde bearers
il tenia entonces alrededor de 19 ats, 16. bra de apasionats
amor por Ia doncella.” Al menos es lo que registra, medio siglo después
Guillermo de Newburgh, uno de los monjes de Inglatersa que por entices
emponfan, con gran hablida la suesion de acontecimlcntoe del poeta
Guitlerme’ agrega: “El deseo del joven Capeto fue aprsionado en evecrhey
+" Alécor”, en Dames du XIE
le. Hales, Aton, eat et queques
iosotltnay, Hee, ter, teu qu
tires, Gallimard, Pars,
358
EEONOR, 3
mallas"; “nada sorprendente, tan vivos eran los encantos corporales que
adornaban a Leonor”. Lamberto de Wattrelos,cronista, también los juzgaba
de altisima calidad. ,Cuénto valen, en realidad, es0s elogios? Las conve-
niencias obligaban a los escritores de la época a celebrar la belleza de todas
Jas princesas, hasta las menos agraciadas. Ademés, hacia 1190 esa princess
ya era herofna, en todas las cortes, ce una leyenda escandalosa. Cualquiera
que tuviera ocasién de hablar de ella tendia a atribuir sus conquistas a.una
excepcional capacidnd de hechizar.
Esa leyenda es sumamente resistente. Todavia hoy fascina a algunos auto-
5 de novelas hisi6ricas e incluso conozco historiadores muy serios cuya
jmaginacién sigue siendo inflamada y desviada por ella. Desde el romani
‘smo, Leonor ha sido presentada ya como una dulce victima de la fria cruel-
dad de un primer mario tonto ¢ incapaz y un segundo marido infil y brutal,
ya como una mujer libre, duefia de su cuerpo, que se enfrentaba a los reli-
{gios0s y desafiaba la moral de los mojigatos, portaestandarte de una cultura
brillanie, alegre einjustamente ahogada, la de Occitania, contra la hosca sar
turroneria y la opresién del norte, pero siempre hermosa y casquivane, enlo
‘queciendo a los hombres y burlandose de ellos. 2No aparece en las obras
mas austeras como la “reina de los trovadores", cu inspiradora complaciente?
INo toman muchos como verdad absoluta lo que Andrés el Capellin dice de
ella en broma en su Thité de amour, las sentencias ridiculas que inventa yle
atribuye? Por ejeinplo éta, caya feroz ironia era apreciada entonees por todos
los lectores: “Nadie puede legitimamente alegar el estado conyugal para ne-
{garse al amor.” A los juegos de! amor cortés. Por poco no dicen que Leonor
los invents. lin todo caso, esas formas de galanteria se habrian difundido
por toda Europaa partir de su Aquitania natal por intermedio de ella. A decir
verdad, los juicios err6neos de los eruditos modernos son excusables porque
el recuerdo de esa mujer se'deformé muy pronto. Ne llevaba 50 aftos muer-
ta cuando ya la biogralfa imaginaria de Bernardo de Ventadour hacfa de ella
la amante de ese gran poeta, y el predicador Esteban de Borbén, vituperan-
do los placeres citipables que puede proporcionar el tacto, pone como ejem-
plo a la perversa Leonor: un dia, admirando las manos del viejo profesor
Gilberto de la Porée, Io habria ‘invitado a acariciarle las caderas con sus
dedos. En cuanto al ministril de Reims, es conocida la fuerte inclinacién de
ese amable narracor a inventar para agradar a sus oyentes, pero ahi estaba
retomando lo que declen los que, en niimero cada vez mayor, contaban que
‘durante la cruzada la reina de Francia habia legado incluso a entregar su
‘cuerpo a sarracenos, y le inventaba un idilio con el més ilustre de esos,
infielos, Saladino. Dice que ella se aprestaba a partir con él y ya tena un pie
en el navio cuando st marido, Luis VII, logré atrapasla. Entregar al infiel su
cuerpo de bautizada no era sélo liviandad: traicionaba no solamente a su
marido, sino también a su Dios. El colmo de la desvergiienza,LEONOR
Plantagenet, Fue en brazos de este tiltimo que cay. Gervasio de Canterbury
sugiere que Leonor habia preparado el golpe; afirma que habfa avisado al
duque de Normandia que estaba disponible mediante un mengajero secre-
to, Enrique, “atraido por la caliciad de la sangre de esa mujer pero més atin
por los dominios que dependian de ella’, se precipité. El 18 de mayo la des-
1pos6 en Pottiers, a pesar de los obstéculos. No hablo ni de la diferencia de
edad (Enrique tenia 19 aftos, Leonor 29, hacia mucho que habia entrada en
Jo que en la época se consideraba la edad madura), ni de la consanguinidad,
tanestrecha y tan patente como'en la uniGn precedente: hablo de la sospecha
de esterilidad que pesaba sobre la ex reina de Francia y sobre todo de la pro-
hubici6n que habia lanzado contra ella, dirigiéndose a su hijo, el padre de
Enrique, Godofredo Plantagenet, senescal del reino, No la toques, le habria
Gicho, por dos razones: “Es la mujer de tu sefor, y ademés tu padre ya ta ha
conocido.” En efecto, en aquella época se consideraba indecent, y més cul-
pable que la transgresién del incesto tal como lo entendfa la Iglesia, acostarse
‘on la mujer del propio sefor. En cuanto 2 compartir una compafera sexctal
canal propio padre 2 tatake de incesto "del segundo tipo”, del que Frangoire
Héritier ha demostrado que es “primordial” y, por lo tanto, severamente
condenado en todas las sociedades. Son dos historiadores sobre nueve, aun-
que ciertamente tardtos y chismosos, Gauthier Map y Giraud el Cambriano,
los que recuerdan que Godofredo, como dice uno de ellos, habia “tomado su
parte de lo que habia en el lecho dle Luis”. Fse doble testimonio hace cresble
el hecho y confirma que Leonor no era de las més ariscas.
Como es obvio, la aventura fue muy comentada en las reuniones corte-
sanas y todos los que envidiaban o temian al ray de Francia o simplemente
gustaban de divertirse se rieron de él, Ahi se encuentra el fundamento de la
leyenda, y los eseritores que en los conventos y en las bibliotecas catedralicias
se dedicaban a rememorar lo que habia ocurtido en su tiempo recogieron
con agrado esas historias cuando, 10 ahos después dal concilio de Beaugency,
Leonor volvi6 a alzarse en rebeldfa, eventéndase contra su segundo marido.
Tenfa entonces 50 arios. Ya estéril y probablemente algo deslucidos sus
fencantos, no tenfa més utilidad pare su hombre. Entraba en la etapa de la
cexistencia en que las mujeres del siglo xn, si habfan sobrevivido a los cons-
tantes embarazos, casi siempre ya estaban libres de su matido y disponian,
ce sir dote de viuciez, generalmente respetadas en virtud de sus hijos, sobre
todo et mayor, y por primera vez en su vida tenfan un poder verdadero y lo
disfrutaban. Leonor no gozaba de una libertad semejante. Enrique vivia avin.
Jamas quieto, siempre galopando de un extremo al otxo de las intnensas
pposesiones que por el azar de las sucesiones habfa reunido en sus manos,
de Inlanda a Quercy, de Cherburgo a las fronteras de Escocia, el rey de
Inglaterra, duque de Normandia, conde de Anjou y daque de Aquitania en
nombre de Leonor nunca se habia ocupada mucho de ella. A veces la habia
LEONOR 385
tlevado cond an ado ya oto del Canal de Marcha cuando fe interest
renee orca lado La fubinembarazado aq al la cartera,y ahs
intake pos complete, divitendose con ots mujess. Pero sega eh.
Paanaee eas ge oportonidades que te quedaban Leonor se spoy6 eh
os hot yon expect ex ano de ellos Ricardo, El mayor, Gilerino able
weed lec En 1176, acosndo por los dos siguientes que creian y
meta con inspec una parte del poder, Prague habla tenido que
ears apace al wono a nrigue, de15 fos. Aicardo, de 13, leh
i Shncedigo Ie herencia desu madre, Aqstania, Nakratmente, Leones
ecpvecdetia de adolescents creyendo poder ser por An eeiora de st
maar aneeata obranco en nombre de én ie primavera de 179 2e
rarer a gpoyando a tebeln de esos doe svenesinaacables ys het
ist rte Pe edbelones de ee fo, que oponia 10s hj awa padre
re ee nan eat moneda corset en eaneocn; menos ecente
see rea une de low rebelde tema paldo por ellos y traicionas «#8
ea a consccuenct, acted de Leonor ents escndalo, Por segun-
Fane cng us role fandamentaes dee conyugalldad. Fo 10
gue le hizo saber el areobiapo de Run
+ esp —ijo~ esculpable cuando se apt de m srdo, cuando no rept
etc cpt de aiges[} Todos noses deploremos que fe separes as de
tettalde Me agutgue loro ce ele dl cro, qe membre 0 sve
ge I ide verdueromente pes de Toe Hts, Mi pers qv fs
aoe et ator tey yu tayeesesubleven conta su pede (ule on
Haeree sric dc scuordo on el derecho candnico, novos te obigarenos @
sober con él
a perorata pudo haber sido pronunciada por cualquiera de los seftores
de tuope Entec todos etaban conveeidoe de qv, como afrmabs el
prelado, “el hombre es sefior de la mujer, la mujer fue sacada del hombre,
festé unida al hombre y sometida al poder del hombre
Enrique derrois la eublevaciin. En noviembre cayé en sus manos Leonor,
capturada cuando, vistiendo ropes de hombre —otra grave fal ala ley
intentaba sefagiarse junto a su antiguo marido,el rey de Prancia:Ensique
fencers en el castillo de Chinon. Algunos dicen que, pensé en repudiiarla,
bead como preteto una vez sla consanguinidad. Era corer an ra
Tiesgo, lo sabia por experiencia. Prefirié tenerla prisionera en una u otra for-
rere ec mnie de su muerte en 1169. Durante todos esos aos e
hablo mucho de elle, no para honrarla como To hacen los soAadores de hoy,
paca celebrar sus virtudes, para hacer de ella la primera heroina de la luck
ferninista o bien de la independencia occiténica, sino al contrario, para de-
uneiar sv maldad, Se hablé de ella por todas partes, recordando su aver