Alberto Balcells
Jacqueline Balcells
Ana Maria Guiraldes
| _LAREBELION #
DE LOS ROBOTS #
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ct1, INTRODUCCION
Thas leido Mision Alfa Centauro*, sabras que la
fof nave espacial Alondra planetiz6 sobre una alta
meseta, al medio de una extensa selva lena de animales
feroces, que se levantaba en el centro del cuarto planeta
de la estrella binaria de Alfa del Centauro. Los robots
—uno por cada habitante— construyeron para los huma-
nos una ciudad maravillosa cubierta por una ciipula
invisible, pero infranqueable, que los aislaba de los
peligros de la selva. Bajo ella, una red de caminos
moviles facilitaba el desplazamiento de los ciudadanos
entre jardines y edificios. Las construcciones eran belli-
simas, y los arboles y plantas traidos en semillas desde
la Tierra habfan germinado con inusitado vigor.
Para no olvidar su glorioso pasado, en el parque
central de la ciudad se levantaba la imponente aguja
de 500 metros de altura de la Alondra, cuya coraza de
brillante neutronio, refulgiendo al sol o iluminada por
ocho poderosos reflectores en las noches, ain parecia
desafiar a las estrellas.
La ciudad, llamada Adonde, posefa todas las como-
didades imaginables para que los hombres no tuvieran
* Ver Mision Alfa Centauro de los mismos autores, Coleccion Club
de Lectores 1988.8
JACQUELINE BALCELLS/A. M. GUIRALDES/A. BALCELLS
que hacer ni el mas minimo esfuerzo. Si alguno queria
un refresco, le bastaba acercar su rostro a la pared de
su casa y susurrar una orden para que una gentil mano
metalica le alargara un vaso de jugo con hielo a su
gusto; luego otra mano le limpiaba la boca con una
servilleta...
Habia robots para todo: desde los que barrian las
calles hasta los mas refinados modistos, sin contar a
los cocineros, nifieros e, incluso, cuentachistes que ale-
graban a los deprimidos.
La ciudad estaba gobernada por un grupo de doce
sabios descendientes de los tripulantes de la Alondra,
pero su actividad era mas bien protocolar, y aparecian
casi exclusivamente en asuntos publicos de poca tras-
cendencia. La verdadera autoridad era ejercida por el
Consejo de los Cien Robots, los mas avanzados del
planeta, cuyo jefe continuala siendo el viejo Poncio.
El, gracias a los circuitos éticos instalados en su cerebro
por los Zend*, era el unico capaz de tomar decisiones
graves por su propia cuenta.
Aparentemente, para los humanos la vida en
Ad6nde era el paraiso terrenal. Aparentemente, porque
si alguien no hubiera enmendado sus rumbos, la raza
humana en el cuarto planeta de Alfa del Centauro habria
terminado por desaparecer.
Y ese alguien fue Poncio, el viejo robot.
* Zend: Guardianes de la galaxli, Ver Aventura en las estrellas de
esta misma coleccion,
LA REBELION DE LOS ROBOTS 9
2. ANGUSTIA DE UN VIEJO ROBOT
Poncio, el viejo robot con alma de perro*, estaba deses-
perado: los habitantes de Adénde —que ya pasaban de
un mill6n— se habian acostumbrado a no trabajar ni
hacer esfuerzo alguno, y solamente pensaban en diver-
tirse. Cada dia se ponian mds gordos y fofos, y unos
pocos atletas j6venes eran los tnicos en mantener un
fisico aceptable. Y era l6gico que eso sucediera, ya que
en el mundo en que vivian no cabfa el esfuerzo: los
robots solucionaban hasta los més minimos detalles,
tales como sacar una piedra de la sandalia para que
el humano no tuviera que agacharse o rascar una oreja
en el momento justo.
“Si esto sigue asi”, pensaba Poncio, “la humanidad
esté condenada a desaparecet...; jsi ya ni las mujeres
quieren tener mas hijos!”
¥ el robot tenia raz6n. Los hombres cada dia eran
menos capaces de continuar su misién de colonizado-
res del planeta y menos atin de salir al espacio a con-
quistar mundos nuevos; era tanta la flojera y desidia
que ya ni siquiera programaban a los robots, tarea que
habia quedado enteramente en manos de Poncio
Hasta que Ileg6 el momento en que el viejo hom-
bre de lata se decidié aactuar en bien de los habitantes
de Adénde. Reunié para esto al Consejo de los Cien
Robots, y, a la cabecera de la larga mesa en la sala de
reuniones importantes, golpe6 con su dedo metalico
“Ver Aventura en las estrellas 0 Misi6n Alfa Centauro de los mismos
autores.