No corren tiempos fáciles para la misión en el Níger. El 17 de septiembre secuestraron
al padre Pier Luigi Maccalli en su misión, al suroeste del Níger y la mañana del 28 tuvieron que dejar Pepe e Isidro la misión de Torodí, a unos 50 Kms. de la del P. Maccalli. Tuvieron que salir hasta la capital, Niamey, escoltados por el ejército, porque también ellos estaban amenazados. Sabemos que esto es muy duro, pero ya nos lo había avisado el Maestro, como encontramos en el discurso sobre la misión en Mt 10,23-25: “Cuando os persigan en una ciudad, escapad a otra; os aseguro que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre”, porque “No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!”. Esto forma parte del precio a pagar si queremos permanecer fieles al Señor que nos confía la misión de anunciar su Evangelio de salvación a todo el mundo (Mc 16,15). Misión aceptada por unos y rechazada por otros (Mt 10,11-15). Ahora bien, en todo esto, lo importante es confiar en el Señor y no tener miedo, porque estamos en las manos de Dios (Mt 10,26-31). Y es a ese Dios, Padre, al que tenemos que orar unánime e insistentemente, con una confianza filial, como hizo la comunidad de Jerusalén cuando arrestaron a Pedro (Hch 12,5). Esto es precisamente lo que hace la Iglesia del Níger, a la que estamos invitados a unirnos. Que estos acontecimientos, tan frecuentes en nuestro mundo actual, no nos sumerjan en la tristeza, sino en la alegría como nos dice Jesús en las Bienaventuranzas: “Dichosos vosotros cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.” (Mt 5,11-12).