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Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi

ÁFRICA SIN LÍMITES. COLECCIONES MEXICANAS

DOCUMENTO DIGITALIZADO, TEXTO INTEGRAL

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Existen tres tipos de máscaras reales entre los Kuba: Mwaash Mobooy, relacionada con el rey y Woot, el primer
antepasado; Ngady Mwaash, la hermana-esposa de Woot, y Bwoom, el hombre común. Estos caracteres
aparecen en muchas ocasiones, incluyendo ceremonias públicas, ritos dedicados al rey, iniciaciones y funerales.
A pesar de que sus danzas son generalmente individuales, cuando se presentan juntas representan los mitos
fundadores Kuba. La máscara que se presenta es Ngady Mwaash, Ia hermana y al mismo tiempo esposa de
Woot, así como de todos los hombres. Kuba; Zaire. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS.

MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS


MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO,
C.P. 06060, MÉXICO, D.F.
(+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187
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ÁFRICA SIN LÍMITES. COLECCIONES MEXICANAS

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Existen tres tipos de máscaras reales entre los Kuba: Mwaash Mobooy, relacionada con el rey y Woot, el primer
antepasado; Ngady Mwaash, la hermana-esposa de Woot, y Bwoom, el hombre común. Estos caracteres
aparecen en muchas ocasiones, incluyendo ceremonias públicas, ritos dedicados al rey, iniciaciones y funerales.
A pesar de que sus danzas son generalmente individuales, cuando se presentan juntas representan los mitos
fundadores Kuba. La máscara que se presenta es Ngady Mwaash, Ia hermana y al mismo tiempo esposa de
Woot, así como de todos los hombres. Kuba; Zaire. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS.

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Presentación

Pendientes de tableros, presas en vitrinas, inmovilizadas en pedestales, las máscaras nos miran
tanto como nosotros a ellas. En su forzado reposo tal vez extrañen el camino de la selva, la
plaza de la aldea, el frenético retumbar de los tambores y los giros vertiginosos del danzante
cuyo rostro ocultan, así como un espeso manto de fibras vegetales encubre su cuerpo elástico
que repite los movimientos de las bestias y el recorrido de los astros.

Quizá añoren también al coro de hombres, mujeres y niños, participantes en esas danzas,
plenas de contenido social, de esencia cultural viva y actuante.

Tienen, en cambio, nuestra admiración, el hechizo que ejercen sobre nosotros —miembros de
otra cultura— que nos hace desearlas, atesorarlas, acudir a los museos y galerías para
enfrentarnos al sortilegio de su presencia, acaso sin comprenderlas plenamente, pues para ello
sería necesario adentramos en su mundo —tan diferente a nuestro desacralizado mundo
moderno—.

El universo de las máscaras es el mundo mítico, donde hombres y animales participan de una
misma naturaleza transmutable. Donde todas las cosas, montañas, ríos, rocas, árboles, hablan,
oyen, tienen hambre, tienen sexo. Donde el aire está densamente poblado con los espíritus de
los muertos.

En este mundo los relámpagos son la mirada colérica de un dios iracundo. La lluvia está llena de
espíritus masculinos que al penetrar Ia tierra la fecundan. Las hojas de los árboles murmuran al
ser movidas por el viento y los ancianos de la tribu son capaces de entender lo que dicen.

El Museo Nacional de las Culturas se honra en recibir a las máscaras, visitantes que vienen, por
un tiempo, a enriquecer nuestro acervo conformando juntas la exposición África sin límites. A
cambio de su mágico mundo perdido les ofrece al menos la solidez de sus muros. Damos
también la bienvenida a los ancestros, piedras de toque de las culturas africanas. No basta —se
nos dice— estar muerto para ser un ancestro; es necesario haber vivido una larga vida plena y
fecunda. Quieran estos ancestros, que ahora nos visitan, entablar un diálogo con los espíritus
tutelares de este noble edificio: sabios investigadores, insignes maestros, destacados artistas.
Así será más grata su estancia entre nosotros.

ETNLGA. JULIETA GIL ELORDUY


Directora del Museo Nacional de las Culturas

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Introducción

La idea de esta exposición surge de una convergencia de intereses, nunca antes reunidos, que
vinculan a nuestro museo con coleccionistas mexicanos. A pesar de que el arte africano no es
un campo especialmente difundido en México, la respuesta fue muy alentadora, e inigualable el
interés y apoyo de los propios coleccionistas.

África sin límites tiene por objeto dar a conocer, a través de un conjunto de piezas que han
permanecido en ámbitos privados, ciertos aspectos de las culturas africanas que las mismas
piezas enfatizan. Con este fin, hemos optado por una exposición de “arte” africano, donde las
piezas puedan ser apreciadas más por sus cualidades estéticas que por su contexto
sociocultural.

Hablar de “arte primitivo”, en general, resulta siempre controvertido. Considerar que cada pieza
habla por sí sola, sin la interferencia de ningún bagaje cultural o intelectual, es una afirmación
hasta cierto punto dudosa, ya que la percepción de un objeto depende en gran medida del
escenario que lo enmarca. Un cuadro no provoca el mismo efecto montado en una galería de
arte que arrumbado en el sótano de una casa abandonada. En una galería, se sabe, lo que se
expone es forzosamente arte.

El otro extremo en este juego de posturas radica en plantear que los objetos que carecen de una
documentación exhaustiva sobre su contexto etnográfico no merecen consideración. No
obstante, sólo en el momento en que cristalizamos sus movimientos de danza y acallamos la
música que los acompaña, los podemos hacer accesibles a nuestra cultura visual; al mismo
tiempo, sin embargo, los volvemos irreconocibles y totalmente desprovistos de sentido para las
culturas de donde proceden.

África sin límites pretende situarse a medio camino entre estos dos extremos. El resultado es
una exposición museográficamente libre de ataduras, donde la referencia etnográfica no excluye
la percepción estética de cada objeto. A cierto nivel, creemos, las piezas son elocuentes en sí
mismas; a otro, exigen de una contextualización más amplia que intentamos ofrecer a través de
este catálogo.

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Naturaleza, máscaras y figuras

En muchas partes de África occidental encontramos máscaras, y en menor medida figuras, que
reúnen en una misma escultura características de diferentes animales, nunca coexistentes en la
realidad. Animales fantásticos, de formas extraordinarias, que surgen de la selva para llevarse a
los niños lejos de las aldeas y de sus madres con el fin de que se conviertan en hombres. Los
mismos seres aparecen de repente en los funerales para tomar lo que les pertenece: las almas
de los difuntos.

Todos los atributos son tomados en


préstamo de animales salvajes, cada uno
de ellos con cualidades particulares de
fuerza, inteligencia y agresividad. El
resultado obtenido, bajo la forma de
máscaras de animales fantásticos, es la
expresión de una idea que parte de la
naturaleza como fuerza indómita para
extraer de ella Ia fuerza vital, regeneradora
del universo, sin la cual nada existiría. De
ahí la dicotomía entre selva y aldea que se
encuentra en Ia mayoría de los pueblos
agricultores africanos; dos espacios
separados y contrapuestos pero, al mismo
tiempo, complementarios y necesarios para
la sobrevivencia del hombre: uno caótico e
indómito, el otro ordenado por estrictas
normas sociales y culturales sin las

La kponyugu es una de Ias máscaras africanas más impresionantes. Reúne en una sola talla elementos de
varios animales salvajes, como fauces de cocodrilo, cuernos de antílope, dientes de jabalí y piel moteada de
hiena. En la frente lleva siempre Ia representación de algún animal mítico, en este caso el pájaro calao,
símbolo de fertilidad, sostiene un camaleón, el primer ser que llegó a la tierra. La máscara sale de Ia selva y
del recinto sagrado dela sociedad secreta Poro —de hecho kponyugu quiere decir “la cabeza del Poro”—
solamente durante Ia temporada de iniciación, cuando integra los jóvenes a Ia sociedad y en caso de
funerales, con el fin de llevar consigo, de regreso a Ia selva, el alma del difunto. Senufo; Costa de Marfil.
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cuales sería inaccesible la fuerza vital que brinda la naturaleza. Aun cuando la tierra es en sí
misma fértil, sin la preparación del terreno, Ia siembra en el momento adecuado y los cuidados
constantes, aquélla no produciría los frutos necesarios para el hombre.

Durante la iniciación —narra un mito—, los niños son devorados por Kponyugo, una suerte de
monstruo que los vomita más tarde como hombres adultos. Las escarificaciones (pequeñas
cicatrices abultadas que fungen como tatuajes sobre Ia piel negra) son las marcas que dejan las
garras del monstruo y quedan como signo indeleble del paso de la infancia a Ia vida adulta.
Otras marcas físicas son, según los grupos, la circuncisión de los niños y Ia cliterodectomía de
Ias niñas. La dicotomía cultura-naturaleza se refleja en este proceso: los niños, antes de la
iniciación, son considerados como seres imperfectos, poco definidos, con características
andróginas heredadas del dios creador al nacer. Sin embargo, para lograr la procreación, es
necesaria una diferenciación clara y tajante entre hombres y mujeres. El niño pasa toda su
infancia en un mundo femenino, toma la leche de su madre y convive estrechamente con sus
hermanas. La separación y la reclusión en un lugar apartado de la aldea, así como la
circuncisión, eliminarán todos los elementos

La sociedad Mossi está dividida en dos grandes grupos: uno, de linaje noble, islamizado desde el siglo XVII, detenta el
poder político, mientras que el otro, compuesto por agricultores y herreros instalados desde mucho más tiempo en Ia
región, conserva el poder religioso. Cada máscara pertenece a un clan específico y puede ser utilizada sólo por sus
miembros, que conocen Ia historia particular de cada una de ellas. Esta pequeña rasanwango, “máscara de antílope”,
hace parte de las máscaras de los agricultores y aparece en los momentos más importantes del trabajo agrícola o
durante los funerales, para acompañar al difunto al mundo de los muertos. Mossi; Burkina Faso. COLECCIÓN
FEDERICOHUDSON.

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“femeninos” Con que cada hombre nace. El mismo principio se reproduce en el caso de las
niñas. Al eliminar el clítoris, órgano masculino atrofiado, la niña deja de ser un ente indefinido, se
torna completa y absolutamente mujer. El periodo de iniciación, que varía en tiempo e intensidad
según los pueblos, constituye una etapa liminal, una
temporada de transición que se denomina también
“muerte social”. De hecho, estos jóvenes ya no son
niños, puesto que ya ingresaron al periodo de iniciación,
pero tampoco son hombres porque no han terminado tal
proceso. Al situarse entre dos etapas distintas, son
socialmente inclasificables. Es una fase de gestación en
el sentido más preciso del término: una temporada que
permite “moldear” al nuevo individuo. Bajo la
supervisión de los ancianos, los jóvenes aprenden todo
lo que tienen que saber para desarrollarse en su vida
futura, como las técnicas y los secretos de la labranza
de la tierra y de la caza, la estructura política y
genealógica de su grupo, las normas dictadas por el
sistema de parentesco, los mitos sobre el origen del
mundo y de los hombres, la ejecución de los ritos y de
las danzas. Una vez concluida esta educación y
después de haber alcanzado un cierto nivel de
aprendizaje, Kponyugo regresa al mundo a los
iniciados, los cuales vuelven a nacer como hombres
adultos con todos sus derechos y obligaciones. La
iniciación es una marca cultural, física e intelectual,
sobre la condición natural de cada hombre; sólo a
través de este proceso, el individuo entra a formar parte
de la sociedad.

Representaciones zoomorfas de los tiempos primordiales, las máscaras de los Guio constituyen una categoría
particular de seres, ni hombres ni animales. Originalmente pertenecían al mundo de los fieras selváticas, pero han sido
llevadas al pueblo, dominio de Ia cultura y de los hombres, ya no de la naturaleza. La máscara expuesta se conoce
como zombie y es la representación dela “belleza masculina joven y fuerte”. Estas cualidades están simbolizadas por
los elegantes cuernos de antílope junto con Ias terribles fauces abiertas del leopardo. Su aparición en el pueblo es
signo de buena suerte. Guro; Costa de Marfil. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS.

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La máscara ndemba acompaña a los jóvenes iniciados y los protege durante todos los ritos de iniciación Nkanda,
Estas máscaras son utilizadas sólo por los neófitos que, en Ias danzas de salida del periodo de reclusión, los
sostienen frente a su cara; después serán quemadas o vendidas. Su extraña forma expresa el estado ideal andrógino,
donde los principios femenino y masculino se encuentran unidos y en equilibrio: Ia nariz prominente y los picos en Ia
parte superior son atributos masculinos, mientras que las formas redondas y Ias fibras vegetales están relacionadas
con Ia mujer. Yaka; Zaire. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS.

Las mismas máscaras que participan en la iniciación aparecen también durante los funerales. La
muerte, inevitable pero sorpresiva, ha sido una de las preocupaciones constantes de todas las
culturas. La muerte irrumpe dramáticamente en la cotidianidad y rompe el orden establecido; los
ritos funerarios nunca están dirigidos a conjurar la muerte, como a menudo se tiende a pensar,
sino más bien a restablecer este orden constituido dentro de la sociedad. Este es uno de los
momentos más importantes de las danzas con máscara. Los seres fantásticos, que representan
ideas y conceptos bien definidos, son los encargados de alejar de la aldea lo que ya no
pertenece a Ia sociedad de los vivos. El difunto debe abandonar Ia aldea y reincorporarse al flujo
vital de la naturaleza. Dado que los muertos son un elemento perturbador de la vida y el orden
social, que amenazan con confundir los límites entre dos mundos, Ia máscara se lleva su alma y
hace posible de esta manera que el mundo de los vivos quede separado del mundo de los
muertos.

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La singular escultura dyonyeni de los Bamana del sur fue


utilizada durante Ias danzas de Ia sociedad Dyo. La tela
amarillenta que recubre Ia base de la escultura indica su
participación en Ias ceremonias de los N’Tokofa, grupo de
bufones rituales que vestían curiosos pantalones amarillos. Sus
representaciones, absurdas y obscenas al mismo tiempo,
tendían a ridiculizar los problemas de la vida cotidiana con el fin
de centrar Ia atención de sus iniciados en cuestiones más vitales
y de mayor nivel espiritual, como Ias enseñanzas de la sociedad
Dyo y Ia Kore, su correspondiente en el norte. Bamana; Mali.
Principios siglo XX. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS
CULTURAS.

El arte de los Bakuba, sociedad organizada


jerárquicamente alrededor del clan real de los
Bushongo, es un arte aristocrático y de corte, que
se relaciona directamente al estatus político de los
individuos a los cuales va dirigido. Testimonio y
símbolo de poder, esta máscara kamboko aparecía
solamente en los funerales de personajes
masculinos de alto rango.

Kuba; Zaire, región de Mweka.

COLECCIÓN FRANCISCO DIAZ NEY.

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Esta gran máscara horizontal es llamada bugendende, que quiere decir mariposa , y representa, como muchas otras
de esta región, el espíritu tutelar Do, hijo del creador encargado de velar sobre los hombres. El espíritu Do encarna
todo lo que pertenece a Ia selva y al ámbito dela naturaleza; aparece en el pueblo sólo después de una calamidad,
como puede ser Ia muerte, con el fin de restablecer el orden social. Bwa; Burkina Faso. COLECCIÓN ROBERTO
CORTÁZAR.

La decoración de las telas de algodón, tejidas por los hombres, está a cargo exclusivamente de las mujeres. Las telas
decoradas con motivos geométricos, utilizadas como vestimenta, se conocen como bogolan fini, que se traduce
literalmente con “pintar Ia tela con tierra”. De hecho, el dibujo en negro se obtiene gracias a varias aplicaciones de una
tierra muy fina color gris, hasta alcanzar Ia densidad deseada. Bamana; Mali, región de Farako. COLECCIÓN MUSEO
NACIONAL DE LAS CULTURAS.

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La sociedad de máscaras Awa, encargada de Ia iniciación, organiza


también Ias grandes ceremonias con máscaras del dama. Cada dos o
tres años, se celebran estas grandes fiestas de varios días que son el
levantamiento del duelo para lo que han muerto desde el último dama.
La función de estas máscaras es Ia de separar definitivamente el
espíritu de los muertos del mundo de los vivos. La máscara de antílope
walu representa al primer animal matado por el hombre y es uno de los
ochenta diferentes caracteres mitológicos que aparecen en lo
ceremonia. Dogón; Mali. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS
CULTURAS.

Muchas máscaras de los Ibo son representaciones de los muertos


que, como antepasados controlan a los vivos y propician cosechas
abundantes, familias numerosas y prosperidad general. La dignidad y
autoridad expresadas en Ias ogbogho mmuo, espiritus “fuertes” así
como Ia gracia femenina de sus danzas, convierten estas máscaras
en Ias más apropiadas para ser Ias mensajeras de la voluntad de
los ancianos, los cuales serán acompañados por estos máscaras
blancas a Ia morada de los muertos. Ibo; Nigeria. COLECCIÓN
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Un mito Dogón ilustra muy bien la necesidad de esta separación. En un principio, los hombres no
morían sino se convertían en serpientes y entraban a un mundo donde se hablaba la lengua de
los espíritus. Lebe, el hombre más viejo entre los Dogón, se estaba transformando en serpiente
cuando fue molestado por unos jóvenes; enojado, les gritó en la lengua prohibida para los
hombres. Esta infracción fue la causa de su muerte; Lebe se convirtió en el primer antepasado
Dogón e introdujo así la muerte en el mundo. Para apaciguar su rabia, se hizo una máscara en
forma de serpiente que alojara su espíritu y se empezaron a instituir los ritos funerarios.

La muerte por sí sola, sin embargo, no garantiza el estatus de antepasado. La muerte ideal, a la
cual cada persona aspira, se alcanza sólo después de una vida larga y plena, es decir, como
anciano o anciana iniciados que han contribuido de una u otra manera a la vida de la comunidad
y que además tienen mucha descendencia. Los ritos funerarios para estas personas repiten en
cierto modo la iniciación; es el rito de paso final que simboliza su nacimiento como antepasados
espíritus benéficos para los que le sobreviven. Después de la muerte, el difunto servirá de
intermediario entre el mundo de los vivos y la esfera sobrenatural. Los vivos dependen de los
muertos para su bienestar, felicidad, fertilidad, buenas cosechas y suerte en la caza, por lo cual
se les rinde culto. Entre algunos grupos se cree que los antepasados más importantes se
manifiestan de cuando en cuando en un recién nacido de su familia, dotándolo de cualidades
particulares.

En muchas partes de África occidental y central, en los altares dedicados a los antepasados se
observan figuras en pareja, hombre y mujer, que se relacionan con la fertilidad y el poder de las
generaciones en el ciclo de vida. La insistencia sobre la fertilidad y la importancia de una
descendencia numerosa se debe a que los hijos no sólo garantizan el bienestar de sus padres
en vida, como sucede en la mayoría de los pueblos agricultores, sino también proveerán un
funeral conveniente y asegurarán la transición del difunto al estado de antepasado.

En otros casos, como entre los Senufo de Costa de Marfil y los Dogón de Mali, las esculturas en
pareja representan la pareja primordial de la que provienen todos los hombres. En casi todos los
pueblos africanos existe la creencia en un dios creador que dio origen al mundo y a todos los
seres vivientes, al cual sin embargo no se le rinde culto. Se le considera como un ser andrógino,
completo y perfecto en sí mismo. De él surge Ia pareja originaria, concebida como gemelos, los
cuales, a pesar de tener un principio común, nacen ya con una diferenciación sexual,
necesitando el uno del otro para su reproducción. A esta idea se debe, probablemente, la
importancia que se les otorga en muchos pueblos a los gemelos, considerándolos como seres
más próximos al ideal humano y a la creación.

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En Ia selva tropical de la actual Nigeria, los Edo Figuras femeninas y masculinas como Ia
fundaron el reino de Benin alrededor del año representada son guardadas en pequeños templos
1200, mismo que alcanza su mayor apogeo sobre altares de tierra. Serán sacadas sólo en
entre los siglos xv y XIX. Expulsado del país caso de una muerte y colocadas a Ia cabeza del
por los ingleses en 1897, el Oba —rey de difunto con el fin de que absorban su fuerza
Benin—, regresa de nuevo a Nigeria en 1914, espiritual. De esta manera, estas esculturas se
donde trata de revivir las antiguas tradiciones. convierten en intermediarios con el mundo de los
Esta hermosa escultura de bronce, obtenida muertos, donde acompañarán al difunto antes de
con Ia técnica de la cera perdida, ser depositadas otra vez en el altar de los
probablemente formaba parte del altar de los antepasados. Dogón; Mali. COLECCIÓN
antepasados reales,donde se colocaban Ias MARCELA GUERRA.
cabezas de bronce de los Oba difuntos. Cultura
Benin; Nigeria. Probablemente siglos XVIII-XIX
COLECCIÓN RICHARD JOSEPH KEMPE.

En cambio, los hombres y Ias mujeres que nacen de la pareja originaria están irremediablemente
marcados desde un principio por una tajante separación entre ellos, contra la cual se enfrentarán
toda su vida. Muchas de las instituciones sociales no son más que intentos por salvar esa
condición de separación tan tajante entre hombres y mujeres para reforzar el principio de
complementariedad y lograr así la sobrevivencia.

Regresemos aquí por un momento a los ritos de iniciación, donde decíamos se eliminan los
elementos femeninos que hay en cada hombre y viceversa. Evidentemente, a la luz del mito
citado, esta “operación” se hace necesaria puesto que la más imperativa de Ias condiciones
humanas es que el hombre y la mujer deben ser seres completamente diferenciados, como lo
marca la misma creación, para poder vivir y, sobre todo, reproducirse.

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Con la pareja primordial en la cúspide, como antepasados en


común de un grupo étnico, las sociedades africanas se organizan
alrededor de linajes, con sus ancestros específicos. Estos
grandes grupos de parentesco se subdividen en clanes,
formados a su vez por familias extensas, que rinden culto a los
antepasados familiares.

La tajante división de la sociedad, basada en el parentesco, está


matizada por otro tipo de organización que rompe las barreras
verticales de los linajes y unifica la comunidad a un nivel
horizontal, puesto que agrupan bajo ciertas instituciones a
hombres y mujeres de todos los linajes y grupos sociales. Son
las famosas y mal conocidas sociedades secretas o, más
precisamente, instituciones, grupos de culto, asociaciones o
sociedades que se dedican a ciertas tareas específicas a favor
de la comunidad. El término “sociedad secreta” provoca a
menudo cierta confusión. Por un lado, evoca agrupaciones
netamente políticas con características muy específicas, que no
es el caso de la mayoría de estas instituciones en África, mucho
más polifacéticas; y al mismo tiempo, pone un énfasis casi
morboso en lo secreto. Por lo general, cuando se trata de
sociedades de iniciación, todos los miembros masculinos de la
comunidad son iniciados. El carácter secreto de la asociación
radica, por lo tanto, en la exclusión de las mujeres del ámbito
ritual. El principio contrario se aplica cuando se trata de
agrupaciones femeninas. En muchos grupos étnicos se dan
además varias asociaciones relativamente independientes y
escalonadas jerárquicamente, donde en cada etapa se alcanza
Las grandes figuras conocidas un conocimiento y un grado de sabiduría mayores. Para los no
como deble son talladas para los iniciados en los grados más altos, los rituales, la parafernalia y
miembros de la sociedad secreta
Poro y se llaman de hecho el conocimiento manejados en estos últimos quedan rodeados
pombibele, “hijos del Poro”. Las por un aura de misterio.
esculturas más grandes, como ésta,
se exponen durante los funerales y
representan generalmente a la
pareja primordial. Las otras, más
chicas, son golpeadas en el piso
por los iniciados marcando el ritmo,
con el doble propósito de purificar Ia
tierra, así como invita a los espíritus
de los antepasados a participar en
los rituales fúnebres. Senufo; Costa
de Marfil. COLECCIÓN MUSEO
NACIONAL DE LAS CULTURAS.

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En África se ofrece particular atención a los


gemelos, considerados más próximos al ideal
del ser humano por haber tenido un origen en
común. Estas esculturas se llaman ibeji, es
decir gemelos. Según los Yoruba, el alma de
los gemelos es inseparable, por lo que se
encarga una escultura en caso del fallecimiento
de uno de ellos. El gemelo muerto sigue
viviendo en su representación de madera y
toma parte en todas Ias actividades del
hermano vivo, como lavarse, vestirse y comer.
Durante los festejos en honor a Xangó, Ias
madres de gemelos danzan con sus figuras
ibeji y reciben Ia admiración de toda Ia
comunidad por su extraordinaria fertilidad. Las
caras borrosas de este par, ambos masculinos,
revelan mucho uso: en el cuello tienen
esculpidas unas tira, amuletos protectores de
origen islámico. Yoruba; Nigeria, región de Ila-
Orangun. Principios siglo XX.
COLECCIÓN JOSÉ Y JESUSA NUÑO.

Estas asociaciones tienen a su cargo, como ya mencionábamos, tareas específicas dentro de la


comunidad que llevan a cabo en beneficio de todos. Las más conocidas, presentes en casi toda
África subsahariana, son las sociedades de iniciación. Los ancianos de la comunidad se apoyan
para transmitir sus enseñanzas en máscaras de diferentes tipos, cada una de las cuales es el
soporte de ciertos valores e ideales: la fuerza, la belleza, la violencia, Ia complementariedad
entre lo femenino y lo masculino, lo banal y absurdo de Ias pequeñeces humanas.

Otras sociedades, menos conocidas, se dedican a supervisar los trabajos agrícolas. Estas
asociaciones no incluyen a todos los hombres de la comunidad, ya que los aspirantes deben
pasar por otro rito de iniciación, mucho más específico en este caso. Por dedicarse a los trabajos
agrícolas, que están relacionados directamente con las fuerzas naturales, estas sociedades
utilizan máscaras de animales mitológicos y con formas fantásticas. Como ejemplo, tenemos al
bien conocido tocado chi wara cuya forma estilizada de un antílope ha fascinado desde hace
mucho tiempo a los coleccionistas occidentales.

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Esta puerta pertenecía probablemente a un


granero familiar, donde todos los miembros
de una familia extensa pueden conservar sus
granos.

El granero se construye generalmente en el


patio de la casa principal de un linaje, donde
viven los más ancianos y, además, se
custodia el altar de los antepasados. En Ia
parte superior del cerrojo se encuentran dos
figuras en relieve, una masculina y una
femenina, que representan Ia pareja
fundadora del linaje. En cambio, Ias hileras
de personajes de sexo indefinido que cubren
toda Ia puerta hacen referencia a Ias
generaciones de antepasados míticos de
todo el pueblo Dogón. Dogón; Mali.
COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS
CULTURAS.

Las esculturas tadep son bastante


raras y representan la fuerza vital de
los antepasados de una familia. Según
Ia mitología Mambila, en el momento d
ela muerte, los antepasados se
apropian del alma del difunto y soplan,
durante todo la noche,en los trompetas,
lo que representa sus lágrimas.
Mombila; Nigeria. COLECCIÓN
MARCELA GUERRA.

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Las esculturas más características


de Ia región del Río Cross en Nigeria
son los tocados antropomorfos de
madera recubiertos de piel, al
parecer, de origen Ejagham (Ekoi), y
ahora presentes en todos los
pueblos dela zona. Esta tradición se
remonta a la época dela trata de
esclavos, que prosperó en los siglos
XVIII y XIX. Antiguamente, los
tocados eran recubiertos con la piel
de enemigos o esclavos y se
mostraban a manera de trofeos de
guerra o como emblemas de
diferentes sociedades secretas Ekpe
o Nkang. En Ia actualidad, se
recubren con una piel fresca de
cabra o de antílope, Ia cual se estira
al secarse sobre Ia talla en madera.
Nigeria, región del Río Cross.
COLECCIÓN RICCARDO
REGAZZONI.

Para celebrar el fin de Ia iniciación,


varias máscaras masculinas y
femeninas teatralizan momentos de la
vida cotidiana impregnados de
enseñanzas morales, obtenidas
caricaturizando comportamientos
exagerados y antisociales. La máscara
que se muestra, de facciones muy
finas, representa seguramente a una
mujer joven con el característico labiete
como elemento decorativo. Desde muy
chicas, se perfora el labio superior de
Ias niñas donde se inserta un pedacito
de madera, cuyo tamaño va
aumentando con el tiempo. La máscara
no tiene Ias escarificaciones faciales
típicas de los Makonde, lo que puede
indicar que representa a una joven
todavía no iniciada. Mokonde;
Tanzania. COLECCIÓN JORGE
ALZAGA.

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Los tocados chi wara son Ia representación de un ser mitológico medio hombre, medio animal, que introdujo Ia
agricultura entre los hombres; en efecto, chi significa “trabajar” o “cultivar”, mientras que wara quiere decir “animal
salvaje”’. El ejemplar fotografiado a Ia izquierda es la estilización de un antílope macho asociado con el sol, mientras
que la hembra —representada siempre con su cría en Ia espalda—, está relacionada con Ia tierra; Ia vestimenta de
largas fibras vegetales que recubre los danzantes simboliza el agua. Estas danzas siempre aparecen en pareja,
puesto que es necesaria Ia cooperación entre hombres y mujeres para garantizar Ia continuidad de Ia vida, así como
Ia unión del sol, Ia tierra y el agua es indispensable para una buena cosecha. El otro ejemplar, a Ia derecha,
completamente de otro tipo, es característico de Ia región de Ouassoulou. Bamana; Mali, región de Ségou.
COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS. Bamana; Mali, región de Ouassoulou. COLECCIÓN DAISY
ASCHER.

Sin embargo, la simbología del chi wara no resulta evidente a simple vista, como nos indica uno
de los ejemplares (foto derecha, página anterior), que del antílope conserva tan sólo los cuernos.
Su cuerpo representa a un cerdo hormiguero (Orycteropus afer) o a un pangolín (Manis
tricuspis), el primero relacionado con el desarrollo de las raíces del sorgo y el segundo con el
crecimiento de la parte aérea de la misma planta.

Los chi wara acompañan con sus danzas a los agricultores durante la preparación de los
campos y dictan el tiempo de siembra y cosecha. Incitan y alaban el trabajo de los mejores
agricultores y organizan competencias agrícolas entre los jóvenes de la aldea, cuyos vencedores
se cubren de prestigio y honor frente a las mujeres.

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Las agrupaciones más poderosas y temidas son aquellas que se dedican a mantener el orden
social y jurídico de la comunidad. Una de las más conocidas es la sociedad Poro, que juega un
papel preponderante en la cohesión social de muchos grupos de la región de Costa de Guinea.
El Poro se encarga de la iniciación de los jóvenes y de los funerales de sus iniciados, pero
también de todas las cuestiones políticas y jurídicas que surgen en la comunidad. En caso de
crimen o delito, los miembros más ancianos del Poro dictan y ejecutan la sentencia. Su identidad
queda en el anonimato al utilizar ciertas máscaras que los convierten en meros instrumentos a
través de los cuales los antepasados hablan y asumen el poder de vida o de muerte del presunto
culpable. La sociedad Ogboni o Osugbo cumple un papel análogo entre los Yoruba de Nigeria.

La sociedad secreta Ogboni es una de las instituciones


más importates de los Yoruba. Formada sólo por los
hombres más ancianos, y excepcionalmente algunas
mujeres, los miembros iniciados a los altos grados de
la sociedad detentan el poder jurídico de la comunidad,
dictando Ias sentencias y ejecutando Ias condenas y
fungen como consejeros políticos y religiosos de la
corte real. Cada mimbro dela sociedad posee un edan,
par de figuras en bronce, una masculina y otra
femenina, que resume la cosmología Ogboni: la
dualidad entre hombres y mujeres, la contraposición
del cielo (masculino) y Ia tierra (femenino) unidos por
la cadena que representa el equilibho entre estos polos
opuestos, lo que aspiran a alcanzar los iniciados de la
sociedad, como preparación para Ia muerte, cuando se
convertirán en antepasados. Yoruba; Nigeria.
Principios siglo XX. COLECCIÓN RICHARD JOSEPH
KEMPE.

El agere ifa es un recipiente destinado a contener las


dieciséis nueces de palma utilizadas por el babalawo
durante Ias sesiones de adivinación (Ifa). Sobre una
tabla ricamente tallada, el adivino extiende una
especie de aserrín muy fino y Ia golpea con un
instrumento especial para llamar a los dioses
relacionados con la adivinación. Con Ia manipulación
de Ias nueces obtiene varias combinaciones que
deja marcadas con unas líneas en el aserrín que
cubre Ia tabla. Repite Ia operación ocho veces para
dar como respuesta uno de los 256 posibles versos.
Como buen oráculo, el verso indicado por Ifa y
recitado por el adivino, sugiere varias probables
soluciones al problema planteado. Yoruba-Egbado;
Nigeria. (Un fragmento de esta pieza aparece en Ia
portada.) COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS
CULTURAS.
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Las figuras antropomorfas de los Baule representan dos


tipos de espíritus que pueden causar problemas a Ias
personas. Un adivino tiene que identificar cuál de ellos
causa el mal y utilizar Ia figura de madera como partede Ia
curación. Uno de estos espíritus son los asi usu, que viven
en todos los elementos de la naturaleza. El otro son los
“esposos”. Según Ia creencia, cada persona,antes de su
nacimiento,tiene un esposo o una esposa en el otro mundo,
los cuales, muchas veces descuidados, se manifiestan
causando esterilidad, infidelidades u otros males. Los
espíritus “esposos”, así como los asi usu, determinarán
cómo se deberá tallar Ia figurita apareciéndose en los
sueños del adivino y del artesano. Las esculturas más
bellas tendrán los mejores resultados en aplacar el espíritu
y recompensarán a su propietario con éxito y buena suerte.
Baule, Costa de Marfil, región sur.COLECCIÓN MUSEO
NACIONAL DE LAS CULTURAS.

En toda el área del Congo y Zaire, encontramos


unas figuras asexuadas talladas en madera, a veces
toscas y con una gran variedad de elementos
sobrepuestos, como clavos, plumas, alfileres,
cuchillos, pedazos de tela, plastas de barro u otras
sustancias. Son los comúnmente conocidos
“fetiches”, utilizados para evitar enfermedades o
malas cosechas y para contrarrestar los posibles
ataques de brujería, dirigidos a un individuo, una
familia o a toda Ia aldea. Por su tamaño, esta
escultura en miniatura debió ser el amuleto personal
boanga de un individuo, o bien una figura
propiciatoria utilizada por los adivinos. Songye;
Zaire. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS
CULTURAS.

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Los adivinos y los curanderos, y en muchos casos también los herreros, forman generalmente
grupos sociales particulares y se organizan, según sus oficios, en castas separadas del resto de
Ia sociedad, compuesta por agricultores. Tienen sus propias asociaciones, más o menos
secretas, sus propios ritos de iniciación y funerales. En algunas de ellas se transmiten, de
generación en generación, Ias técnicas propias a cada oficio, que son generalmente hereditarios.
En caso de calamidades que afecten a toda la comunidad o a individuos, son los adivinos y los
curanderos quienes determinan las causas y establecen las posibles soluciones.

Algunas asociaciones se dedican, sin embargo, a cuestiones de menor seriedad, más


mundanas, y la aparición en público de sus máscaras es siempre una ocasión de fiesta. Montan
verdaderas representaciones teatrales con cantos y música, donde aparecen un sin fin de
personajes con caracteres fácilmente reconocibles por sus máscaras y trajes: joven mujer u
hombre, anciano, cazador, sacerdote, hombre blanco. Representan, por lo general, varias
situaciones de la vida cotidiana de interés para toda la comunidad, realzando ciertas conductas
particularmente admirables y ridiculizando otras o caricaturizando todo comportamiento que se
aparta de lo “normal”, como en los antiguos carnavales de aldeas rurales europeas.

A través de estas escenificaciones, además, se manifiestan en público tensiones y conflictos que


de otra manera sería imposible exteriorizar por no estar amparadas bajo una cierta ritualidad.
Las fuertes tensiones que siempre existen en todas las sociedades “tradicionales”, por ejemplo,
entre ancianos y jóvenes sometidos a las reglas intransigentes de los mayores, o bien los
conflictos entre hombres y mujeres en grupos donde la mujer maneja la economía familiar a un
nivel siempre mayor por disponer de dinero en efectivo, siendo ella la que va al mercado a
vender los productos del campo, mientras que el hombre trabaja la tierra. Nos referimos aquí a
las representaciones de la sociedad Gelede de los Yoruba y Okumkpa de los Afikpo Ibo, ambos
de Nigeria, donde el uso de la máscara marca la distancia entre los danzantes y el público
espectador, y evita asimismo cualquier tipo de reprimenda o sanciones por parte de las personas
que han sido atacadas durante la representación. Al ponerse una máscara, el danzante pierde
su individualidad y entra a un espacio ritual que hace posible actos que en la cotidianidad serían
inimaginables.

La inevitable y necesaria transformación que se opera en el momento de utilizar una máscara se


vuelve posible sólo gracias a un proceso de despersonalización absoluta de su portador y de su
identificación con lo que la máscara representa. En esta total identificación se encierra el poder,
la eficacia simbólica de las máscaras y las esculturas rituales que hemos tratado de
contextualizar en este breve texto.

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Esto extraordinaria máscara, con Ia escena de


un funeral como tocado, pertenece a Ias
antiguas máscaras de entretenimiento seri de
los Guro. Las acompaña un pequeño conjunto
de músicos y los danzantes se reconocen por
sus trajes, los pasos ejecutados y el tipo de
canciones que cantan. Las máscaras más
famosas por su maestría y originalidad, serán
siempre invitadas de honor en todas las fiestas
de la región, con el fin de entretener el público.
Guro; Costa de Marfil. COLECCIÓN
FERNANDO DE LAS PEÑAS NAVA.

Bastante común entre los Yoruba occidental es, esta


máscara pertenece a la sociedad Gelede, dirigida
exclusivamente por mujeres, pero cuyas danzas sólo
pueden ser efectuadas por hombres. Esta asociación
está dedicada al culto y al control de los poderes
femeninos que, como toda fuerza vital, encierran
cierta dualidad y ambivalencia. Por un lado, el
carácter positivo que encarnan “las madres”
expresado en Ia fertilidad, continuidad y protección;
por el otro, el elemento negativo, “las brujas” que
controlan a su antojo el flujo menstrual y la
producción de semen. Las representaciones Gelede
son siempre jocosas y abiertas a toda Ia comunidad.
Yoruba; Nigeria. COLECCIÓN MUSEO NACIONAL
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Estos textiles ntshak, conocidos como el “terciopelo de Kasai”, son


aplicados a telas más grandes y los utilizan Ias mujeres a manera de
enaguas en ceremonias y ocasiones festivas. La rafia, teñida
anteriormente, viene trabajada de tal manera que se obtiene un
terciopelo realzado, formando un contraste de texturas con el
bordado simple y los motivos geométricos muy elaborados. Kuba,
subgrupo Shoowa; Zaire. COLECCIÓN ELIZABET PISSAKOS

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Como en muchas culturas, los títeres africanos tienen sus raíces en Ias máscaras y las numerosas tallas en madera
de carácter ritual. A pesar de que actualmente esta expresión artística y teatral esté sufriendo un proceso de
desacralización bastante rápido, Ia tradición de las marionetas en Ias aldeas rurales sigue cumpliendo su función. En
Ias noches, alrededor del fuego los viejos “cuentahistorias” entretienen a niños y adultos con leyendas y cuentos
fantásticos sobre cómo Ia araño venció al elefante o por qué el leopardo tiene sus manchas. Bamana; Mali.
COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS.

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Esta pieza es un ejemplo de cómo los objetos de arte se convierten en una reafirmación visual constante de cierta
jerarquía social. Los Bamileke fueron una sociedad fuertemente estratificada, encabezada por un rey con atributos
divinos, una corte de funcionarios nobles y una serie de asociaciones que detentaban el poder administrativo y
jurídico. Este extraordinario banco en madera, con figuras zoomorfas en latón, es un símbolo de poder real por varias
razones: el uso del metal era exclusivo del rey y su corte; por otro lado, el leopardo, por sus características de
agresividad y agilidad, representa simbólicamente la persona del rey; las tortugas talladas en madera evocan Ia
longevidad, mientras que las ranas en latón son la representación de Ia fertilidad. Bamileke; Camerún. Principios siglo
XX. COLECCIÓN RICHARD JOSEPH KEMPE.

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