Aristoteles
Una Introduccién
ALEJANDRO G. VIGO
instituto
de estudios
de la sociedad190 «16S, ALEJANDRO G. VIO
cultades intelectuales practicas, cuentan como ‘prudentes’ (phronimoi, singular:
phronimos) o‘sabios’, en el sentido practico del término. Ahora bien, lo propio del
hombre prudente no consiste en saber deliberar adecuadamente respecto de fi-
nes meramente particulares, como ocurre, por ejemplo, en el caso de las técnicas,
sino, mas bien, acerca de lo que constituye una vida buena en general (cf. EN VI5,
1140a25-31). Lo que caracteriza a la phronesis, en tanto capacidad practico-delibe-
rativa que se apoya en una constituci6n virtuosa del caracter, reside justamente
en el hecho de no quedar restringida a la perspectiva de corto plazo propia de
los deseos apetitivos (cf. 1140b11-21). El prudente es, pues, capaz de deliberar ade-
cuadamente sobre aquello que apunta a realizar el mayor bien para el hombre
(cf.VI 8, 1141b12-14).
2. La felicidad
Los agentes racionales se caracterizan, como se vio, por poseer deseos de diferen-
tes tipos, entre los cuales se cuentan los deseos de origen y orientacién racional,
teferidos a fines de mediano y largo plazo. Por otro lado, los agentes racionales
estan, en virtud de sus propias capacidades racionales y los deseos vinculados
con ellas, lanzados siempre ya mas alla de la situacién particular de accion con la
que se ven confrontados en cada caso y referidos asi a una cierta representacion
de conjunto de la propia vida, considerada como una cierta totalidad de sentido.
Dicho de otro modo, los agentes racionales se caracterizan por obrar, de uno u
otro modo, sobre la base de una cierta representacion de la vida buena o lograda,
por poco articulada y deficiente que dicha representacién pueda ser en muchos
casos. En tal sentido, Aristételes explica que lo propio de todo el que es capaz de
vivir segtin su propia decisién deliberada (proairesis) consiste en haber puesto
siempre ya un cierto objetivo de la vida buena -sea el honor, la fama, la riqueza,
la educacién- con arreglo al cual ordenard sus actividades, ya que no ordenar la
vida por referencia a un cierto fin es signo de gran insensatez (aphrosyne) (cf. EE
1 2, 1214b6-1). Dicho de otro modo: la asuncién de un cierto objetivo que provee
el contenido nuclear de la representacion de una vida buena o lograda constitu-
ye una condicion necesaria para el pleno despliegue de su racionalidad practica
constitutiva por parte del agente de praxis.
Esto es asi, entre otras cosas, porque la referencia a la existencia de una plura-
lidad de fines en conexion con diferentes acciones o actividades no basta para
garantizar la posibilidad de considerar la propia vida como una cierta totalidadenicay pouiTica IES +191
de sentido. Por el contrario, la existencia de una pluralidad de fines diferentes en
conexién con diferentes actividades puede mas bien amenazar todo intento de
hacer sentido de la actividad practica como un todo, si no se cuenta con criterios
que permitan integrar dichos fines, de modo mas o menos arménico, en estructu-
Tas teleoldgicas mas comprensivas, dentro de las cuales diversos fines y activida-
des particulares quedan referidos, en calidad de medios 0 de condiciones necesa-
rias, a otros fines y actividades mas importantes. En el comienzo mismo de la EN
Aristoteles desarrolla una argumentacion que apunta a enfatizar dos aspectos
fundamentals dentro del modelo de explicacién y justificacion teleolégica de las
acciones que caracteriza a su filosofia practica, a saber: por una parte, la existen-
cia de una pluralidad irreductible de fines especificos conectados con actividades
especificas; por otra, la existencia de criterios que permiten articular los diferen-
tes fines y actividades particulares en ordenamientos mas comprensivos, a tra-
vés de la vinculacion con fines y actividades de orden superior a los cuales otros
quedan subordinados. Con esta linea de argumentaci6n Aristételes no pretende
introducir una tesis especulativa referida a la existencia de un ordenamiento de
fines dado, por asi decir, de antemano, sino, mas bien, explicitar lo que esta presu-
puesto en el modo habitual en que los agentes racionales intentan dar cuenta de
sus acciones. En efecto, cuando se nos pregunta para qué hacemos tal o cual cosa,
tratamos de identificar un fin u objetivo que justifique de modo satisfactorio la
actividad correspondiente. Por ejemplo, si estamos cruzando la calle, podemos
responder a la pregunta “para qué”, diciendo cosas tales como “para ir al banco”.
Pero es obvio que también respecto de la actividad de ir al banco puede plan-
tearse la misma pregunta que apunta a su objetivo especifico, de modo que para
explicar dicha actividad debemos identificar un nuevo fin, pues de lo contrario no
podriamos justificar razonablemente ni la actividad de ir al banco, ni tampoco la
de cruzar la calle, explicada en una primera instancia por referencia a ella.
Esta simple observacién basta para mostrar que la explicacién y justificacién de
Jas acciones por referencia a fines plantea, de modo mediato o inmediato, la nece-
sidad de dar cuenta de la posible articulacion de los diferentes fines y actividades
en contextos de explicacién mas comprensivos, en los que juega un papel deci-
sivo la referencia a fines y actividades de nivel superior, a los cuales los primeros
quedan subordinados. En tal sentido, Aristoteles explica que efectivamente toda
actividad, tanto de tipo tedrico como practico, y toda decision o eleccién particu-
lar apunta a un cierto fin, de modo que hay, por lo pronto, una multiplicidad de