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‘Una historia es ol relato do cosas que sucedieron (“Historia de Ia con- quista de las Malueas”) o también de cosas que siguen sic (Historia del capitalismo"). Algunas de esas cosas son de interés uni Yersal: a todos nos importa la Tierra (nuestro planeta), y el hombre, y elipafs en que nacimos, y las vicisitudes de nuestros paisanos a través de Tos siglos. Pero, on general, no leemos esas historias en libros cientificos, sino en obras de divulgacién que nos las euentan en 300 ‘paginas y no en los grandes voliimenes que manejan los especialistas, (Claro que las obras de divulgacién no existixfan sin Jos libros técnicos Y especializados.) Los 1,001 afios de la lengua espafola es una de esas obras de divul- gavin. Apoyado en los especialistas —un Menéndez Pidal, un Lapesa, un Corominas—, Antonio Alatorre cuenta Ia historia de la Jengua espafiola en un libro no tenieo, no destinedo a estudiantes de doctorado y mucho menos a doctores, sino al lector de la calle, al lee- tor general, al que compra libros sin otra finalidad que leerlos. Lector ideal de Los 1,001 atios es todo aquel que alguna vez se ha preguntado ‘e6mo naci6 “nuestra lengua”, e6mo se expandi6, emo se ha diversi- ficado, [a Hlaneza del relato, caracteristiea de toda verdadera obra de divulgacién, no ¢s la tiniea diferencia entre el libro de Alatorre y los fstos atienden primordialmente al espaiiol peninsu. Ir: siguen con toda minucia el curso de la lengua desde sus origones hhasta su desembocadura en Ia Espanta actual, de manera que el copafiol hablado on América queda relegado a una especie de apéndice. El relato de Alatorre se inicia también en los origenes, pero no desemboca en tan estrecho golfo, sino en el océano de “nuestra lengua” (en el prélogo se nos recuerda qui inmensa mayoria de los hablantes de espafil” Una tereera diferencia consiste en el niimoro de péginas dedicadas alalliteratura, bastante mayor, proporcionalmente, en Los 1,001 afios que en los bros técnicos y capecializades. Las razones de Alatorre son dos: por una parte, las plasmaciones literarias son para todo el Pasado, desde el mas remoto hasta el mis reciente, los mejores testi- 08 de la evolucién de la lengua; y, por otra parte, Ia literatura de hoy demuestra de Ia manera mas nitida posible la unidad bésiea del espaol, unidad que subyace en todas las variedades de su realizacion hablada. La lengua on que escriben Pablo Neruda y Juan José Arreola es la misma que la de los escritores expafioles contempord. nneos. Bn un didlogo entre hispanohablantes —incluyendo a los sefardies que mantienen el espafiol de sus al i “nuestra literatura” (Ia de hoy y la de ayer) con la misma naturalidad con qué se dice “nuestra lengua”. Nuestra lengua es la suma de nues- tras maneras de hablarla—y de escribirla. ANTONIO ALATORRE. LOS 1,001 ANOS DELA LENGUA ESPANOLA TEZONTLE Primera ediciéa, 1979 aleién cavrgida y aumentada, 1a ediolén no venal do 1979 fue publicads por Beatice Truelood con el patrocinio de Bancomer, 5. A, DR. © 1989, Foxno nz Cuxamma Ecoxdwtes, $. A. or C. V) Av. de Ta Universidad, 975; (8100 México, D. F. EL Coursio nz México, A.C. ISBN 968.16:3116.1 Tprese on México PROLOGO En este libro que el lector tiene ebierto ante los ojos he querido hacer una historia de la lengua espafiola; contar, a mi manera, el acontecer de un fendmeno que a mi me interesa mucho. Al eseribirlo, he pensado en lectores interesados asimismo en el tema. Con ellos he estado dialo- gando en mi imerfor, ¥ a ellos me dixijo, Para ellos escribo estos pirrafos, preliminares, que son una simple y Hana invitacién a que sigan leyendo. Pueden creerme si les digo que no va a costarles trabajo la lectura. No voy a ponerme pesado ni a portarme exigente con ellos. Lo vinico que Jes pido, lo finieo que presupongo, es un poco de interés por eso que a mf, segiin he confesado, me interesa muchot la historia de la lengua espafiola, 1a historia de “nuestra Jengua”, como la amo a menudo en el curso del libro, Pues, en efecto, ademas de concebir lectores interesados en el tema, Jes he atribuide como raz6n central de su interés la més simple de todas, Ia mas limpida, la menos tortuosa: he imaginado que el espaiiol es su len ‘gua materna, Aparte de tales o euales razones camplementarias, la razén central de mi propio interés ee ésa. El espafiol es la lengua en que fui criado, la de mi familia y mi pucblo, Ia de los muchos libros y revistas, que lei en mi infancia (yo me hice lector a los cuatro afios). El espaiiol es una lengua que me gusta, Y ese gusto, exactamente ése, es el que he supuesto en mis imaginarios Iectores. Pero si alguno de ellos, careciendo de esa renin, se interesa en la historia del espafiol por ser, digamos, uno de los idiomas importantes del mundo, le pido por favor que no se sienta excluido. También a él me dirijo. Proceda de donde proceda, un poco de interés, un poco de curiosidad es su Como todo acontecer humano, el de 1a lengua espafiola a través del tiempo puede ser contado de muy diversas maneras. Las historias que de ella existen —porque existen varias, algunas de ellas excelentes— coinciden por fuerza en infinidad de puntos. Todas tienen que dediear algin espacio a la lengua latina, y no digamos al proceso mediante el cual el latin fue convirtigndose en otra cosa (corrompiéndose, aplebeyén- dose, empobreciéndose, segtin el modo de ver de algunos) hasta que un ‘buen dia dej6 simplemente de ser latin. ‘Todas tienen que hablar de los visigodos, y de los érabes, y de los extrafios pucblos con que Cristébel Colén se tops, por pura casualidad, en 1492. Ninguna puede escaparse 7 8 PROLOGO. de mencionar, en su momento, el Cantar de mio Cid, y el Quijote, y las Soledades de Géngora, y los versos modernistas de Rubén Dario. Todas deberin decir, por fuerza, que de Cervantes para ach le lengua ha ido cambiando (echiindose a perder, extranjerizéndose, empobreciéndose, se- sin algunos). Finalmente, como la historia tiene siempre algo de magis- tra, de maestra, todas las historias de muestra lengua tratan de ensefiar, ¥ pueden funcionar como manuales didécticos en los lugares en que se necesite esa “asignatura”. Pero al lado de estas y otras mil coincidencias, hay también las muchas discrepancias: unas historias son més exhaust ‘Yas que otras, més técnicas 0 mas minuciosas; unas le piden al lector més conocimientos previos que otras; y no todas subrayan lo mismo, no todas eligen como dignos de contarse los mismos hechos, ni interpretan unos mismos hechos de manera uniforme, La manera como esta historia esti contada, ya la iré viendo el lector. Pero hay un par de cosas que quiero decirle aqui. Esta historia es, en més de un sentido, Ia menos académica que ze ha escrito. No hay biblio- grafia en las notas de pie de pégina, ni la menor huella del Hamedo “aparato critico”, ni mas abreviaturas que las usuales en la lengua. Es Ja menos técnica, Ia menos profesional. Pondré un ejemplo. Existe una entidad fonética, amada yod, de la cual se sizven los lingiiistas para explicar um nimero impresionante de transformaciones sufridas por las palabras en su “transito” del latin al espafiol, de manera que en todas las historias de la lengua —y con mayor razén en las graméticas hist6- ricas— el fenmeno de la yod aparece y reaparece en distintos parrafos, y eun en paginas enteras, Pues bien, yo me las he arreglado para no men cionarla siquiera (salvo en este momento). De ninguna manera estoy insi- nuando que los tecnicismos —sonorizacién, ensordecitniento, palat: cidn, asibilacién, rehilamiento y tantos otros— sean initiles: lo que digo es que mi libro, a pesar de ser yo vagamente “profesor” de lengua espa- fiola, no esta dirigido a los profesionales. No sélo no tengo datos cientf- ficos nuevos que ensefiarles a ellos, sino que he evitado lo mas posible el lenguaje téenico que ellos emplean. Escribo para la gente. El lector que ha estado en mi imaginacién es el “lector general”, el no especia- lizado. También le quiero decir que, a diferencia de otras historias, le mia no dedica un capitulo por separado al espafiol de América, a manera de complemento 0 de apéndice. La falta no se debe ciertamente a que la materia me parezca secundaria y desdefiable, sino a todo lo contrario. Somos americanos la inmensa mayoria de los hablantes de espafiol. El PROLOGO 9 “espaiiol de América" no tiene por qué ser tratado aparte. El posesivo nuestra de “nuestra lengua” nes engloba a todos por igual. Tan hispano- hablante es el nacido en Almazén, provincia de Soria, como el nacido en Antlin, estado de Jalisco. Muy escondida, muy disfrazada a veces, pero muy tenaz, existe en muchos espaiioles y en muchos hispanoamerieanos la idea de que el espaol de América es, en alguna forma, menos bueno, ‘menos correcto, menos “egitimo” que el de Espafia. En mi libro no encom tard el lector ningéin spoyo para semejante idea, que me es ajena por completo. En cuanto al titulo, Los 1,001 aftos de la lengua espaitola, lo que hay que decir es poco. Los primeros documentos que muestran palabras s+ ctitas en nuestra lengua no tienen fecha, pero los expertos dicen que se escribieron en Ta segunda mitad del siglo x, o sca entre el afio 950 y el afio 1000. Situandolos arbitrariamente a medio camino, podriamos con- cluir que el acta de necimiento de nuestra lengua se escribid en 975. Abora bien, un acta de nacimiento supone una criatura viva. Puesto que esas palabras se escribieron, es claro que vivian ya en boca de a gente, En 1975 nuestra lengua no tenia 1,000 afios de edad, sino 1,000 y pico, un pico expresado por la unidad de Ja cifra “1,001". Como cuando, en ver de decir que un nifio tiene 3 afios eumplidos, se dice que tiene 3 en- trados a 4, bien podemos decir que nuestra lengua tiene 1,000 afios entra. dos a 2,000. La cifra “1,001” es simbélica. Ademés, es dificil decir “1,001” sin pensar en Las 1,001 noches, ese producto colectivo de un pueblo que se distinguié, entre todos los que contribuyeron a la hechura de nuestra lengua, por su inventiva y su fantasfa. El ingrediente esen- cial de Las 1,001 noches es la magia. Y, bien visto, gno tiene algo de magico 1a historia de una lengua? Me seria imposible enumerar los libros y articulos sobre historia de nuestra lengue cuya lectura me ha instruido y alimentado a lo largo de muchos affos. Pero es justo mencionar a los autores que mis me ayuda- ron durante los cinco atareados meses de 1979 en que escribi el presente libro: Ramén Menéndez Pidal (sobre todo por sus Origenes del espaol, 4° ed., Madrid, 1956, y su Manual de gramética histérica espafiola, 6° ei. Madrid, 1941), William J. Entwistle (The Spanish Language, together ith Portuguese, Catalan and Basque, Londres, 1986), Rafael Lapesa (Historia de la lengua espafola, T* ed., Madrid, 1968), Jaime Oliver Asin (Historia de la lengua espafiola, 6° ed., Madrid, 1941), Robert K. Spaulding (How Spanish Grew, Berkeley y Los Angeles, 1943) y Juan Corominas (Diccionario critico etimolégico de la lengua castellana, Ma-

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