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Sobre Total Eclipse; un Rimbaud como renacimiento y un Verlaine caótico – David Mayoral B.

Con justa probabilidad, el filme dirigido por Agnieszka Holland sea una de las representaciones más
acertadas del Rimbaud idealizado y el Verlaine enclaustrado. Se adivina desde el título (para quien
no haya tenido la fortuna de aproximarse a la historia entre ambos poetas) la confrontación –eso sí,
metaforizada– de dos astros, cuerpos inmensos del espacio. Allí, Rimbaud era el sol. Verlaine debía
correr la fortuna de figurar como el señor de las mareas, y lo cierto es que fue apenas un triste asteroide
en esta versión dramatizada de su vida.

La película hace ver dos espíritus caóticos que se encuentran más allá de las letras, pero con
fuerzas desiguales. Rimbaud, el niño genio, no tarda en menoscabar a Verlaine. Lo patea como si la
liviandad del segundo equiparase a la de un montoncito de heno en las calles parisinas del siglo
decimonónico. El filme padece del mal que produce que el nombre del joven poeta siempre se enuncie
con un respeto a priori, y con una fascinación que hace pensar que Verlaine es todo el mundo.
Arrodillado y suplicante, el más viejo de los autores es el retrato de una cacofonía del fracaso lírico a
la luz de un niño que reinventaba entonces las formas expresivas.

Aunque, como ya he dicho, más allá de las letras, lo cierto es que la humanidad de Rimbaud
se disipa en todo momento, y más que poetas, vemos lunáticos. El coste de unos versos de abundantes
colores, ¿amerita el abandono de una esposa, el martirio a un hijo, una bala o una puñalada en la
mano? Poetas malditos, sí, como es auténtico su sentido bohemio y la aberración por la vida. El
largometraje, al fin de cuentas, trata de esta maldición, esa que ataca a Rimbaud en alguna biblioteca
de Bruselas, y la que hace que Verlaine sea el máximo demonio de un infierno francés.

Aquél que sentó a la Belleza en sus rodillas y la sintió amarga destruye todo a su paso, como
un verso colgado con sabor a vocal. Rimbaud, quizá, usurpó de otros poetas la vida, como en el caso
de su amante lírico. En 1995, pasada más de una centuria del eclipse total, el violento riachuelo sigue
pronunciando poemas de victoria y maldiciones.

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