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APUNTES PARA UNA ICONOGRAFIA DE MILENIO EN LOS ANDES José E, Burucua y Andrea Jauregui Universidad de Buenos Aires - Fundacién TAREA La cuestin del milenarismo en la América colonial es hoy uno de Jos asuntos més debatidos por la his- toriografia. Si bien los trabajos de Bataillon, Lafaye y Phelan’ han demostrado la presencia y el influjo poderoso que tuvo el pensamiento quilidstico de ce- pa joaquinita y franciscana en la cultura cristiana de Nueva Espafa, el caso andino se presenta bastante dudoso y complejo. Los estudios de Wachtel y de Stem en los afios 70 parecfan haber despejado el ca- mino hacia una interpretacién en clave precisamente milenarista del movimiento del Tagui Ongoy*. Se Hegé a hablar de un milenarismo indfgena y quizés prehispénico que, a partir de 1560, habrfa sido fe- cundado por las ideas apocalipticas del cristianismo, Ambas vertientes se habrian unido, segin esta pers- pectiva, hasta formar una corriente quiliéstica propia de la América colonial, cuyas manifestaciones litera- rias se encontrarfan en Ia obra de Pachacuti y Guamdn Poma, y sus exteriorizaciones politicas ha- brfan ocurrido en los movimientos de José Santos Atchualpa y de Tupac Amaru. Pero diltimamente, estudios realizados en la Universidad de Navarra y, sobre todo, los trabajos de Henrique Urbano y Gabriela Ramos, investigado- res del centro Bartolomé de las Casas en el Cuzco, han instalado fuertes dudas acerca del significado del Taqui Ongoy y de la posible difusién del joaqui- ismo en los Andes’. A decir verdad, la tinica prue- ba fehaciente de la circulacién de noticias sobre el abate de Fiore y su relacién con la orden francisca- na es la relectura que Héctor Schenone ha hecho de dos episodios en las series iconogréficas dedicadas al santo de Asis, La versi6n quitefia de una primera " IncuEs LaFave, Mesfas, crusadas, woplas. Bl judeo-cristanis- ‘mo en las sociedades ibéricas. México, Fondo de Cultura Econémica, 1988 Quetzalcoatil y Guadalupe Econéenica, 1977, Jorn LepDY PHELAN, The Millenial Kingdom of the Franciscans in the New World. Berkeley -Los Angeles, 1970. = Namuan WacuraL, La visién des vaineus. Les indiens au Pérow vant In conguete espagnole. 1530-1570. Paris, Gallimard, 1971. > Henarque: URBANO, "Cristsbal de Molina, el cusquetio, negocios eclesisticos, mesianismo y Taqui Ongoy”, en Revisia Andina, 0° . Pp. 265-283, Cuzco, 1990 México, Fondo de Cultura escena sobre la profecia de la venida de San Francisco muestra a Joaquin contemplando la figura de Francisco en una visién o presagio. Un cuadro del neogranadino Gregorio Vasquez muestra al abad, entregando los retratos “anticipados” de los santos fundadores de las Grdenes franciscana y dor Este hallazgo de Schenone nos ha permitido reconsi- detar y reagrupar ciertos topoi de la iconografia co- Ionial con vistas a formar un conjunto de imagenes que participarfan de cierta atmésfera milenarista, Pero adelantémonos a las legitimas objeciones de razonamiento circular que pudieran hacérsenos a ta maneta de la critica sagaz. que Ginzburg ha hecho al célebre ensayo de Fritz Saxl sobre el arte de Holbein y la Reforma’. Pues estarfamos dando por sentado la realidad de un milenarismo activo en los andes para fundar la biisqueda de una iconografia de temple quiliéstico, y luego demostrar gracias a ella el alto indice de componentes precisamente milena- ristas que inclufa la cultura cristiana americana de los siglos XVI y XVIII. Adviértase, sin embargo, que ain conservando el cardcter hipotético de nues- tro punto de partida, si obramos por aproximaciones sucesivas entre hechos comprobados (vale decir, pro- ximidad de sitios donde se encuentran las imagenes, coincidencia en las fechas, presencia segura de li- bros en los mismos circuitos culturales por donde transitaban las representaciones pict6ricas), armamos, cadenas fiicticas comprobables que otorgan coheren- cia significativa al corpus ieénico asf recortado, ¥ que cobra un sentido unitario cuando se organiza en tomo de las ideas de las postrimerfas, del Anticristo y de la espera en la segunda venida de Cristo", De modo que hemos partido de un eslabén blando, casi GankisLa Ramos.: Politica celesistica y extirpacién de la idola- tia. Discursos y sileacios en torno al Taqui Ongoy”, en: Revista Andina, 1 19, pp. 147-168, Cuzco, 1992, ‘Hector ScHENONE, Iconografia det arte colonial. Fundacién Anorchas, Buonos Aires, 1992, vol. I, pp. 334-337. *Cari.o Givzaura, “De A. Warburg a E. H. Gombrich. Notas sobre un problema de método”, en: Mitos, emblemas, indicios Morfologta e historia, Barcolona, Godisa, 1989, pp. 50-52 © Jose EMILIO BuRUCUA, “Angeles arcabuceros: milenio, Antieristo,judfos y utopias en la cultura barroca de América del ‘Sur. En: Revisia Andina, Cuzco, en prensa 15 Lucha de San Miguel y los éngeles contra las huestes de cionio. (Parte superio). Iglesia de San Francisco Provincia de Cordoba hipotético (el controvertido milenarismo andino co- lonial), pero hemos dotado a la cadena de otros es- labones que terminan volviendo sobre el primero y salvando sus debilidades. Estas operaciones nos han conducido, en otra sede, a reinterpretar los ciclos de Angeles arcabuceros del altiplano boliviano y de la puna argentina, y a unirlos con los conjuntos de postrimerias de Carabuco y Caquiaviri, estudiados por Mesa y Gisbert, y en forma muy particular al gran cuadro de la prédica del Anticristo que se halla en Caquiaviri’, El objeto de la presente comunicacién es incor- porar algunas piezas recientemente restauradas en el taller de la Fundacién TAREA a la constelaci6n de obras emparentadas con posibles inquietudes quilids- ticas en los Andes durante el tltimo siglo de la do- minacién hispénica. Nuestro primer ejemplo es una lucha de San Miguel y los angeles contra las hues- tes del demonio, que se conserva en el convento de José. pe Mesa y Texssa Gisnsit, Holguin y fa pintura virreinal en Bolivia, La Paz, Juventud, 1977, pp. 90-99, San Francisco en la ciudad de Cérdoba. Este cuadro de gran tamafio habfa sido siempre catalogado y co- nocido como “La cafda de los angeles rebeldes”. Un atento estudio de su composicién y la ubicacién de los pasajes biblicos de sus inscripciones sugieren que en realidad se trata de 1a ilustracién de la lucha apo- caliptica contra el Anticristo. La inseripcién que cru- za la parte superior del cuadro esta tomada de Apocalipsis 12, 7-12: “Michael et angfeli] eius pra- eliabantur cum dracone et draco pugnabat et angeli eius et non valuerunt neque locus inventus est forum [amJplious in coeto” (“Miguel y sus Angeles comba- tieron con el Drag6n. También el Drag6n y sus Angeles combatieron, pero no prevalecieron y no hhubo ya en el cielo lugar para ellos”), y se comple- menta con la cita de Isafas en la seccién inferior del cuadro: “Quomodo cecidisti de coelo Lucifer qui ma- ne oribaris veruntamen ad infernum detrheris in profundum laci- Isai[as} XII" (*Cémo has caido de los cielos Lucero hijo de la aurora”(...)” al infiemo has sido precipitado a lo més hondo del poz0”, Is. 14, 12-15), En el registro superior se encuentran Dios Padre entronizado, Cristo y la Virgen, identifi- cada en este caso con la Mujer del Apocalipsis, wee ee Lucha de San Miguel y los dngeles contr quien ya ha dado a luz al hijo varén que, arrebatado para Dios y para su trono, habfa de regir a todas las naciones con mano de hierro (Ap. 12, 1-6). La inter- pretacién candnica asocia a esta Mujer con la Iglesia, Li nta cién apocaliptica y no de la caida de los Angeles re beldes se ve reforzada por la ausencia del Espiritu Santo, conforme al te idea de que se trata de una repre to de San Juan. La composi- cién de este re stro recuerda a al nas representa. ciones cuzquefiés del Juicio Final, como la realizada por Diego Quispe Tito en 1675 en el Convento de San Francisco, Pero en este caso los Sngeles porta- dores de los instrumentos de la Pasién han sido emplaza ocho figuras a los por los Angeles de las postrimerfas. Son élicas, al igual que en Ap. 8, 3-5 texto en el cual aparecen siete 4 {as y uno portando un incensario. A ta izquierda de igeles con trompe- Cristo, un &ngel con un nifio que Ileva un pescado es Rafael, otro con vestimenta de diécono, un terce- ro con un incensario (‘“Vino entonces otro ai piisose ante el altar con gel y incensario de oro. el cuarto con una trompeta con un libro (sexto angel del Apocalipsis, quien ha- ce comer el libro a San Juan, Ap. 10, 1 y ss.), otro con las manos en cruz sobre el pecho, un séptimo lev A la derecha, un dn ando banderola (podria ser Gabriel, si relaciona- con Ia de nuestros arcabuceros) dos Iaves (Abadén, éngel de la quinta trompeta, el que abre el pozo del abi mo - Ap. 20, 2-3). mos esta iconografi y el dltimo que empui OOO) he foie aes e iA CARS LA AAS CS SD f Oe ee a te A cm o OO) «68 66 8 oe 8 Re) Se ae) nN a a) OO | Ct | I OI) a ao CA demonio, (Pare inferior En la escena central se desarrolla 1a batalla: Miguel, el paladin de Dios, acompafiado a cada lado por un angel blandiendo una espada flamigera (zdo- ble figuracién de Uriel?), hace retroceder en precipi: ta 1a.a las huestes det demonio, represe aqui como una figura la \da de col cuernos en la cabeza. Otros se piel loverdosa, bestiales y colas enrosc y de extrai dos por los angeles hacia dos fosos en los éngulos inferiores del cuadro. Esta forn los demonios sigue las pautas establecidas por Pacheco en su Arte de fa Pintura (1649): “Afiado que también se pinta en otras varias formas, y en fi- ras humanas de hh posicién abigarrada $s escorzos, empu a de representar a res desnudos, secos y oscu- s orejas, cuernos, uflas de dguilas y ros, con lueng colas de serpientes (..)”. Indudablemente la figura de Miguel proviene de la tradicién de Rafacl y Guido Ret en la pintura espafiola del siglo XVII y en otros ejemplos cuzquefios; menos cl la batalla misma con modelos europeos, dada la di- ficultad de establecer fehacientemente la circulacién en Améric: |. muy frecuente ra es la relaci6n de de ciertos grabados relacionados con el * Francisco Pacuco, Arte de la Pintura, su antigitedad y gran dlezas, Macid, 1866, tomo I, p. 186

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