LA TRANSMISION DE LA CULTURA*
George D. Spindler
Este capitulo trata de cémo los recién nacidos Ilegan a convertirse en
seres humanos que hablan, piensan, sienten, poseen una moral, creen y
valoran; de cémo se convierten en miembros de grupos, en participantes
de sistemas culturales. No trata, como lo podria hacer un capitulo dedi-
cado a la psicologia infantil, del crecimiento y desarrolio de los indivi-
duos, sino de como los nifios y los jévenes acaban deseando hacer lo que
deben para que se mantenga el sistema cultural en el que viven. Exami-
naré una amplia variedad de culturas pata ilustrar tanto la diversidad
como la uniformidad.de los modos segtin Jos cuales los nifios son edu-
cados. Subrayaré las funciones educativas que conllevan los ritos de ini-
ciacién en muchas culturas, y destacaré, en este contexto, los conceptos
de presién cultural **, continuidad y discontinuidad. En este capitulo
expondré también algunas otras técnicas educativas por medio de la
presentacién de casos seleccionados; entre ellas hablaremos de la re-
compensa, el modelado y la imitacién, el juego, la dramatizacion, la
admonicién verbal, el refuerzo y la narracién de historias. Analizaré
ademis el reclutamiento y el mantenimiento cultural como dos funciones
educativas basicas. Es preciso advertir, finalmente, que el capitulo no tra-
tard del proceso completo de la educaci6n, sino de ciertas partes de ese
proceso que seran contempladas a través de situaciones diferentes.
* De «The transmission of culture», en G, D. Spindler (ed.), Education and cultural process. An-
thropological approaches, Waveland Press, Inc. Prospect Heights-Lilinois, 1987, 2.* edicién, pp. 303-334.
‘Traduccién de Honorio M. Velasco Maillo y Angel Diaz de Rada.
** Aunque fa expresion inglesa es «cultural compression», hemos optado por traducirla como
«presién cultural», El uso metaférico del término «presion» posee una cierta tradicién en ciencias so-
ciales, de manera que asi se evitan las counotaciones marcadamente fisicalistas que la palabra +com-
presiGn» tiene en castellano, (Nota de-fos traductores).
205GEORGE D. SPINDLER
Los psicélogos y los pediatras no se ponen de acuerdo sobre cudles son
los modos mas adecuados y efectivos de criar a los nifios. Tampoco pa-
recen ponerse de acuerdo sobre este asunto los dusun de Borneo, los tewa
0 los hopi del sudoeste de los Estados Unidos, los japoneses, los ulithia-
nos o los pobladores de Palaos en Micronesia, fos aldeanos turcos, los
tiwi del norte de Australia, los habirantes de Gopalpur, o los de Gua-
dalcanal. Cada modo de vida es diferente segiin el tipo de personalidad
adulta que se prefiere, segtin las perspectivas y los contenidos asociados
a esta cuestién, y segtin el modo en el que se cria a los nifios, Por otra
parte, las diferencias culturales entre las comunidades humanas se ven
contrarrestadas por muchos aspectos en los que las culturas resultan si-
milares. Todos MGs principales sistemas culturales humanos incluyen
practicas magicas, religion, valores morales, practicas de recreo, de re-
gulacin del apareamiento, educacién, etcétera. Pero tanto el contenido
de estas diversas categorias como los modos en los que ef contenido y las
caregorias se asocian difieren enormemente. Estas diferencias se reflejan
en las for i if i
ara comprender este proceso debemos
ea capaz de captar esta variedad.
Asi sucede en Palaos
El pequefio Azu, de cinco afios, se arrastra detras de su'madre, que camina ‘por el
sendero que conduce al pueblo, loriqueando y pegando tirones a su falda. Quiere
que lo coja y se io dice de un modo ruidoso y-exigente:'«jPara! ;Para! ;Cégeme!»,
Pero su niadre no hace un solo gesto de atencién.-Ella mantiene el paso, mientras
sus brazos se balancean libremente asus costados, y sus:fornidas caderas ondulan
Para suavizar el vaivén y mantener la cesta de ropa hiimeda que acarrea sobre su ca-
beza, Ha estado en el lavadero y el peso impone firmeza a su cuello, pero no,es ésa
Ja raz6n por a que mira impasiblemente hacia adelante y finge no advertir a su hijo.
A menudo, en otras ocasiones, le ha cogido sobre su espalda, aun Ilevando un peso
incluso mayor en su cabeza. Pero hoy ha decidido no acceder a sus stiplicas; para ét
ha Ilegado la hora de comenzar a crecer. .
Azu no es consciente de la decisién que'ha sido tomada: Comprensiblemente, su-
Pone que su madre se le esta resistiendo.como otras muchas veces lo hizo en el pa-
sado, y que sus quejas pronto surtirdn efecto. Persiste en sus ruegos, pero cae detras
de su madre cuando ella afirma su paso. Corre para alcanzarla y encolerizado da ti-
rones de su mano. Ella se lo sacude sin hablarle ni mirarle, Enfurecido, se tira de-
cididamente en el suelo y comienza a gritar. Cuando comprueba que este gesto no
produce respuesta, echa una mirada de alarma, se revuelve sobre su estomago y em-
pieza a retorcerse, a sollozar y a pegar alaridos. Golpea el suelo con sus pufios y lo
patalea con las puntas de sus pies. Todo esto le produce dolor y le pone furioso,
mis atin cuando se percata de que su madre ni se inmuta ante sus acciones. Ga-
teando sobre sus pies se precipita tras ella con la nariz chorreante y las lagrimas
abriéndose paso a través del polvo de sus mejillas. Cuando alcanza la altura de su
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talén-da un grito y, al no obtener respuesta, se deja caer de nuevo sobre el suelo.
En este punto su frustracién es completa..En un ataque de ira se arrastra sobre el
Jodo rojizo, escarbando en él can los dedos de los pies, y arrojandolo a su alrededor
-y sobre si mismo. Con él se tizna la cara, moliéndolo entre sus pufios apretados. Se
contorsiond sobre su costado, describiendo un arco que va desde sus pies hasta el
apoyo de uno de sus hombros.
Un hombré su mujer se acercan. El marido va delante; lleva‘sobre su hombro iz-
quierdo un hacha de mango corto. La mujer leva una cesta de cocos descascatados
sobre su, cabeza: En cuanto avistan ala madre de Azu, ef hombre la saluda con un
«@Has estado en el lavadero?», que en Palaos es el equivalente del «gcémo. estas?»
americano; esta pregunta no ¢s inquisitiva, sino simplemente una muestra de reco-
nocimiento. Las dos mujeres practicamente no: se miran al cruzarse. Se han reco-
nocido mutuamente a distancia y no es necesario repetir el saludo, Mas desaperci-
bido pasa ain Azu para Ja pareja, tendido en el suelo a urios cuantos metros por
detrds de su madre, Han de todear su cuerpo enloquecido, pero no le dirigen ningin
‘otro gesto de reconocimiento ni hablan una sola palabra. No hay ninguna necesidad
de hacer comentarios. Su rabieta nd es una aparicién inusual, especialmente entre
los chavales que son de su-edad o un poco mayores. No hay nada que decitle, nada
que mencionar acerca de su estado.
En el patio de una casa:que estd justo al lado de ‘a vereda, dos nifias —una de ellas
un poco mayor que Azu— dejan de jugar ¢ indagan, Cautelosa y silenciosamente se
aventuran en la direccién de Azu. Su madre todavia esta a la vista, pero desaparece
r4pidamente al dar la vuelta al camino para entrar en su patio sin mirar atrés. Las
nifias permanecen a cierta distancia, observando las contorsiones de Azu con ojos
solemnes. Af cabo de un instante se dan la vuelta y regresan a la puerta de su casa;
alli se quedan, contemplandole pero’sin decir nada. Azu esta'solo, pero atin tarda
varios minutos en darse cuenta de que éste es el modo en el que las cosas han de su-
ceder. Gradualmente su paroxismo se apacigua, mientras yace tendido y gimo-
teando sobre el camino.
Finalmente, toma impulso para plantarse sobre sus pies y emprende camino a
casa. Todavia solloza y-se-enjuga los ojos con sus pufios. Mientras camina traba-
josamente hacia el patio puede oir cémo su madre le grita a su hermana, diciéndo-
Je que no se ponga por delante del nifio. Otra de sus hermanas barre la tierra por
debajo del suelo de fa casa con una escoba de hojas dé coco. Al levantar fa vista
llama estridentemente 4 Azu, preguntdndole dénde ha éstado. Bl no responde.
Sube dos escalones en el umbral de la puerta y emprende camino hacia una esterilla
que estd en la esquina de la casa. En ella se tumba,tranquilamente hasta caer dor-
mido. .
fsta ha sido la primera leccién dolorosa sobre el crecimiento que ha
recibido Azu. Habré muchas mas, a menos que comprenda y acepte ra-
pidamente la actitud de ta gente de Palaos, que. considera bbs vinculos
emocionales como complicaciones crueles y traicioneras y entiende que es
mejor no cultivarlos que llegar a repudiarlos 0 a disolverlos. Usualmen-
te, la leccién ha de repetirse en muchas ocasiones antes de que sea com-
prendido el objetivo general ‘hacia’el que apunta. Azu tendra que aguan-
tar mds rechazos a sus stiplicas, a sus peticiones de ser cogido en brazos,
de ser alimentado y mimado, ¢ incluso a sus demandas de diversién; y al
menos sera preciso -repetiren otra ocasién esa lucha violenta, necesaria
para mantener el control sobre sus ruegos. Por cualquier medio, y de-
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