ANDRES BELLO
OBRA
LITERARIAPROLOGO
LAS MUSAS Y EL ESTUDIO
La Gran PorcION de la tierra que habla castellano en un grupo de
“naciones de origen espafiol derramadas sobre los dos continentes”, en el
viejo y en el nuevo mundo, ha proclamade la obra de Andrés Bello
(Caracas, 1781 - Santiago, 28655, como uno de los aportes fundamen-
tales a Ja accién definidera y civilizadora en ¢l mundo contempordneo,
desde la época de la Emancipacién hispanoamericana hasta nuestros dias.
Si en vida, el magisterio de Bello, ejercido principalmente desde la Re-
publica de Chile a partir de 1829 hasta su muerte, fue ampliando
Progresivamente su influencia més alld de las fronteras chilenas en las
sociedades hispanoamericanas y en la misma Espatia, hoy dia lo vemos
consagrado come el Primer humanista de América, en la denominacién
que se me ocurrié darle en uno de mis primeros libros, publicado en
Buenos Aires, en 1946. La inmensa tarea que se echd sobre sus hombres
en favor de Ja educacién de sus hermanos del Continente cuajé en la
conciencia de los pueblos americanos, hasta ser considerado actualmente
como modelo y ejemplo para la forja de la cultura propia.
Correspondié la infancia y juventud de Bello a las nitimas tres déca-
das coloniales hasta 1810 y, luego, compartir el periodo de la Indepen-
dencia, cuande los paises integrantes del extenso dominio colonial
espafiol, lucharon para lograr la afirmacién del ser nacional y se consti-
tuyeron en sociedades emancipadas. Lograda la independencia politica,
los nuevos estados debian crear por su propia cuenta las bases de orga-
nizacién politica, social, juridica, cultural, administrativa y econdémica,
en el 4mbito de cada nacién y en el orden internacional, con nuevas
normas y nuevas gentes que no habian participado hasta el momento en
la direccién de los asuntos publicos. Decididos, ademas, por les princi-
pios de ordenacién republicana, no tenian otro precedente que el sistema
norteamericano, de espiritu distinto al que requerian las comunidades
de origen hispdnico. Los hombres de 1630 se enfrentaron a una tarea
™gigantesca, a la que dedicé Bello, con fervoroso ahinco su extraordinaria
capacidad, Las necesidades de las nuevas naciones planteaban una plu-
ralidad de problemas que debian acometerse en toda su amplitud y
complejidad a fin de dar cardcter, fundamento y sentido a lo que acor-
dasen los nuevos estados. De ahi que emprendiera su labor poligrafica
en variados campos de accién intelectual y veamos la impresionante
gama de materias a que dedied Bello su obra civilizadora: creador de 1a
administracién publica, legislador, periodista, gramético, jurista, literato,
internacionalista, critico, historiador, filésofo, divulgador cientifieo, en
una palabra, educador en su mds amplio significado, y, especificamente
como maestro, llegar a ser el refundador del centro de ensefianza, que
fue la Universidad de Chile.
Tamajio propésito, exigido a una sola vida, hubiese excedido las fuer-
zas de cualquier hombre comun, pero Andrés Belle, quien habia iniciado
sélidamente su preparacién en los dltimos treinta arios del régimen colo-
nial en la ciudad de Caracas y habia ampliado el horizonte de sus medi-
taciones cn casi veinte afios de residencia en Londres, regresé a suelo
americano casi de 50 afios de edad en condiciones excepcionales para
intentar la obra que le ha consagrado como patriarca de la civilizacién
de la América espafiola.
Nos toca ahora presentar al literato (poeta, critico y lingilista), faceta
de dificil separacién de Ja obra conjyumta de Andrés Bello. Quien pro-
clamé en el momento mds solemne de Ja existencia, cl de la inauguracién
de Ja Universidad de Chile el 17 de septiembre de 1843, a los 62 afios
de edad, en Ja plenitud de su fuerza intelectual, que “todas las verdades
se tocan, desde Jas que formulan el rumbo de los mundos en el pidlaga
de los espacias... hasta las que dirigen y fecundan las artes”; quien se
preguntaba a continuacién, al plantearse los adelantamientos en todas
das lineas, “tA qué se debe este progreso de civilizacién, esta ansia de
mejoras sociales, esta sed de libertad? Si queremos saberlo, comparemos
a la Europa y a nuestra afortunada América, con les sombrics imperios
del Asia, en que el despotismo hace pesar su cetro de hierro sobre los
cuellos encorvades de antemano por la ignorancia, o con las hordas afri-
eanas, en que el hombre, apenas superior a los brutos, es, como ellos,
un articulo de trafico para sus propios hermanos, :Quién prendié en la
Europa esclavizada las primeras centellas de libertad civil? gno fueron
las letras? ano fue la herencia intelectual de Grecia y Roma, reclamada,
después de una larga época de oscuridad, por el espiritu humano?”.
Es claro, pues, que las letras som a juicio de Bello, el centro, eje y
fuerza motriz de lo que denominamos cultura, en su significado integral
y totalizador.A la aprehensién y ejercicio de la creacién literaria —-como porcién
del concepte “letras”, entregé, con entusiasmo, alegria y perseverancia,
la poderosa atencién de su talento. Las bellas letras, la obra literaria, fue
una continua devocién en Bello, aunque consciente de que no era més
que dedicacién parcial. Ya en Caracas, en la oportunidad de aspiar al
cargo de Oficial II de la Capitania General, en 1802, a sus 21 afos de
edad, consta el testimonio relative al joven Bello, por parte del Secre-
tario de la Presidencia de la Capitania, Don Pedro Gonzdlez Ortega:
* _.se ha dedicado por su particular aplicacién al de Ja bella literatura
con tan ventajoso éxito que Ja opinién publica y de los inteligentes Je
recemiendan como sujeto que tiene Jas cualidades necesarias para ser
Util al real servicio en esta carrera, aun en cualquier otra que se le des-
tinara”.
En str primera mocedad ef culte a la creacién literaria habia prendido
en el alma del caraquefio en forma tal que con sus escritos habia adqui-
rido firme prestigio en la sociedad de la Caracas colonial, tan distinguida
con notables escritores.
Ser4 siempre muy parce Andrés Bello para hablar de si mismo. Pocas
referencias autobiograficas hallamos en su extensa obra escrita, pero en
Ja correspondencia es posible encontrar algunas indicaciones, acerca de
To que signified en su vida el cultivo de Ia literatura. De los varios testi-
monios, escojo algunos que nos sefalan su vocacién por Ja prosa y el
verso.
Por ejemplo, en 1824, a los 43 afios de edad, cuando habfa empe-
zado a dar en la Biblioteca Antericana, poesias y articulos de critica, le
escribe a Pedro Gual: “..-he cultivado desde mi nifiez las humani-
dades: puedo decir que poseo las matematicas puras. ..”. “Ud. no ignora
mis antiguos hdbitos de estudio y laboriosidad, y los que me han cono-
cido en Europa, saben que los conservo y que se han vuelto en mi,
naturaleza”. “He pasade una vida laboriosa, pero en medio de mis afanes
ke tenido buenos amigos aun entre Ja clase mds distinguida de este pais;
he disfrutado los placeres de la vida doméstica, aunque interrumpidos a
veces.por las pensiones de la humanidad: y he hurtado a mis ocupaciones -
no pocos ratos para dedicarlos a las musas y al estudio”. Confesién pala-
dina de cémo perseveraba en la vocacién por la literatura.
En otro texto, recién localizado, consta la explicacién rotunda de su
concepta de poeta, en el sentido de que para serlo requiere necesaria-
mente una entrega total, que no fue ciertamente el caso de Bello. En
carta a Juan Maria Guticrrez, literato argentino de notable personalidad,
le escribe Belle desde Santiago, en 1845, a los 64 afios de edad:
Siento mucho que Wd. se vea también por falta de tiempo en la nece-
sidad de decir adiés a las musas; pero la verdad es que estas divinidades
son celosas y no se contentan con rates perdidos o robados a otras ocupa-
ciones; no gustan de dividir su imperio y quieren al hombre todo entero.
x1Yo no recuerdo ningin poeta de primer orden que haya sido otra cosa
que poeta. El gran mundo, el bullicio de los negocios, y sobre todo de
los negocios publicos, tan favorable a la oratoria, no lo es para la poesia,
que gusta de la contemplacién, aun en el seno de la sociedad. ¥ si
aun las altas combinaciones del gabinete y de los ejércitos la abuyentan,
equé serd el fastidio y la monotonia de una oficina subalterna, el ideal
de Ja prosa? Dumas, si no me equivoco, hizo sus primeros ensayos en
una secretaria; pero cumplié muy mai con sus obligaciones y fue despedido.
Es bien conocido el incidente de Alejandro Dumas (1802-18709,
quien en 1823 habia fracasado como copista en la cancilleria del Duque
de Orleans.
No obstante estas radicales afirmaciones de Bello, en cuanto a haber
podido dedicar a las letras algunos ratos, perdidos o robados a otras
ocupaciones, la creacién literaria fue deliciosa ocupacién y gratisima
entrega, como lo manifiesta en el Discurso inaugural de la Universidad
de Chile, en 1843, al referirse a las recompensas y consuelos que brindan
las bellas letras, en un rasgo excepcional de confesién intima.
Yo mismo, aun siguiendo de tan lejos a sus favorecidos adoradores, yo
mismo he podido participar de sus beneficios, saborearme con sus goces,
adornaron de celajes alegres la mafiana de mi vida, y conservan todavia
algunos matices al alma, como la flor que hermosea Jas ruinas. Ellas han
hecho atin mds por mi; me alimentaron en mi larga peregrinacién. ..
Asi, con la premisa de hallarnos ante un escritor persuadido del valor
espiritual que para ja existencia ha representado la poesia y la prosa
literaria, a pesar de no haber sido exclusivo quehacer, pues tuvo que
atender a otra misién del destino, entramos en la glosa de la faceta lite-
raria de Andrés Bello.
ANOS DE APRENDIZAJE
Los veintinueve primeros aos de Andrés Bello en Caracas €1781-
1810), corresponden al tiempo de educacién escolar hasta el grado de
Bachiller en artes, recibido en 1800 en la Universidad. Es la etapa de
su formacién literaria, con abundantes lecturas; el trato con los hombres
de letras mds sobresalientes de su época; el estudio de las fuentes de la
cultura clésica y coetdnea; y la elaboracién de sus primeras obras en
verso y en prosa. Al mismo periodo debemos situar sus primeras expe-
tiencias en el desempefio de un notable puesto pablico en la Capitania
General de Venezuela, en varias instituciones y¥ en cargos significativos
como el de la redaccién del primer periédico venezolano, la Gazeta de
Caracas, con la que se iniciaba el uso de la imprenta en el pais, lo que
suscité algunas iniciativas, como la nonata revista El Lucero y el incon-
cluso Calendario Manual y Guta Universal de Forasteros en Venezuela
XIEpara el afio de 1810, para cuyas paginas preparé cl Resumen de la his-
toria de Venezuela, que es la prosa mas extensa y valiosa que tenemos
de Bello en los afos caraquefios, Del mismo modo imicié sus investiga
ciones sobre el idioma castellano y fue adentrandose en el conocimiento
de temas filosdficos, Estudié inglés y francés. Todavia mas; ejercié el
magisterio en clases particulares (tuvo a Simén Bolivar de alumno en
lecciones privadas) y se empapé de la visién del trépico en viajes y
correrias por distintas partes de Venezuela, imagenes que no habrA de
olvidar nunca en los dias posteriores de su dilatada vida hasta los ochen-
ta y cuatro afios de edad.
Descollé en los estudios de latinista en cuya formacién tuvo impor-
tante papel Fray Cristébal de Quesada, mercedario, de Ja Comunidad
del Convento de la Merced, en Caracas, situado frente a la residencia de
Bello. FE) P. Quesada, segiin Jos recuerdos y evocaciones de nuestro
humanista, ejercié enorme influencia en los estudios juveniles de Bello
y como bibliotecario del conyento habr4 sido consejero tempranero en la
orientacién de sus lecturas. Es fama que Bello era lector voraz de fos
clisicos castellanos (Calderén, Cervantes, Lope de Vega, Figueroa, etc.),
tanto como de los autores mds notables en Ja lengua dei Lacio.
De esta nota esquemdtica de los afios del Bello juvenil se desprende
que recibié una preparacién amplia y sélida, que le dio 4nimo y segu-
ridad para empezar a ensayar su pluma en sus propias producciones. Son
los aiios de ejercicios literarios, afios de aprendizaje para arropar su
inspiracién en ef dominio del lenguaje y en el arte de 1a expresién
poética.
Sin duda alguna, se ha perdido —acaso para siempre— una buena
porcién de composiciones en verso y no serd facil, ademds, reconstruir
todas las prosas que escribié en dicho periode. De algunas ne tenemos
noticia; de otras, que no poseemos, se sabe que existieron.
Se han conservado poemas —-que el propio Bello apellidaba “bara
tijas”—— en forma de sonetos, romancillo, romance, égloga, odas, octava y
una composicién representable. Son Jas huellas o hitos de un largo adies-
tramiento, durante ¢l cual se atuvo al magisterio de los grandes autores
de la latinidad, Horacio y Virgilio, a través del estilo y expresién de los
cldsicos castellanos de los Siglos de Oro. Creo haber demostrado en mi
estudio “La elaboracién de una égloga juvenil de Bellic’, que el poema
Tirsis, habitador del Tajo umbrio, con el subtitulo de “Imitacién de Vir-
gilio”, puesto por el propio Bello, toma como modelo la Egloga II de
Virgilio, con algunos temas de la VIII y la X, pero con la poderosa
influencia en el lenguaje de la Egloga I, de Garcilaso de la Vega (1501-
1536) y la Egloga Tirsi, de Francisco de Figueroa (1536-16177). Para
mi, es claro el proceso creador de Bello: la fuente originaria es el texto
latino de Virgilio, pero las formas expresivas son debidas al conoci-
miento de los poemas de Garcilaso y del “divino” Figueroa.
xiEs més; podemos precisar na tan sélo los poemas y pasajes que Bello
ha tenido presentes —en su alma y ante su vista— al escribir la Egioga,
sino también cl libro en donde Bello conocié la obra de les poetas influ-
yentes. La indicacién de la fuente bibliografica nos Ja da el propio Bello,
pues de él procede, indudablemente, la afirmacién de Miguel Luis Amu-
nategui, al hablar de las tertulias literarias de Ja Caracas colonial y de
la conservacién, en archivo, de las producciones que en ellas se presen-
taban: “Por lo que pueda intercsar advertiré que, en esta coleccién,
habia muchas églogas, lo que proventa de ser uno de los libros més leidos
el Parnaso espanol, de don Juan Lépez de Sedano, donde abundan piezas
de este género”. La Egloga Tirsis, habitador del Tajo umbrio fue presen-
tada en uno de estos certémenes privados, y parece que fue celebradi-
sima, dados los elogios que nos refiere Amundtegui y por los que le
tributa Tomds Jestis Quintero, con el seudénimo Thomas J. Farmer,
desde Madrid, en 1827 al esctibirle a Bello que la sabia de memoria,
casi entera', Ademds Miguel Antonio Caro obtuyo Ja primera octava ?
del poema y después el texto completo, porque Juan Vicente Gonzalez
habia conservado en Caracas una copia del poema. Es decir, puede afir-
marse que la Egloga tuvo calurosa aceptacién.
En cuanto a la fecha, imprecisa, de la obra de Bello, puede fijarse
alrededor de 1805, 0 sea a los veintitantos afies de edad de nuestro
poeta. Esta Egloga forma parte de un grupo de composiciones del mismo
cardcter, de las que es el unico resto conservado. Seguramente los con-
tertulios de Bello habran compuesto también poesia del mismo tenor.
Todo ello ha desaparecido al destruirse en 1812 el archive poético de
Jas referidas tertulias. Estas poesias son obras de aprendizaje, ejercicios
de versificaci6n y poetizacién. Por cuanto que pertenecen al momento
formaiivo de Bello, veinteafiero, es importante dilucidar cudles son los
poetas que intervienen de manera més fuerte y decisiva en el desenvol-
vimiento de la maestria pottica de Bello. En este caso, podemos seguirlo
Paso a paso.
Fundamentalmente, el poema sigue la Egloga EH de Virgilio, pero la
expresién castellana esté elahorada a base de la Egloga I de Garcilaso
de Ja Vega, y la Egloga Tirsi, de Figueroa, con la influencia menor de
1 Thomas Farmer era el seudénimo con que cubria su propio nombre, el cara-
quefio Tomés J. Quintero (Quintero: Farmer}, agente secreto de la Gran Colombia
€n Espana, durante los aiios de ia tucha por la independencia, Habia ido a Madrid,
como Secretario civil del arzobispo Don Narciso Coll y Prat. En su correspondencia,
Farmer nos habla de otra égloga de Bello, desventuradamente perdida, Palemén
y Alexis, cuyo primer verso cita: “Hace el Anauco un corto abrigo en donde”.
2 Reproduce esta primera octava don Marcelino Menéndez Pelayo en el estudio
preliminar a la edicion de las Eglogas y Gedrgicas de Virgilio, traducidas por Caro
y Félix M. Hidalgo, Madrid, 1897.
xIVotro paema de Figueroa, las Estancias. Los tres poemas estan recogidos
en el Parnaso Espafol, de Lopez de Scdano 1, Podria argilirse que no cs
mas que Ja influencia de una fuente comin, la de Virgilio, sobre Garci-
laso y Figueroa, al mismo tiempo que sobre Bello. Sin embargo, jas
relaciones entre la obra de Bello y las de los poetas del siglo XVI espaiel,
ne son exclusivamente teméticas, sino principalmente de ritmo y musi-
calidad, de expresién castellana, de gusto por un vocabulario semejante,
por giros potticos que no pueden explicarse, de ninguna manera, a base
solamente del modelo comun latino, sino por la especial delectacién en
el uso del lenguaje castellano, por la fascinacién que Garcilaso y Figueroa
ejercerian en el 4nimo poético de Bello. Es decir, la castellanizactin del
yerso latino ha sido hecha por Bello, pensando en atros poetas eclégicos,
esta vez castcllanos: Garcilase y Figueroa. Ello no le quita valor a la
abra de Bello por cuanto que sigue teniendo el que debe tener como
poema primerizo y como ensayo poctico juvenil. Por otra parte, no hace
sino ratificar Ja idea aceptada de su buen gusto y aclara un aspecto de
la sélida formacién en sus afios de estudio.
La elaboracién pattica de la Egloga de Bello, partiendo del texto de
Virgilio, a través de la expresién hispénica de dos clasicos castellanos,
conserva, sin duda, cierta calidad poética personal, notable en un poema
de juventud.
El mismo Bello nos ha dejado el testimonio de su devecién por los
poemas castellanos que son sus guias al escribir la Egloga. En el Juicio
critico de don José Gomez Hermosilla, escribe: “idilio La Ausencia.
Bellisimo; pero (con perdén del senor Hermosilla}) no mejor que cuanio
se ha escrito de este génevo en nuestra lengua; porque, prescindiendo de
la primera égloga de Garcilaso, jamds excedida ni igualada en castellano,
mos parece superior ¢l Tirsi, de Figueroa, que, por estar en el mismo
metro, puede mds facilmente compatarse con el presente idilio”. Este
articulo, publicado en El Araucano de Santiago de Chile, en 1841-1842,
corrobora el entusiasmo que alrededor de 1805 habria sentido en Ca-
racas el autor de la silva A la Agricultura de ia Zona Torrida.
Queda algo que quisiera puntualizar antes de pasar al cotejo de los
textos. Amundtegui dice que Bello “quité a la composicién (de Virgilio)
todo lo que, en el original latino, tenia de repugnante para las costum-
bres modernas”, pues el joven Alexis es sustituido por la joven Clori,
Juan José Lapez de Sedano (1729-1801). Parnaso Espayiel. Colecciin de
poesias escogidas de los mds céicbres poetas castellanos..., Madrid, J. Ibarra,
1768-1778; 9 voldimenes, 16 cm. En varias imprentas: 3-9, Madrid, A. de Sancha.
La Egloga I de Garcilaso, t- I, pp. 1-15; y la Egloga Tirst y las Estancias de
Francisco de Figucrea, t. IV, pp. 78-88. Segén Ramdén Menéndez Pidal, Obser-
vaciones sobre las poesias de Francisco de Figueroa, en Boletin de la Academia
Espatiola, 1915, H, p. 303, no es segura la atribucién de Ja Egloga Tirsi a Figueroa.
C£., ademds, J. W Crawford, The source of a Pastoral Egloga attributed to Fran-
cisco de Figueroa, en Modern Languege Notes, 1920, XXXV, pp. 438-439,
xv