LA MUJER DE GOMA1. El primer encuentro en un café
de Santiago
Vas QUE es dificil creer lo que les
voy a contar, pero asi sucedié durante
una reciente tarde de viernes. Fue el dia
en que por primera vez me topé en un
café de Santiago con la mujer de goma.
La mirada descuidada de las personas
alli presentes, nada anormal pudo haber
encontrado en aquella dama de edad
mediana, bajita y de manos regordetas.
Pero si alguien hubiera atendido a los
detalles, habria notado que su cuello
presentaba extranos pliegues. Cuando
hacia algtin movimiento brusco 0 giraba
la cabeza, su cuello se transformaba en
un verdadero fuelle de acorde6n.
También su piel pudo haber llamado
la atencién, pues posefa el tipico brillo
de la mufiecas antiguas. Daba la impre-
sién de que su cuerpo estaba fabricado
de un caucho muy especial, rosado
y teluciente, como recién visto en el
escaparate de una tienda de juguetes.
Recuerdo tan bien aquella quieta y
frfa tarde alumbrada con el palido y
débil sol de invierno. Yo habia llegado
muy temprano al café porque tenia que
preparar una historia para entregar a
una editorial y siempre me instalaba alli
a trabajar acompanado de una aroma-
tica taza de café. Tenia sobre la mesita un
manojo de papales en blanco a la espera
de que saltara desde algtin resquicio de
mi imaginacién una idea interesante,
pero mi mente vagabundeaba sin
resultado concreto.
Inesperadamente la mujer de goma
se rascé una oreja, perfecta y suave
como si estuviera hecha con un molde.
Se dio un tironcito y la oreja le crecié
unos diez centimetros. Después la
mujer miré hacia todos lados y yo me
hice el desentendido, aunque no podia