OBRAS COMPLETAS
DE ALFONSO REYES
XXII
FICCIONES
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letras mexicanas
FONDO DE CULTURA ECONOMICA.——
XI
ESPERANZA IRIS, REINA DE LA OPERETA
I, SatvraciOn
Sazupanios en la mexicana Esperanza Iris las fuerzas avasa-
Hadoras del triunfo, Llegé de pronto: aparecieron por las
calles vistosos anuncios en que el rostro de la artista sonreia
desde un resplandor de plumas tornasoladas; el Teatro de la
Zarauela —teatro funesto, teatro “tabi” que se citaba como
ejemplo de fealdad, de incomodidad, de soledad, de frio, de
mala suerte para las compafifas que en él trabajan— comen-
26 a animarse, a transformarse; y e3 ya, a estas horas, uno
de los teatros més elegantes y concurridos de Madrid. Y Es-
peranza Iris puso sitio a la Villa y Corte y dio la batalla
y la gané con un impetu verdaderamente americano. La no-
che de su “debut”, hablando al piblico desde el escenario
‘con una seguridad completamente ignorada por las artistas
hhabituales (lindas mufiecas mecénicas), con un calor de
piritu y una espontaneidad a que no estan hechos los au
torios madrilefios, Esperanza Iris declaraba: “Siempre fue
mi suefio ser aplaudida en Madrid, Cierto es que esperaba yo
agradar; pero, francamente, no tan pronto, .." Acurrucada
en el camarin de le artista, casi sollozante de emocién y re-
cuerdos, cierta amiga suya que hizo en México, una brillante
carrera artistica, recordando las alegrias y los trabajos pasa
dos, nos confirmaba: “Es verdad; siempre fue su suefio Ma-
drid, Siempre me preguntaba: ,¥ qué hace ésta? zY eémo
trabaja la Fulana?” Y en aquella dulce alegria con légri
de la amiga Pilar, nos parecié que saboreébamos —mas ain
que en el trueno de los aplausos, mas atin que en el centelleo
de luces de la escena, que en la miisica retozona de silbidos
y cobres, que en las danzas contorsionadas y en el lujo de
color de'los trajes— el gusto profundo de la victoria. Salu-
demos en la mexicana Esperanza Tris las fuerzas avasallado-
ras del triunfo.
416I. Recuerpos
Para los mexicanos que lenaban la sala y que siguen con
graciosa devocién los éxitos de la artista —desterrados mu-
chos por los azares de la turbulenta politica, otros simple-
mente alejados de la patria, pero todos capaces de la noble
melancolia de 1a ausencia— la aparicién de Esperanza Iris
ha venido a ser como una fresca réfaga de recuerdos.
(Esperanza Iris! ZNo ha sido la suya una carrera de triun-
fos? Si, como creemos algunos, el arte es el mejor remedio
de la vida, Esperanza Iris puede, a pesar de todo, declarar
como la dama de don Juan Ruiz de Alaredn: “Yo me con-
fieso dichosa.” Muy nifia ain (30s acordais, amigos mios, de
Ja criatura risuefia y dulce que precedié a la mujer radiante
de shora?), tuvo sus primeros éxitos en aquella Compa
Infantil de Zarzuela, origen de toda una generacién tea
Y aiin creemos sentir, la noche del beneficio, aquel ambiente
poblado de aplausos y flores: sonrefa una cara de nifias vo-
aban, azoradas, entre la tumultuosa alegrfa del teatro, unas
palomas con mensajes al cuello.
Pasé el tiempo, y para Esperanza Iris comenzé la época
de la vida obrera; la lucha diaria en los teatros de Género
Chico donde el piblico la acogia siempre con merecido fa-
vor, pero donde no era fécil salvar aquel término de exce-
lencia que la artista habia alcanzado casi desde el dia de su
presentacién. A la vez que se afirmaban sus cualidades, en
busca de una cristalizacién definitiva, la vida le daba las
primeras lecciones y 1a mimica y la palabra de la artista ge-
naban en fuerza expresiva. Porque el arte sabe vengarse de
todos los dolores y las alegrias del hombre, y pone a contri-
bueién toda Ia sangre de nuestras venas, con una divina
cruelded.
Cuando se anunciaba “La cuarta plana”, la gente inunda-
ba los teatros: Esperanza Iris, en el “peladito” de “La cuarta
plana”, hubja creado, con raro instinto, la interpretacién de
un tipo nacional, donde lo intencionado no degeneraba nun-
cca en caricatura.
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