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Jean-Yves Leloup
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Juan afirma haber tocado con sus manos "el Logos de Vida". Habiendo
encontrado el sentido divino, los bienaventurados profetas miraban
divinamente, escuchaban divinamente, gustaban y sentían de la
misma manera, por así decirlo, con un sentido que no es sensible; y
ellos tocaban el Logos por la fe, si bien una emanación les llegaba
desde más lejos para curarlos. Así ellos veían aquello que escribían
haber visto, escuchaban aquello que decían haber escuchado, tenían
sensaciones del mismo orden cuando comían, como ellos lo
describieron, el "rodillo" de un libro que se les habían dado (Orígenes
Contra Celso I, 48).
Para Orígenes una vez más, el Dios que habita una "luz inaccesible"
puede ser dicho captable de alguna manera por los sentidos y no
solamente por el corazón y el intelecto, porque él se ha realmente
encarnado en Jesucristo. Como lo dirá Ireneo:
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"sensación de Dios", indicando la participación de todo el ser en la
oración.
ESCUCHAR
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Escuchar... abrir el oído... Se dice a menudo que Israel es el pueblo de
la escucha más que el pueblo de la visión (los Griegos). Pero, ¿por qué
privilegiar un sentido más que otro, orar con un sentido más que con
otro? ¿No existe una escucha global que es atención global a aquello
que es...?
Es verdad que en el desierto no hay nada que ver. Los ojos se apoyan
mal sobre la luz... pero están los cantos de la arena, el rumor de los
animales, y hay voces en el viento, palabras en el interior... "Escucha
Israel".
Orar es escuchar.
Escuchar nos acalla por todos los lados, y en este silencio captamos
hasta qué punto el Otro es totalmente otro, y hasta qué punto
existe...
VER
El libro de Job finaliza con estas palabras que parecen indicar una
cierta superioridad de la visión sobre la escucha. La escucha
mantiene la distancia; en la mirada, la presencia aparece en su
proximidad:
"Yo no te conocía más que de oídas, pero ahora mis ojos te han visto.
Así, yo retiro mis palabras, y me inclino sobre el polvo y sobre la
ceniza" (Job 42,5)
Para ver a Dios "tal como es", el ojo, lo mismo que la oreja, tiene
necesidad de ser purificado. De lo contrario, corre mucho el riesgo de
no ver más que un espejismo, una proyección.
Quien haya visto tan sólo una vez una rosa, sabrá lo que es orar...
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La rosa es un rostro.
Ahí donde los hombres veían una adúltera o una pecadora, Jesús veía
una mujer; su mirada no se detenía en la máscara o en el gesto, él
contemplaba el rostro.
TOCAR
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Aquello que escuchamos, vemos, tocamos, precisa San Juan, es
"aquello que es desde el comienzo". No tenemos nada más que
añadir, nada que inventar; se trata de aplicar nuestros sentidos a
aquello que es para que "eso" pueda manifestarse.
Solo se puede orar con las manos abiertas, las palmas oferentes "ante
Ti, Señor".
DEGUSTAR
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"Gustad cuan bueno es el Señor". Se trata de gustar y de saborear
esta Presencia.
Israel vio también –con sus propios ojos– la Gloria de Dios, como está
escrito: "Y todo el pueblo vio los ruidos" (Ex 20,18). La Escritura no
dice "escuchó", sino "vio" (rô'îm). Este ruido se dirigió a cada uno de
los israelitas y les pidió: "¿Queréis aceptar la ley que encierra tantos
preceptos negativos y mandamientos?"
Rabí Isaac dice además en el Zohar (II, 124b): "¿Por qué la Escritura
no dice: "que él me ame", en lugar de: "que él me dé un beso"? Por el
beso, los amigos intercambian sus espíritus (sus alientos), y es por
eso que el beso se aplica en la boca, fuente del espíritu (pneuma).
Cuando los espíritus de dos amigos se encuentran con un beso, boca
sobre boca, estos espíritus no se separan más el uno del otro. De ahí
viene que la muerte por un beso es tan deseable, el alma recibe un
beso del Señor, y ella se une así al Espíritu Santo para nunca más
separarse de él.
OLER
No hay más bella imagen, dirán los rudos ascetas del Desierto, para
describir los más altos grados de la oración del corazón. La presencia
de Dios nos impregna entonces por dentro y por fuera y todos
nuestros actos son como el aura perfumada de Cristo viviendo en
nosotros...
A propósito del versículo 1,12 del Cantar: "Mientras que el rey estaba
en su salón, mi nardo ha exhalado su perfume", el Zohar ya decía: "El
rey designa al Santo, bendito sea Él"; "en su salón" designa al hombre
unido a su Señor y marchando en la buena vía, hombre en el cual el
Señor fija su residencia; "mi nardo ha exhalado su perfume" designa
las buenas obras del hombre (I, 56b).
El olfato es quizás nuestro sentido más sutil, pero también aquel que
el mundo contemporáneo parece tener en más, si vemos el éxito de
los desodorantes... (¿O quizás es que la gente no tiene ya el buen olor
que tenía en otros tiempos?). El perfume de alguien es un poco su
secreto, su "esencia", y se dirá de una persona, de manera
significativa aunque irracional: "no puedo ni olerla".
– una imagen, cuando nos revela la belleza de toda superficie pero sin
penetrar en su profundidad;
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