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PABLO DE TARSO

EL APÓSTOL DE LOS GENTILES


5-10 DC – 64-68 DC

Cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que
sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en
lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces
contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy
Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto
he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y
de aquellas en que me apareceré a ti.

Así con este testimonio Saulo de tarso o Pablo, narra su conversión, el cual lo convertiría de un
gran perseguidor del cristianismo, a su más grande y efectivo propagador misionero. Amó
mucho; porque sus muchos pecados le fueron perdonados. Es este amor que describiría el con
estas palabras: El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta.

Ese amor sublime, que el describe y que Dios puso en su corazón, llevó al apóstol Pablo, sin
lugar a dudas, a ser el más grande misionero de la Iglesia Primitiva. Padeciendo con paciencia
todo tipo de situaciones adversas, que lo muestran como un discípulo ferviente del Señor,
dejándolo todo para ganarlo a él.

Esto lo muestra al mismo tiempo como el prototipo, el modelo y la inspiración de millares de


sucesores". Muchos lo consideran como el más grande de los misioneros de todas las épocas,
quien realizó el ministerio extraordinario de establecer el cristianismo desde las raíces, y
aseguró así su crecimiento y estabilidad en los siglos siguientes. Sin embargo, desde un punto
de vista muy humano, Pablo es una figura menos impresionante de lo que algunos de sus
devotos quisieran que fuera. En muchos aspectos él fue un hombre común, y se enfrentó a los
mismos problemas que han tenido que encarar los misioneros desde entonces.

El cristianismo y las misiones van ligados de modo inseparable. Es difícil imaginar dónde estaría
el cristianismo hoy día si no hubiera existido ese esfuerzo misionero enérgico que surgió
después de Pentecostés y continuó por algunos siglos después. Quizá, como la religión de
Zoroastro, sería ahora una religión antigua, estudiada por los eruditos, pero poco conocida
fuera de las fronteras de su país de origen. Pero desde el principio el cristianismo fue diferente
de todas las otras religiones. El mandamiento a salir a llevar las buenas nuevas constituía el
corazón mismo de la fe.

La primera generación de creyentes cambió el mundo al llevar el evangelio fuera de las


fronteras de Palestina, hasta Roma en el occidente, y a casi todos los centros urbanos
principales en el oriente del imperio. "Lo que comenzó como una secta judía en el año 30 d.C.
era ya una religión mundial en el año 60 d.C.

Inspirados por el liderazgo de grandes cristianos tales como Pedro y Pablo, y esparcidos por la
persecución (aún más vigorosa después de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70
d.C.), se convirtieron en evangelistas que llevaban consigo el mensaje de Cristo. "Todo
cristiano compartía el evangelio", y "nada es más notable que el anonimato de estos primeros
misioneros". Sus nombres no se encuentran en los anales misioneros. Sin embargo, ellos
fueron unos de los misioneros más influyentes de todos los tiempos.

ORIGEN Y FAMILIA

La información que tenemos acerca de la vida del apóstol Pablo, están contenidas en los
“Hechos de los Apóstoles” y en las epístolas que escribió a los romanos, corintios, gálatas,
efesios, filipenses, colosenses, tesalonicenses y a los siervos del Señor Timoteo, Tito y Filemón.
Pablo nació en la ciudad de Tarso, en el Asia Menor, actual Turquía, probablemente unos diez
años después del nacimiento de Jesucristo.

Al parecer en el año 41 antes de Cristo, Marco Antonio concedió a la ciudad de Tarso, la


libertad, la inmunidad y el derecho de ciudadanía. Augusto confirmó estos privilegios. Es por
eso que Pablo tenía la ciudadanía Romana, con todos sus privilegios.

Su nombre judío era Saulo. A partir de la conversión de Sergio Paulo, procónsul de Chipre,
Saulo se cree recibe el nombre de Pablo (en griego. «Paulos», y en latin. «Paulus», «cuyo
Significado es: pequeño»). En sus epístolas, el apóstol siempre se llama a sí mismo Pablo. Se ha
venido a suponer, por parte de algunos, que eligió el nombre de Pablo debido a la conversión
del procónsul, en su primer viaje misionero. Se trata de una afirmación muy poco probable, y
que no tiene en cuenta la manera en que Lucas introduce en los Hechos el nombre romano del
apóstol; de hecho, lo emplea a partir del instante en que da comienzo entre los gentiles la obra
de aquel a quien ellos conocían como Pablo. Lo más plausible es que ya desde el principio
Pablo habría tenido ambos nombres. Éste era el caso con muchos otros judíos, especialmente
entre los de la Diáspora.

Con todo, también se puede decir que Pablo pudo dar otro significado al uso del nombre
Paulos. Giorgio Agamben recuerda que cuando un señor romano dueño de esclavos compraba
un nuevo siervo, le cambiaba el nombre como signo de su cambio de estado o de situación.
Agamben señala ejemplos de ello: «Januarius, qui et Asellus. (Asellus significa Asnillo); Aemilia
Maura, qui et Minima. (Minima Significa La menor)». El nombre de la persona aparecía en
primer lugar; el nuevo nombre se señalaba al final; ambos nombres se unían por la fórmula
«qui et», que significa, el cual también [se llama]. En el libro Hechos de los Apóstoles aparece
la frase: (Saulo, también [llamado] Pablo), donde el equivalente griego usado es la expresión
latina «qüi et». osea el cual tambien se llama. Agamben propone que Saulo cambió su nombre
por el de Pablo cuando mudó de estado, de libre a siervo o esclavo, siendo que se consideró
servidor o esclavo de Dios o de su Mesías. Siguiendo esa línea de pensamiento, Pablo se habría
considerado un instrumento humano pequeño.

Pablo Era miembro de la tribu de Benjamín. No se conoce con certeza la razón de que su
familia se estableciera en Tarso. Una tradición muy antigua informa que salieron de Gischala,
en Galilea, cuando los romanos se apoderaron de esta ciudad. Hubiera podido ser posible que
en tiempos anteriores esta familia hubiera formado parte de una colonia que alguno de los
reyes sirios estableciera en Tarso. Es posible también que la familia emigrara voluntariamente,
por necesidades de la profesión de comercio, como era el caso con muchas otras familias
judías. Los parientes de Pablo parecen haber sido numerosos e influyentes. En Romanos. 16: 7
al 11, Pablo hace saludar a tres de sus parientes: dice de Andrónico y de Junias que son muy
estimados entre los apóstoles y que fueron antes que él en Cristo. Se nos informa que el hijo
de la hermana de Pablo (que parece que residía en Jerusalén, posiblemente con su madre),
denunció ante el tribuno el complot tramado contra su tío. Este episodio permite suponer que
el joven estaba emparentado con alguna de las familias implicadas. Lo importante del papel de
Pablo, a pesar de su juventud, durante el martirio de Esteban, apoya esta suposición. Es
indudable que Pablo era ya miembro del sanedrín (como se ve en Hechos. 26: 10), y el sumo
sacerdote le encomendó la misión de que persiguiera a los cristianos. Las mismas palabras del
apóstol prueban que, siendo un personaje importante, y teniendo en el comienzo mismo de su
carrera la perspectiva de honores y fortuna, no pertenecía precisamente a una familia oscura.
Criado en la obediencia a la Ley y en la piedad judía tradicional, por cuanto su padre era un
fariseo estricto. Pablo como se sabe, poseía también por nacimiento, la ciudadanía romana. Su
condición de ciudadano romano le fue de utilidad en su apostolado y le salvó la vida en más de
una ocasión.

FORMACIÓN MORAL E INTELECTUAL

"Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo," FILIPENSES 3: 8.

Pablo, Fue educado en toda la rigidez de la doctrina de los fariseos y aprendió muy bien el
idioma griego, por haber nacido en Tarso, que era una de las capitales intelectuales de la
época, mejor dicho un foco importante de la cultura griega.
La ciudad contaba con unos 300000 habitantes, entre los que se mezclaban, como en todos los
puertos, los elementos más variados. Tarso era además una ciudad universitaria, como
sabemos por un geógrafo griego del siglo 1, Estrabón, quien escribió lo siguiente:

“Los habitantes de Tarso sienten tanta pasión por la filosofía y tienen un espíritu tan
enciclopédico que su ciudad ha acabado por eclipsar a Atenas, a Alejandría y a todas las
otras ciudades conocidas por haber dado origen a alguna secta o escuela filosófica… Lo
mismo que Alejandría, Tarso tiene escuelas para todas las ramas de las artes liberales.
Añadid a esto la cifra tan elevada de su población y la notable preponderancia que ejerce
sobre las ciudades circundantes y comprenderéis entonces cómo puede reivindicar el nombre
y el rango de metrópoli de Cilicia”.

En los tiempos de Pablo, Estaba de moda el estoicismo, ya que el filósofo Estoico nació allí. Sin
embargo, es muy poco probable que Pablo acudiera a escuelas griegas; sus padres, devotos
judíos, lo enviaron de joven a estudiar en Jerusalén. Los jóvenes judíos aprendían una
profesión, y Saulo hizo el aprendizaje de fabricación de tiendas. Dice que había sido criado en
Jerusalén, a donde tuvo que llegar muy joven. La educación recibida lo arraigó profundamente
en las tradiciones del fariseísmo. Fue instruido en el conocimiento preciso de la ley de sus
padres. Su maestro fue uno de los más célebres rabinos de su época, Gamaliel. Un discurso de
Gamaliel convenció al sanedrín a no condenar a los apóstoles a muerte. Aunque era fariseo, el
gran rabino no rechazaba del todo la cultura griega, y mostraba un espíritu tolerante. A sus
pies, el joven Saulo no estudió solamente el Antiguo Testamento, sino también las sutilezas de
las interpretaciones rabínicas. Se lanzó ardorosamente dentro del seno del judaísmo, animado
de un excesivo celo por las tradiciones de sus padres. Versado en la religión y en la cultura
judía, sumamente dotado, miembro de una familia distinguida, el ferviente joven fariseo
estaba preparado para grandes logros en el seno de su pueblo.

SAULO EL PERSEGUIDOR

“El Señor nos dijo: Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que
os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a
mí.” SAN JUAN 16: 2 al 3.

Los falsos testigos que lapidaron a Esteban encargaron al joven Saulo que guardara sus ropas.
Si el papel de Saulo no tuvo un carácter oficial, el relato implica, no obstante, que el joven
participó en el deliberado propósito de llevar a cabo aquella muerte. Saulo fue seguramente
uno de los judíos helenistas instigadores del martirio. Es evidente que Pablo ya aborrecía
entonces a los adeptos de aquella nueva secta, menospreciando a su Mesías, y que los
estimaba peligrosos tanto sobre el plano político como sobre el religioso. Lleno de un
fanatismo firme y acerbo, estaba dispuesto a llevarlos a todos a la muerte. Acto seguido
después de la muerte de Esteban, Saulo organizó la persecución contra los cristianos. Su
conciencia ofuscada lo llevó a actuar con el encarnizamiento de un inquisidor. No contento con
actuar en Jerusalén, pidió cartas del sumo sacerdote para las sinagogas de Damasco, a fin de
llevar presos a Jerusalén a los cristianos de origen judío, a los que quería llevar cargados de
cadenas. Los judíos tenían una gran autonomía en sus asuntos internos, con la autorización de
los romanos. En Damasco, que estaba bajo el control de Aretas, rey de los nabateos, el
gobernador era particularmente favorable hacia los judíos; así, es totalmente plausible la
intervención de Pablo en esta ciudad. El testimonio formal de Lucas, corroborado por el propio
Pablo, revela que éste, hasta el mismo momento de su conversión, aborrecía a los cristianos, y
creía estar sirviendo a Dios al perseguirlos. Como dice HECHOS 9: 1 al 2. Saulo, respirando aún
amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas
para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este
Camino, los trajese presos a Jerusalén.

LA REPENTINA CONVERSIÓN DE SAULO EN EL CAMINO DE


DAMASCO

"Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol,
porque perseguí a la iglesia de Dios." 1 CORINTIOS 15: 9.

El perseguidor y sus compañeros siguieron, probablemente a caballo, el camino que iba de


Galilea a Damasco, a través de regiones desérticas. Hacia el mediodía llegarían a las bellas
campiñas irrigadas que rodeaban Damasco; el sol estaba en su cenit. Repentinamente apareció
en el cielo una luz fulgurante, empalideciendo la del sol, y los viajeros cayendo al suelo. Pablo
se quedó postrado, al parecer, en tanto que sus compañeros se levantaban. Una voz saliendo
del resplandor dijo en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces
contra el aguijón. Saulo le dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues». «Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer». Los compañeros
de Pablo oyeron algo, pero sólo él entendió lo que la voz decía. La luz dejó ciego a Pablo.

Así, entró en Damasco conducido por la mano, y fue llevado a la casa de un cierto Judas, donde
estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber. Estuvo orando, tratando de comprender el
significado de lo que le había sucedido. Al tercer día, el Señor ordenó a Ananías, cristiano de
origen judío, que se dirigiera a Pablo y que le impusiera las manos para que recobrara la vista.
Ananías dudaba, porque temía al perseguidor. El Señor le dio seguridades, revelándole que
Pablo había sido advertido por una visión, y Ananías obedeció. Saulo confesó su fe en el Señor
Jesús, recobrando la vista y recibiendo el bautismo. Con su energía característica, y para
confusión de los judíos, se puso de inmediato a proclamar en las sinagogas que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios.

En Hechos se dan tres relatos de esta conversión: el relato de Lucas (Hechos. 9: 3 al 22); el de
Pablo a los judíos (Hechos. 22: 1 al 16), y por último su testimonio ante Festo y Agripa (Hechos.
26: 1 al 20). Los tres registros concuerdan entre sí, aunque cada uno de ellos remarca unos
detalles que no aparecen en los otros. El narrador tiene en cada caso un propósito diferente.
En las epístolas, Pablo hace frecuente alusión a su conversión, que él atribuye a la gracia y al
poder de Dios. Así, los testimonios más convincentes dan prueba de esta conversión. Así, es
cierto que no sólo se dignó Jesús dirigir la palabra a Saulo, sino que se le apareció. La forma de
Su aparición no nos ha sido descrita, pero es evidente que fue gloriosa. El fariseo se dio cuenta
de que el Crucificado era el Hijo de Dios. Habla que no fue rebelde a aquella «visión celestial»,
expresión que describe una manifestación angélica y sobrenatural. La pretensión de que Pablo
fuera el juguete de una ilusión es algo que carece de todo fundamento. Pero tampoco fue la
sola aparición de Cristo lo que provocó su conversión. Ésta se produjo evidentemente gracias a
la obra del Espíritu en el corazón de Saulo, hecho por ello capaz de comprender y aceptar la
verdad, que le había sido revelada. En fin, Dios se sirvió de Ananías para poner al nuevo
convertido en relación con la naciente iglesia. Las diversas teorías racionalistas que intentan
explicar la conversión de Saulo sin tener en cuenta la intervención personal y sobrenatural de
Cristo, esquivan el testimonio del apóstol. Él declara que, hasta el momento mismo de su
conversión, consideraba que era su deber perseguir a los cristianos para ser leal al judaísmo. Él
afirma que su conversión se debió al poder y a la gracia soberana de Dios, que sin saberlo el
mismo Saulo, lo había preparado para su tarea futura. Su condición de ciudadano romano, la
educación rabínica que había recibido, y sus dotes intelectuales, hacían de él un instrumento
calificado. Se cree, con razón, que Saulo, a pesar de su celo, no había hallado en el judaísmo la
paz que su alma necesitaba. Lo repentino de su conversión debió hacerle consciente de que la
salvación se debe totalmente a la gracia de Dios manifestada en Cristo. Su misma experiencia
religiosa contribuyó a hacer de él el gran intérprete del Evangelio, a proclamar que sólo por la
fe personal en la obra expiatoria de Cristo justifica Dios al pecador.

INICIO DE SU VIDA CRISTIANA

Desde su conversión, Saulo empezó a anunciar el Evangelio. Su carácter enérgico le llevaba a


ello, así como la revelación de los propósitos de Dios, que lo llamaba al apostolado. Predicó a
Cristo en las sinagogas de Damasco. Los judíos de la ciudad, apoyados por el gobernador,
decidieron eliminar a Saulo. Los discípulos le salvaron la vida bajándolo de noche por el muro
dentro de una canasta. En lugar de volver a Jerusalén, se dirigió a Arabia, y volvió después a
Damasco. Se desconoce el lugar de Arabia en el que estuvo Pablo, o el tiempo que se quedó, o
lo que hiciera allí; lo probable es que se diera a la meditación y a la oración en soledad. Tres
años después de su conversión fue de Damasco a Jerusalén para conocer a Pedro. Estuvo
solamente quince días en Jerusalén, y no vio a ningún otro apóstol, excepto a Jacobo, el
hermano del Señor. Lucas cuenta que Los cristianos de Jerusalén tenían miedo de Pablo, y no
creían que se hubiera convertido en discípulo de Cristo. Cuantos habrán estado orando por su
conversión, y cuando sucedió les costaba creerlo, Pero Bernabé, con la generosidad que le
caracterizaba, presentó a Pablo a los apóstoles, y les relató su conversión y los sufrimientos
que había tenido que sufrir a causa de su cambio radical. El antiguo perseguidor anunciaba
enérgicamente el Evangelio y quería convencer a los judíos helenistas, sus amigos de otros
días, que intentaron darle muerte. Por esta razón, los discípulos enviaron a Pablo a Cesarea,
desde donde se dirigió a Tarso. El Señor se le apareció en el Templo, en Jerusalén, y le reveló
que su apostolado iba a tener lugar entre los paganos. Hay exegetas que han pretendido que
los pasajes de Hechos que relatan esta visita a Jerusalén no concuerdan con los de la Epístola a
los Gálatas. Sin embargo, es fácil ver la armonía de ambos relatos. Es muy probable que Saulo,
queriendo trabajar de acuerdo con los doce, quiso visitar a Pedro, que tenía un lugar
prominente. La desconfianza de los cristianos de Jerusalén con respecto al antiguo fariseo era
bien natural; y el gesto de Bernabé, judío helenista como Pablo, está muy de acuerdo con su
actitud posterior. Por otra parte, dos semanas transcurridas en Jerusalén fueron suficientes
para el desarrollo de los hechos relatados en Hechos. La orden de partir que le dio el Señor a
Saulo confirma la brevedad de esta visita. El pasaje de Lucas, mencionando que Bernabé «lo
trajo a los apóstoles», no contradice en absoluto la afirmación de Gálatas, según la cual Saulo
sólo vio a Pedro y a Santiago. Estas dos personas (el segundo recibe asimismo el nombre de
«columna») representaban en esta ocasión a todo el cuerpo apostólico. Éste es el significado
de la afirmación de Lucas en Hechos. En todo caso, Saulo y los dirigentes de la iglesia en
Jerusalén comprendieron entonces con claridad que Cristo destinaba al nuevo discípulo a ser
el apóstol de los gentiles. No parece que en este momento nadie se preocupara de la actitud
que tomarían los convertidos provenientes del paganismo hacia la Ley de Moisés. Ni tampoco
nadie podía suponer la importancia que tendría la misión de Pablo, pero reconocieron el
mandato que le había sido dado. Conscientes de que su vida peligraba, los enviaron a Tarso.

SAULO EN TARSO Y EN ANTIOQUÍA DE SIRIA

Son escasos los datos acerca del comienzo de este período. Es probable que la estancia de
Saulo en Tarso durara de 6 a 7 años. Es indudable que el nuevo testigo llevó a cabo una obra
misionera y que fundara las iglesias de Cilicia, mencionadas de manera incidental en Hechos.
15: 41. En Tarso seguramente se encontró frente a diversas corrientes intelectuales; ya se ha
mencionado que la ciudad era un foco de la filosofía estoica. El encuentro del apóstol con los
epicúreos y los estoicos en Atenas da evidencia de que conocía bien los sistemas de ambos.
Anunciando el evangelio en Tarso, es indudable que Pablo se atendría a lo que el Señor le
había mostrado acerca del carácter de su ministerio. Algunos cristianos de origen judío-
helenista, que habían sido ahuyentados de Jerusalén por la persecución que siguió al martirio
de Esteban, llegaron a Antioquía de Siria, sobre el Orontes, al norte del Líbano. El gobernador
romano de la provincia de Siria vivía entonces en esta ciudad, que había sido anteriormente la
capital del reino de Siria. Antioquía contaba con más de medio millón de habitantes. Una de las
principales ciudades del imperio, y centro comercial con una población muy mezclada, ejercía
una poderosa influencia. Cerca de Palestina, y a las puertas del Asia Menor, y manteniendo
relaciones comerciales y políticas con todo el resto del imperio, esta ciudad constituía una
base desde donde la nueva fe, destinada a separarse del judaísmo, debía partir hacia todo el
mundo. Los cristianos refugiados en Antioquía anunciaron el Evangelio «a los griegos». Hubo
numerosas conversiones. Y así es como nació, en la metrópolis de Siria, una iglesia de
cristianos salidos del paganismo. Cuando la iglesia en Jerusalén lo supo, enviaron a Bernabé a
Antioquía. Con una hermosa grandeza de visión, se dio cuenta de que el Señor estaba
otorgando Su bendición a la iglesia en Antioquía, aunque sus miembros no estuvieran
circuncidados. Después, discerniendo indudablemente que el propósito de Dios era que Pablo
fuera a Antioquía, fue a Tarso a buscar al antiguo perseguidor, y lo llevó a la capital, donde
trabajó un año con él. Es en Antioquía donde los discípulos recibieron por vez primera el
nombre de «cristianos», lo que demuestra el carácter no judío de esta comunidad. La aparición
de una comunidad compuesta de cristianos surgidos del paganismo marca una gran etapa en
la historia de la Iglesia. Éste sería el punto de partida de las misiones de Pablo al mundo
pagano.

Un profeta de Jerusalén, Agabo, predijo a la asamblea que habría un período de hambre. Los
hermanos de Antioquía decidieron ayudar a los cristianos de Judea. Este testimonio de
solidaridad demuestra que estos gentiles se sentían obligados hacia los que les habían
transmitido la nueva fe. Su gesto revela asimismo que el Evangelio destruyó ya en su comienzo
las barreras de razas y de clases. Bernabé y Saulo llevaron a los ancianos de la iglesia en
Jerusalén los dones de los cristianos de Antioquía para los de Judea. Esta visita de Saulo a
Jerusalén se sitúa probablemente alrededor del año 44 d.C., o algo después. La carta a los
gálatas no la menciona, indudablemente porque Pablo no se encontró entonces con ninguno
de los apóstoles. Hay exegetas que han tratado de identificar esta visita con la referida en
Gálatas, pero es evidente que en Gálatas se refiere a otro viaje, posterior a la discusión acerca
de la circuncisión de los gentiles. Y Lucas sitúa el inicio de esta controversia en una época
posterior al año 44. Pablo, escribiendo a los gálatas, sumariza las ocasiones en las que
presentó su evangelio ante los apóstoles que habían sido antes que él, y que lo aprobaron.
Según Lucas, Pablo sólo se encontró en esta ocasión con los ancianos de la iglesia de Jerusalén,
y se limitó a entregarles los fondos. El argumento de Pablo en Gálatas. No exige la mención de
una simple visita de caridad. Él y Bernabé se volvieron a Antioquía junto con Juan, de
sobrenombre Marcos.

LA EXPANSIÓN DEL EVANGELIO EN LOS TIEMPOS DE


PABLO

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
SAN MATEO 28: 19 al 20.

El punto de partida de las misiones cristianas es, por supuesto, la Iglesia neotestamentaria. Los
discípulos que habían huido asustados y dudosos durante las horas de angustia del Maestro en
la cruz, recibieron el poder del Espíritu Santo el día de Pentecostés, y así nació el movimiento
misionero cristiano. El documento más detallado y preciso de este esfuerzo misionero es el
libro de los Hechos, en el cual sobresale el apóstol Pablo, y también desempeñan un papel
preponderante, entre otros: Pedro, Bernabé, Silas, Juan Marcos, Felipe y Apolos. Fuera de las
Escrituras, se sabe poco de esta primera generación de cristianos, excepto por los relatos de la
tradición, algunos de los cuales declaran que los propios discípulos de Jesús llevaron el
evangelio a otras tierras. Se dice que Mateo fue a Etiopía, Andrés a Escitia, Bartolomé a la India
y Arabia, y Tomás también a la India.

La más plausible de estas primeras tradiciones parece ser la que rodea al apóstol Tomás.
Cuenta el relato que Tomás desobedeció el llamamiento del Señor para llevar el evangelio al
Oriente, rebeldía que le costó el ser llevado como esclavo a la India, donde estuvo a cargo de la
construcción de un palacio para el rey Gundaforus. Mientras estaba al servicio del rey, Tomás
se pasaba el tiempo predicando el evangelio en vez de edificando el palacio, ofensa que le hizo
pasar un tiempo en la cárcel. Al fin Tomás tuvo la oportunidad de compartir su fe con el rey,
quien creyó y fue bautizado. Aunque muchos de los detalles de la historia parecen fantásticos,
el bosquejo básico puede tener cierto elemento de verdad. Un grupo de "cristianos de Tomás"
del sudoeste de la India todavía tiene servicios religiosos en una antigua iglesia que, se dice,
fue fundada por Tomás. Las excavaciones arqueológicas ya han establecido que en realidad
hubo un rey Gundobar que reinó en la India durante el siglo primero. Y así como muchos
salieron por el mundo llevando las buenas nuevas de Jesucristo, en obediencia al maestro. Así
también pablo siendo guiado por el Espíritu Santo en la misión del evangelismo. Salió en
sociedad con otros hermanos a llevar el evangelio al mundo conocido.

Aun los peores críticos de los cristianos reconocían su ferviente celo evangelístico. Uno de ellos
fue Celso, de cuya pluma salieron algunos de los ataques más duros contra el cristianismo de
esa época. Esta es su descripción de los cristianos, aunque no completamente precisa:

“Se proponen convencer sólo a las personas indignas y despreciables, los idiotas, esclavos,
mujeres pobres y niños. Se comportan como montañeses y pordioseros; no se atreven a
dirigirse a un auditorio de hombres inteligentes... pero si ven un grupo de jóvenes, o
esclavos, o gente rústica, allí se meten y tratan de ganar la admiración de la turba. Lo mismo
pasa en las casas particulares. Allí vemos cardadores de lana, zapateros, lavanderos, gente
muy ignorante y sin educación.”

A pesar de la importancia del testimonio mencionado antes, el testimonio silencioso de la


caridad cristiana puede haber tenido un impacto mayor en el evangelismo. Se conocía a los
cristianos por su amor e interés por otros, y los testimonios más expresivos no venían de los
cristianos mismos sino de los críticos del cristianismo.

EL AMOR CRISTIANO

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la
familia de la fe.” GÁLATAS 6: 9 y 10.

El emperador Juliano se preocupaba porque los miembros de su propia religión no parecieran


menos buenos que los cristianos, a quienes él llamaba "ateos":
El diría:

“El ateísmo ha progresado en especial por el servicio cariñoso dado a los extraños, y por el
cuidado de ellos en el entierro de los muertos. Es un escándalo que no haya un solo judío que
sea pordiosero, y que los galileos, que no tienen dios, cuidan no sólo de sus propios pobres
sino de los nuestros también; mientras que los que nos pertenecen acuden en vano a
nosotros en busca del auxilio que debíamos prestarles.”

El testimonio que los primeros cristianos mostraban en la vida también se veía en su muerte.
Hasta el siglo cuarto, cuando el emperador Constantino hizo confesión pública de su
cristianismo, la persecución era una amenaza real para los cristianos que confesaban
abiertamente su fe.

EL PRIMER VIAJE MISIONERO

Afortunadamente los primeros años de labor misionera, aunque con la persecución que los
judíos hacían hacia ellos, las circunstancias eran casi ideales para comunicar su fe. En
comparación con futuros misioneros que tendrían que enfrentarse a situaciones casi
imposibles, por las persecuciones encarnizadas que se produjeron a la iglesia, sucediendo el
martirio de muchos hermanos. Estos primeros evangelistas trabajaron dentro de un sistema
donde Había mucha facilidad de movimiento dentro del Imperio Romano. Las buenas
carreteras romanas invitaban a la gente a viajar, y la paz que prevalecía hacia que los viajes
fueran aún más placenteros. Además, a diferencia de la mayoría de los misioneros de siglos
futuros, los primeros evangelistas no tenían que someterse a años de preparación en idiomas
extranjeros, pues el griego y el latín eran los idiomas del imperio, y los creyentes pudieron por
un tiempo comunicar el evangelio con libertad dondequiera que fueran.

En estas circunstancias fueron Enviados por la Iglesia antioquena, Bernabé y Pablo; partiendo
en el primer viaje misional, acompañados por Juan Marcos, sobrino de Bernabé que oficiaba
de auxiliar. Del relato surge que Bernabé habría dirigido la misión en sus inicios. Zarparon de
Seleucia, puerto de Antioquía ubicado a 25 km de la ciudad, hacia la isla de Chipre, patria de
Bernabé. Atravesaron la isla desde Salamina en la costa oriental de Chipre, hasta Pafos en la
costa occidental.

En Pafos, Pablo logró un converso ilustre en la persona del procónsul romano Sergio Paulo. En
su séquito se hallaba el mago Elimas, que procuró apartar al procónsul de la fe. Pablo lo llamó
«repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia», y dejó a
Elimas ciego. Viendo lo ocurrido, el procónsul creyó. Desde Pafos los misioneros navegaron
hacia Perge, en la región de Panfilia, en la costa sur del Asia Menor central. Es aquí donde el
relato de los Hechos de los Apóstoles comienza a llamar a Saulo con su nombre romano Pablo,
quien en adelante encabeza la misión. En esta etapa los dejó Juan Marcos para regresar a
Jerusalén, con gran disgusto de Pablo como se indica más adelante.
Pablo y Bernabé continuaron viaje tierra adentro, hacia la Anatolia centro-meridional, tocando
las ciudades del sur de Galacia: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. La norma constante
en Pablo, tal como la presenta los Hechos, era la de predicar primero a los judíos a quienes
suponía más preparados para recibir el mensaje. El relato de los Hechos muestra también la
oposición activa que hacían «los de su raza» al anuncio evangélico. Ante la resistencia abierta
que le opusieron manifestó su intención de dirigirse en adelante a los gentiles. Los paganos
comenzaron a acogerlo gozosamente. Pablo y Bernabé deshicieron el camino desde Derbe, por
Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, hasta Perge; embarcaron en Atalía con dirección a
Antioquía de Siria, donde Pablo pasó algún tiempo con los cristianos.

Si bien las epístolas auténticas de Pablo no brindan ninguna información sobre este primer
viaje, mencionan en cambio que predicó a los gentiles con antelación al concilio de Jerusalén y
que sufrió una lapidación, la cual tendría correspondencia con la que padeció en Listra, según
los Hechos.

CONCILIO DE JERUSALÉN

Después de la primera misión paulina y durante la breve estadía del Apóstol en Antioquía,
arribaron algunos judaizantes, cuya prédica señalaba la necesidad de la circuncisión para
salvarse, por lo que desencadenaron un conflicto no menor con Pablo y Bernabé. La Iglesia de
Antioquía envió a Pablo, Bernabé y algunos otros (entre ellos Tito) a Jerusalén donde era la
iglesia central del cristianismo, para consultar a los apóstoles y ancianos.

pero el hecho de ser llamados a dar cuentas de sus actos no solo le pasó al apóstol Pablo, sino
también como se ve en hechos 11, al apóstol Pedro, al dar cuenta el por qué entro a la casa de
un gentil como Cornelio ya que los judíos no podían entrar en la casa de gentiles. Así que ser
Apóstoles no les eximia de dar cuenta de sus actos a los ancianos de Jerusalén que eran los
que dirigían la iglesia. Por eso también se ve que después de los viajes misioneros era la
costumbre de Pablo dirigirse a ese lugar. Quizá para informar personalmente del avance de la
obra.

Según las palabras del propio Pablo, ésta sería su segunda visita a Jerusalén después de su
conversión («una vez más en catorce años»). Este acontecimiento se data tradicionalmente del
año 49, en tanto que las posturas revisionistas varían en la datación, entre los años 47 y 51.
Según Thiessen, este conflicto activó en Pablo su propia conversión, llevándola a debate
público como argumento para instruir acerca del riesgo que implicaba admitir la circuncisión.

Si bien con algunos matices, este hecho aparece tanto en la Epístola a los gálatas como en el
libro de los Hechos, y dio lugar a un conciliábulo conocido como el Concilio de Jerusalén, en el
que triunfó la postura de Pablo sobre no imponer el ritual judío de la circuncisión a los
conversos gentiles.
La decisión adoptada en el concilio implicó un avance en la liberación del cristianismo primitivo
de sus raíces judías para abrirse al apostolado universal. La cuestión resuelta allí parece haber
sido puntual, aunque con implicaciones doctrinales que excederían el problema planteado. En
efecto, Pablo denunciaría más tarde la inutilidad de las prácticas de culto propias del judaísmo,
que incluían no solo la circuncisión sino además las observancias, para desembocar finalmente
en la concepción de que no es el hombre el que logra su propia justificación como resultado de
la observancia de la Ley divina, sino que es el sacrificio de Cristo el que lo justifica
gratuitamente, es decir, que la salvación es un don gratuito de Dios.

CONTROVERSIA EN ANTIOQUÍA

Tras el concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé retornaron a Antioquía donde tendría lugar una
disputa de importancia. Según Gálatas 2: 12 al 14, habiendo Simón Pedro comido con los
gentiles, abandonó esta práctica ante la llegada de hombres de Santiago que presentaron
objeciones a esa praxis.

Pablo reconocía la posición de Pedro, a quien consideraba uno de los pilares de la Iglesia de
Jerusalén, pero se sintió obligado a protestar y «le resistió en el rostro». Le advirtió a Pedro
que estaba violando sus propios principios y que no caminaba rectamente de acuerdo con la
verdad del evangelio. No se trataba, pues, de una mera diferencia de opinión. Pablo veía en la
actitud de Pedro una recaída en el legalismo, que volvía la espalda al evangelio y a lo acordado
anteriormente en Jerusalén, minimizando la importancia de la fe en Cristo como superior a la
ley.

Es dudoso el resultado final de este incidente respecto de la prevalencia de una opinión u


otra. En cualquier caso, el conflicto tuvo consecuencias. Según la Epístola a los gálatas,
Bernabé también tomó posición a favor de los hombres de Santiago, y esta podría ser una
razón adicional, de la separación de Pablo y Bernabé, en el 2º viaje. Aparte de que Pablo ya no
deseaba llevar a Juan Marcos, el sobrino de Bernabé; por haberlos abandonado en el primer
viaje.

SEGUNDO VIAJE MISIONERO

Otro factor que preparó el camino para un testimonio cristiano público fue la existencia de las
sinagogas. El libro de los Hechos menciona una y otra vez las predicaciones en las sinagogas
judías, que eran como foros públicos. Esto permitió la diseminación de las ideas cristianas
durante más de una generación después de la muerte de Cristo. Aunque la persecución era
una realidad siempre presente, la sociedad romana permitía los debates públicos. La gente
estaba dispuesta a recibir ideas nuevas y deseaba algo más que la religión mitológica,
impersonal e ineficaz de los dioses paganos.

El cristianismo penetró el mundo romano por cinco avenidas principales:

1º La predicación y enseñanza de los evangelistas,

2º El testimonio personal de los creyentes,

3º Las obras de caridad y bondad,

4º La fe demostrada en la persecución y la muerte,

5º Y el razonamiento intelectual de los primeros apologistas.

En el segundo viaje misionero Pablo se hizo acompañar por Silas. Partieron de Antioquía y,
atravesando las tierras de Siria y Cilicia, alcanzaron Derbe y Listra, ciudades del sur de Galacia.
En Listra se les unió Timoteo. Luego, a través de Frigia, se encaminó hacia el norte de Galacia,
donde fundó nuevas comunidades. Por la Epístola a los gálatas se sabe que Pablo enfermó
mientras atravesaba Galacia y que, durante esa estadía no planificada, gracias a su predicación
surgieron allí las comunidades gálatas. No pudiendo proseguir hacia Bitinia, partió de Galacia
hacia Misia y Tróade, donde se presume se le unió Lucas.

Decidió ir a Europa, y en Macedonia fundó la primera Iglesia cristiana europea: la comunidad


de Filipos. Después de sufrir azotes con varas y prisión a manos de pretores romanos en
Filipos, Pablo pasó a Tesalónica donde tuvo una corta estadía destinada a la evangelización,
matizada por sus controversias con los judíos.

La hostilidad de Tesalónica parece haber torcido la idea inicial de Pablo que sería la de dirigirse
a Roma, capital del Imperio. Así lo indicaría el hecho de que Pablo transitó la reconocida Vía
Egnatia hasta que luego de Tesalónica, cambió el rumbo para adentrarse más en Grecia. En
efecto, la estancia en Tesalónica finalizó con la huida de Pablo a Berea y su posterior viaje a
Atenas, donde intentó infructuosamente atrapar la atención de los atenienses, famosos por su
avidez de novedades, con un discurso en el Areópago sobre el evangelio de Jesús resucitado.
De allí se dirigió a Corinto, donde permaneció durante un año y medio, acogido por Aquila y
Priscila, un matrimonio judeocristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto del
emperador Claudio, y que se convertirían en amigos entrañables de Pablo. Durante su estadía
en Éfeso, Pablo fue conducido ante el tribunal de Galión, procónsul de Acaya. Se trata de Lucio
Junio Galión Éneo, hermano mayor del filósofo Séneca, cuyo mandato se menciona en la
llamada inscripción de Delfos, una evidencia epigráfica que originalmente se hallaba en el
templo de Apolo, descubierta en Delfos (Grecia) en el año 1905. Desde el punto de vista
histórico, esta prueba es considerada clave y segura, y permite datar de los años 50 a 51 la
presencia de Pablo en Corinto. En el año 51, Pablo redactó la Primera epístola a los
tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo Testamento. Al año siguiente volvió a
Antioquía.
TERCER VIAJE MISIONERO

El tercer viaje de Pablo fue sin dudas complejo, y enmarcó su misión más sufrida, por varias
razones. Esta etapa incluyó la experiencia de una muy fuerte oposición («fieras», «muchos
adversarios»,) y de tribulaciones (con probable prisión) que llegaron a «abrumar» al Apóstol,
además de verse jalonada por las crisis que sacudieron las comunidades de Galacia y de
Corinto y que motivaron la intervención de Pablo y de su equipo, a través de sendas epístolas
suyas y de visitas personales. Sin embargo, a la postre fue una de las misiones más fecundas.
Tradicionalmente esta etapa se data de los años 54 a 57, en tanto que las posturas
revisionistas tienden a ubicarla entre los años 51 y 54. En esa etapa de su vida, Pablo escribió
buena parte de su obra epistolar.

Desde Antioquía, Pablo pasó por el norte de Galacia y Frigia «para confirmar a todos los
discípulos» que había allí y siguió hasta Éfeso, capital de Asia Menor, donde fijó su nueva sede
de misión, y desde donde evangelizó toda el área de influencia acompañado por el equipo que
dirigía.

Primero se dirigió a los judíos en la sinagoga, pero como luego de tres meses seguían
manifestándose incrédulos, comenzó a impartir sus enseñanzas en la «escuela de Tirano». No
se dispone de más información sobre esta «escuela». Sin embargo, esta breve noticia se
considera verídica, aún por parte de quienes asumen una actitud de desconfianza ante el libro
de los Hechos de los Apóstoles. Algunos conjeturan que se trataría de una escuela de retórica
que alquilaba el local a Pablo en las horas libres. El texto occidental (códice de Beza) indica que
Pablo enseñaba allí desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde («desde la hora quinta
hasta la décima»). Si esta noticia es cierta, podría tratarse de una forma temprana de
discipulado, efectuada de modo regular. Pero según Vidal, es posible que la enseñanza diaria
de Pablo en «la escuela de Tirano» apuntara a una especie de escuela teológica paulina en esa
ciudad, lugar de estudio de temas relacionados con la interpretación de la Escritura.

Poco después de llegar a Éfeso, Pablo habría escrito su carta a las iglesias de Galacia, motivada
por las pretensiones de unos misioneros judaizantes opositores del Apóstol, que exigían la
circuncisión a los cristianos gálatas de origen gentil. Tanto la carta, un manifiesto de la libertad
cristiana para oponerse a la tentativa de judaización de aquellas Iglesias, como su portador
Tito, tuvieron éxito al lograr la conservación de la identidad paulina de las comunidades de
Galacia.

También en esta etapa llegaron a oídos de Pablo noticias sobre graves problemas surgidos en
la Iglesia de Corinto; formación de facciones dentro de la comunidad, animadversión contra el
propio Pablo, escándalos, y problemas doctrinales diversos, de todo lo cual se tiene noticias
únicamente por sus cartas. Pablo les escribió por lo menos cuatro epístolas. (Según Vidal
García, hasta seis). De ellas se conservaron hasta hoy las dos conocidas, probables resultantes
de la fusión por parte de un recopilador, quizá a fines del siglo 1, de los originales
fragmentados de cuatro. Las primeras dos cartas, hoy probablemente fusionadas en la que
conocemos como Primera epístola a los corintios, constituyeron serias advertencias a esa
comunidad contra las dramáticas divisiones dentro de la misma, al igual que contra algunos
casos escandalosos, como el de la unión conyugal incestuosa y la práctica de la prostitución.
Los problemas con esta comunidad continuaron, fomentados por unos misioneros enfrentados
con el equipo paulino. Esto dio ocasión a la tercera carta, representada hoy por el fragmento
de 2ª de Corintios 2: 14 al 7: 4. Entre la tercera y la cuarta carta, Pablo se dirigió a Corinto en la
que constituyó una visita dolorosa: se encontró con una Iglesia levantada contra él, que incluso
lo agravió públicamente. A su vuelta a Éfeso, Pablo escribió la cuarta carta a la comunidad
corintia (2ª de Corintios 10: 1 al 13:13), conocida como la Carta de las lágrimas. No se trataba
solo de un mensaje apologético de defensa frente a sus adversarios, sino que estaba cargado
de emotividad.

Se considera segura la estadía de Pablo en Éfeso durante 2 o 3 años. Entre los sucesos
narrados por los Hechos se cuentan el enfrentamiento de Pablo con los siete hijos exorcistas
de un sacerdote judío y la llamada «revuelta de los plateros», una sublevación hostil
provocada por un tal Demetrio y secundada por otros orfebres consagrados a la diosa
Artemisa. La prédica de Pablo habría irritado a Demetrio, quien fabricaba pequeños santuarios
de plata copiando el de Artemis de Éfeso, con no pocas ganancias para él.

«Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el bienestar; pero estáis viendo y
oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta
a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no
solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el
templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza
aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra».

Palabras de Demetrio, Hechos de los Apóstoles 19: 25 al 27.

El tono del relato de los Hechos y el cuadro que describe es diferente del de las epístolas
paulinas, por lo cual algunos estudiosos no están seguros de su historicidad. En cambio otros,
aun señalando la ausencia de estas noticias en los escritos de Pablo, encuentran en sus cartas
posibles alusiones a la tumultuosa estancia del Apóstol en Éfeso. Las dificultades que Pablo
habría padecido en Éfeso sugieren que el Apóstol podría haber sufrido prisión allí. Esta
posibilidad es importante no solo como hecho biográfico, sino además a la hora de datar el
tiempo y lugar en que Pablo escribió su Epístola a los filipenses y la Epístola a Filemón, cuyas
redacciones en el decir del propio Apóstol tuvieron lugar mientras estaba prisionero.

No se puede aseverar si, luego de su estancia en Éfeso, Pablo marchó inmediatamente a


Corinto o pasó de Macedonia al Ilírico, por vez primera, para girar una breve visita de
evangelización. En cualquier caso, Pablo llegó a Corinto, en la que probablemente sería su
tercera visita a aquella ciudad. Permaneció tres meses en Acaya.

En aquella época Pablo escribió la Epístola a los romanos, datada de los años 55 a 58. Esta
carta es el testimonio más antiguo de la existencia de la comunidad cristiana de Roma, y su
nivel de importancia es tal que Bornkamm llega a referirse a ella como «el testamento de
Pablo». Pablo señala entonces su proyecto de visitar Roma y desde allí marchar a España y el
Occidente.
Entre tanto, Pablo venía pensando en regresar a Jerusalén. En ese tiempo procuró que sus
iglesias gentiles realizaran una colecta para los pobres de Jerusalén. Cuando ya había decidido
embarcarse en Corinto con rumbo a Siria, algunos judíos tramaron contra él una conjura y
Pablo resolvió regresar por tierra, a través de Macedonia. Acompañado por algunos discípulos
de Berea, Tesalónica, Derbe y Efeso, Pablo se embarcó en Filipos hacia Tróade, pasando luego
por Aso y Mitilene. Bordeando la costa de Asia Menor, navegó desde la isla de Quíos a la isla
de Samos y luego a Mileto, donde pronunció un importante discurso a los ancianos de la
Iglesia de Efeso convocados allí. Luego navegó hasta la isla de Cos, Rodas, Patara de Licia, Tiro
de Fenicia, Tolemaida y Cesarea Marítima. Por tierra llegó a Jerusalén, donde habría logrado
entregar la colecta que tan arduamente había reunido.

Se sabe por la Epístola a los romanos 15 que Pablo veía con cierta preocupación su retorno a
Jerusalén, tanto por la posibilidad de ser perseguido por los judíos como por la reacción que
pudiera tener la comunidad de Jerusalén hacia su persona y hacia la colecta realizada por las
comunidades que él había fundado. Llamativamente, los Hechos de los Apóstoles no comentan
la entrega de la colecta, lo que podría ser indicio de un final conflictivo en el cual Pablo no
alcanzó a disolver los recelos que aún perduraban en la comunidad de Jerusalén respecto de
su predicación.

ARRESTO EN JERUSALÉN

"Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles;" EFESIOS 3: 1.

La última etapa de la vida de Pablo, que abarca desde su apresamiento en Jerusalén hasta su
presencia en Roma, tiene como fuente fundamental el relato de Hechos de los Apóstoles,
aunque el autor de Hechos no trata el deceso del Apóstol.

Santiago aconsejó a Pablo que su comportamiento durante su estadía en Jerusalén fuera el de


un judío piadoso y practicante y Pablo aceptó, todo lo cual se considera digno de crédito.
Cuando el período ritual de setenta días estaba por cumplirse, algunos judíos procedentes de
la provincia de Asia vieron a Pablo en los recintos del Templo y le acusaron de patrocinar una
violación de la Ley y de haber profanado la santidad del Templo introduciendo en él a unos
griegos. Intentaron matarlo en una revuelta, de la que fue sustraído mediante el arresto por
parte del tribuno de la cohorte romana con asiento en la Fortaleza Antonia. Conducido ante el
Sanedrín, Pablo se defendió y terminó por suscitar una disputa entre los fariseos y los
saduceos, ya que éstos últimos no creían en la resurrección mientras que los fariseos sí.
Seguidamente, los judíos se habrían confabulado para matar a Pablo, pero el tribuno lo envió
al procurador de la provincia de Judea, Marco Antonio Félix, que residía en Cesarea Marítima,
ante quien volvió a defenderse. El procurador postergó el juicio y dejó a Pablo en prisión
durante dos años. El caso fue revisado solo después de la llegada del siguiente procurador,
Porcio Festo. Por haber apelado al César, Pablo fue enviado a Roma. La cronología más
tradicional de la vida de Pablo ubicaba la redacción de la Epístola a los filipenses y de la
Epístola a Filemón en este período de cautividad de Pablo en Cesarea Marítima, o
posteriormente en su prisión en Roma.

EL VIAJE A ROMA

Del azaroso viaje de Pablo a Roma en calidad de prisionero se puede obtener algunos datos
fidedignos, que incluyen la prolongada duración de la travesía, el acompañamiento de que fue
objeto, y una detención obligada en la isla de Malta, que pudo extenderse durante tres meses.

El libro de los Hechos de los Apóstoles otorgó a la llegada de Pablo a Roma una importancia
adicional al mero carácter histórico: para él significaba el cumplimiento de lo que consideraba
ya previsto por Jesús en el comienzo del mismo libro respecto de que el Evangelio sería llevado
a todas las naciones. Algunos estudiosos señalan además cierta ironía apologética en la forma
en que el libro de los Hechos de los Apóstoles describe la llegada de Pablo a Roma: no por libre
voluntad, como se lo había propuesto una década antes sin lograrlo, sino como prisionero
sujeto al César, con lo que los romanos se convirtieron en agentes indirectos del afianzamiento
del evangelio en el centro mismo de su Imperio. La cautividad de Pablo en Roma, considerada
un hecho fidedigno, habría tenido una duración de dos años, tiempo en que el Apóstol no vivió
encarcelado sino en custodia lo que, sin embargo, acotó sus libertades.

Y así como se ve el celo por la labor misionera del apóstol Pablo, y de sus más cercanos
ayudantes en el ministerio, padeciendo toda suerte de circunstancias adversas para lograr su
fin, que era la salvación de las almas, al llevarlas al conocimiento de Jesucristo. Ese celo, por
expandir la buena nueva, se describe en lo que escribió Pablo, a los romanos, que dice: ¿Cómo,
pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

Y así con ese fervor, Según documentos de esa época, los cristianos de los primeros siglos
tenían muchos deseos de compartir su fe con otros. Cuando las sinagogas les cerraron las
puertas, la enseñanza y la predicación se realizaban en casas particulares, por lo regular bajo la
dirección de ministros laicos itinerantes. Eusebio de Cesárea, el historiador de la Iglesia
primitiva, nos cuenta de la dedicación de algunos de estos evangelistas itinerantes de
principios del siglo segundo:

En aquella época muchos cristianos sentían sus almas inspiradas por la Santa Palabra, y
estaban llenos de un deseo apasionado por la perfección. Su primera obra, en obediencia a las
instrucciones del Salvador, era vender sus bienes y distribuirlos a los pobres. Después dejaban
sus hogares y se disponían a realizar la obra de evangelistas. Era su mayor ambición la
predicación de la Palabra de fe a los que no hubieran tenido noticias de ella todavía, y a
encomendarles el Libro de los evangelios divinos. Se contentaban sencillamente con poner los
fundamentos de la fe entre los pueblos extranjeros. Entonces nombraban pastores, y les
encargaban la responsabilidad de edificar a los que ellos acababan de traer a la fe.
Después seguían hacia otros países con la gracia y la ayuda de Dios. Tal vez de más importancia
que el evangelismo de los predicadores itinerantes era el testimonio dado en la vida diaria de
los creyentes. "En esa época todo cristiano era un misionero escribió Juan Foxe en su clásico
Libro de los mártires. El soldado trataba de reclutar personas para las huestes celestiales; el
prisionero buscaba la manera de ganar al carcelero para Cristo; la esclava susurraba el
evangelio al oído de su ama; la joven esposa le rogaba a su cónyuge que se bautizara para que
sus almas no se separaran después de la muerte; todos los que habían conocido el gozo de
creer trataban de traer a otros a la fe."

PERSONALIDAD, OBRA Y TEOLOGÍA DE PABLO

"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí." GÁLATAS 2: 20

En el libro de los Hechos y en las epístolas de Pablo se revela su carácter y el inmenso valor de
su obra. Es difícil retratar esta naturaleza tan diversa, y cuya conversión no hizo sino acentuar
su ardor religioso. Comprendiendo de un golpe y de una manera total la verdad, extrajo de ella
las lógicas consecuencias. Su corazón quedó igualmente prendido, lo mismo que su
inteligencia, y el fervor de sus sentimientos fue igual al vigor de sus razonamientos. Expone
simultáneamente el aspecto práctico y teórico de la verdad, explicando las doctrinas con una
dialéctica consumada, en tanto que introduce el cristianismo en la vida diaria con una sabia
habilidad. Este hombre sensible, ardoroso, que conocía en ocasiones el éxtasis, no dejó de
profundizar en sus enseñanzas. Capaz de llegar a las más altas cumbres del pensamiento
religioso, es sin embargo un hombre de acción. Sometido totalmente al control del Espíritu de
Dios, esta naturaleza intelectual y espiritual, rica, ardiente y pura fue usada por Dios para el
apostolado a los gentiles.

Se esforzó, mediante la acción y la palabra, en hacer comprensible al mundo pagano el


Evangelio de Cristo. El libro de los Hechos nos revela el método de Pablo. Recibió la misión de
presentar a Cristo en un mensaje universal, desligado de los ritos judíos y accesible a todos los
hombres. Pablo no fue el único en ver esta meta, pero contribuyó más que nadie a expandir el
cristianismo por el mundo. Se mantuvo constantemente en dependencia de Cristo, siendo Su
principal obrero. Por otra parte, las epístolas de Pablo contienen la interpretación inspirada
que dio de la doctrina y de la moral de Cristo. Pablo es el mayor de todos los teólogos. Su
teología se desprende de su conversión, por la cual comprendió repentinamente la
incapacidad de sus propios esfuerzos para llegar a la salvación; la dependencia del pecador con
respecto a la gracia soberana de Dios; la perfección de la obra redentora que Jesús, el Hijo de
Dios, ha llevado a cabo por Su muerte y resurrección. Como consecuencia, sólo puede hallarse
la salvación por medio de la fe, uniéndose mediante ella a Cristo. El pecador así justificado,
unido al Señor, participa de todas las bendiciones espirituales y temporales, celestiales y
terrenas, que Cristo le ha conseguido.

Como diría: No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por
demás murió Cristo. GÁLATAS 2: 21.

A partir de este fundamento de la fe, Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, expone todo lo que
concierne a la obra y a la persona de Cristo. La cuestión de la salvación se expone de una
manera completa en las epístolas a los Gálatas y a los romanos. Las epístolas de la cautividad
exaltan al Cristo glorificado y ensalzan el propósito eterno de la gracia de Dios para con la
Iglesia. Además de estos aspectos centrales, las epístolas tocan prácticamente todos los
aspectos de la fe y de los deberes del cristiano. La teología de Pablo tiene como objeto esencial
la gracia, tema inagotable cuyas profundidades sondea el apóstol. Él presentó así al mundo
gentil el Mesías anunciado por los profetas de Israel. Dios suscitó a Pablo para que él
presentara a la humanidad la persona y la obra de su Salvador. Entre los apóstoles, fue
indiscutiblemente el más brillante expositor y teólogo, y el más ardiente misionero. Dejar de
lado la interpretación que Dios nos ha dado por medio de Pablo de las enseñanzas y de la obra
de Jesucristo es exponerse a no comprender el absoluto qué es el cristianismo.

Es en realidad, un hecho asombroso. Hoy nos parece increíble que se funden iglesias con tanta
rapidez y seguridad, como lo hizo Pablo, pues estamos acostumbrados a las dificultades,
incertidumbres, fracasos y recurrencias desastrosas de nuestra propia obra misionera. Muchos
misioneros después de él han logrado una cantidad mayor de conversos; muchos han cubierto
una zona mayor que él, pero nadie ha establecido iglesias como él. Ya hace mucho tiempo que
olvidamos esa posibilidad... Si actualmente alguien se aventura a sugerir que puede haber algo
digno de nuestra cuidadosa atención en los métodos de Pablo, debido a lo cual alcanzó él tales
maravillosos resultados, lo cual deberíamos imitar, tal persona corre el riesgo de que la acusen
de tendencias revolucionarias.

Aunque se conocen en su conjunto los pasos de la vida de Pablo, no siempre es posible asignar
fechas a sus hechos y escritos con una precisión absoluta. Por eso las fechas que ponen los
autores, que escribieron de la vida del apóstol Pablo, no coinciden y se las toma como
aproximadas.

ULTIMA DETENCIÓN Y MARTIRIO

"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre,
o desnudez, o peligro, o espada? ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." ROMANOS 8: 35 y 39.

Una de las cuestiones sobre la que no existe una definición clara es si, luego de esa custodia
domiciliaria de Pablo en Roma, se produjo su liberación seguida de algún otro viaje (por
ejemplo, si llevó adelante su proyecto de viajar a España), antes de ser muerto en la misma
Roma. Favorecen esta hipótesis la Primera epístola de Clemente y el Fragmento Muratoriano.
Un Congreso internacional sobre los últimos años del apóstol de los gentiles tuvo lugar en el
Centro Tarraconense El Seminario entre los días 25 y 29 de junio de 2013, organizado por el
Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Fructuoso (INSAF), y fue ocasión para debatir
nuevamente sobre los últimos años de vida del Apóstol, su eventual consideración como
apóstata judío y su posible condena al exilio en Hispania. Tanto quienes piensan que Pablo
llegó a Tarragona, como los que piensan que nunca llegó, admiten que por el momento no es
posible llegar a una conclusión clara y definitiva sobre el tema, aunque según el profesor de
Nuevo Testamento y decano de la Facultad de Teología de Cataluña Armand Puig i Tàrrech
existen razones para afirmar como «plausible y altamente probable» que Pablo haya realizado
una misión en Tarragona en condiciones penosas debidas a su condición de exiliado.

En cambio, tanto la tradición eclesiástica como los análisis historiográficos y exegéticos


coinciden en señalar que la muerte de Pablo acaeció en Roma bajo el gobierno de Nerón, y
que tuvo un carácter violento.

Según este análisis se puede concluir que El primer cautiverio en Roma acabó probablemente
el año 62 (o 63) d.C. Pablo se habría lanzado enseguida a predicar el Evangelio durante cuatro
años, más o menos. Eusebio sitúa el martirio del apóstol en el año 67 en tanto que Jerónimo
afirma el 68. Se desconocen las circunstancias de su segundo arresto. La segunda epístola a
Timoteo, redactada en Roma poco antes de la muerte de Pablo, contiene algunas breves
alusiones a su encarcelamiento. En el año 64, Nerón desencadenó una persecución contra los
cristianos de la capital, que indudablemente tuvo sus efectos en diversas provincias.

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de
Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois
vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de
Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por
vosotros es glorificado.” 1ª de SAN PEDRO 4: 12 al 14

Como algunos exegetas han supuesto, podría ser que el apóstol hubiera sido denunciado por
uno llamado Alejandro, cuando cuenta en una de sus cartas a Timoteo diciéndole:

Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus


hechos.

Fuera cual fuera el lugar en que fue detenido el apóstol, Pablo iba a comparecer de nuevo
ante el tribunal en Roma. Posibles motivos: nuevo recurso del apóstol al César; inculpación por
pretendidos crímenes cometidos en Italia (quizá de complicidad en el incendio de Roma);
deseo de las autoridades provinciales de recoger prestigio a los ojos de Nerón al enviarle un
preso importante. En la época de escribir su segunda carta a Timoteo, Pablo no tenía consigo
más que a Lucas. Por eso dice Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo,
porque me es útil para el ministerio. Pablo en sus momentos más difícil cuando estaba ya a
punto del sacrificio, Había sido abandonado por ciertos discípulos, diciendo: Ya sabes esto, que
me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes.
Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Otro como
Tíquico había partido para efectuar diversos servicios. El tribunal imperial ante el que Pablo
compareció de nuevo no lo condenó en el acto,

"Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la
predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. 2º de
TIMOTEO 4: 17

Pero lo mantuvo encarcelado. Es posible que el apóstol pudiera probar su inocencia, pero
quedó encarcelado por causa de su fe. Habla de sus cadenas.

"Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,” 2ª de TIMOTEO 1: 8.

Afirma que se le trata como a un malhechor.

"en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; más la palabra de Dios
no está presa.” 2ª de TIMOTEO 2: 9

Y presiente cuál será su fin.

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado
la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la
corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino
también a todos los que aman su venida.” 2ª de TIMOTEO 4: 7 al 8

Pablo, a diferencia de otros misioneros después de él, concentró su obra en estratégicos


centros densamente poblados: ciudades comerciales y de influencia política, desde donde el
evangelio sería llevado con rapidez a las zonas circunvecinas. Además, él alcanzó a personas de
todas las clases sociales, lo cual le dio a la iglesia una base de operaciones más amplia. Y, por
encima de todo, estableció iglesias independientes, no estaciones misioneras. El "no reunió
congregaciones, sino que plantó iglesias", evitando así "un sistema de organización eclesiástica
extraño y complicado".

Los misionólogos han visto que los métodos de Pablo se pueden aplicar también a otras
circunstancias del día de hoy. J. Christy Wilson, en su libro [Los fabricantes modernos de
tiendas], propone que los misioneros deberían considerar las ventajas de ir al extranjero con
profesiones u oficios seculares, y ganar su propio sustento a la vez que llevan a cabo la
evangelización y establecen iglesias, tal como lo hizo Pablo.

En vez de buscar una metodología en Pablo, los misioneros modernos pueden inspirarse en las
pruebas que soportó él, y pueden aprender de sus soluciones para algunos complicados
problemas misioneros. Además de las prisiones y azotes, Pablo sufrió casi toda clase posible de
persecuciones y maltratos.

Pero dejando de lado también cualquier inspiración fuera de Cristo, se tendría que poner
énfasis en lo que movía al apóstol a realizar su obra, que era el estar lleno del Espíritu Santo,
que le daba el amor suficiente, para realizar su obra incansablemente. Por que como el bien lo
dijere: si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo
para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

Reafirmando, decimos que lo importante es hacerlo con amor, pero todo para la gloria de
Dios, ya que si es así, estamos en el camino que caminó Pablo:

“Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia
por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.” 2ª de
CORINTIOS 4: 15.

Este bosquejo de la vida de Pablo se basa en los Hechos y en las epístolas, pero es evidente
que no se ha relatado todo. Hay textos que dejan entrever varios otros episodios de la azarosa
vida de Pablo.

“De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido
azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día
he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros
de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad,
peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y
fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y
además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las
iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me
indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad. El Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.” 2º de
CORINTIOS 11: 24 al 31

Es difícil exagerar la importancia del apóstol Pablo al fijar una norma para alcanzar a los
perdidos. Hasta cierto punto, el éxito o el fracaso de la obra misionera llevada a cabo después
de él se puede atribuir en parte a la imitación de su ejemplo o a la desviación de las normas
generales establecidas por él.

Como muchos de los heroicos evangelistas cristianos que lo siguieron, Pablo tuvo un fin
violento. Según la tradición, fue martirizado en el año 64 d.C. o un poco más tarde (67 o 68)
Con todo, el mandato de Nerón se extendió entre los años 54 y 68. Su muerte sucedió durante
la odiosa persecución del emperador Nerón. En ese tiempo de violenta persecución a la iglesia,
padeció también Pedro y muchos otros cristianos, ya que la profesión de fe cristiana era
suficiente para ello.

En esos tiempos ningún cristiano podía sentirse del todo libre de la retribución oficial.
Habiendo comenzado con la lapidación de Esteban, los seguidores de Cristo confrontaban la
cruda realidad de que podrían correr la misma suerte, lo cual hacía que los cristianos "de
nombre" se retiraran de sus filas. El fuego de la persecución purificaba la iglesia, y el valor
demostrado por las víctimas inocentes era algo que los incrédulos no podían pasar por alto.
Hay muchos "casos auténticos de conversiones de paganos en el momento de presenciar la
condena y muerte de los cristianos", factor que apoya la afirmación de Tertuliano, apologista
del segundo siglo, de que "la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia".
En tanto que la persecución y el martirio trajeron muchos incrédulos al cristianismo por la
impresión emotiva.

Así como muchos mártires, con el ejemplo que él dio en su muerte, Pablo inspiró a las
generaciones futuras a no estimar su vida preciosa para sí mismas, pues si sufrían con Cristo,
también reinarían con El.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o


persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados
como ovejas de matadero. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir
es ganancia.

Pablo el Apóstol

Por la gracia de Dios, El texto de esta biografía pudo ser


compilado por su servidor JCCD de este canal YouTube
foreverkalin777:
https://www.youtube.com/channel/UCXqfh7RlHD7lwZz_nQ_59NA

Usando las siguientes fuentes bibliográficas:

Hasta lo Último de la tierra - RUTH A. TUCKER

https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_de_Tarso

http://impactoevangelistico.net/noticia/5987-el-elegido

https://rsanzcarrera2.wordpress.com/2008/08/28/la-ciudad-de-tarso/

http://www.encinardemamre.com/diccionario/p.html

Algunos pequeños párrafos son nuestros, se usó la Santa Biblia Reina Valera 1960.

A los que estén interesados, en ofrecer su vida al Señor en las misiones, visiten esta página:

http://misionessim.org/

Canal YouTube:

https://www.youtube.com/user/VamosSIM

Dios los bendiga, ¡Cristo Viene Ya!

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