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Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos - CEFyT


Filosofía y su Didáctica I
Profesora: María Belén Elia
Estudiante: Ramiro Luis Cuello

Enseñar filosofía. De la pregunta filosófica a la propuesta metodológica. –


Alejandro A. Cerletti
 ¿Qué se enseña en la filosofía?

La enseñanza de la filosofía consistiría básicamente en trasladar, de alguna “forma”, parte de los


saberes canonizados del campo filosófico hacia el mundo profano de los alumnos. Las
características que puede adoptar esa “forma” conforman lo que comúnmente se ha llamado la
“metodología” de la enseñanza de la filosofía.

Si examinamos con detenimiento el asunto “enseñar filosofía”, podremos distinguir tres


cuestiones problemáticas: 1) La delimitación de un campo teórico y textual (la filosofía); 2) El
reconocimiento de una actividad o una práctica singular (el filosofar); 3) La posibilidad de
introducir a otro en ese campo teórico y textual, y de iniciarlo en esa práctica (enseñar filosofía / a
filosofar).

Se complica la enseñanza porque sabemos que deberemos estar preparados para afrontar algunas
preguntas que inexorablemente llegarán: “¿Qué es la filosofía?”, “¿para qué sirve?”, “¿Qué hacen
los filósofos?”. Después de algún tiempo, uno ha ingeniado algunas estrategias de respuestas. Hay
diversas posibilidades de resolver el problema, pero lo cierto es que la situación no deja de
producir alguna incomodidad. Ahora bien, esta molestia o incomodidad, lejos de ser un
simplemente un problema pedagógico o didáctico, constituye, a mi criterio, algo esencial de la
practica filosófica. Para la filosofía la delimitación de su campo es ya un problema filosófico. Más
aun, cualquiera sea la estrategia que desarrollemos para sortear las preguntas “¿Qué es?”, “¿para
qué sirve?”, etc., nunca pasa desapercibido en nuestros interlocutores que en nuestras respuestas
hay algo de juego malabar, de querer esquivar, en última instancia, una respuesta clara y precisa.
Es decir, siempre quedara algo no satisfecho, no colmado por las respuestas que demos –o que
nos demos- que dará la sensación de que algo ha fallado. Ahora bien, esta incertidumbre,
molestia, insatisfacción o imposibilidad de dar cuenta cabalmente de lo más básico de nuestra
actividad, lejos de ser un obstáculo –o, tal vez, precisamente serlo- constituye al motor mismo del
filosofar. Filósofos, profesores de filosofía, investigadores en filosofía, o como queramos
llamarlos, encarnan dicho desafío porque es lo suyo, aquellos que han elegido, pero ¿Qué pasa
con quien no lo ha hecho, al menos hasta el momento? ¿Qué pasa con aquellos para los cuales la
filosofía es algo ajeno y recién toman contacto con ella?, ¿se puede enseñar, se puede transmitir o
“contagiar” ese interés por problematizar, surgido de una incertidumbre inicial? En última
instancia. ¿Se puede enseñar el deseo de filosofar?
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Lo que se podría comenzar por enseñar es, entonces, esa mirada aguda que no quiere dejar nada
sin revisar, esa actitud radical que permite problematizar los eventuales fundamentos o poner en
duda aquello que se presenta como obvio o naturalizado. El deseo de filosofar, como el deseo de
pensar, es, en última instancia, intransmisible. Y en esto no se puede forzar, como no se puede
obligar a nadie a ser libre.

 ¿Cómo se transmite?

Me interesa retomar el problema filosófico de la enseñanza de la filosofía intentando superar la


contraposición “producción-reproducción”, que condena a la didáctica filosofía a no ser más que
un conjunto de técnicas facilitadoras de la compresión de algunas cuestiones filosóficas.

Tal vez sería más fructífero que preocuparnos en cómo adaptar un saber y una práctica de un nivel
a otro, que nos planteemos si es posible que en la enseñanza de la filosofía en cualquier nivel haya
algo propio de lo filosófico, algo que pueda compartir quien se inicia en la filosofía y el filósofo
experimentado. La pregunta es, entonces: ¿en qué medida se podría ser un poco filósofo, sin
importar el nivel de conocimientos? Esto quiere decir que, bajo ciertas condiciones, cualquiera
podría llegar a filosofar. Es decir, que cualquiera podría hacerse cierto tipo de preguntas
filosóficas e intentar, en alguna medida, responderlas. Obviamente, el grado de profundidad, de
dedicación, de referencia con otros problemas, de encuadre teórico, de erudición, etc., será
seguramente diferente al de un “especialista”. Pero no los hacen menos filósofos.

En suma, la apuesta consiste en encontrar que pueda enseñarse algo propio de la actividad
filosófica en sí. Ese espacio en común tiene un punto de partida que no es necesariamente un
conocimiento o una habilidad específicos, sino más bien una actitud: la actitud cuestionadora,
critica y desconfiada, del filosofar.

La filosofía es hija de su tiempo, y de sus condicionamientos, y esos condicionamientos o fuentes


son aquello que hacen los hombres y las mujeres: el arte, la ciencia, la política o el amor. ¿Cómo
podría el filósofo hablad del arte si no existieran los artistas que hacen las obras, o de la ciencia si
no hubiera científicos que la desarrollara, o e la justicia si nadie se interesara por la política, o del
amor si no hubiera enamorados…?

Entonces ¿que será una clase “filosófica” (y no simplemente una clase de filosofía)? ¿Cómo será
una clase en la que sea posible compartir aquellas miradas problematizadoras sobre el mundo? Si
somos consecuentes con lo antedicho, deberá ser un espacio donde pueda irrumpir el pensar del
otro.

No hay planificación de clases que pueda dar cuenta de la irrupción del pensamiento del otro. Esto
constituye el momento que a partir de la emergencia de lo nuevo se puede quebrar la repetición de
lo mismo. Si la meta de nuestra metodología es el filosofar, el “contenido” a enseñar deberá
anudar la actividad filosófica, la actitud filosófica y el tema filosófico. Se supone que la
planificación de clases estará construida sobre la base de las inquietudes filosóficas del profesor y
de sus alumnos, lo que supone también que, si fuera necesario, cada planificación podrá ir
modificándose parcial o incluso totalmente en función de su objetivo fundamental: filosofar.
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Ahora bien, ¿Cómo planificar o diseñar clases en las que lo fundamental es la irrupción del
pensamiento del otro? ¿Cómo planificar lo que debe desbordar la propia planificación? Este
esquema debería constar de dos momentos: uno de problematización y otro de intento de
resolución. Es decir, distinguir didácticamente la construcción (o reconstrucción) de un problema
filosófico y la forma en que se intenta resolverlo.

El límite de toda estrategia didáctica es el surgimiento del pensamiento del otro, por eso
enseñar/aprender filosofía (a filosofar) es una tarea compartida. Si a un profesor no le importa el
pensar del otro, lo que hace es ejercitar un monologo del que el otro está excluido. El pensar del
otro es la irrupción aleatoria de lo diferente y constituye el desafío filosófico del profesor-filosofo,
y no solo un desafío didáctico. Nunca un alumno es una tabula rasa. De este modo, el profesor de
filosofía es un pensador que juzga sus métodos a la luz de sus decisiones filosóficas.

 Rol Docente

Tendríamos, por un lado, el universo de los filósofos o los investigadores profesionales en


cuestiones filosóficas y, por otro, el de los legos filosóficos o los “aprendices” de filósofos, los
estudiantes de filosofía. Los profesores de filosofía ocuparían el lugar de mediación entre ambos
mundos y su función serie intentar acerca o transformar a los segundos en los primeros.

La actividad del profesor seria entonces, como anticipamos, facilitar, la transición de un saber y
una práctica, desde un ámbito erudito a otro que no lo es. La enseñanza de la filosofía, entonces,
en nada se diferenciaría de la enseñanza de cualquier disciplina, una que siempre se trataría de
mismo problema: encontrar un buen método para facilitar el pasaje de lo erudito a lo vulgar.

Enseñar es poner en la antesala de desafíos que, en última instancia, son personales. Lo que
corresponde al profesor de filosofía es estimular en llevar adelante ese desafío. Filosofar,
entonces, es atreverse a pensar por uno mismo y hacerlos requiere una decisión. Hay que atreverse
a pensar por uno mismo y hacerlos requiere de una decisión. Hay que atreverse a pensar, porque
supone una manera nueva de relacionarse con el mundo y con los conocimientos y no meramente
reproducirlos.

Cada profesor actualizará o “encarnara”, en cada curso, una propuesta concreta de problemas y un
intento de resolverlos. El (buen) profesor de filosofía sabrá significar la distancia que hay entre lo
que él (supuestamente) enseña y lo que sus alumnos (supuestamente) aprenden. No es tan
importante que un profesor transmita un conocimiento determinado, como que ponga en acto un
pensamiento (suyo o de un filósofo) y de lugar al pensamiento del otro (sus alumnos).

 Apreciación personal

Del planteo que hace Alejandro A. Cerletti me parece que empieza su cuestionamiento desde lo
más básico ¿Qué hace la filosofía? ¿Qué es lo que debería transmitir su enseñanza? ¿Cuál es el rol
del docente de filosofía? Se pregunta desde su propia ocupación.

De lo que él expone, me parece importante rescatar la pregunta de ¿Qué es lo que uno transmite
en su práctica docente? Porque si yo pienso al docente como el mediador de conocimientos,
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presupongo que ha de valerse de la didáctica para poder transmitir esos conocimientos. Pero
¿transmitimos conocimientos o transmitimos experiencias que acercan al estudiante al
conocimiento? Cerletti deja en claro que el deseo del filosofar es intransmisible, pero si podemos
propiciar experiencias que fomenten en los estudiantes un pensar filosófico. Esto me parece
importante rescatar, por que transmitir experiencias nos obliga a pensar mediaciones, ya sean
materiales, experiencias, situaciones, o lo que la capacidad de cada docente le permita, para
propiciar en el estudiante que se anime a pensar filosóficamente, pero que la mismo tiempo,
Alejandro nos recuerda que el proceso lo hace el estudiante, que es ajeno a nosotros, y que es
decisión suya apropiarse de la experiencia o no.

Por otro lado, Cerletti no se cansa de recordar al docente la importancia de pensar en los
estudiantes como sujetos del filosofar, del pensar. Son ellos los que tienen conocimientos previos
y una mirada del mundo, y que por eso mismo, son capaces de posicionarse filosóficamente, de
preguntar, de indagar, de refutar, etc., por lo que el docente debe mediar los nuevos
conocimientos al mismo tiempo de que acompaña el proceso del estudiante del descubrimiento de
su habilidad de pensar.

Al decir que la filosofía es hija de su tiempo, nos da una pauta de donde buscar las mediaciones.
No nos pide que seamos demasiado creativos o que tengamos que pensar grandes propuestas. La
filosofía es hija de su tiempo, de su realidad, una filosofía que se hace con los pies en la tierra, por
lo que esas mediaciones no están fuera de nuestro alcance ni de la comprensión de los estudiantes.
Hemos de valernos de la realidad, mirarla y tomar de allí aquellos elementos que nos parezcan
oportunos para desarrollar un pensamiento crítico y reflexivo (En estos días puede ser el uso
indiscriminado de los celulares, las publicaciones de las redes sociales, repercusiones sobre temas
sociales como “ni una menos” o “Santiago Maldonado”, entre otros posibles ejemplos). Estos son
aspectos que muchos vivimos en Argentina, y que nos permiten pensar qué mensaje trasmiten,
como modifica nuestros comportamientos, cómo se manifiesta la gente, qué implicancias tiene
adherir o no en estos aspectos de la sociedad, qué alternativas se pueden vislumbrar, etc. Es decir,
son muchas las propuestas que el docente puede tomar, y al mismo tiempo, permiten la mediación
de otros elementos, como diarios, tecnologías, videos, imágenes, textos, historietas, canciones,
carteles, etc., que nos permitan acercar al corpus filosófico. Y al mismo tiempo, este tipo de
propuestas ya nos sitúa en un lugar en que consideramos que los estudiantes tienen voz, algo van
a poder decir de los temas que hay, y de esta manera, evitar que el profesor ofrezca respuestas a
preguntas que sus alumnos no se han formulado.

Por último, rescato de él que brinda una respuesta a un esquema que puede ayudar para la clase.
El esquema que dice es que debería constar de al menos dos momentos: uno de problematización
y otro de intento de resolución. Lo rescato porque, si bien no es un planteamiento de un nuevo
paradigma de clase, pero me permite ordenar sus ideas de cómo llevar adelante una clase de
filosofía. Me habilita a salir de la dicotomía entre clase de historia de la filosofía y clase de
problemas filosóficos, hacia una clase de desarrollo del pensamiento filosófico valiéndose ya sea
de la historia, o de los problemas, de las mediaciones que como docente puedan brindar.
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La enseñanza de la filosofía como una estrategia contra la tarea de la


interdisciplinariedad. – Charles Feitosa
 Fragmentación – Especialización – Crisis

Hoy sentimos que las verdades absolutas, las grandes narrativas que daban unidad y sentido a la
vida y a los saberes perdieron su fuerza, no nos convencen más. Si se le preguntara a cualquier
persona en la calle sobre lo que es bueno, o verdades o vello, dirá que no son conceptos absolutos,
sino inciertos, frágiles, flexibles. Esta sensación difusa habla de la perdida de una noción rígida
sobre la objetividad, la homogeneidad y la firmeza de lo real.

Tal vez, entonces, la super-especializacion y la fragmentación de los saberes sea uno de los
aspectos de esta crisis de paradigmas.

La búsqueda de la interdisciplinariedad es una reacción a una constatación de esta época: vivimos


en un mundo e fragmentación, de saberes desconectados. En la universidad, el panorama es de
súper-especialización en cada una de las disciplinas, de reduccionismo y de aislamiento, a punto
tal que los investigadores ya no logran comunicarse entre colegas de una misma are, y ¡ni
imaginar! Cuando provienen de áreas diferentes. La búsqueda de una práctica interdisciplinaria es
una especia de reacción a una crisis, la crisis de la fragmentación y de la especialización; pero la
fragmentación es en sí misma un síntoma de una crisis mucho más profunda y radical. Es difícil
hablar sobre nuestra propia época, ya que no poseemos la distancia suficiente, pero me arriesgaría
a decir que vivimos en una época especial de crisis, una época de transición, en la cual la
especialización de las disciplinas es paneas un síntoma.

 Totalidad – Transdisciplinariedad - Interdisciplinariedad

La consecuencia de una acción por la interdisciplinariedad debe ser, por lo tanto, la formación de
ciudadanos dotados de una visión de conjunto, que les permita, por un lado, integrar los elementos
de la cultura en una identidad autónoma, y por otro lado, debe permitirle una acción responsable
tanto con relación a la naturaleza como a la sociedad. La interdisciplinariedad, más que una
tentativa de establecer conexiones primarias entre las disciplinas, debe orientarnos, antes que
nada, en el sentido de percibir la interrelación entre las expresiones de la realidad. Y solo
comprendiendo la realidad como un totalidad, podremos educar para la totalidad.

La idea de una transdisciplinariedad parece menos comprometida con el deseo de reconstitución


de la totalidad que la idea de “interdisciplinariedad”. Ahora definiremos estas palabras para tener
mejor conocimiento sobre que estamos hablando específicamente:

Transdisciplinario: Entre, a través y más allá de cualquier disciplina; la práctica transdisciplinaria


no supone una totalidad, sino la complejidad, la diversidad y la pluralidad intrínseca a la
realidad… se trata más de una actitud quede una disciplina específica.

Interdisciplinario: la interacción entre dos o más disciplinas, transferencias de método de una


hacia la otra (por ej., la asociación de la física con la medicina, de la geografía con la sociología,
del arte con la informática). Hay una tendencia hacia la totalidad. Muchas veces estas
asociaciones terminan en la creación de una nueva disciplina que sintetiza las características de
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las distintas áreas, como, por ejemplo, la medicina nuclear o la geografía cultural. La práctica
interdisciplinaria tiende a reafirmar el poder de la disciplina.

Trabajar transdisciplinariamente es trabajar contra la misma idea de escuela y de universidad, tal


como vienen organizando sus Curriculum históricamente. Me parece que la tarea de la filosofía
consiste en promover estrategia de desarticulación de las acciones disciplinares, ya sea en las
prácticas de pluri-, de multi- o de interdisciplinariedad. ¿Existe un lugar para la filosofía en la
escuela y en la universidad, tal como la conocemos hasta ahora?

 Apreciación personal

Charles Feitosa invita al lector a pensar más allá del ámbito filosófico. Los estudiantes que asisten
a clase de filosofía también asisten a muchos otros ámbitos, ya sean su ámbito familiar, los
espacios públicos, otras materias, grupos de compañeros de trabajo, de estudio, de actividades
extracurriculares, entre otras muchas actividades. Por lo que pensar la filosofía como una toda
encerrada en sí misma lo considera un error.

Considera que hay una crisis social que lleva a las personas en fragmentar los contenidos, o
especializarse en otros. El problema de esta fragmentación es que corta dialogo entre las distintas
áreas, nos proporciona una visión de la realidad acotada, y genera más dificultad poder tener una
mirada más holística de la misma. Este es un problema para la enseñanza de la filosofía, debido a
que esta también puede tender a cerrarse en sí misma y a cortar dialogo con las demás partes.

Feitosa propone una respuesta a esta crisis que logra visualizar, que es la del trabajo
interdisciplinario o transdiciplinario. Este modo de trabajar buscar crear diálogos entre estos
espacios fragmentados y aislados unos de otros, cortar esa diversificación, y buscar puntos
comunes de trabajo.

Es una invitación a “pensar sin barandilla”, es decir, pensar desde otras áreas, movernos del lugar
de desde donde siempre se posicionan y mirar que acontece en otros espacios. Y no solo esto, sino
que obliga a ir contra la tendencia de la fragmentación que desde los colegios ya están instaurados
con la división de materias y espacios. Feitosa dice que es ir contra la misma idea de escuela y de
universidad. Trabajar en redes, generando puentes entre las personas que integran las distintas
áreas es el desafío que nos encontramos.

¿Cómo llevar esto a cabo? Obliga al docente a movilizarse de su posición, salir de su área e
intentar generar nuevos espacios de dialogo con otros espacios, y así mismo, a pensar el contenido
que intente impartir desde como poder pensarlos generando puentes con otros. Rescatando que no
solo nos obliga a generar puentes en el ámbito intelectual o del pensamiento, obliga a mover el
cuerpo, situarnos en otras áreas, y desde allí poder expandir la realidad conocida por cada uno.

De la condición dilemática y paradojal de la enseñanza de la filosofía. – Beatriz


G. de Siufi
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 ¿Dónde está la palabra de la filosofía?

En estos tiempos, la educación toda se encuentra expuesta, incluyendo la formación filosófica, lo


que exige buscar nuevos horizontes o resignificar los viejos, permitiendo dimensionar el
cumplimientos de los objetivos tradicionalmente esperados para este campo, que debe ocuparse
principalmente de la provisión de las herramientas conceptuales y las habilidades sociales
necesarias para desenvolverse en un contexto particularmente conflictivo, posible de superar solo
a través de actitudes proactivas hacia una autentica reingeniería cultural.

Aparecieron nuevos problemas, otros sujetos, contextos diversos, que desafiaron la competencia
filosófica para construir la lectura adecuada del mundo actual y su complejidad, aludida
anteriormente.

Podría decirse que son cuestiones previas a la problemática de la enseñanza de la filosofía, pero
absolutamente implicadas en ella por la radicalidad de interrogantes como: ¿Para qué filosofar
bajo esas condiciones?, ¿Cuál es su utilidad?, ¿Qué demanda la sociedad hoy? Si esto no tiene un
mínimo de resolución, ¿Cómo justificar su enseñanza?

Si se localizan los planteos, ¿Qué situaciones atraviesan la existencia de los ciudadanos hoy y
comprometen su reflexión? ¿Las desinteligencias políticas, las protestas sociales, la inequidad en
la educación, en la salud…, la herida social de los desnutridos, de los que se quedaron sin trabajo,
de los que nunca trabajaron, de los que van a la escuela y no les sirve lo que allí les dan, de los
que dejaron de ir a la escuela, de los que nunca fueron, de los que acotan su dignidad a la
asistencia del Estado? Compartir la perspectiva de quienes están inmersos en el déficit señalado es
todo un tema a trabajar. ¿Por quienes? ¿Quiénes son los filósofos que marcan el camino de la
filosofía a los que hacen su docencia? ¿Están en la academia, en las universidades, o a la vuelta de
alguna esquina? ¿Quiénes han tomado la palabra filosófica?

 Enseñanza-aprendizaje

La filosofía ha sido acusada de constituir un discurso esotérico carente de cualquier utilidad


social, desestimando su capacidad para construir teoría acerca del mundo en su existencia real,
cuestionándose la noción misma de “realidad”, que se dice de formas diversas. Desde ahí, la
enseñanza de la filosofía ha debido soportar un doble acecho: en lo pedagógico, fue
progresivamente sustituida por las ciencias sociales, al no poder acreditar eficacia para dirigir la
vida humana mediante previsiones de orden técnico.

Desde la perspectiva pedagógica, la enseñanza de la filosofía se enmarca en apreciar el alcance de


su valor formativo, estimar la gestión educadora de la disciplina. Mediante la práctica de la
argumentación, la filosofía permite el acercamiento al mundo de los conceptos intersubjetivos,
con pretensión de verdad (episteme), trascendiendo la pura opinión (doxa) y la impronta única de
cada individuo. Se establece, como meta pedagógica de la filosofía, el pensar autónomo,
requiriendo de la intervención del otro para potenciar las propias capacidades, a la vez que de los
otros o como referentes de pensamiento.

La dificultad principal está en la falta de consenso acerca de un cuerpo único de contenidos que
deban ser transmitidos por los profesores de filosofía, como sucede en las ciencias naturales o en
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cualquier otra materia. Es más, cada docente tiene la posibilidad de seleccionar problemas,
sistemas de pensamiento, una época o un determinado autor, proyectando su propia preferencia
filosófica en el libre ejercicio de pensamiento, de expresión y de catedra; a la vez que podría
decidirse por no considerar la tradición filosófica y encarar la construcción de procesos propios de
deliberación, siempre que se adecue a las condiciones en que se presenta la relación pedagógica
para lograr la formación integral del sujeto.

Cuando Eduardo Rabossi trata el tema identifica tres modelos posibles de la enseñanza-
aprendizaje de la filosofía: el crítico, el dogmático y el ecléctico. Dice Rabossi que “si enseñar
una disciplina consiste, básicamente, en transmitir un cuerpo de conocimiento elaborado y
establecido por la comunidad investigativa […] que incluya un grado aceptable de difusión y
permanencia, deberá concluirse que no se puede enseñar filosofía. Y las razones parecieran
elementales, ya que no se disponer de una filosofía bajos esas condiciones. Kant pregunta, en si
Critica a la Razón Pura: ¿Dónde eta (esa filosofía)?, ¿Quién la posee?, ¿Cómo reconocerla?”

Como alternativa al enfoque crítico, Rabossi hace referencia a la postura dogmática que sostiene
la existencia de un cuerpo sistemático de verdades filosóficas o, al menos, un conjunto articulad
de tesis filosóficas, que alcanza el rango de conocimiento genuino. El enfoque ecléctico puede
presentarse como una variante del crítico, rechaza la posibilidad dogmática de una única filosofía
verdadera, pero acepta que la verdad puede repartirse en varios sistemas filosóficos, en muchos o
estar en todos.

No se nos educa para que aprendamos a preguntar, sino para que aprendamos a responder. Desde
la filosofía, es necesario reformular la agenda educativa en los criterios para alcanzar el éxito en el
proceso de enseñanza-aprendizaje, en sus estructuras, teorías que lo sustentan, fuentes de
financiamiento y los roles a cumplir. Así, reemplazar la mera transferencia de conocimiento del
profesor al alumno por la acción de estimular el descubrimiento y conformar una autentica
comunidad de aprendizaje.

 Didáctica de la filosofía

¿Qué aporta la didáctica? Se considera una disciplina que se ocupa de explicar los procesos de
enseñanza-aprendizaje, que norma su realización y su desarrollo. Para la enseñanza de la filosofía,
los caminos elegidos pueden ser muy diversos, pero “todos ellos deben girar en torno a la
actividad del ejercicio de la racionalidad, del conocimiento reflexivo y crítico de los problemas
filosóficos actuales y pasados, tal y como han sido construidos y transmitidos por la tradición
filosófica…” (Cifuentes, Luis, 1997).

En filosofía, y por la índole de los problemas que trata, es muy fácil quedar atrapados en la
oscuridad del lenguaje y la densidad de los temas, generando en el estudiante una fuerte
resistencia a participar activamente en la construcción de sus propios aprendizajes. Este hecho es
definitorio en el momento de la opción metodológica, de cuyo acierto dependería establecer una
especia de pacto fundacional necesario para construir una comunidad de aprendizaje, una
comunidad de indagación en términos de Lipman, donde se planteen, con rigor y profundidad,
tanto los diversos problemas filosóficos como las posibles soluciones (Cifuentes, 1997).
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Saber motivar las clases de filosofía se ha convertido en una de las tareas más arduas y difíciles de
realizar, circunstancia condicionada tanto por factores institucionales como individuales.

Una cuestión más para trabajar desde la didáctica tiene que ver con la formación requerida por los
docentes de filosofía para hacer frente al dilemático planteo de optar entre la reconstrucción
histórica o definir si enseñanza desde una perspectiva problemática.

 Apreciación personal

¿Dónde está la palabra filosófica? Esa pregunta que hace me queda resonando en la mente. El
pensar filosófico, para muchas personas, a quedado en un pensar aislado del mundo, y que si en
un momento la realidad influyo en este, hoy nada tiene que ver con él. Pero si se piensa que el
pesar filosófico nada tiene que ver con el mundo, es por que capaz no se esta viendo la realidad de
una manera que permita formular un pensamiento filosófico. Beatriz se pregunta ¿Qué demanda
la sociedad hoy? ¿Cuál es la novedad que deberá considerarse problema filosófico y luego
enseñarse? Y desde estas preguntas se abre la búsqueda respuestas y realidades. Nos vemos
obligados a observar e involucrarnos en el mundo para poder encontrar allí donde están esas
nuevas preguntas que fomentan el pensar filosófico.

Por otro lado, la dificultad que encuentra Beatriz es el problema didáctico en la enseñanza de la
filosofía. Desde la enseñanza de la filosofía, ¿qué se transmite? ¿Cómo se transmite? El docente
de filosofía se ve obligado a repensar su práctica docente, cómo motivar las clases de filosofía.

En una parte, Beatriz afirma que no se nos educa para que aprendamos a preguntar, sino para que
aprendamos a responder. Y esa frase considero clave, debido a que lo que se espera en una clase
es que nos den el contenido ya trabajado para poder reproducirlo, y nos desorientamos cuando
debemos trabajarlo nosotros. El desafío que veo es que hay que volver a pensar el sentido de las
clases de filosofía, hacia donde deben ser orientadas. Indiferente del contenido que se imparta,
pensar cómo eso que estoy estudiando me permite ver el mundo, que me permite ver, cuestionar,
poner en tensión, o evidenciar. Ella dice que la filosofía brota de un ver el mundo y que desde allí
se filosofa, poniendo de ejemplo a Descartes, Sócrates, Hegel, entre otros, y que muchas veces,
pasa que en las aulas en vez de ver el mundo para filosofar, se ven las ideas que ya formuladas
que nada nada tienen que ver, aparentemente, con la realidad que se vive hoy. El docente tiene
que poder ayudar a los estudiantes a dar ese paso, para ver más allá de simple material teórico.

Por último, Beatriz da la pauta de pensar la porción del cuerpo filosófico que se va a transmitir, y
desde allí pensar puentes o mediaciones que permitan a los estudiantes a dar un paso más allá.
Que puedan realizar una relación entre un texto y el objeto de la realidad que refiere, y fomentar
un pensamiento reflexivo y crítico de la realidad del estudiante formando sujetos capacitados para
enfrentar al mundo que les toca. Volviendo a la pregunta ¿Dónde está la palabra filosófica? Yo
respondería que está en el dialogo que se debe generar entre el corpus filosófico y la realidad o el
contexto que nos circunda, y que nuestro desafío es intentar propiciar ese dialogo.
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Bibliografía
CERLETTI, Alejandro A. “Enseñar filosofía. De la pregunta filosófica a la propuesta
metodológica”. Novedades Educativas nº 169. (2005) 8-14.

FEITOSA, Charles. “La enseñanza de la filosofía como una estrategia contra la tarea de la
interdisciplinariedad”. Novedades Educativas nº 169. (2005) 16-20.

DE SIUFI, Beatriz G. “De la condición dilemática y paradojal de la enseñanza de la filosofía”.


Novedades Educativas nº 169. (2005) 64-70.

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