VISION CRISTIANA DE LA HISTORIA
Enrique Rivera de VentosaIntroduccién
Por muy ponderadas razones los agustindlogos han optado por estudiar respec-
tivamente 0 la teologia o la filosoffa de la historia en san Agustin. Y sin embargo,
contra esta opcién surgen motivaciones nada desdefiables.
En primer término, la teologfa de la historia es, en verdad, un alto saber, funda-
do en que san Agustin contempla la historia de la Ciudad de Dios a ta luz primaria
de la revelaci6n. Pero son tantos y tan valiosos los elementos, incorporados a su
pensar y obtenidos por la raz6n, que todo el que medita en la obra agustiniana toma
conciencia de que revelacién y razén son dos luces que iluminan la mente de san
Agustin para que éste perciba la marcha realista de su Ciudad de Dios. A esta per-
cepci6n conjunta el mismo san Agustin le da el nombre de sapientia, Con ésta quic-
re mostrar que su concepcién de la historia asume al hombre en su concretez: tanto
desde el plan divino que Je ha sefialado una misién, cuanto desde la colaboracién de
éste a dicho plan. Podriamos hablar, por lo mismo, de una sapiencia histérica. Pero
la f6rmula es algo pretenciosa. Y por otra parte, parece que su contenido sustancial
es embalsado en esta otra mis sencilla: visién cristiana de la historia.
La filosofia, a su vez, se hace aqui presente. Pero es preciso afiadirle el califica-
tivo de cristiana. Por solas sus luces la filosoffa no puede penetrar con plenitud en
Ia historia humana, tal como ésta se ha desarrollado segtin el plan que «de hecho»
Dios ha sefialado al hombre. Lo mas decisivo de la misma queda impenetrable a la
raz6n. De aqui que slo una filosoffa cristiana, en la que las luces de la fe se atinan
con las de la raz6n, pueda esclarecer la historia. Es posible, por lo mismo, hablar de
una filosofia cristiana de la historia. ,Y por qué no dar este titulo a nuestro estudio?
Ciertamente no vemos diferencia de monta entre la filosofia cristiana de la historia
y vision cristiana de la misma. Pero la férmula «filosofia cristiana» ha sufrido tal
desgaste en las incontables discusiones sobre su contenido que se nos hace un con-
cepto embrollado. Como para dejarlo aparte.
Parece, pues, fundado nuestro intento de ofrecer aqui una vision cristiana de la
historia en san Agustin. Conjuntamente estardn presentes en ella tanto la teologia
como la filosoffa, segtin sean utilizadas por el gran doctor.
Aesta observaci6n liminar afiadimos otra sobre las fuentes. Ineludible conside-
rar fuente primaria la que llama opus magnum el mismo san Agustin: De civitate936 VISION CRISTIANA DE LA HISTORIA
Dei, Pero debemos enriquecer atin més esta caudalosa fuente con otros libros del in-
menso corpus augustinianum, segin que ello nos sea factible. Sobre tres de ellos
queremos llamar la atencidn.
Los agustindlogos estén de acuerdo al ver en la obra, Confessiones, la historia
del alma agustiniana. Mas el gran doctor hace un ficil trasvase de su propia historia
ala historia de la humanidad, segin més tarde la desarrolla en su opus magnum. Un
doble motivo, que analiza en dicha obra, place subrayar: el tiempo y el proceso hu-
mano del desarrollo. Ambos motivos son de importancia méxima en la visién agus-
tiniana de la historia. Por ello las Confessiones vienen a ser un manantial copioso
que acrece el gran caudal de Ja fuente primaria.
Otro manantial fecundo son sus Enarrationes in psalmos y Sermones. Aunamos
estos dos bloques de escritos agustinianos porque el mismo san Agustin los declara
muy unidos. Al exponer muchos de los salmos, declara que esta hablando —«ser-
moneando»— al pueblo; y que con el pueblo a su lado va sintiendo sus inquietudes
y problemas, tanto en su dignidad de cristianos cuanto en su cruda realidad de hom-
bres. Ve a su pueblo como una parte de la gran Iglesia visible, la cual encarna ante
sus ojos el misterio del Corpus Christi mysticum. Hoy la reflexi6n sobre estos dos
bloques agustinianos se halla muy en alza. Juzgamos esta alza un meritorio logro al-
canzado por los estudios agustinianos del siglo XX. Es cierto que muchos de los co-
moentarios littirgicos en el antiguo Breviario eran tomados de los Sermones de san
Agustin y de sus Comentarios a los salmos. Memorables, los del Triduo Sacro}.
Pero se ha de advertir que no siempre la selecci6n fue acertada. Y en el mejor de los
casos no podian dar idea, ni siquiera aproximada, de estos dos ingentes bloques li
terarios. Ahora vamos tomando conciencia de que, respecto de Ja fuente primaria,
De civitate Dei, los dos grandes bloques vienen a ser como una especie de segunda
parte de la misma, cronolégicamente anticipada. Obviamente ni en el Comentario
alos salmos, nien los Sermones intenta el gran doctor ordenar su doctrina, para pre-
sentarla en un grandioso panorama parecido al de la fuente primaria. Pero lo que
pierde en sistematica esta presentaci6n, lo gana en pulsaci6n vital y en riqueza de
contenido concreto, hist6rico, ambiental. Es la circunstancia humana de su entorno
la que el Doctor trata de iluminar con los resplandores de su sapiencia cristiana. De
esta sapiencia tiene que aprender mucho el estudioso de hoy que intente compren-
der la visidn agustiniana de la historia.
Para una mejor evaluacin de estas fuentes se ha de tener en cuenta que en De
Civitate Dei san Agustin tiene muy presentes a los contrarios. Es toda ella una obra
apologética. Y como toda obra apologética, lastrada por algunos unilateralismos que
1, Breviariwm Romanum: Feria V in Cena Domini, Feria VI in Parasceve, Sabato Sancto, ad Ma-
tutinum, in II noctumo (lectiones).
INTRODUCCION 937
en momento oportuno tendremos que seiialar. Lo contrario acaece con los dos blo-
ques mentados. Bien es verdad que tanto los maniqueos como los donatistas vienen
ahacer muchas veces de telén de fondo. Pero son siempre algo marginal respecto a
la preocupacién primaria de san Agustin. Esta es eminentemente constructiva.
«Edificante», en el sentido originario de este vocablo. Es decir, san Agustin quiere,
no tanto combatir al enemigo, cuanto adoctrinar al pueblo de Dios, para que todo él
venga a hacerse edificio santo del Cuerpo mistico de Cristo. Mas tarde veremos que
este Cuerpo mistico de Cristo constituye para san Agustin uno de los goznes en tor-
no a los que gira su visibn cristiana de la historia.
Quiza Ilame la atencidn nuestro silencio sobre el enfrentamiento de san Agustin
con los pelagianos. Pero la cronologia esta a favor de este silencio, puesto que la
porcién principal de los dos bloques ha sido pensada antes de surgir la disputa pela-
giana. Pienso, por lo mismo, que las Enarrationes in psalmos, tan valiosas por su
contenido, fueron meditadas por san Agustin en el mejor momento mental de su
vida. En los Sermones, de fecha mas imprecisa, tampoco se advierte la tensa lucha
pelagiana, mantenida por el Doctor de la gracia al final de sus dias 2.
Coneluimos este informe inicial con la nota de que el Vaticano II, tan prédigo en
citar a san Agustin, recuerda cuatro veces su obra De Civitate Dei, cinco las Ena-
rrationes in psalmos y sus Sermones, diez.3. Estamos, por lo mismo, en buen cami~
no, al ver en los dos bloques agustinianos, puestos aqui en relieve, un complemen-
to imprescindible para mejor contemplar la grandiosa perspectiva, dada por san
Agustin en De Civitate Dei. Y desde esta perspectiva interpretar mejor su visién
cristiana de la historia.
2. Este estudio es muy parco en bibliografia agustiniana. Afortunadamente, los grandes repertorios
sobre la misma nos la ponen muy a mano. Es, por lo mismo, innecesario recargar el texto con autores y
obras; lo que conlleva, por otra parte, no leve dificultad editorial.
3. Tomamos este dato de: «ll Concilio Vaticano Il. Testo ufficiale», en Indice delle Fonti. Docu-
‘menti, Bologna 1967, 17ss.