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Carl Sagan y Ann Druyan Sombras de antepasados olvidados raduccion de Miguel Muntaner y Maria del Mar Moya Planeta COLECCION: DOCUMENTO Direccion: Rafael Borrds Betriu Consejo de redaccién: Maria Teresa Arbé, Cristina Pagés, Marcel Plans y Carlos Pujol Titulo original: Shadows of forgotten ancestors Disefio de coleccion y cubierta: Hans Romberg (foto Don Carroll/The Image Bank) © 1992, Carl Sagan y Ann Druyan, publicado de acuerdo con Scott Meredith Literary Agency Inc., N.Y. © 1993, Miguel Muntaner y Maria del Mar Moya, por la traduccién © 1993, Editorial Planeta, S.A. — Barcelona (Espafia) Reimpresion exclusiva para México de Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V. Grupo Editoria] Planeta de México Avenida Insurgentes Sur nim. 1162 Col. Del Valle Deleg. Benito Juarez, 03100 México, D.F. ISBN: 0-394-53481-6 Random House, Edic.original ISBN: 84-08-00297-X Espafia ISBN: 968-406-372-5 México Tercera reimpresién (México): agosto de 1994 Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada 0 transmitida en manera alguna ni por ningtin medio, ya sea eléctrico, quimico, mec4nico, dptico, de grabacién o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Impreso y hecho en México-Printed, and made in Mexico Impreso en los talleres de: Litogr4fica Ingramex, S.A., Centeno nim. 162, Col. Granjas Esmeralda, México, D.F. Indice Introduccion . Prologo Los PAPELES DEL HUERFANO . Capitulo 1 Asi EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO . Capitulo 2 Copos DE NIEVE CA{DOS EN LA TIERRA . Capitulo 3 «¢QUE ES LO QUE HACES?» . Capitulo 4 UN EVANGELIO DE SUCIEDAD . Capitulo 5 LA VIDA ES SOLO UNA PALABRA DE TRES LETRAS . Capitulo 6 NOSOTROS Y ELLOS . Capitulo 7 CUANDO EL FUEGO ERA NUEVO . Capitulo 8 EL SEXO Y LA MUERTE . Capitulo 9 QUE FINAS DIVISIONES . Capitulo 10 EL PENULTIMO REMEDIO . Capitulo 11 DoMINACION Y SUMISION . Capitulo 12 LA VIOLACION DE CENIS . ll 17 23 31 43 59 79 101 123 143 157 179 197 213 Capitulo 13 EL OCEANO DEL DEVENIR Capitulo 14 TIERRA DE BANDAS . Capitulo 15 REFLEXIONES MORTIFICADORAS . Capitulo 16 Las VIDAS DE LOS SIMIOS Capitulo 17 AMONESTACION AL CONQUISTADOR Capitulo 18 La ARQUIMEDES DE LOS MACACOS . Capitulo 19 ¢QUE ES LO HUMANO? . Capitulo 20 EL ANIMAL DE DENTRO . Capitulo 21 SOMBRAS DE ANTEPASADOS OLVIDADOS Epilogo Notas . Agradecimientos . ae Indice tematico . . . Para Lester Grinspoon, cuyo ejemplo nos confirma que nuestra especie puede conseguir lo que se proponga Asi hablo, y yo quise abrazar el fantasma de mi ma- dre muerta. Tres veces intenté retener su imagen y tres veces escapé entre mis manos, como una som- bra, como un suefo. Homero, Odisea, canto XI INTRODUCCION Nosotros tuvimos mucha suerte. Nuestros padres se tomaron en serio la tarea de afianzar los eslabones de la cadena generacio- nal. Podemos decir que la busqueda que dio forma a este libro comenz6 en la infancia, la etapa en que uno recibe amor y protec- cin incondicionales frente a la auténtica adversidad: es una an- tigua costumbre que practican los mamiferos. Nunca fue facil, pero en la sociedad humana moderna aun es mds dificil. Hay de- masiados peligros ahora y muchos de ellos no tienen precedentes. La presente obra se inicio a principios del decenio de 1980 cuan- do la rivalidad entre los Estados Unidos y la Union Soviética es- taba creando una coyuntura potencialmente fatidica con 60000 armas nucleares acumuladas por razones de disuasion, coercion, orgullo y temor. Cada pais se elogiaba a si mismo y calumniaba a sus adversarios, presentdndolos a veces como seres casi subhu- manos. Los Estados Unidos se gastaron diez billones de délares en la guerra fria: una cantidad suficiente para comprar todo lo que hay en el pats excepto la tierra. Mientras tanto, la infraes- tructura se estaba hundiendo, el medio ambiente se deterioraba, el proceso democratico se subvertia, la injusticia se enconaba y el pats pasaba de ser el principal prestamista al principal deudor del planeta. éCémo nos metimos en ese lio?, nos preguntdbamos. ¢Cémo podemos salir de él? ¢Podemos salirnos de él? Nos embarcamos pues en un estudio de las raices politicas y emocionales de la carrera de armamento nuclear, el cual nos Ile- v6 a la segunda guerra mundial, que por supuesto tuvo su origen en la primera guerra mundial, la cual a su vez fue consecuencia de la aparicion de la nacién-estado, que se remonta directamente a los inicios de la civilizacion, la cual fue un subproducto de la invencion de la agricultura y de la domesticacién de los anima- les, que cristalizé después de un largo periodo en el que los hom- bres fuimos cazadores y recolectores. No habia divisiones claras por el camino, ningun punto en el que pudiéramos decir: aqui 11 estan las raices de nuestra situacion. Antes de que pudiéramos darnos cuenta, estabamos estudiando los primeros seres huma- nos y sus predecesores. Llegamos a la conclusion de que los acon- tecimientos de épocas remotas, muy anteriores a la existencia de los hombres, son esenciales para comprender la trampa que, al parecer, nuestra especie se estd tendiendo a si misma. Decidimos mirar dentro de nosotros mismos, desandar todas las vueltas y rodeos que pudiésemos de la evolucion de nuestra especie. Nos comprometimos a no retroceder, aunque la busque- da nos llevara muy lejos. Habiamos aprendido mucho uno del otro a lo largo de los arios, pero nuestras politicas no son idénti- cas. Habia la posibilidad de que uno de nosotros o los dos tuviera que renunciar a alguna de las creencias que pensdbamos que nos definian. Pero si lo lograbamos, aunque fuera en parte, quizd po- driamos comprender muchas mds cosas, ademas del nacionalis mo, la:carrera de armamentos nucleares y la guerra fria. Hemos terminado este fibro y la guerra fria ya no existe. Pero de algun modo no estamos a salvo. Nuevos peligros se abren ca- mino hacia el centro del escenario, y otros peligros, viejos y cono- cidos, se reafirman. Nos enfrentamos con un brebaje infernal de violencia étnica, nacionalismo resurgente, dirigentes ineptos, edu- cacion inadecuada, familias que no funcionan, degradacién am- biental, extincion de especies, exceso de poblacion, y un numero cada vez mayor de millones de personas sin nada que perder. Pa- rece mds apremiante que nunca comprender como nos metimos en este lio y cémo vamos a salir de él. La presente obra estudia el pasado profundo, los pasos mds formativos de nuestros origenes. Mads adelante ataremos los ca- bos expuestos aqut. La busqueda nos ha Ilevado a los escritos de quienes nos precedieron en ella, a épocas lejanas y a otros mun- dos, y nos ha obligado a recorrer multitud de disciplinas. Quisi- mos tener presente el aforismo del fisico Niels Bohr: «Claridad gracias a la riqueza del material.» Sin embargo, la cantidad de material requerido puede resultar un poco intimidante. Los hom- bres han levantado muros para separar las ramas del conocimiento que son esenciales a esta busqueda: distintas ciencias, politicas, religiones y éticas distintas. Hemos buscado pequefas puertas en estos muros, a veces hemos intentado saltar por encima de ellos o excavar por debajo suyo. Debemos disculparnos por nuestras limitaciones; somos muy conscientes de la insuficiencia de nues- tros conocimientos y de nuestros criterios. Y sin embargo, esta busqueda solo dard resultado si los mu ros se rompen. Esperamos que alli donde nosotros hemos fallado, otros se sientan inspira- dos (0 provocados) para hacerlo mejor. Lo que vamos a decir en el presente libro se basa en los descu- 12 brimientos de muchas ciencias. Pedimos al lector que tenga pre- sentes las imperfecciones de nuestros conocimientos actuales. La ciencia nunca termina; actua por aproximaciones sucesivas, que nos acercan cada vez mds a una comprension integral y precisa de la Naturaleza, pero nunca lo logra completamente. El hecho de que se hayan realizado tantos descubrimientos importantes en el ultimo siglo, incluso en el ultimo decenio, significa que atin nos queda mucho trecho por recorrer. La ciencia esta siempre so- metida a discusiones, correcciones, refinamientos, reconsideracio- nes dolorosas y a visiones revolucionarias. Sin embargo, parece que ahora nuestros conocimientos nos permiten ya reconstruir algunos de los pasos esenciales que nos condujeron al lugar don- de nos encontramos y que nos ayudaron a ser quienes somos. En nuestro viaje hemos conocido a muchas personas que nos ofrecieron generosamente su tiempo, experiencia, conocimientos y estimulos; a muchas personas que leyeron detenida y critica- mente todo el manuscrito o una parte de él. Gracias a su lectura, eliminamos faltas y corregimos errores de hecho o de interpreta- cién. Agradecemos especialmente la colaboracion de Dianne Ac- kerman; Christopher Chyba, del Centro de Investigacion Ames de la NASA; Jonathan Cott; James F. Crow, del Departamento de Ge- nética de la Universidad de Wisconsin, Madison; Richard Daw.. kins, del Departamento de Zoologia de la Universidad de Ox- ford; Irven de Vore, del Departamento de Antropologia de la Universidad de Harvard; Frans B. M. de Waal, del Departamento de Psicologia de la Universidad de Emory y del Centro de Investi- gaciones sobre Primates de Yerkes; James M. Dabbs, Jr, del Departamento de Psicologia de la Universidad del Estado de Geor- gia; Stephen Emlen, de la Seccién de Neurobiologia y Comporta- miento de la Universidad de Cornell; Morris Goodman, del De- partamento de Anatomia y Biologia Celular de la Escuela de Medicina de la Universidad del Estado de Wayne; Stephen Jay Gould, del Museo de Zoologia Comparada de la Universidad de Harvard; James L. Gould y Carol Grant Gould, del Departamento de Biologia de la Universidad de Princeton; Lester Grinspoon, del Departamento de Psiquiatria de la Escuela de Medicina de Har- vard; Howard E. Gruber, del Departamento de Psicologta del De- sarrollo de Columbia University; Jon Lomberg; Nancy Palmer, del Centro de Prensa y Politica Shorenstein Barone, Escuela de Go- bierno Kennedy de la Universidad de Harvard; Lynda Obst; Wi- lliam Provine, del Departamento de Genética e Historia de la Cien- cia de la Universidad de Cornell; Duane M. Rumbaugh y E. Sue Savage-Rumbaugh, del Centro de Investigaciones del Lenguaje de la Universidad del Estado de Georgia; Dorion, Jeremy y Nicholas Sagan; J. William Schopf, del Centro de Estudios sobre la Evolu- 13 cion y el Origen de la Vida de la Universidad de California, Los Angeles; Morty Sills; Steven Soter, del Instituto Smithsonian; Je- remy Stone, de la Federacion de Cientificos Estadounidenses; y Paul West. Muchos cientificos nos enviaron amablemente ejem- plares de sus trabajos antes de su publicacion. C. S. también da las gracias a sus primeros profesores en las ciencias de la vida, H. J. Muller, Sewall Wright, y Joshua Lederberg. Por supuesto, ninguno de ellos es responsable de los errores que han persis tido. Nos sentimos profundamente agradecidos a quienes repasaron los diversos borradores de la presente obra. Tenemos una espe- cial deuda con la ayudante de A. D., Karenn Gobrecht, por su ex- celente trabajo de investigacion bibliografica, transcripcié:n, or- denacion de material, y mucho mds, y con Eleanor York, la veterana ayudante administrativa de C. S. en Cornell. Damos tam- bién las gracias a Nancy Birn Struckman, Dolores Higareda, Mi- chelle Lane, Loren Mooney, Graham Parks, Deborah Pearlstein y John P. Wolff. Los magnificos servicios del sistema biblioteca- rio de la Universidad de Cornell fueron un recurso esenciad para la elaboracion de la presente obra. Tampoco hubiéramos podido escribirla sin la ayuda de Maria Farge, Julia Ford Diamond, Lis- beth Collacchi, Mamie Jones y Leona Cummings. Nos sentimos en deuda con Scott Meredith y Jack Scovil de la Agencia Literayia Scott Meredith por su estimulo y apoyo in- cansables. Nos alegramos de que Sombras se hiciese realidad mien- tras Ann Godoff era la encargada de su edicion; y también damos las gracias a Harry Evans, Joni Evans, Nancy Inglis, Jim Lam- bert, Carol Schneider y Sam Vaughan de Random House. Walter Anderson, el jefe de redaccion de la revista Parade, ha hecho posible que presentemos nuestras ideas al publico mds am- plio posible. Trabajar con él y con David Currier, su redactor-jefe, ha sido un puro placer. La presente obra se ha escrito para una amplia gama de lecto- res. A veces, para ser lo mds claros posible, hemos subrayado la misma idea mds de una vez o en mds de un contexto. Hemos tra- tado de indicar salvedades y excepciones. Algunas veces hemos utilizado el pronombre «nosotros» para referirnos a los autores del libro, pero generalmente para referirnos a la especie humana; el contexto deberta dejar claro en cada caso su significado. Quie- nes deseen profundizar mds pueden encontrar al final del libro las referencias a otras obras de divulgacion y técnicas correspon- dientes a las notas. También hay comentarios, notas y aclaracio- nes adicionales. La obsesionante pelicula de Sergei Parajanov, pro- ducida en 1964, nos inspiro el titulo del libro, aunque ambas obras apenas tengan nada mds en comin. Durante los afios de preparacion de la presente obra nos sir- 14 vid de inspiracion esencial y nos proporcioné una mayor sensa- cién de urgencia el nacimiento de nuestros hijos Alexandra Ra- chel y Samuel Democritus; nombres queridos de unos antepasa- dos inolvidables. Ithaca, N. Y., 1 de junio de 1992. 15 PR6LOGO LOS PAPELES DEL HUERFANO Después de haber visto una pequena parte de la vida, y de morir rapidamente, los hombres se elevan y desa- parecen como el humo, convencidos solo de lo que cada uno ha conocido... ¢Quién puede decir que ha encontrado el todo? Empepocies, Sobre la naturaleza' ¢€Quiénes somos nosotros? La respuesta a esta pregunta no es solo una de las tareas de la ciencia, sino su tarea. Erwin SCHRODINGER, Ciencia y humanismo? La inmensa, abrumadora negrura queda mitigada aqui y alli por un débil punto de luz, que con una mayor aproximacion resulta ser un poderoso sol brillando con fuego termonuclear y calen- tando un pequefio volumen de espacio en torno suyo. El Univer- so es en su casi totalidad un vacio negro, y sin embargo el nume- ro de soles es asombroso. Los espacios inmediatamente proximos a estos soles son una fraccién insignificante de la inmensidad del Cosmos, pero muchas de estas alegres, brillantes y clemen- tes regiones circumestelares, quiza la mayoria de ellas, estan ocu- padas por mundos. Solamente en la galaxia de la Via Lactea po- dria haber cien mil millones de mundos, ninguno demasiado cerca, ninguno demasiado lejos del sol local, alrededor del cual orbitan en un silencioso homenaje gravitatorio. Esta es la historia de uno de estos mundos, quiza no muy di- ferente a muchos otros; es, concretamente, la historia-de los se- res que evolucionaron en él y de una especie en particular. Para que un ser esté vivo miles de millones de afios, después del origen de la vida, debe ser resistente, inventivo y afortuna- do, porque en su camino acechaban demasiados peligros. Las for- mas vivas resisten gracias a su paciencia, por ejemplo, 0 a su voracidad 0 porque son solitarias y se camuflan o se prodigan dando descendencia o temen a los cazadores o son capaces de huir a lugar seguro o son brillantes nadadoras 0 excavadoras o porque despiden liquidos nocivos y desorientadores o porque saben infiltrarse en el propio material genético de otros seres sin que se enteren o porque accidentalmente estan en otro lugar cuando los depredadores estan al acecho o el rio esta envenena- do o disminuye el suministro de comida. Los seres de los que nos vamos a ocupar en concreto eran, no hace demasiado tiem- 17 po, gregarios hasta el exceso, ruidosos, peleones, arboreos, man- dones, sexualmente atractivos, listos, utilizaban herramientas, tenian infancias prolongadas y cuidaban con ternura de sus crias. Una cosa lleva a la otra, y en un abrir y cerrar de ojos sus des- cendientes se multiplicaron por todo el planeta, eliminaron a to- dos sus rivales, inventaron tecnologias que transformaron el mun- do y se convirtieron en una amenaza mortal para si mismos y para los muchos otros seres que compartian su pequefio hogar. Al mismo tiempo, se pusieron a visitar los planetas y las estrellas. ¢Quiénes somos? ¢De dénde venimos? ¢ Por qué somos de esta forma y no de otra? ¢Qué significa ser humano? ¢Seriamos ca- paces, en caso necesario, de introducir cambios fundamentales, o bien las manos muertas de antepasados olvidados nos estan empujando en alguna u otra direcci6n, para bien o para mal, in- discriminadamente y sin que podamos controlarlo? ¢;Podemos alterar nuestro cardcter? ¢Podemos mejorar nuestras socieda- des? ¢Podemos legar a nuestros hijos un mundo mejor que el mundo que nos legaron? ¢Podemos liberarnos de los demonios que nos atormentan y que obsesionan a nuestra civilizacion? ¢Tendremos a la larga la inteligencia suficiente para saber qué cambios necesitamos? ¢Puede confidrsenos nuestro propio futuro? Muchas personas reflexivas temen que nuestros problemas se hayan hecho demasiado grandes y creen que el corazén de la naturaleza humana se rige por razones que somos incapaces de controlar, que hemos perdido el camino, que las ideologias religiosas y politicas dominantes son incapaces de detener la de- riva amenazadora y persistente a la que van los asuntos huma- nos, y que estas mismas ideologias han contribuido a provocar la deriva por su rigidez, su incompetencia y la inevitable corrup- cién del poder. ¢Es esto cierto? Y si lo es, gpodemos hacer algo para evitarlo? Para intentar comprender quiénes somos, cada cultura hu- mana ha inventado un conjunto de mitos. Las contradicciones de nuestro interior se atribuyen a una lucha entre divinidades, rivales pero de igual poder, a un imperfecto Creador o, paraddji- camente, a un angel rebelde y al Todopoderoso, o incluso a una lucha mas desigual todavia entre un ser omnipotente y los deso- bedientes humanos. También hay quienes sostienen que los dio- ses no tienen nada que ver con eso. Uno de ellos, Nanrei Kobori, antiguo abad del Templo del Dragén Radiante, un santuario bu- dista de Kyoto, nos dijo: 18 Dios es una invencién del Hombre. Por lo tanto la naturaleza de Dios no es mas que un misterio poco profundo. El misterio profundo es la naturaleza del Hombre. Si la vida y los hombres hubieran comenzado a existir hace unos centenares 0 unos miles de ajios, podriamos conocer casi todos los elementos importantes de nuestro pasado. Quiza que- darian ocultas muy pocas cosas importantes de nuestra histo- ria. Podriamos llegar facilmente a nuestros mismos comienzos. Pero nuestra especie tiene centenares de miles de afios de anti- giiedad, el género Homo tiene millones de afios de antigiiedad, los primates, decenas de millones de afios, los mamiferos, mas de 200 millones de aiios y, la vida, unos cuatro mil millones de afios. Los documentos escritos nos permiten recorrer solo una millonésima parte del camino que nos llevaria al origen de la vida. Nuestros comienzos, los acontecimientos esenciales de nues- tro desarrollo temprano, no nos son facilmente accesibles. No han llegado hasta nosotros relatos de primera mano. No pueden encontrarse ni en la memoria viva ni en los anales de nuestra especie. Nuestra profundidad temporal es patética e inquietan- temente somera. La inmensa mayoria de nuestros antepasados nos son totalmente desconocidos. No tienen nombres, ni rostros, ni manias. Ninguna anécdota familiar los indentifica. Nadie los reclama, los hemos perdido para siempre. No podemos distin- guirlos de Adan. Si un antepasado nuestro de hace unas cien ge- neraciones, no ya de mil o de diez mil generaciones, se nos acer- cara por la calle con los brazos abiertos, o nos tocara ligeramente el hombro, gqué hariamos? ¢Le devolveriamos el saludo? ¢Lla- mariamos a la policia? Nuestras propias historias familiares, las de los autores de la presente obra, tienen un alcance tan corto que solo podemos mirar con claridad dos generaciones atras, 0 vagamente hasta tres, y no sabemos apenas nada de las precedentes. Ni siquiera sabemos los nombres de nuestros tatarabuelos y mucho menos sus oficios, pais de origen y las vidas personales. Creemos que la mayoria de personas en la Tierra estan igualmente aisladas en el tiempo. En la mayoria de los casos, ningtin documento ha conservado los recuerdos de nuestros antepasados de algunas generaciones atras. Una gran cadena de seres, humanos y no humanos, nos co- necta a cada uno de nosotros con nuestros predecesores. Sdlo los vinculos mas recientes estan iluminados por el débil proyec- tor de la memoria viva. Todos los demas estan inmersos en va- rios grados de oscuridad, mds impenetrables cuanto mas leja- nos estan en el tiempo. Incluso las familias afortunadas que han 19 logrado conservar registros meticulosos no llegan mas alla de una docena de generaciones. Y sin. embargo, cien mil generacio- nes atrds nuestros antepasados eran aun reconociblemente hu- manos, y detras de ellos se extienden las edades del tiempo geo- légico. Para la mayoria de nosotros, el haz de luz avanza a medida que lo hacen las generaciones, y a medida que nacen los nuevos individuos, se pierde la informacién sobre los viejos. Estamos aislados de nuestro pasado, separados de nuestros origenes, y no debido a algun tipo de amnesia 0 lobotomia, sino por la bre- vedad de nuestras vidas y las inmensas, insondables perspecti- vas de tiempo que nos separan de nuestro origen. Las personas somos como bebés recién nacidos abandonados en un portal, sin ninguna nota que explique quiénes son, de dén- de vienen, qué carga hereditaria de atributos y defectos pueden llevar, o cuales podrian ser sus antecedentes. Deseariamos ver las fichas de estos huérfanos. Hemos inventado repetidamente en muchas culturas fanta- sias tranquilizadoras sobre nuestros padres, como nos querian, y qué heroicos e importantes eran.’ Tal como hacen los huérfa- nos, también a veces nos echamos la culpa a nosotros mismos de que nos hayan abandonado. Debio de ser por culpa nuestra. Quiza éramos demasiado pecadores, o moralmente incorregibles. La inseguridad nos obligo a aferrarnos a esas historias e impu- simos severos castigos a quienes se atrevieran a ponerlas en duda. Eso era mejor que nada, mejor que admitir nuestra ignorancia sobre nuestros origenes, mejor que reconocer que nos habian de- jado desnudos y desamparados, como a un nifio abandonado en el quicio de una puerta. Se dice que los nifios se consideran el centro de su Universo; del mismo modo también nosotros en otras épocas estuvimos se- guros, no solo de nuestra posici6n central, sino de que el Univer- so estaba hecho para nosotros. Esta antigua y cémoda presun- cion, esta perspectiva segura del mundo se ha ido derrumbando a lo largo de cinco siglos. Cuanto més comprendemos cémo se formé el mundo, menos necesitamos a un Dios 0 a dioses, y mas remota en el tiempo y en la causalidad tuvo que haber sido cual- quier intervencién divina. El precio de la mayoria de edad es renunciar a la manta protectora y segura. La adolescencia es un paseo por la montajia rusa. Cuando hacia 1859 comenz6 a vislumbrarse que podriamos comprender nuestros propios origenes mediante un proceso na- tural y no mistico, que no requeria Dios ni dioses, nuestra dolo- rosa sensaci6n de aislamiento fue casi completa. En palabras del antropdlogo Robert Redfield, el Universo comenz6 a «perder su 20 caracter moral» y se volvié «indiferente, un sistema que abando- naba al hombre».* Ademas, sin un Dios o dioses, sin la correspondiente amena- za del castigo divino, ¢no serian los hombres como bestias? Dos- toyevsky advirtio que quienes rechacen la religién, por muy bue- nas intenciones que puedan tener, «acabaran bafiando la tierra en sangre».’ Otros han observado que ese bafio de sangre ha es- tado produciéndose desde los inicios de la civilizacién, y a me- nudo en nombre de la religion. La desagradable perspectiva de un Universo indiferente, o peor, de un Universo sin sentido, ha engendrado temor, rechazo, displicencia, y la sensacion de que la ciencia es un instrumento alienador. Las frias verdades de nuestra era cientifica resultan desagradables para muchos. Nos sentimos desamparados y so- los. Anhelamos tener un objetivo que dé sentido a nuestra exis- tencia. No queremos oir que el mundo no se hizo para nosotros. No nos impresionan los cédigos'‘morales inventados por los sim- ples mortales; queremos uno entregado directamente desde arri- ba. Nos resistimos a reconocer a nuestros parientes. Aun nos re- sultan forasteros. Nos sentimos avergonzados: después de haber imaginado a nuestro Antecesor como el Rey del Universo, ahora nos piden que reconozcamos que procedemos de lo mas humilde de lo humilde: del barro y del cieno, y de seres sin inteligencia tan pequefios que no pueden verse a simple vista. ¢Por qué concentrarnos en el pasado? ¢ Por qué disgustarnos con dolorosas analogias entre hombres y bestias? ¢Por qué no limitarnos a mirar al futuro? Estas preguntas no tienen respues- ta. Si no sabemos de qué somos capaces, y no solo de qué son capaces unos cuantos santos célebres y criminales de guerra fa- mosos, no sabremos a qué atenernos, qué inclinaciones huma- nas debemos estimular y contra cuales debemos protegernos. No podremos decidir qué lineas de accion propuestas son realistas y cuales son poco practicas y sentimentalmente peligrosas. La filésofa Mary Midgley escribe: Saber que por naturaleza tengo mal genio no me hace perder los estribos. Por el contrario, deberia ayudarme obligandome a distinguir el mal humor que me caracteriza de la indignacién moral. Mi libertad, por lo tanto, no parece especialmente ame- nazada por el reconocimiento de mi mal genio, ni por cualquier esclarecimiento sobre el significado de mi mal genio en compa- racién con los animales.° El estudio de la historia de la vida, el proceso evolutivo, y la naturaleza de los demas seres que, junto a nosotros, pueblan 21 este planeta ha comenzado a esclarecer un poco esos eslabones pasados de la cadena. No hemos encontrado a nuestros olvida- dos antepasados, pero comenzamos a sentir su presencia en la oscuridad. Reconocemos sus sombras a uno y otro lado. En su momento fueron tan reales como nosotros hoy. No estariamos aqui de no haber sido por ellos. Nuestras naturalezas y las su- yas estan indisolublemente vinculadas a pesar de las eras de tiem- po que puedan separarnos. La respuesta a quiénes somos esta en esas sombras, esperando. Cuando comenzamos esta busqueda de nuestros origenes, uti- lizando los métodos y descubrimientos de la ciencia, nos embar- gaba una sensacion parecida al terror. Nos daba miedo lo que podiamos encontrar. Pero no sélo encontramos lugar para la es- peranza sino también motivo para ella, tal como comenzamos a explicar en la presente obra. La documentacién completa del huérfano es larga. Las personas hemos descubierto sdlo troci- tos, en ocasiones varias paginas consecutivas, nunca nada tan complejo como un capitulo entero. Muchas de las palabras es- tan emborronadas, la mayoria se han perdido.’ Presentamos aqui una version de algunas de las primeras pa- ginas del historial del huérfano, la nota inexistente que debia de haber acompaniado al nifio abandonado en el umbral, algo so- bre nuestros comienzos y sobre los antepasados olvidados de in- terés esencial para el desenlace de nuestra narracién. Como la mayoria de historias familiares la presente narracién comienza en la oscuridad; hace tanto tiempo, en un lugar tan lejano y en circunstancias tan poco prometedoras, que nadie podia haber adi- vinado a, dénde Ilevaria todo aquello. Vamos a rastrear la historia de la vida y el camino que con- dujo hasta nosotros: cémo Ilegamos a ser de la forma que so- mos. Es conveniente que empecemos por el principio. O un poco antes. 22 CapftuLo 1 AS{ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO Cuanto tiempo las estrellas han ido perdiendo su brillo y se ha achicado la luz de la lampara. NANsEN (748-834, China)! Para dar forma a la tierra dijeron «Tierra». Y ella se le- vant de repente, como una nube, como una niebla, for- mandose, desenvolviéndose... Popol Vuh: El libro maya del amanecer de la vida? Nada vive para siempre, ni en los Cielos ni en la Tierra. Incluso las estrellas envejecen, decaen y mueren. Las estrellas mueren y nacen. Hubo una vez una época, antes de que existiera el Sol y la Tierra, una época antes de que hubiera dia o noche, mucho, mucho antes de que hubiera alguien presente tomando nota de los Inicios para quienes pudieran venir después. Sin embargo, imaginemos que fuimos testigos de aquella época: Una inmensa masa de gas y polvo se hunde rapidamente bajo su propio peso, girando cada vez mas de prisa y pasando de una nube turbulenta y caética a ser una especie de disco definido, ordenado y fino. En su centro exacto arde sin llama un cuerpo de color apagado, rojo cereza. Miremos desde arriba, por enci- ma del disco, durante cien millones de afios y veremos que la masa central se vuelve blanca y mas brillante, hasta que des- pués de un par de intentos abortados e incompletos estalla y em- pieza a irradiar, convertida en un fuego termonuclear constan- te. Ha nacido el Sol. Brillara fielmente a lo largo de los cinco mil millones de afios siguientes, durante los cuales la materia del disco evolucionara y creara seres capaces de reconstruir las circunstancias del origen del Sol y de su propio origen. Solo estan iluminadas las provincias mas interiores del dis- co. La luz solar no logra penetrar hasta el exterior. Nos hundi- mos en los recovecos de la nube para ver qué maravillas se es- tan desplegando. Descubrimos un millon de cuerpos pequefios apifiados circulando cerca del gran fuego central. Varios miles de mundos de considerable tamafio esparcidos en érbita, la ma- yoria dando vueltas cerca del Sol pero otros a grandes distan- cias, estan destinados a encontrarse, a fundirse y a convertirse en la Tierra. 23

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