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Juventud del pais ciffé las experanzas en 6 YY ese grupo de aladeltas tena una extrafia cconformacién, desde el iderazgo de Eugenio, muy comprometido con algo que nunca puso en evidencia y sobre lo que siempre guarde sllencio de lspida, de féretro, de cementerio, yen realidad ‘sora él, un cadaver que todavia tena hallto para ‘buscar el cuerpo ylaculpa desu hermano perdides fen la noche oscura y terrorlfica que cayé sobre este suelo, suelo en el que se mezclaron lagrimas, sangre y polvo de huesos humanos. Carniceria atroz, que fuiminé para siempre la eapacidad de reir y de muchos y de ambos bandos. ¥ deJ6 un séquito de Antigonas desveladas por hacer justcia, Ail, en esos desolados péramos de nadie, en La Calera, se juntaban, nos untabamos a prec: tear aladeltismo. Insisto en que la mezcla era cextrafia: suboficales de la fuerza aétea y viejos lobos de mar, miltantes de distintos partidos politicos con historias fuetes, jugadsy entradas tenla polciano por porro veocains, precieamente Eugenio odlaba a los militares, pero también los amaba, Dicen que el guerrero vive etemamente enamorado de su mejor enemigo (con él es st ceruzada y abrazo fina). A él van dirigidos sus actos. Vela, en los ojos de Eugenio, un brillo ‘metilico, de pufial, cuando se tiraba un milico del aladelta. (Creo que esperaba vetlos reventados contra la roca). Después, preparaba su ala, se ponla el amés, se colocaba el easco y como let ‘mayor de las éguilas, el Sgullareina, se lanzaba con sus ales fictiias desde la rampa, y volaba, ‘con un wuelo de belleza muda, belieza ascética y casta. No podiamos menos que admirarlo. Sus reflejos eran perfectos y sus misculos reverbe- aban con el sol, Cuando legaba a tierra era otro, ‘se drfa que expiaba culpas con sus vuelos, que era ‘su Gnico momento de distensi6n, Luego se quitaba elarés, plegaba el ala y sonreta a nadie. Solo de 4l era este goce. El goce de haber burlado al ‘mundo en el gesto prometelco de robar el fuego, ¥y ser como un dios Recuerdo una vez, en el Pan de AzGcar, después de trasladarnes nosotros y las alas en ‘aeroslla, hasta la cumbre donde se hallabe la ‘ampa de a salida, haber discutido muy duro con tun aviador de la Fuerza Aérea. Cosi nos agarre- ‘mos las trompadas, yo led duro ala cuestion del Proceso, la. represin y los desaparedidos. Y hhabiamos sido amigos de la adolescencia... Pero he tiizado una anéedota para mostrar slgo que me parece misy més esenclal, aunque no tél aleance nl dela vista nde la mano. Y es ese ) oqueteo histérico y eterno entre la derécha y la ) taquierda,

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